Claudio Magris: ¡°La pandemia cambiar¨¢ el mundo m¨¢s que la Segunda Guerra Mundial¡±
El escritor e intelectual italiano analiza el vac¨ªo producido por el coronavirus y las consecuencias de un periodo poco luminoso para la gran Europa que diseccion¨® en sus obras
Claudio Magris (Trieste, 82 a?os) ha pasado la pandemia recluido en su casa de Trieste (norte de Italia). No ha sido su mejor a?o. En ning¨²n sentido. Un d¨ªa se descubri¨® mirando por la ventana, sin ni siquiera ganas de leer. La vida nos encierra a veces: hace ahora tiempo que no pisa el famoso caf¨¦ de San Marco, donde disfrut¨® de un cierto anonimato en infinitas tardes literarias. Pero se acaba de vacunar y ha vuelto a viajar. En el jard¨ªn de la residencia de la Embajada espa?ola en el Gianicolo romano, el autor de Danubio (Anagrama, 1986), el legendario relato con el que atraves¨® el tel¨®n de acero y el muro de la vieja Europa tres a?os antes de que fuese derribado, est¨¢ de buen humor. ¡°No ha sido el mejor periodo. Pero no me he muerto¡±, bromea.
Magris es el ¨²ltimo de una estirpe de grandes intelectuales y escritores italianos que descifraron Europa: sus ra¨ªces y sus horizontes. Cabeza germ¨¢nica y alma italiana, ha sido traductor, cr¨ªtico, lector empedernido, viajero e, incluso, senador de la Rep¨²blica Italiana. Recibi¨® el Pr¨ªncipe de Asturias de las Letras en 2004 y sigue siendo un faro de la cultura y el pensamiento en Italia, pese a que ha estado algo ausente en el ¨²ltimo a?o y medio.
Pregunta. ?C¨®mo se encuentra estos d¨ªas?
Respuesta. Es muy dif¨ªcil decirlo. Este periodo ha coincidido, por algunas combinaciones, con una etapa de mi vida de la que no voy a hablar aqu¨ª, pero que no ha sido f¨¢cil y lo ha hecho todo m¨¢s complicado. Un tiempo en el que he corrido el riesgo de concentrarme demasiado en este aspecto que le digo.
P. ?Qu¨¦ impacto ha tenido en usted la pandemia?
R. El disgusto, el miedo, la crisis, la muerte, la casualidad¡ Impresiona ver todo este desastre y entender que nunca puedes estar seguro. He sufrido un gran malestar, como si me hubiera dado un pu?etazo Cassius Clay¡ bueno ¨¦l me habr¨ªa matado del todo. Uno intenta sobrevivir, no dejarse vencer. Pero algo que me impresion¨® mucho fue lo que le le¨ªa a un escritor italiano, ahora no recuerdo su nombre, que explicaba c¨®mo durante el primer periodo de la pandemia, cuando m¨¢s encerrados est¨¢bamos, se le fueron las ganas de leer.
P. ?Justamente porque ten¨ªa m¨¢s tiempo?
R. A m¨ª me sucedi¨® igual. Viv¨ª un periodo en el que hac¨ªa lo que pod¨ªa, atravesaba mis preocupaciones y manten¨ªa la idea de vivir, claro. Pero cuando no ten¨ªa nada que hacer, me sorprend¨ª a m¨ª mismo negativamente mirando por la ventana en un estado de latente depresi¨®n. La lectura u otras formas art¨ªsticas no pueden ser un divertimento para pasar el tiempo esperando el tren. El hecho de disponer por primera vez de tanto tiempo lo convirti¨® en un tiempo vac¨ªo. Y la lectura se transform¨® en una lectura falsa. Una lectura deprimida.
¡°El hecho de disponer por primera vez de tanto tiempo lo convirti¨® en un tiempo vac¨ªo. Y la lectura se transform¨® en una lectura falsa. Una lectura deprimida¡±
P. ?Le ha ocurrido tambi¨¦n con las ganas de escribir?
R. Creo verdaderamente que en 2019, con el ¨²ltimo libro que considero haber escrito, Tempo curvo a Krems¡ [hace un silencio]. Mire antes de escribir un libro hay que tener experiencias, hacer un camino, crearse toda una mochila. Yo escrib¨ª Danubio despu¨¦s de haber viajado. Y no solo materialmente. Lo hice en la cabeza, en el coraz¨®n, en el autom¨®vil, con los barcos¡ Y ahora no creo, y lo digo honestamente aunque me haga mala publicidad, que est¨¦ en el momento de poder empezar con la idea de un libro de una cierta consistencia. El punto donde se termin¨® esa experiencia fue con aquella obra [Tempo curvo a Krems, que publicar¨¢ Anagrama en septiembre].
P. Considera concluida su experiencia como escritor¡
R. No dir¨ªa concluida... He sido muy feliz con algunas obras.
P. La pandemia arrasa mundos interiores y exteriores. ?Cree que viviremos en uno muy distinto?
R. Se pueden hacer muchas consideraciones pol¨ªticas o culturales. Pero lo que me impresiona es que cambiar¨¢ el mundo m¨¢s que la Segunda Guerra Mundial. Pertenezco a una generaci¨®n para quienes el presente no es solo hoy, mi¨¦rcoles al mediod¨ªa, d¨ªa de la Segunda Rep¨²blica en Espa?a. Es un tiempo algo m¨¢s largo. Mis hijos no vieron la Segunda Guerra Mundial, pero forma parte de sus vivencias, de lo que estaba presente en su casa. Y ahora hay una especie de fragmentaci¨®n de ese tiempo.
¡°El mercado ya no se percibe como un sistema eficiente, sino como la medida de la vida. Y eso es algo que turba, porque las distancias sociales y laborales aumentan¡±
P. ?Lo hab¨ªa vivido antes?
R. Cuando ense?aba en Bard College, en Annandale-On-Hudson [Nueva York, donde tambi¨¦n fue profesora Hannah Arendt] hace unos 15 a?os, solo 5 o 6 estudiantes en una clase de 36 sab¨ªan qui¨¦n fue Stalin. Les dije que no pod¨ªamos seguir adelante. No era como nombrar a un importante soberano asi¨¢tico de hac¨ªa siglos. Stalin forma parte de un mundo vivido, con todas sus traiciones, millones de muertos en nombre de ciertos ideales¡ Algo que te marca no solo en el tiempo breve de la jornada. Ser¨ªa como hacer un curso sobre el amor en Flaubert y que algunos no supieran qu¨¦ es el amor o el sexo. ?Debo empezar hablando de los ¨®rganos del cuerpo humano? Y eso es algo que se ha acentuado en un modo incre¨ªble. Y me hace sentir, de alguna manera, cerca de la muerte. Porque la muerte es la cancelaci¨®n. Y observar c¨®mo todo lo que yo siento como un presente duradero va borr¨¢ndose produce una herida.
P. ?El impacto cultural que provocar¨¢ y los nuevos elementos que formar¨¢n el pr¨®ximo presente de esa generaci¨®n ser¨¢n comparables al de las grandes guerras?
R. Hay que intentar no ser un integrado o un apocal¨ªptico, como dec¨ªa Umberto Eco en su libro. Yo no tengo ninguna voluntad de morir, aunque no est¨¦ muy lejano ese d¨ªa. Pero mi muerte no puede ser vivida como la muerte del mundo. As¨ª que no lo s¨¦. Pero esta relaci¨®n a distancia que mantenemos ahora todos modificar¨¢ el equilibrio pol¨ªtico y social. Cuando 40.000 obreros se juntaban en la Fiat, la fuerza que surg¨ªa era autom¨¢tica. El mercado ya no se percibe como un sistema eficiente, sino como la medida de la vida. Y eso es algo que turba, porque las distancias sociales y laborales aumentan. Piense en los riders que nos traen la comida y ganan un euro por pedido. Se crear¨¢ un nuevo tipo de clases que, sin embargo, no est¨¢n en conflicto. No tengo instrumentos para juzgar este cambio. Pero como le dec¨ªa, sobre todo, me impresiona esa memoria corta.
P. El tiempo cronol¨®gico ha seguido transcurriendo durante la pandemia, pero el biogr¨¢fico de muchas personas ha quedado congelado. ?Qu¨¦ tipo de relaci¨®n tendremos con esta memoria y qu¨¦ identidad se crear¨¢?
R. No s¨¦ qu¨¦ ser¨¢ la memoria de estos d¨ªas, pero piense en todo el lenguaje de las redes sociales concentrado en una instantaneidad. Cuando la memoria se convierte en algo tan corto que parece que lo que ha sucedido esta ma?ana pertenece a los tiempos de la Reconquista, se altera la relaci¨®n que mantenemos con la identidad. Tambi¨¦n con la literatura.
P. ?C¨®mo cambiar¨¢ nuestra relaci¨®n con la muerte la pandemia?
R. Es dif¨ªcil decirlo, pero se puede comparar con lo que recuerdo de la Segunda Guerra Mundial y los bombardeos. Hay algo de ello en esta pesadilla de la pandemia. Pero ah¨ª hab¨ªa cierto sentido oculto en algo parecido al destino. En este caso se tata de algo m¨¢s misterioso, que le resta algo de impulso. Estoy algo desconcertado.
P. Durante un tiempo, Italia ha vivido una turbulencia populista sin precedentes. ?Qu¨¦ ha sucedido?
R. No lo s¨¦. Pero confieso que esta transformaci¨®n radical de la pol¨ªtica me ha cogido muy desprevenido. La ve¨ªa, s¨ª. Pero admito un desconcierto, y espero entenderlo antes de morir. Porque no es solo el populismo. Hubo un posicionamiento de mucha gente que cree ser de izquierdas y se comportan como si fuera de derechas.
P. ?Por ejemplo?
R. Una distorsi¨®n cultural: la poeta negra que rechaz¨® que sus versos fueran traducidos por un blanco. Muchos lo tomaron como una postura progresista, cuando es solo racista. As¨ª como lo ser¨ªa decir que un escritor ingl¨¦s o espa?ol no puede ser traducido al ingl¨¦s por un afroamericano. Pienso en qu¨¦ habr¨ªa dicho mi amigo ?douard Glissant, gran escritor de las Antillas, que combati¨® por la liberaci¨®n de su gente y por todas las diversidades culturales de sus islas: ¡°Las ra¨ªces no deben profundizar la oscuridad at¨¢vica de los or¨ªgenes, sino extenderse en la superficie como brazos, como ramas de un ¨¢rbol. No para cancelar la propia diversidad, sino para convertirla en algo que permita encontrarnos¡±. Y la diversidad es rec¨ªproca. Por eso las palabras de esa poeta no pueden interpretarse como progresistas.
¡°Nunca pens¨¦ que ver¨ªa en la plaza central de Varsovia, la que fue destruida por los nazis, gente que desfilaba con cruces gamadas y esv¨¢sticas¡±
P. Si hoy tuviera que embarcarse en un proyecto como Danubio, ?c¨®mo contar¨ªa esta Europa?
R. Es dif¨ªcil decirlo porque cuando empec¨¦ a escribirlo no sab¨ªa qu¨¦ har¨ªa. Un libro nace haciendo camino. No se puede decir qu¨¦ libro har¨ªas, es como hablar as¨ª de un hijo que no has engendrado. Pero algo que me hiere mucho es que hoy las esperanzas de muchos pa¨ªses y del mundo danubiano parecen negarse a s¨ª mismas. Nunca pens¨¦ que ver¨ªa en la plaza central de Varsovia, la que fue destruida por los nazis, gente que desfilaba con cruces gamadas y esv¨¢sticas. As¨ª que no puede preguntarme esto¡ porque seguramente hoy no escribir¨ªa el Danubio. ?Pero sabe qu¨¦?
P. Diga.
R. A veces tengo la sensaci¨®n de que si existo en el mundo es gracias a Espa?a. Si no hubiera existido el Danubio espa?ol, quiz¨¢ no se hubiera traducido a las otras 30 lenguas. Hubo una extra?a conexi¨®n que nunca antes me hab¨ªa sucedido. Grandes discusiones y debates, pero nunca un solo malentendido. Siento que hablamos una lengua com¨²n.
P. Usted siempre ha reivindicado esa otra idea compartida: el patriotismo europeo. ?Todav¨ªa es posible ese sentimiento con todo lo que estamos viendo?
R. Mire, yo siempre he so?ado una Europa como un Estado. Un Estado con una Constituci¨®n en la que, naturalmente, cada parte del estado tiene su diversidad. Como sucede en Italia con las regiones, pero sobre la base de una Constituci¨®n com¨²n. Y desde ese punto de vista, soy un patriota europeo. Somos matrioskas. Pero se necesita una base com¨²n para que haya un patriotismo europeo que cada vez escasea m¨¢s.
P. En su libro Instant¨¢neas (Anagrama, 2020), hay un cap¨ªtulo llamado Selfie en el que se observa con disgusto. ?Qu¨¦ retrato de s¨ª mismo tiene en este momento?
R. Esencialmente es un retrato autocr¨ªtico. No soy peor que los dem¨¢s, pero es como si tuviese la sensaci¨®n de ordenar algunas cosas de mi vida, tambi¨¦n del pasado, pero resulta ya imposible. El tiempo es relativo, yo escrib¨ª un libro llam¨¢ndolo curvo¡ Pero mire, usted ha llegado aqu¨ª a las 12 y ahora es ya la una.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.