Ann Patchett, escritora: ¡°Todas mis ideas sobre el oficio de escribir las he aprendido de Snoopy¡±
La autora estadounidense publica ¡®Estos d¨ªas preciosos¡¯, una colecci¨®n de ensayos escritos en su mayor¨ªa durante la pandemia con la muerte como hilo conductor
Son las ocho de la ma?ana en Nashville, unos d¨ªas despu¨¦s de que una exalumna de una escuela cristiana abatiera a tiros a seis personas, entre ellos a tres ni?os de 9 a?os. Profundamente afectada, Ann Patchett (59 a?os, Los ?ngeles), que se traslad¨® a la capital de Tennessee siendo una ni?a de seis a?os, muestra m¨¢s inter¨¦s por hablar de lo que significa el atentado que de sus propios libros. Lo primero que le viene a la cabeza es c¨®mo se vivi¨® la tragedia desde Parnassus Books, la librer¨ªa independiente que fund¨® hace 12 a?os. ¡°La escuela dista apenas una milla [1,6 kil¨®metros] de la librer¨ªa¡±, dice instantes despu¨¦s de responder a la videollamada. ¡°El atentado fue un lunes, el martes a primera hora subimos un v¨ªdeo a la Red invitando a la gente a venir y la respuesta fue abrumadora. Los padres se presentaron con sus hijos, algunos incluso con sus perros. Fue algo muy especial. Cuando sucede algo as¨ª, nadie sabe c¨®mo reaccionar. Hab¨ªa un deseo generalizado de compartir apoyo y afecto, de hacer algo, aunque no se supiera exactamente qu¨¦¡±.
Autora de media docena de t¨ªtulos de no ficci¨®n y ocho novelas, entre las que cabe destacar Bel Canto (2001), Comunidad (2016) y La casa holandesa (2019), todas ellas traducidas al castellano, Ann Patchett es una persona sencilla, que apenas da importancia a sus logros. No lo menciona en ning¨²n momento de la conversaci¨®n, pero hace dos semanas fue distinguida con la Medalla de las Humanidades por su trayectoria literaria, en una ceremonia en la Casa Blanca [el 21 de marzo] en la que el presidente, Joe Biden, tambi¨¦n reconoci¨® la labor de Bruce Springsteen, Richard Blanco, Amy Tan y Colson Whitehead, entre otros artistas y escritores.
Acaba de aparecer en espa?ol Estos d¨ªas preciosos, su libro m¨¢s reciente, singular colecci¨®n de ensayos en los que la autora reflexiona acerca de temas tan distintos como los desaf¨ªos a los que se enfrenta quien decide dedicar su vida a la escritura, las trampas y falsedades de la fama literaria, la intensa amistad que trab¨® con la ayudante personal de Tom Hanks, v¨ªctima de un c¨¢ncer en fase terminal, con quien vivi¨® de cerca los ¨²ltimos meses de su vida, o la trayectoria literaria de un escritor tan improbable como Snoopy, el inolvidable beagle de Charlie Brown.
¡°El ensayo personal es algo que se nutre directamente de tu vida. Escrib¨ª la mayor parte de los textos durante la pandemia, en un momento que giraba en torno a mi amistad con Sooki, la asistente de Tom Hanks, con quien colabor¨¦ en un proyecto profesional con motivo de la publicaci¨®n de un libro de Hanks, tras lo cual el actor accedi¨® a dar voz a un audiolibro m¨ªo. La muerte es el hilo conductor del libro, pero no abordo el tema desde una perspectiva negativa, sino como algo inextricable de la textura misma de la vida¡±.
Patchett se inscribe en la gran tradici¨®n de ensayistas estadounidenses, entre los que destaca como influencias de mayor relieve a William Maxwell, David Foster Wallace y Judith Thurman, a quienes a?ade a la brit¨¢nica Zadie Smith. Pero es en el ¨¢mbito de la ficci¨®n donde m¨¢s llamativo resulta el nombre de quien m¨¢s ha influido en ella, un escritor que no es hombre ni mujer, Snoopy, el perro de Charlie Brown, a quien le dedica uno de los ensayos m¨¢s deliciosos del libro. ?Lo dice en serio?
¡°Absolutamente. Un editor me propuso escribir sobre los personajes de Peanuts e inmediatamente pens¨¦ en Snoopy. No hab¨ªa vuelto a leer las tiras c¨®micas de Schulz desde la infancia y cuando lo hice comprob¨¦ con asombro que todas mis ideas sobre el oficio de escribir las hab¨ªa aprendido de Snoopy. La tensi¨®n que conlleva escribir algo, mand¨¢rselo a un editor, esperar su reacci¨®n, encontrar a alguien que te quiera publicar, los rechazos, encontrar un agente. Snoopy pas¨® por todo eso y su lucha es algo que absorb¨ª siendo ni?a, pero lo m¨¢s importante es su vida interior como escritor. Snoopy se identificaba con los personajes a los que daba vida en su imaginaci¨®n y los viv¨ªa en su cabeza. Se ve¨ªa a s¨ª mismo como un escritor fracasado. Se enfurec¨ªa y golpeaba el buz¨®n y tiraba el plato de comida y se sent¨ªa frustrado y hundido, pero la semana siguiente cog¨ªa la m¨¢quina de escribir y se sub¨ªa al tejado de su caseta y se pon¨ªa a trabajar, todo eso es una par¨¢bola perfecta de la vida del escritor¡±.
En otro ensayo, Patchett reflexiona acerca del car¨¢cter ef¨ªmero de la literatura a prop¨®sito de John Updike, que ejerci¨® sobre ella una influencia enorme durante sus a?os de formaci¨®n. Cuando recientemente lo volvi¨® a leer, comprob¨® con asombro que hab¨ªa dejado de interesarle. ¡°A medida que iba avanzando, mi inter¨¦s se fue disipando hasta desaparecer por completo. Es el destino de muchos de los escritores que hoy nos parecen importantes. La literatura est¨¢ tan sometida a los dictados de la moda como la ropa, lo que se lleva hoy est¨¢ desfasado al a?o siguiente. Releer a los que en un momento fueron grandes es un ejercicio peligroso. Pienso en Saul Bellow y Philip Roth. Leerlos hoy es una experiencia diferente. Los casos de Updike, Bellow y Roth, que tanta importancia le daban a un asunto as¨ª, me hicieron pensar que hoy ya nadie escribe sobre sexo¡±.
Otra muestra del sentido del humor con que Patchett aborda sus temas es el ensayo titulado Lo que la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras me ense?¨® sobre la muerte. ¡°Cuando voy a un cementerio y veo que en ninguna de las l¨¢pidas est¨¢ mi nombre, pienso: ¡®Bueno, todav¨ªa no estoy aqu¨ª'. Cuando ingres¨¦ en la academia fui a la galer¨ªa de retratos de sus miembros, donde los rostros de los que a¨²n est¨¢n vivos est¨¢n entremezclados con los de los muertos y pens¨¦ que alg¨²n d¨ªa alguien contemplar¨ªa el m¨ªo despu¨¦s de mi muerte. Unas semanas despu¨¦s recib¨ª una carta comunic¨¢ndome la muerte de Denis Johnson, con su nombre inscrito en una tarjeta. A partir de entonces empezaron a llegar tarjetas con m¨¢s nombres: Sam Shepard, Ursula K. Le Guin, Philip Roth, Tom Wolfe¡¡±.
Patchett se interrumpe, desaparece de la pantalla y al cabo de un momento regresa con una cajita de madera en la que acumula las tarjetas de los escritores muertos, como si fuera un ata¨²d colectivo. ¡°El ¨²ltimo fue Alfred Leslie, el pintor¡±, se?ala.
Pero como ella misma se apresura a se?alar, la muerte no es m¨¢s que la excusa para afirmar los aspectos m¨¢s positivos de la existencia, y en su caso nada irradia m¨¢s vitalidad que su dedicaci¨®n a Parnassus Book. Convertida en uno de los puntos neur¨¢lgicos de la vida cultural de Nashville, seg¨²n Patchett, la librer¨ªa es mucho m¨¢s importante que sus propios libros.
¡°Parnassus Books ha hecho m¨¢s por la literatura que nada de lo que he escrito. Hemos creado un espacio que celebra la lectura y el trabajo de otros escritores. Dedicamos un papel protagonista a los ni?os. Hemos creado una fundaci¨®n que, entre otras cosas, financia el costo de libros que hacemos llegar a ni?os pobres que no pueden adquirirlos. Llevamos a escritores de raza negra a las escuelas de los barrios. Est¨¢ demostrado que los ni?os que leen tienen m¨¢s posibilidades de abrirse paso con ¨¦xito en la vida¡±.
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