La pesadilla de Orwell emerge en Latinoam¨¦rica: cuando el poder pol¨ªtico acorrala a la literatura
La reciente orden de detenci¨®n contra Sergio Ram¨ªrez en Nicaragua y la exclusi¨®n burocr¨¢tica de autores cr¨ªticos en Colombia o Per¨² ponen en evidencia que la amenaza contra la libertad intelectual persiste de forma visible en dictaduras y m¨¢s sutilmente en democracias
En un ensayo que George Orwell escribi¨® en 1946 sobre la libertad intelectual, el autor de 1984 y Rebeli¨®n en la granja comenzaba hablando de dos tipos de amenazas para los novelistas de su ¨¦poca. Les amenazaban, obviamente, aquellos que defend¨ªan un sistema totalitario ¨Den la Uni¨®n Sovi¨¦tica o la Alemania nazi¨D y que exig¨ªan copiar el discurso oficial hasta en las ficciones. Pero adem¨¢s, dice Orwell, los novelistas se enfrentaban a otros enemigos mucho m¨¢s ¡°pr¨¢cticos¡±: el monopolio y la burocracia. Un escritor que en una democracia depende de la voluntad de un funcionario o de un peque?o grupo de empresarios se enfrenta a un peligro muy distinto al de un poeta censurado por Stalin, pero no por eso un peligro insignificante. ¡°Todo en nuestra ¨¦poca conspira para convertir al escritor, y tambi¨¦n a cualquier otro tipo de artista, en un funcionario menor que trabaja en temas que le piden desde arriba¡±, escribi¨® Orwell.
M¨¢s de medio siglo despu¨¦s, hechos recientes en Am¨¦rica Latina dan pistas de que los novelistas siguen enfrentados a nuevas versiones de esas mismas dos amenazas, tanto en democracias como en reg¨ªmenes como el de Cuba o el de Venezuela. El caso m¨¢s notorio del ¨²ltimo mes se ha dado en Nicaragua, donde la pelea de la dictadura de Daniel Ortega contra cualquier escritor independiente ha vuelto a los titulares. M¨¢s sutiles son los recientes y menos dram¨¢ticos son los enfrentamientos de novelistas contra Gobiernos elegidos democr¨¢ticamente en Per¨², Colombia, o M¨¦xico. Una batalla mucho m¨¢s confusa, pero no menor.
Del caso Padilla al caso Ram¨ªrez
En la dictadura de Daniel Ortega ya no se intenta disimular el antagonismo contra quienes escriben cr¨ªticamente. Adem¨¢s de las graves denuncias de torturas contra opositores pol¨ªticos, el Gobierno intervino hace unas semanas la redacci¨®n del diario La Prensa (el m¨¢s grande y longevo del pa¨ªs), detuvo a su gerente general y congel¨® las cuentas bancarias del peri¨®dico. Pero lo que le molest¨® m¨¢s recientemente fue un libro de ficci¨®n, la novela titulada Tongolele no sab¨ªa bailar, del escritor Sergio Ram¨ªrez. Antes de que pudiera llegar a los lectores, los ejemplares fueron retenidos en las aduanas del pa¨ªs y el Gobierno acus¨® al autor de ¡°lavado de dinero, bienes y activos; menoscabo a la integridad nacional, y provocaci¨®n, proposici¨®n y conspiraci¨®n¡±.
Ram¨ªrez, premio Cervantes del 2017, se encuentra ahora en el exilio y dice que la persecuci¨®n en su contra es por su novela pol¨ªtica. ¡°Me provoca escribir una serie de cr¨®nicas sobre la represi¨®n porque, cuando alguien lee en un informe de una comisi¨®n de derechos humanos que hay 427 muertos, es una estad¨ªstica, nadie lee un informe¡±, dijo recientemente Ram¨ªrez a EL PA?S sobre su libro, inspirado en las protestas de 2018 contra Ortega.
Una novela siempre tiene el potencial de ir m¨¢s all¨¢ de las cifras y de mirar no solo los hechos violentos, sino tambi¨¦n las emociones que atravesaron a sus protagonistas. Los ¡°sentimientos subjetivos¡±, dec¨ªa Orwell, para el novelista tambi¨¦n ¡°son hechos¡± que registrar, y hechos que los gobiernos autoritarios buscan silenciar.
El caso de Ram¨ªrez reson¨® con el famoso caso Padilla en Cuba a principios de los a?os setenta, cuando el Gobierno de Fidel Castro denunci¨® al escritor cubano Heberto Padilla de subversi¨®n y este fue encarcelado, despu¨¦s exiliado. Padilla, al igual que Ram¨ªrez, hab¨ªa sido inicialmente cercano a la revoluci¨®n (el nicarag¨¹ense fue vicepresidente de Ortega en los ochenta), pero en el momento que los autores fueron cr¨ªticos con el poder (en el caso de Padilla, por sus poemarios Fuera del juego y Provocaciones) tuvieron que salir del pa¨ªs.
La enorme diferencia entre un caso y otro tiene que ver con la reacci¨®n del mundo literario. El de Padilla dividi¨® a aquellos que denunciaron tajante y p¨²blicamente las arbitrariedades de Fidel Castro desde entonces (que podemos llamar el bando Mario Vargas Llosa) y los que se mantuvieron cercanos al Gobierno de Cuba durante a?os, a pesar de la censura (el bando Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez). En el caso de Sergio Ram¨ªrez, en cambio, ni un solo novelista en Am¨¦rica Latina ha exculpado las arbitrariedades de Daniel Ortega. No hay all¨ª una revoluci¨®n por defender.
La silenciosa amenaza de las burocracias democr¨¢ticas
En democracia, la libertad de expresi¨®n debe estar garantizada, o el derecho a disentir, pero en ellas se pueden ocultar aquellos enemigos que Orwell llamaba los ¡°m¨¢s pr¨¢cticos¡±. La amenaza de un bur¨®crata se puede producir tanto en gobiernos de izquierda como de derecha, pero en muy raras ocasiones es visible.
Una de esas raras ocasiones ocurri¨® el mes pasado cuando el embajador de Colombia en Espa?a dijo abiertamente que en la lista oficial de novelistas que representar¨ªan a su pa¨ªs en la Feria de Libro de Madrid se hab¨ªan incluido s¨®lo a escritores ¡°neutrales¡±. Autores cr¨ªticos con el Gobierno ¨Dcomo Fernando Vallejo, Piedad Bonnett o William Ospina¨D no estaban en la lista. Firmas muy exitosas como Pilar Quintana, ganadora del premio Alfaguara este a?o por Los Abismos, tampoco fueron invitadas. El diplom¨¢tico dijo que no quer¨ªa que ¡°una feria literaria se convirtiera en una feria pol¨ªtica¡±, pero s¨ª garantiz¨® la presencia del pol¨ªtico m¨¢s importante del pa¨ªs: el presidente Iv¨¢n Duque, que viaj¨® a Espa?a a presentar su ¨²ltimo libro. En protesta por sus declaraciones, varios novelistas invitados retiraron su participaci¨®n en la delegaci¨®n oficial. El embajador se retract¨® y el presidente nunca lleg¨® a visitar la Feria del Libro de Madrid, pero el da?o estaba hecho.
¡°Las declaraciones del embajador son de una torpeza incomprensible, pero adem¨¢s son un comentario muy preciso sobre la profunda antipat¨ªa que siente esta Administraci¨®n frente a la cr¨ªtica y el disenso¡±, dijo a El PA?S el novelista Juan Gabriel V¨¢squez, que hab¨ªa declinado la invitaci¨®n oficial antes de conocer las declaraciones. La rechaz¨®, dice, ¡°pensando que este Gobierno iba a tratar de usar un encuentro cultural para lavarse la cara despu¨¦s de un a?o atroz, y no quer¨ªa ser usado para eso¡±.
La exigencia de neutralidad a los elegidos pod¨ªa referirse, por ejemplo, al hecho de que no hablaran en sus obras de los ciudadanos asesinados por la polic¨ªa durante las manifestaciones a mitad de a?o. ¡°Exigirle a un escritor, aunque sea veladamente, que no se meta en pol¨ªtica es un acto de censura¡±, escribi¨® entonces la periodista Mar¨ªa Jimena Duz¨¢n.
Las listas oficiales, en todo caso, casi siempre son decididas por bur¨®cratas y casi nunca se forman en un proceso abierto de debate. En una conversaci¨®n con la directora de la FIL Guadalajara, Marisol Schulz, explica que pueden sugerir informalmente que se incluya uno u otro nombre que quisiera ver del pa¨ªs invitado, pero la relaci¨®n definitiva queda completamente en manos de los gobiernos.
Luego est¨¢ el poder silencioso de la burocracia, ese que es tan opaco que le generaba migra?a a Kafka por su sinsentido. Dos semanas despu¨¦s de lo ocurrido en Colombia, la misma pol¨¦mica se mud¨® a Per¨², cuando el equipo del nuevo presidente Pedro Castillo decidi¨® excluir a siete escritores que hab¨ªan sido seleccionados por el Gobierno anterior para representar a Per¨² en la FIL de Guadalajara. Y lo hizo sin un criterio claro.
¡°Me escribi¨® por WhatsApp un funcionario del Ministerio de Cultura para darme la mala noticia de que se hab¨ªan desestimado algunas invitaciones por tener que cumplir con dos criterios¡±, cuenta Renato Cisneros, escritor peruano y uno de los excluidos. Los dos criterios eran sacar a algunos escritores capitalinos para incluir a otros de regiones y, el segundo, que no fueran a la FIL firmas que ya hubieran ido a otras ferias. ¡°Pero si uno revisa la lista final, ese principio no se cumple necesariamente¡±, cuenta Cisneros. Por ejemplo, Karina Pacheco y Cronwell Jara, dos de los excluidos, son de los municipios Cusco y Piura, y en la nueva selecci¨®n hay nombres que han ido a otras ferias.
¡°Toda lista siempre tiene algo de antojadizo, y de pol¨¦mica¡±, reconoce Cisneros. ¡°Lo ideal ser¨ªa que una delegaci¨®n oficial combine a autores consagrados o visibles internacionalmente con autores j¨®venes: que unos sean el ancla de los otros, que abran la puerta para que m¨¢s puedan pasar. Pero ac¨¢ creo que se ha utilizado un criterio m¨¢s bien caprichoso¡±.
Si existiera un criterio oculto y el Gobierno quisiera, por ejemplo, excluir a escritoras feministas ¨Dde las excluidas, Katya Adaui, Karina Pacheco y Gabriela Wiener son voces reconocidas en ese sentido¨D, quiz¨¢s no habr¨ªa dejado fuera a los autores antes mencionados. O si quisiera sacar a los opositores a su Gobierno, no habr¨ªa excluido a Wiener, que ha expresado p¨²blicamente su apoyo. Pero ning¨²n criterio encaja muy bien, ni el de exclusi¨®n ni el de inclusi¨®n. Uno de los nuevos incluidos, por ejemplo, no es un autor sino un pol¨ªtico poco conocido llamado Rub¨¦n Dar¨ªo Apaza, excandidato al Parlamento andino por el partido Per¨² Libre.
¡°No creo que sepan por qu¨¦ ponen o quitan, sino que dan la impresi¨®n de estar haciendo algo, sin tener la menor idea de qu¨¦, y nos usan como conejillos de indias de sus experimentos sin ning¨²n respeto por nuestro trabajo¡±, dice el autor Santiago Roncagliolo, quien renunci¨® a la lista con otra decena de escritores como protesta por los cambios abruptos introducidos por el nuevo Gobierno. Roncagliolo, sin embargo, reconoce que estas arbitrariedades no ocurren solo en Per¨². ¡°Yo he visto muchas veces a pa¨ªses llevar delegaciones de gente que no est¨¢ publicada en el pa¨ªs donde se celebra la feria, porque no se trata muchas veces de promover la cultura nacional sino de repartir un viaje a los amigos, sobre todo cuando hay favores pol¨ªticos de por medio¡±, cuenta.
¡°La cr¨ªtica se ha centrado en el ministro de Cultura, pero yo creo que es una responsabilidad del Estado: hay una narrativa que el Gobierno est¨¢ intentando imponer, que es la de Lima frente a las otras regiones¡±, dice Cisneros. Los autores, independientemente de sus obras, deben cuajar en un discurso oficial.
Aunque distinto a una feria, algo parecido ocurri¨® en M¨¦xico cuando la escritora Brenda Lozano fue nombrada agregada cultural en Espa?a, pero cuyo nombramiento fue criticado por el presidente cuando se supo que ella hab¨ªa escrito comentarios cr¨ªticos a su Gobierno en temas de g¨¦nero. ?Debe un representante cultural ser un militante del Gobierno de turno? ¡°Si no se est¨¢ de acuerdo con nuestro proyecto, ?c¨®mo se nos va a representar?¡±, dijo el presidente L¨®pez Obrador, que luego prometi¨® poner en lugar de Lozano a una poeta ind¨ªgena. ¡°La pol¨¦mica suscitada me dej¨® sola en medio de una guerra pol¨ªtica y luchas de poder que, en el fondo, poco tienen que ver conmigo¡±, respondi¨® Lozano en una columna publicada en El PA?S.
Los novelistas no son neutrales: toman posiciones, debaten, se ubican pol¨ªticamente tanto en sus ficciones como fuera de ellas. Pero en democracias polarizadas, o en el espacio de los bur¨®cratas, como dec¨ªa Orwell, ¡°todo en nuestra ¨¦poca conspira para convertir al escritor, y tambi¨¦n a cualquier otro tipo de artista, en un funcionario menor¡±. Muchos, sin embargo, no est¨¢n dispuestos a aceptar el aburrido cargo.
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