La larga fascinaci¨®n francesa por la Semana Santa de Sevilla: de los viajeros rom¨¢nticos al turismo actual
Un ensayo documenta c¨®mo la literatura, el arte y la prensa del pa¨ªs galo han evocado su atracci¨®n por la fiesta religiosa de la capital andaluza desde el siglo XIX
Cuentan las cr¨®nicas que en la Semana Santa de 1860 el Ayuntamiento de Sevilla gast¨® 10.000 reales en un fastuoso monumento eucar¨ªstico para el Jueves Santo que sirviera de reclamo para el for¨¢neo que viniera verlo. El fen¨®meno no era nuevo: ya en 1604 se hab¨ªa producido la conversi¨®n del rito religioso en espect¨¢culo al ser obligadas las cofrad¨ªas incluir en su recorrido una parada en la catedral siguiendo un itinerario com¨²n, lo que dio lugar al nacimiento de la Carrera oficial (recorrido obligado de las cofrad¨ªas). Se prendi¨® as¨ª la primera chispa de una llama que culmin¨® en el siglo XIX cuando, adem¨¢s de espect¨¢culo, se quiso que las procesiones fueran tambi¨¦n atracci¨®n tur¨ªstica. Un siglo y medio despu¨¦s, tras dos a?os de par¨®n por la pandemia, la ciudad parece volver a poner en la Semana Santa todas sus esperanzas de recuperaci¨®n tur¨ªstica y econ¨®mica.
Los poderes civil y religioso comenzaron a entender desde 1800 que la Semana Santa de la ciudad de Sevilla pod¨ªa ser tambi¨¦n un reclamo para los visitantes y, como consecuencia, una buena fuente de ingresos para la ciudad. Se empez¨® a cobrar por ver los pasos en sillas y palcos, tribunas entonces pensadas espec¨ªficamente para que los extranjeros pudieran disfrutar de las procesiones en primera l¨ªnea. Y entre los visitantes europeos, fue sin duda la intelectualidad francesa la que m¨¢s r¨¢pido cay¨® fascinada por lo que el escritor Joseph Peyr¨¦ bautiz¨® como ¡°los ocho d¨ªas sagrados de Sevilla¡±. Habitantes de un pa¨ªs asentado ya sobre bases contempor¨¢neas, franceses ilustrados llegaban hasta el sur de Espa?a atra¨ªdos por un mundo singular, ¡°diferente y desusado, donde era posible hallar a¨²n el pintoresquismo y el color local que ya se hab¨ªan esfumado en tantos otros territorios europeos¡±, relata el fil¨®logo e historiador Juan Villegas Mart¨ªn en La pasi¨®n francesa. La Semana Santa de los viajeros franc¨®fonos, que acaba de publicar la editorial El Paseo.
Una de las primeras miradas francesas que se proyectan sobre la Semana Santa sevillana y que recoge Villegas Mart¨ªn es la del joven farmac¨¦utico S¨¦bastien Blaze de Bury, que entrar¨ªa en Espa?a con la Gran Armada de Napole¨®n en los a?os de la Guerra de la Independencia. Pas¨® parte de su estancia en Sevilla, donde conoci¨® las celebraciones de la Pasi¨®n, ¡°de las que nos ha dejado descripciones y comentarios inestimables¡±, comenta el autor. El farmac¨¦utico asisti¨® a la Semana Santa de 1810 y se sinti¨® enseguida atra¨ªdo por las procesiones de aquel a?o, en el que solo salieron tres cofrad¨ªas, a las que defini¨® como ¡°un objeto de asombro para los extranjeros¡±. Relat¨® Blaze de Bury incluso que el rey Jos¨¦ Bonaparte se encontraba en la ciudad y que form¨® parte de una procesi¨®n. ¡°Habi¨¦ndose difundido por Sevilla el rumor de que las guerrillas espa?olas podr¨ªan haber entrado en la ciudad, los franceses llegaron a temer que los presuntos ej¨¦rcitos de nazarenos de las procesiones pudieran dar cobertura a alg¨²n complot, ya que les hubiera sido f¨¢cil llevar armas ocultas bajo sus ropones¡±, escribe Villegas Mart¨ªn en su libro.
Fue igualmente clave la figura de Antoine de Latour, secretario del duque de Montpensier, Antoine de Orleans, que estaba casado con la infanta Mar¨ªa Luisa de Borb¨®n (hermana de Isabel II). Latour vivi¨® en Sevilla en los a?os en los que la ciudad pas¨® a llamarse la Corte Chica, por la influencia que ejerc¨ªa el duque y la competencia que estableci¨® con la villa y corte madrile?a, en la que no faltaron conspiraciones contra su cu?ada la reina. Son curiosas algunas afirmaciones de Latour acerca de la fiesta sevillana, como cuando contrapone ¡°el car¨¢cter marcadamente cat¨®lico de la Semana Santa de Roma con el esp¨ªritu de exhibici¨®n popular que observa en Sevilla¡±, apunta Villegas Mart¨ªn. Hablaba el franc¨¦s de una ¡°curiosidad fr¨ªvola¡± que arrastraba al pueblo en masa hacia las iglesias, as¨ª como de un ¡°vano entretenimiento de los sentidos¡±.
Y es que, asegura Villegas Mart¨ªn, ¡°no debemos hablar solo de fascinaci¨®n, pues hay miradas muy cr¨ªticas contra la fiesta¡±. Est¨¢n, en l¨ªnea con Latour, los cl¨¦rigos galos que se escandalizan por lo que consideran idolatr¨ªa, un ¡°carnaval religioso¡±, mientras que otros tambi¨¦n sacerdotes est¨¢n felices de hallar una ciudad donde la religi¨®n ocupa un lugar en la vida que ya en Francia hace d¨¦cadas que se ha perdido. Entre los fascinados destaca el pintor Eug¨¨ne Gallois, seducido por los valores pl¨¢sticos de un espect¨¢culo que se sale de lo ordinario. ¡°La procesi¨®n en plena noche le parec¨ªa una serpiente de fuego que se deslizaba por las calles¡±, relata Villegas Mart¨ªn. Y entre los que lanzan una mirada m¨¢s intelectual, ?mile Maru¨¦jouls, que buscaba interpretaciones sociol¨®gicas a la fiesta y que se dedic¨® a transcribir las saetas que o¨ªa cantadas a pie de calle, desde el seno de la muchedumbre.
Tambi¨¦n la prensa francesa del XIX sinti¨® fascinaci¨®n por la Semana Santa de Sevilla, hasta el punto de que las cr¨®nicas de las procesiones se convirtieron casi en un g¨¦nero literario. ¡°Al menos period¨ªstico, pues sobre todo a finales del siglo XIX y en el siglo XX se hace com¨²n en la prensa la aparici¨®n de columnas o art¨ªculos sobre el tema, invariablemente denominados La Semaine Sainte ¨¤ S¨¦ville¡±. Son tambi¨¦n muy interesantes las series de relatos ¨Ddel tipo novelas por entregas¨D u otras creaciones literarias (novela polic¨ªaca, poes¨ªa¡) que utilizan como escenario la Semana Santa sevillana. Citemos como bot¨®n de muestra L¡¯Amour qui tue (1937), de F¨¦lix L¨¦onnec, donde se relatan los tr¨¢gicos amores de un arist¨®crata miembro de la hermandad de la Macarena con una cigarrera devota de la Virgen de la Victoria.
En este contexto, el bar¨®n Jean-Charles Davillier, hispanista, coleccionista e historiador del arte y amigo de los pintores Fortuny y Federico de Madrazo, emprendi¨® un largo viaje por Espa?a en 1862 junto al pintor Gustave Dor¨¦, que lo llev¨® a conocer, entre otras localidades, Sevilla y su Semana Santa. Sus andanzas se imprim¨ªan por entregas en la editorial Hachette, que por aquel entonces publicaba la famosa revista de viajes Le tour du Monde, convirti¨¦ndose en 1875 en el c¨¦lebre libro titulado Viaje por Espa?a.
En el siglo XIX la cofrad¨ªa que m¨¢s atra¨ªa a los viajeros franceses, apunta Villegas Mart¨ªn, era la del Santo Entierro, ¡°tal vez por su amplio y variado cortejo donde no solo hab¨ªa im¨¢genes, sino tambi¨¦n representaciones vivas¡±. En el ¨²ltimo cuarto del XIX ya despuntaba la fascinaci¨®n por la Macarena y su significaci¨®n popular. Y hay tambi¨¦n curiosas denominaciones: algunos llamaban al Cristo del Cachorro ¡°Le Petit Chien¡±, en una extra?a traducci¨®n.
La pasi¨®n francesa por la Pasi¨®n sevillana alcanz¨®, pues, a pintores, escritores y periodistas durante todo el siglo XIX y el XX, pero el cine no permaneci¨® ajeno a este embrujo. Los hermanos Lumi¨¨re, en sus a?os experimentales, traspasando lenguajes art¨ªsticos, dejaron tambi¨¦n testimonios muy importantes, con la cinta que a¨²n se conserva de la grabaci¨®n de la salida del paso de Nuestro Padre Jes¨²s de las Penas de la Hermandad de la Estrella en 1898. Estas im¨¢genes fueron un paso m¨¢s en la internacionalizaci¨®n de la fiesta, que ha seguido creciendo hasta hoy. ¡°Su capacidad para conmover, su sentido de lo extraordinario, la familiaridad entre los hombres y los dioses, y tantos otros rasgos irrepetibles de la Semana Santa de Sevilla siguen siendo motivo de fascinaci¨®n para las retinas llegadas desde fuera¡±, asegura Villegas Mart¨ªn.
Babelia
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