El British Museum levanta un Stonehenge comprensible, sin druidas y conectado con Europa en la mayor exposici¨®n de la historia sobre el monumento
La exhibici¨®n, espectacular y muy did¨¢ctica, incluye el asombroso c¨ªrculo de madera conocido como Seahenge y el precioso disco celeste de Nebra, una de las representaciones m¨¢s antiguas de fen¨®menos astron¨®micos
La visita de la gran exposici¨®n del British Museum de Londres sobre Stonehenge, el famoso c¨ªrculo de piedras prehist¨®rico que se eleva en el sur de Inglaterra, acaba con la fotograf¨ªa a tama?o natural de un hermoso ocaso de colores pastel entre los ic¨®nicos dinteles, un peque?o objeto de oro que parece remedar un eclipse parcial de sol (el colgante de Shropshire) y una frase de 1967 sobre el monumento de la arque¨®loga y activista feminista y antinuclear brit¨¢nica Jacquetta Hawkes (1910-1996) ¨Dla primera mujer en cursar la licenciatura de arqueolog¨ªa y antropolog¨ªa en la Universidad de Cambridge¨D: ¡°Cada ¨¦poca tiene el Stonehenge que merece, o desea¡±.
El British Museum ¨Do al menos los responsables de la impresionante exposici¨®n El mundo de Stonehenge, que se inaugura este jueves (visitable hasta el 17 de julio), con 430 objetos (dos tercios pr¨¦stamos de 35 instituciones), entre ellos maravillas como el disco celeste de Nebra que muestra las Pl¨¦yades, o el mism¨ªsimo Seahenge, un asombroso c¨ªrculo de madera¨D parece prescribir pues cu¨¢l es nuestro Stonehenge, c¨®mo debemos entender ese misterioso monumento. Y es desde luego en muchos rasgos un Stonehenge de este tiempo: ya desde la elecci¨®n de Hawkes para despedir la visita y el mucho cuidado en no dejar de lado a las mujeres en el discurso expositivo (incluyendo su representaci¨®n en los dibujos que reconstruyen el pasado, la exhibici¨®n del tocado con cuernos de ciervo de una cham¨¢n o el esqueleto de una mujer enfrentado de igual a igual con el de un guerrero). Tambi¨¦n es nuestro Stonehenge en el ¨¦nfasis en lo ecol¨®gico, en la denuncia de la violencia y la guerra (en las que se abism¨® al final el monumento) y en la inesperada menci¨®n de individuos de identidad queer o ¡°g¨¦nero neutro¡± (un ajuar funerario en el que se mezclan objetos asociados a lo masculino y a lo femenino), y hasta ¡°identidades fluidas¡±, como las figuras de madera de guerreros de Roos Carr (East Yorkshire) con penes removibles y lo que parecen ser vaginas debajo. Puede verse asimismo el peque?o y famoso ¡°¨ªdolo de Glastonbury¡±, con falo y pechos femeninos.
La exposici¨®n, con objetos espectaculares como un tremendo cr¨¢neo de uro (exterminados por amenazar la ganader¨ªa de la ¨¦poca) con un trozo del hacha de piedra que lo mat¨® engastado a¨²n en la frente y otros tan delicados y sensibles como una simple hojita de olmo conservada seis milenios, insiste asimismo en dos conceptos muy contempor¨¢neos. Uno es el del esfuerzo comunitario que representa la construcci¨®n de Stonehenge y su objetivo de celebrar ¡°el profundo deseo humano de conexi¨®n social y f¨ªsica¡±, algo que nos conmueve en estos tiempos de pandemia, como destaca el director del museo, Hartwig Fisher. Y otro, la ¡°conectividad¡± con el resto de Europa que prueba el monumento, desde el uso de t¨¦cnicas y materiales venidos de afuera a la presencia de enterramientos de ¡°inmigrantes¡± en la zona del c¨ªrculo, como el llamado ¡°arquero de Amesbury¡± que el ADN ha identificado como procedente de la actual Suiza. El acento en esa conectividad europea suena a sutil cuestionamiento prehist¨®rico del Brexit¡
El mundo de Stonehenge, que aprovecha las recientes investigaciones arqueol¨®gicas del Stonehenge Riverside Project y el Hidden Landscape Project, se basa tambi¨¦n en una premisa que es la oposici¨®n entre la construcci¨®n de monumentos comunitarios como el famoso c¨ªrculo y la aparici¨®n posterior de objetos port¨¢tiles individuales que comenzaron a cobrar creciente importancia espiritual y social, y de los que hay una extraordinaria representaci¨®n en la muestra, muchos de oro, expresi¨®n material del sol. La exposici¨®n, que como brome¨® el director del museo, lo ten¨ªa dif¨ªcil para traer Stonehenge a Londres, cuenta sin embargo con un trozo real del monumento: un fragmento de una de las famosas ¡°piedras azules¡± que fue donado nada menos que por Siegfried Sassoon, el c¨¦lebre poeta de la Primera Guerra Mundial.
Dicho todo esto, una de las cosas m¨¢s sorprendentes de la exhibici¨®n es la absoluta ausencia de los druidas. Vamos, es que no hay ni uno. No se los menciona ni de pasada, ni una sola palabra sobre ellos, ni una imagen, aunque sea peque?ita (s¨ª salen brevemente, para recalcar el error de mezclarlos con los c¨ªrculos de piedra, en el texto del cat¨¢logo). Es cierto que el mundo cient¨ªfico que estudia Stonehenge est¨¢ hasta las barbas de los druidas, a los que se ha asociado popular y err¨®neamente con el monumento desde que los empezaron a estudiar en el XVIII los anticuarios ingleses como William Stukeley (uno de los miembros fundadores del British Museum, por cierto). Pero no es menos verdad que en una exposici¨®n sobre Stonehenge los druidas han de aparecer, aunque no nos guste y sea ¨²nicamente para explicar que no tienen nada que ver. Y eso, indiscutible hist¨®ricamente, es hasta relativo hoy en d¨ªa, a la vista de c¨®mo sus modernos representantes se adue?an del lugar cada solsticio. Al preguntarle este diario al comisario de la muestra Neil Wilkin sobre los ausentes druidas respondi¨® que ¡°la de Stonehenge no es su ¨¦poca¡± y que para colocarlos ¡°se hubiera tenido que ampliar much¨ªsimo la exposici¨®n¡±. Concedi¨® que la eliminaci¨®n de los druidas ¡°es significativa¡±.
El pasado martes, cuando la exposici¨®n fue presentada a los patronos del museo y a los medios, un individuo de largo cabello blanco y lenguas barbas estilo Panoramix se paseaba por el vest¨ªbulo del British causando la perturbadora impresi¨®n de que igual un comando de druidas se prepara para reivindicar su Stonehenge en la exhibici¨®n, ya que hay tanta identidad fluida.
En todo caso, la prueba del nueve de una exposici¨®n sobre Stonehenge ha de ser si logra cumplir la dif¨ªcil misi¨®n de explicar a un p¨²blico amplio un monumento tan complejo como este, sobre el que tanto se ha dicho y escrito y que presenta tantos enigmas (muchos, confiesan los cient¨ªficos, dif¨ªcilmente resolubles del todo). Y hay que decir que s¨ª, que el visitante sale de la muestra con una idea bastante precisa de lo que es Stonehenge y de las razones de su importancia, pese a que el viaje requiere atravesar 9.000 a?os (de hace 12.000 a hace 3.000) y la friolera de tres per¨ªodos (mesol¨ªtico, neol¨ªtico y Edad del Bronce). S¨®lo los 1.500 a?os de actividad m¨¢s intensa de Stonehenge, de hace 5.000 a hace 3.500 a?os equivalen a cien generaciones humanas. Un poco mareante s¨ª que es todo¡
Se explican con animaciones las fases de su construcci¨®n de m¨¢s de un milenio, empezando por el ¡°antes de Stonehenge¡±, cuando en la llanura de Salisbury aparecieron estructuras preliminares. Hace unos 5.000 a?os empieza la historia del monumento al marcarse un terreno sagrado con un foso, el per¨ªmetro exterior del henge (t¨¦rmino para c¨ªrculo prehist¨®rico limitado por zanja y terrapl¨¦n), y erigirse dentro las doleritas ¡°piedras azules¡± (arenisca gris, bluestone en ingl¨¦s) tra¨ªdas en jornadas ¨¦picas de 45 d¨ªas con trineos desde las Proseli Hills de Gales, a 350 kil¨®metros de distancia. Este Stonehenge, ya alineado con los solsticios de verano e invierno, era un primer cementerio con restos de dos centenares de personas cremadas depositados en los agujeros de fundaci¨®n de las piedras. La comunidad que realizaba rituales en Stonehenge se asent¨® en el vecino Durrington Walls, con dos c¨ªrculos de madera y casas, y de ah¨ª peregrinaban al c¨ªrculo de piedra. Hace 4.500 a?os (la edad de la Gran Pir¨¢mide y la Esfinge) culmin¨® la segunda fase en la que se alzaron las grandes piedras sarsen de arenisca sil¨ªcea que dieron el aspecto caracter¨ªstico al monumento con el c¨ªrculo de dinteles, el interior de trilitos aislados y las piedras azules trasladadas adentro. Una pantalla muestra c¨®mo las masivas 80 sarsen, el transporte de cada una de las cuales precis¨® de mil personas, fueron llevadas desde 25 kil¨®metros y luego erigidas y colocados encima los dinteles, una empresa tit¨¢nica que requer¨ªa, se se?ala, ¡°esfuerzo comunitario, paciencia y un plan¡± (en las animaciones se ve a un tipo que da instrucciones, personaje que nunca puede faltar en una obra), y que ¡°sin duda provoc¨® heridos y muertos¡± y llev¨® generaciones completarlo. En la exposici¨®n pueden verse las contundentes mazas de piedra (se han encontrado 50 excavadas en un ¨¢rea de 5X5 metros al norte del monumento) con que se llev¨® a cabo el tallado de las sarsen, que fueron acabadas in situ. Esta fase de renovaci¨®n dio al sitio ¡°un aire de orden y permanencia¡±. Cien a?os despu¨¦s se construy¨® otro elemento, la avenida procesional, que reforzaba el estatus sagrado del conjunto.
Se sostiene en la exhibici¨®n que Stonehenge est¨¢ alineado con la salida y la puesta de sol en los solsticios, momentos extremos solares en que se cre¨ªa que la suerte de la comunidad colgaba en la balanza, pero se puntualiza que el monumento no era un observatorio de los cielos, un calendario o un lugar para predecir eclipses u otros fen¨®menos celestiales de manera cient¨ªfica o matem¨¢tica, sino que los alineamientos eran importantes para los encuentros y los ritos religiosos que se celebraban en el sitio.
El recorrido de la exposici¨®n, que en muchas partes apela a la emoci¨®n mediante un cuidado e impactante planteamiento escenogr¨¢fico que incluye grandes cicloramas con albas y ocasos de bermellones y sombras viol¨¢ceas y el cielo nocturno (con las siete hermanas estrellas, las Pl¨¦yades), se abre subrayando lo impresionante y misterioso del monumento y se?alando con h¨¢lito literario c¨®mo ¡°su arquitectura ofrece una puerta al drama, el brillo y la complejidad de la sociedad europea de la ¨¦poca¡±. El ¡°eterno misterio de Stonehenge¡± s¨®lo se puede entender, se recalca, ¡°explorando el mundo de alrededor que lo hizo posible¡±. Los objetos de la exposici¨®n, puntualiza el pre¨¢mbulo de la muestra ¡°trazan cambios fundamentales en la relaci¨®n de la gente con el cielo, con la tierra y de unos individuos con los otros¡±. La importancia del sol como fuente de luz y fertilidad, la conexi¨®n que establecen los monolitos entre el cielo y la tierra, son algunos conceptos que se tratan al inicio, as¨ª como la transici¨®n hace 6.000 a?os del mundo de los cazadores y recolectores al de la agricultura, con nuevas ideas de relaci¨®n con la naturaleza en las que se enra¨ªzan monumentos como Stonehenge. Se se?alan continuamente en el recorrido paralelismos con otras construcciones.
Seahenge
Uno de los hitos de la exposici¨®n es el citado Seahenge (jugando con las palabras mar y henge, un c¨ªrculo de hace 4.000 a?os compuesto por 55 troncos de roble pulidos por su cara interior y en cuyo centro se ergu¨ªa un ¨¢rbol al rev¨¦s, invertido, con las ra¨ªces hacia arriba como si fueran las ramas, en las que se suspend¨ªa como en una plataforma posiblemente el cuerpo de un difunto. Hallado en la playa en la costa de Norfolk en 1998 preservado bajo una capa de arena, ten¨ªa la entrada alineada con la salida del sol en el solsticio de verano. La exhibici¨®n del monumento se acompa?a de una evocadora instalaci¨®n sonora con sonido del viento, las olas e insectos.
La exposici¨®n incluye subtemas que reconocer¨¢n los que ya conozcan la historia del monumento, como la alusi¨®n a los supuestos contactos mic¨¦nicos, el enigma del joven arquero (?sacrificado, ajusticiado, v¨ªctima de un combate?) cuyos restos se hallaron en el foso de Stonehenge con tres puntas de flecha en la columna, los grafitis de dagas en las sarsen o los mont¨ªculos funerarios.
La muestra se diluye en una serie de ramificaciones del mundo pos-Stonehenge, al perder el monumento su sentido, con secciones sobre la guerra (espectacular batalla vertical, con huesos del combate de Tollense), el comercio y la navegaci¨®n. Se echa a faltar un apartado sobre el impacto del c¨ªrculo de piedras en el imaginario colectivo.
Un peque?o ep¨ªlogo en el que aparecen dibujos de Blake y su reimaginaci¨®n del monumento incluye la aseveraci¨®n, de una solidez indiscutible, de que ¡°Stonehenge permanece¡±, y de que haci¨¦ndolo se yergue, m¨¢s all¨¢ de sus misterios, como memoria de una gente que, generaci¨®n tras generaci¨®n, ¡°dio sentido desde un lugar perdurable a un mundo cambiante¡±.
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