Blancanieves y los ¡°siete verticalmente limitados¡±: Roald Dahl y los cuentos pol¨ªticamente correctos
La reescritura del autor brit¨¢nico muestra lo que ocurre cuando la cultura queda en manos de grandes corporaciones
En los a?os noventa, el escritor James Finn Garner public¨® sus Cuentos infantiles pol¨ªticamente correctos, que vendieron millones de ejemplares y fueron ampliamente traducidos (aqu¨ª los edit¨® Circe). Su reescritura de los cl¨¢sicos era muy ingeniosa, a veces tronchante. El encuentro de Blancanieves con los enanitos era descrito as¨ª: ¡°Cuando despert¨® vio ante s¨ª los rostros de siete hombres barbudos y verticalmente limitados¡±. Su versi¨®n de Caperucita Roja arrancaba de la siguiente manera: ¡°?rase una vez una persona de corta edad llamada Caperucita Roja que viv¨ªa con su madre en la linde de un bosque. Un d¨ªa, su madre le pidi¨® que llevase una cesta con fruta fresca y agua mineral a casa de su abuela, pero no porque lo considerara una labor propia de mujeres, sino porque ello representaba un acto generoso que contribu¨ªa a afianzar la sensaci¨®n de comunidad¡±. Y La Bella Durmiente se titulaba: ¡°La persona durmiente de belleza superior a la media¡±.
M¨¢s all¨¢ de las bromas en un momento en que el lenguaje pol¨ªticamente correcto era una reivindicaci¨®n de la izquierda y de las minor¨ªas para que palabras muy corrientes quedasen marcadas como lo que eran, insultos racistas, hom¨®fobos o machistas, el libro recalca una evidencia: que los cuentos infantiles se han adaptado a lo largo de los siglos. De hecho, la mayor¨ªa de ellos se pierden en la noche de los tiempos ¡ªcomo ocurre con los chistes o las f¨¢bulas¡ª y han vivido constantes transformaciones desde su origen hasta su normalizaci¨®n durante el romanticismo por autores como los hermanos Grimm o Hans Christian Andersen hasta las versiones de Walt Disney.
El historiador Michel Pastoureau explica en su libro Los colores de nuestros recuerdos (Perif¨¦rica) que, aunque Caperucita Roja es uno de los cuentos m¨¢s estudiados por los folcloristas y fil¨®logos, no existe una ¨²nica versi¨®n para explicar el color que da origen al relato. El recorrido que hace Pastoureau por la historia de esta f¨¢bula ayuda a comprender hasta qu¨¦ punto los cuentos infantiles son complejos. La primera vez que est¨¢ documentado es en la regi¨®n de Lieja en torno al a?o mil. Para algunos autores, el rojo tiene que ver con la sangre, la violencia del lobo, la muerte de la abuela, incluso el diablo. El psicoanalista austriaco Bruno Bettelheim en un libro que estuvo muy de moda en los setenta, Psicoan¨¢lisis de los cuentos de hadas, bucea en las versiones medievales, antes de que fuesen rebajadas en el XIX, y argumentaba que el color rojo est¨¢ relacionado con la sexualidad y la brutalidad profunda de la historia (canibalismo incluido). Pastoureau, en cambio, ofrece una explicaci¨®n menos retorcida: en la Edad Media el rojo era el color de Pentecost¨¦s, d¨ªa en el que naci¨® Caperucita.
Las historias infantiles han evolucionado y cambiado a la vez que los temores, los miedos, las esperanzas y las fantas¨ªas de la infancia y, por lo tanto, de la sociedad. Y algunos se quedan anticuados: me pregunto cu¨¢nta gente seguir¨¢ utilizando una expresi¨®n como ¡°tienes m¨¢s cuento que Calleja¡±. Es un error y una sandez reescribir a Roald Dahl, pero escandalizarse por ello es un poco como aquella famosa frase del capit¨¢n R¨¦nault en Casablanca: ¡°?Qu¨¦ esc¨¢ndalo! Aqu¨ª se juega¡±.
Lo que refleja ese error, corregido a medias porque circular¨¢n una edici¨®n descafeinada y otra con sus calor¨ªas de humor negro, no es que la literatura infantil se adapte a los tiempos que corren, algo que se remonta a la Edad Media, sino lo que ocurre cuando la cultura queda en manos de inmensas corporaciones que ¡ªleg¨ªtimamente¡ª se preocupan sobre todo por el beneficio. No ofrecen una manzana envenenada a la sociedad, sino que, como hizo Disney en su momento, buscan lo que creen que un p¨²blico masivo va a pagar por leer, sin meterse en l¨ªos ni complicaciones. Las versiones light de Dahl se parecen m¨¢s a Google, impidiendo que pueda buscarse T¨ªbet o Winnie the Pooh en China, que a Blancanieves y los siete verticalmente limitados.
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