El fiscal de Manhattan proh¨ªbe a un conocido coleccionista de antig¨¹edades comprar una sola pieza m¨¢s en su vida
El financiero Michael Steinhardt, condenado a devolver a sus pa¨ªses de origen casi 200 objetos que consigui¨® gracias a traficantes y saqueadores de tumbas
La historia de c¨®mo el magnate neoyorquino Michael Steinhardt forj¨® su colecci¨®n de arte dar¨ªa para unas cuantas novelas de misterio, con tramas tan oscuras y perversas como cosmopolitas. Una mezcla del detective Poirot y los supervillanos sacados de la serie James Bond, por ejemplo. Porque el elenco de personajes secundarios es de altura: traficantes de antig¨¹edades, capos de mafias locales e internacionales, redes de lavado de dinero y ladrones de tumbas contribuyeron a que, a partir de 1987, el inversor atesorase una colecci¨®n valorada en 200 millones de d¨®lares, con miles de piezas procedente de yacimientos en una docena de pa¨ªses. Hasta que el fiscal de Manhattan, Cyrus Vance, en una de sus ¨²ltimas sentencias antes de jubilarse, orden¨® la semana pasada al financiero que restituya 180 piezas robadas, valoradas en 70 millones de d¨®lares, a los lugares de donde fueron arrancadas por amigos de lo ajeno, en este caso del capital ajeno.
Aparte de devolver lo robado, la fiscal¨ªa ha impuesto a Steinhardt la prohibici¨®n de coleccionar m¨¢s reliquias en lo que le queda de vida (acaba de cumplir 81 a?os). Adem¨¢s de la primera condena de esta especie, a perpetuidad, el veto era tambi¨¦n una condici¨®n sine qua non para no presentar cargos contra el milmillonario, pionero de los fondos de inversi¨®n y gran benefactor de la Universidad de Nueva York, de entidades jud¨ªas de la Gran Manzana y el Museo y el Bot¨¢nico de Brooklyn, que han bautizado sendas alas con su nombre. Pero la filantrop¨ªa como patente de corso parece tener los d¨ªas contados: un d¨ªa tras otro se van tachando los nombres de donantes que financiaron, con dinero oscuro, la cultura o la ciencia en EE UU. El ¨²ltimo ejemplo es la retirada del apellido Sackler, ligado para siempre a la crisis de los opioides, de siete salas del Museo Metropolitano de Nueva York (Met).
Tras cuatro a?os de investigaci¨®n multinacional, a manos de una unidad creada ad hoc, la fiscal¨ªa de Manhattan considera probado que Steinhardt desarroll¨® durante d¨¦cadas ¡°un apetito voraz por objetos saqueados¡± gracias a ¡°un submundo insondable de traficantes de antig¨¹edades, jefes del crimen organizado, blanqueadores de dinero y saqueadores de tumbas¡±. En concreto, 12 redes de delincuencia organizada que robaron los objetos en 11 pa¨ªses y colocaron la mercanc¨ªa en el mercado internacional sin documentos acreditativos. El acuerdo pretende evitar un largo litigio que habr¨ªa retrasado la devoluci¨®n de las obras de arte.
Entre las antig¨¹edades que se repatriar¨¢n, hay, por ejemplo, fragmentos de los frescos de Herculano. O un maravilloso sarc¨®fago minoico robado en Creta y valorado en un mill¨®n de d¨®lares que podr¨¢ reposar definitivamente en alguno de los espl¨¦ndidos museos arqueol¨®gicos de la isla. O el hermoso rhyton (vaso ceremonial para libaciones) con forma de cabeza de ciervo, del a?o 400 a. C. y con un valor de 3,5 millones de d¨®lares, que volver¨¢ a Turqu¨ªa. Tras comprarlo ilegalmente en 1991, la generosidad de Steinhardt ¨Do m¨¢s bien su vanagloria¨D le empuj¨® a prest¨¢rselo al Museo Metropolitano de Nueva York, donde se exhibi¨® hasta que la Oficina del Fiscal recibi¨® autorizaci¨®n para confiscarlo. No era la primera vez que su nombre aparec¨ªa vinculado a piezas robadas: ya en los noventa le fue requisada una copa de oro del a?o 400 a. C. importada irregularmente desde Italia. Steinhardt, encogi¨¦ndose de hombros, se escud¨® en la inocencia sonrojante de cualquier v¨ªctima de enga?o.
La investigaci¨®n sobre Steinhardt se inici¨® en 2017, cuando su exhibicionismo le puso en evidencia al prestar, tambi¨¦n al Met, una preciosa cabeza de toro en m¨¢rmol que hab¨ªa sido robada durante la guerra civil libanesa (1975-1990). Los investigadores empezaron a tirar del hilo y descubrieron fondos que ya querr¨ªan para s¨ª muchos museos del mundo. Una pieza tras otra, como un pu?ado enmara?ado de cerezas, los hallazgos mostraron la dimensi¨®n global de la rapi?a y lo engrasado que est¨¢ el tr¨¢fico ilegal de antig¨¹edades, algo a lo que los pa¨ªses se enfrentan con distinta suerte: mientras Bulgaria, entre otros pa¨ªses del Este, es una mina para los saqueadores, el refuerzo de la legislaci¨®n en pa¨ªses como Italia o Grecia ha hecho pr¨¢cticamente imposible el tr¨¢fico. Los estragos en el patrimonio cultural que provocan las guerras son otro excelente vivero de reliquias, como recuerda el doloroso expolio del Museo Nacional de Bagdad tras la guerra de 2003.
A primeros de agosto, EE UU devolvi¨® precisamente a Irak unas 17.000 piezas, alguna de ellas con 4.000 a?os de antig¨¹edad, sacadas ilegalmente del pa¨ªs por traficantes en las dos d¨¦cadas que han seguido a la ca¨ªda del r¨¦gimen de Sadam Husein. Muchas de ellas luc¨ªan en museos y colecciones privadas de EE UU, donde fueron confiscadas por las autoridades. Para el Gobierno de Bagdad, se trata de ¡°la mayor restituci¨®n de la historia iraqu¨ª¡±, fruto de la colaboraci¨®n entre los dos pa¨ªses. Buena parte de las reliquias se exhibir¨¢n en el Museo Nacional, el mismo que pocos d¨ªas despu¨¦s de la invasi¨®n de EE UU amaneci¨® con enormes boquetes en sus muros, por donde hab¨ªan penetrado los ladrones. Pese al colosal despliegue de soldados estadounidenses por toda la ciudad tras la invasi¨®n, sorprendi¨® que ninguno custodiara el tesoro nacional aquellos d¨ªas. Sorprendi¨® mucho, o no tanto, o puede que bien poco.
As¨ª que cuando no son los b¨¢rbaros (la destrucci¨®n de los Budas de Bamiy¨¢n por los talibanes en 2001 es solo un ejemplo), son la codicia y las facilidades del mercado ¨Dincluidos los diligentes saqueadores a comisi¨®n¨D las que ponen en peligro el patrimonio art¨ªstico, pese a las resoluciones de la ONU para preservar en la medida de lo posible este legado o a la constataci¨®n de que en ocasiones este tr¨¢fico il¨ªcito sirve para financiar a grupos terroristas como el Estado Isl¨¢mico. Adem¨¢s, al margen de un acto de justicia, la devoluci¨®n de las 180 piezas de Steinhardt tampoco escapa a la corriente internacional de restituci¨®n de obras de arte que cuelgan en muchos museos del mundo, tras haber sido expoliadas por la colonizaci¨®n o, como en el caso de los m¨¢rmoles del Parten¨®n, por el robo.
Mediante un comunicado publicado el pasado d¨ªa 6, el abogado de Steinhardt dijo que el magnate est¨¢ encantado de devolver obras ¡°adquiridas err¨®neamente¡± y que se reserva el derecho a pedir ¡°una compensaci¨®n a los intermediarios¡± ¨Del proceloso mundo de los camellos, o dealers, art¨ªsticos¨D, subrayando que muchos de ellos le aseguraron haber obtenido las piezas legalmente. En total, la unidad de tr¨¢fico de obras de arte creada para seguir las huellas de su colecci¨®n ha recuperado en estos cuatro a?os m¨¢s de 3.000 objetos, la mitad de los cuales han sido ya devueltos a sus pa¨ªses de origen, mientras que un millar m¨¢s est¨¢n pendientes de procedimientos legales. En la sentencia que proh¨ªbe al infractor volver a atesorar una sola pieza m¨¢s, publicada el lunes pasado por la Fiscal¨ªa de Manhattan con una relaci¨®n tan pormenorizada de los objetos que m¨¢s parece el cat¨¢logo de un museo que un fallo judicial, el veterano fiscal Vance tambi¨¦n afea en t¨¦rminos morales la conducta de Steinhardt: durante d¨¦cadas, subraya el texto, no solo fue un ¨¢vido depredador sin escr¨²pulos, tambi¨¦n ocasion¨® ¡°un grave da?o cultural al mundo¡±. Justicia po¨¦tica. Y art¨ªstica.
Suscr¨ªbase aqu¨ª a la newsletter de EL PA?S Am¨¦rica y reciba todas las claves informativas de la actualidad de la regi¨®n
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.