Daniel Harding quiere volar
El director ingl¨¦s dirige un espiritual ¡®R¨¦quiem de guerra¡¯ de Britten a la Orquesta de Par¨ªs en la Quincena Musical de San Sebasti¨¢n
Daniel Harding (Oxford, 43 a?os) ha renunciado a continuar como titular de la Orquesta de Par¨ªs la pr¨®xima temporada. Sus razones son puramente art¨ªsticas. En una carta a los m¨²sicos, honesta y positiva, afirma que, de seguir adelante, corre el riesgo de cambiar el car¨¢cter del conjunto. ¡°La Orquesta de Par¨ªs tiene una identidad espec¨ªficamente francesa. Y eso es magn¨ªfico, pues a menudo lamentamos que todas las orquestas del mundo suenan igual¡±, aclaraba este mi¨¦rcoles Harding a EL PA?S. El director brit¨¢nico, que inici¨® su carrera, a los 18 a?os, como asistente de Simon Rattle en Birmingham, y que Claudio Abbado sol¨ªa llamar ¡°mi peque?o genio¡± tras debutar, con 21, al frente de la Filarm¨®nica de Berl¨ªn, reconoce que su formaci¨®n como m¨²sico es netamente alemana. ¡°No soy de los que se limitan a dirigir un concierto. Quiero implicarme y cambiar cosas¡±, asegura. Actualmente es titular en la Orquesta de la Radio de Suecia, con la que est¨¢ desarrollando una interesante discograf¨ªa para Harmonia Mundi, y suele colaborar como invitado con las principales orquestas europeas, como las Filarm¨®nicas de Berl¨ªn y Viena o el Concertgebouw de ?msterdam. Pero sus dos conciertos en la 80? Quincena Musical de San Sebasti¨¢n forman parte de su despedida de la Orquesta de Par¨ªs. ¡°No quiero convertirla en una orquesta alemana. Prefiero limitar mi mandato a tres a?os, en los que he aprendido mucho, y dar las gracias¡±, admite.
Para Harding, lo m¨¢s satisfactorio de su trienio en Par¨ªs ha sido el repertorio. ¡°Hemos tocado hasta 22 obras nuevas para la orquesta esta ¨²ltima temporada¡±, asegura. No es el caso del R¨¦quiem de guerra, de Benjamin Britten, que dirigi¨® este mi¨¦rcoles en el Kursaal. En realidad, la orquesta francesa ha abordado solo dos veces este monumento pacifista en recuerdo de los muertos durante la Segunda Guerra Mundial, desde 1982 con Mstislav Rostropovitch. ¡°Estamos perdiendo a la generaci¨®n que vivi¨® esa guerra y, de repente, su recuerdo se est¨¢ volviendo m¨¢s informal¡±, reconoce Harding. Como brit¨¢nico no puede evitar el disparate del Brexit. E incide: ¡°En mi pa¨ªs hay gente que habla de esa guerra como de una pel¨ªcula. Pero Britten nos ayuda a recordar esa fuerza incre¨ªble que construimos juntos en Europa como resultado del terror b¨¦lico al combinar las voces solistas de una soprano rusa, un tenor ingl¨¦s y un bar¨ªtono alem¨¢n¡±.
Harding, que es un acreditado traductor sonoro de inmensos frescos sinf¨®nico-corales, recorri¨® la obra con una combinaci¨®n admirable de precisi¨®n y espiritualidad, este mi¨¦rcoles en el Kursaal. La composici¨®n de Britten requiere, para empezar, una cuidada distribuci¨®n sobre el escenario, que a veces implica el apoyo de un segundo director. Pero el brit¨¢nico se bast¨® solo. Opt¨® por situar al Orfe¨®n Donostiarra en el fondo del escenario, con la soprano solista en el centro y bajo la necesaria pantalla con los subt¨ªtulos. Ubic¨® el coro de ni?os dentro, entre bastidores. Y la orquesta ocup¨® su posici¨®n habitual, con la peque?a formaci¨®n camer¨ªstica, a la derecha, que acompa?a las bellas interpolaciones con versos antibelicistas del poeta Wilfred Owen, que cantaron un tenor y un bar¨ªtono, colocados delante y a la izquierda del director.
El equilibro de esta distribuci¨®n se confirm¨® ya en el introito inicial, R¨¦quiem aeternam. Britten, que ofrece en la obra una genial s¨ªntesis propia de la tradici¨®n sinf¨®nico-coral occidental de m¨²sica sacra, con especial predilecci¨®n por el R¨¦quiem de Verdi y las pasiones de Bach, comienza la obra subrayando la inestabilidad y tensi¨®n de la guerra. Se apoya en pulsos cambiantes y en el intervalo disonante de tritono, fa sostenido-do, que Harding manej¨® con m¨¢s orden que ambici¨®n. El Orfe¨®n Donostiarra afrontaba su primer R¨¦quiem de guerra y fue un dechado de virtudes corales de principio a fin, pero tambi¨¦n los ni?os del excelente Orfeoi Txiki Abesbatza, ya desde el ¡°Te decet hymnus¡±. El tenor ingl¨¦s Andrew Staples exhibi¨® un color ideal, que por momentos evoc¨® a un actualizado Peter Pears, en el primer tropo con versos de Owen. Harding carg¨® m¨¢s las tintas en la secuencia Dies Irae, con un extraordinario ¡°Tuba mirum¡±, admirablemente impulsado por los metales, como en el r¨¦quiem verdiano. Y el bar¨ªtono alem¨¢n Florian Boesch tambi¨¦n encontr¨® la paleta vocal apropiada, de liederista a lo Fischer-Dieskau, para su primera intervenci¨®n con versos de Owen h¨¢bilmente sazonada por los vientos del conjunto camer¨ªstico. Por contra, la soprano brit¨¢nica Emma Bell, que hab¨ªa sustituido a la rusa Albina Shagimuratova, y cant¨® con arrojo wagneriano ¡°Liber scriptus¡±, se mostr¨® mucho m¨¢s inestable, especialmente en el registro agudo.
Harding hizo avanzar la obra cada vez con mayor solidez hacia el Sanctus. Y lo mejor lleg¨® en el Libera me final, que elev¨® desde esas impresionantes pesadillas apocal¨ªpticas mahlerianas del principio hasta la espiritualidad en que se sume la obra al final. Esa desnuda interpolaci¨®n ¨²ltima con versos de Owen, donde el bar¨ªtono alem¨¢n y el tenor ingl¨¦s conversan como soldados enemigos m¨¢s all¨¢ de la muerte (¡°Soy el enemigo al que mataste, amigo m¨ªo¡±). Y la obra concluye con otro imponente fresco sonoro donde concurre todo el conjunto de voces e instrumentos para disolverse, a continuaci¨®n, en un pianississimo sobre ¡°Requiescant in pace¡±, donde el tritono disonante del principio resuelve en un consonante fa mayor. Pero el consuelo es relativo. Lo explic¨® admirablemente el tenor Peter Pears, inseparable compa?ero del compositor: ¡°No es el final, no hemos escapado y tenemos que pensar todav¨ªa en ello, no nos est¨¢ permitido terminar en un sue?o tranquilo¡±.
El primer concierto, el martes, 20 de agosto, mostr¨® con mucha m¨¢s claridad los problemas que relata Harding en su renuncia como titular de la Orquesta de Par¨ªs. Se inici¨® con una versi¨®n incompatible de la Sinfon¨ªa n¨²m. 6 ¡°Pastoral¡±, de Beethoven, entre unos postulados m¨¢s angulosos, expresivos y camer¨ªsticos, del director ingl¨¦s, y los planteamientos m¨¢s tradicionales y seductores de la orquesta francesa. Hubo alg¨²n despiste y desajuste, pero qued¨® claro que la Orquesta de Par¨ªs, a pesar de su corta historia de poco m¨¢s de cincuenta a?os, dispone de unas se?as sonoras netamente francesas. Esa combinaci¨®n de lo elegante y exquisito, sin excesos expresivos, con un leve toque r¨²stico y otro fr¨ªvolo. Harding se emple¨® a fondo para elevar la temperatura en la tormenta, aunque la interpretaci¨®n pas¨® sin pena ni gloria. Todo mejor¨® en la segunda parte con Harold en Italia, de Berlioz. La Orquesta de Par¨ªs conmemoraba el sesquicentenario de la muerte de su compatriota y lo hizo con una versi¨®n elocuente y evocadora. El franc¨¦s Antoine Tamestit fue un excelente solista, con el bell¨ªsimo sonido de su viola Stradivarius de 1672, pero tambi¨¦n con curiosas trazas teatrales, como encarnaci¨®n del personaje byroniano, que le hicieron deambular por el escenario seg¨²n fuera mayor o menor su protagonismo en la obra.
La conversaci¨®n de Harding con EL PA?S, que se produjo el mi¨¦rcoles en su camerino justo antes del inicio del R¨¦quiem de guerra, termin¨® con una curiosa revelaci¨®n. En su biograf¨ªa impresa en el programa de mano se concluye con una frase desconcertante: ¡°Es tambi¨¦n un piloto de aviones cualificado¡±. Y la pregunta era obvia. ¡°Desde que era ni?o so?¨¦ con pilotar aviones, pero mi dedicaci¨®n a la m¨²sica desde tan joven me lo hab¨ªa impedido¡±, reconoce. Hace poco tiempo sac¨® su licencia como piloto comercial y descubri¨® otra pasi¨®n. ¡°Me fascina la sensaci¨®n de volar, pero tambi¨¦n la posibilidad de interactuar con el avi¨®n¡±, admite. Para Harding, volar se ha convertido en un reto intelectual, pero tambi¨¦n en una nueva ocupaci¨®n laboral. ¡°En primavera me unir¨¦ a la compa?¨ªa Air France como copiloto y en la temporada 2020/21 me tomar¨¦ un sab¨¢tico como director de orquesta, aunque tendr¨¦ alg¨²n concierto, para dedicarme a volar¡±, concluye.
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