El efecto Smith: la universidad que dio alas al feminismo en EE UU
La elitista instituci¨®n creada en 1871 hizo so?ar con horizontes m¨¢s amplios a figuras como Sylvia Plath o Gloria Steinem y acogi¨® tambi¨¦n a espa?olas como Mar¨ªa Goyri o Mar¨ªa de Maeztu
En una peque?a ciudad en el interior del Estado de Massachusetts llamada Northampton, a unos 170 kil¨®metros de Boston, se levantan los imponentes muros del Smith College, una exclusiva universidad para mujeres de Nueva Inglaterra. Se trata de una instituci¨®n educativa elitista, con unos costes de matr¨ªcula estratosf¨¦ricos, pero tambi¨¦n un basti¨®n de la educaci¨®n liberal, la defensa a ultranza de los derechos de la comunidad LGTBIQ+ y del compromiso feminista en EE UU. Fue fundada en 1871 por Sophia Smith, hija de un acaudalado granjero de Hatfield, quien hab¨ªa heredado una gran fortuna. ¡°Ofrezco a mi propio sexo¡±, dej¨® escrito en sus ¨²ltimas voluntades testamentarias, ¡°medios y facilidades educativas, similares a los que hoy se destinan a los hombres j¨®venes¡±. Su deseo era crear y mantener en Northampton una instituci¨®n para la educaci¨®n superior de las mujeres que fuera equiparable a Harvard o Yale, donde ten¨ªan vetado el acceso. Su sue?o se acab¨® cumpliendo con creces, pues por las aulas de Smith han acabado pasando numerosas figuras del feminismo tan conocidas como Gloria Steinem o Betty Friedan, autora de La m¨ªstica de la feminidad (1963). Incluso algunas de las primeras universitarias espa?olas, como Mar¨ªa Goyri o Mar¨ªa de Maeztu, visitaron el campus a comienzos de siglo XX.
Tambi¨¦n ¡°la Poeta de Am¨¦rica¡±, como se llamaba Sylvia Plath secretamente a s¨ª misma en su diario, estudi¨® en el Smith College a comienzos de los a?os cincuenta. No fue f¨¢cil conseguirlo, pues Smith era, en muchos sentidos, un lugar inalcanzable para ella. Las estudiantes viv¨ªan en casas de ladrillo rojo o madera, rodeadas de olmos, nogales y cerezos silvestres, peque?as comunidades femeninas que salpicaban la belleza natural del campus, amorosamente dise?ado como un jard¨ªn bot¨¢nico a gran escala por Frederick Law Olsen, el mismo paisajista de Central Park. Un lago con aguas sedosas por las que deslizarse remando en botes de madera completaba tan id¨ªlica postal, cubierta de una capa de esponjosa nieve blanca durante los fr¨ªos meses de invierno. En el centro de aquel para¨ªso, sobresaliendo ligeramente por encima del resto de los edificios, destacaba la c¨²pula acampanada de un hermos¨ªsimo invernadero de cristal, construido en 1895, con centenares de plantas y flores ex¨®ticas en su interior.
Sylvia Plath, la m¨¢s ambiciosa de las poetas de su generaci¨®n, era muy consciente de que estudiar en un lugar como aquel podr¨ªa ser un disparadero para su carrera literaria. Hu¨¦rfana de padre, tambi¨¦n sab¨ªa que necesitar¨ªa una buena beca para convertir su sue?o en realidad. El milagro se produjo gracias a un golpe de suerte, pues la exitosa novelista Olive Higgins Prouty, tambi¨¦n graduada en Smith, le concedi¨® una de sus becas para escritoras j¨®venes y prometedoras. As¨ª, a comienzos del curso de 1950, aterriz¨® cargada de ilusiones en Haven House, una casita universitaria pintada de blanco y amarillo situada en Elm Street en la que vivir¨ªa durante los primeros tiempos. ¡°Bland vanilla moon of maple cream¡± (Suave luna vainilla de crema de arce: con estos versos jugosos e inolvidables, Plath inmortaliz¨® la llegada de una de sus primeras primaveras en Northampton, con sus estrellas juveniles y sus amaneceres del color de la miel. ¡°?Estoy en Smith!¡±, anot¨® llena de j¨²bilo con su caligraf¨ªa infantil en otra de las hojas rayadas de su diario universitario. ¡°Chicas, hay chicas por todas partes, leyendo libros [¡]. Vivo con dos mil chicas, de las m¨¢s sobresalientes de los Estados Unidos¡±, a?adi¨® m¨¢s adelante.
Lo cierto es que cuesta creer que esta misma joven, tan abierta a la belleza y a la vida, tratara de suicidarse al final del tercer a?o acad¨¦mico, el junior year, tomando una sobredosis de pastillas para dormir. Una d¨¦cada m¨¢s tarde, aquellos a?os decisivos de formaci¨®n universitaria, vibrantes de anhelo, pero tambi¨¦n de terror a fracasar, conformar¨ªan el material autobiogr¨¢fico de La campana de cristal, una novela en la que Plath abordar¨ªa de manera escalofriante, aunque tambi¨¦n con humor irreverente, los asfixiantes patrones de g¨¦nero con los que la Norteam¨¦rica de los a?os cincuenta cort¨® las alas a las mujeres como ella. Y es que, aunque Plath sobrevivir¨ªa a aquella tentativa de suicidio, ya nada volver¨ªa a ser lo mismo. De hecho, en el oto?o de 1957, cuando regres¨® a Northampton reci¨¦n casada con Ted Hughes, ¡°el Poeta de Inglaterra¡±, para trabajar como profesora de literatura inglesa, volvi¨® a describir Smith en sus diarios, pero esta vez con palabras desde?osas, como un ¡°pueblo colegial¡±, una sofocante ¡°fachada de cristal¡± abarrotada de chicas insustanciales. Lejos quedaba ya la Sylvia que contempl¨® su primera luna vainilla desde Haven House, la joven prometedora a quien el ¡°efecto Smith¡± le hab¨ªa hecho ¡°desear m¨¢s¡±, empuj¨¢ndola ¡°m¨¢s y m¨¢s lejos¡±, haci¨¦ndola so?ar con horizontes cada vez m¨¢s amplios.
A decir verdad, era un sue?o colectivo. Por ejemplo, en un lejan¨ªsimo 1909, pas¨® por Northampton nada menos que la escritora y educadora espa?ola Mar¨ªa Goyri, de quien este a?o se conmemora el 150 aniversario de su nacimiento. Lo hizo del brazo de su marido, el distinguido fil¨®logo Ram¨®n Men¨¦ndez Pidal, quien en aquellos a?os dio una gira de conferencias por la costa este del pa¨ªs. Durante aquel viaje, Goyri escribi¨® largas cartas a su madre en las que le contaba todo lo que ve¨ªa y encontraba en Smith, interesad¨ªsima por el funcionamiento de tan prestigioso college for women. Es emocionante pensar en Mar¨ªa Goyri en aquella aventura, la versi¨®n espa?ola de la Nueva Mujer americana, tan culta, instruida y viajera como era ella. Casi puedo ver las manchas de barro en sus botas, sucias de tanto caminar, una de sus grandes pasiones, por los bosques llenos de ardillas de Nueva Inglaterra.
Pero Goyri es solo el primero de los numerosos hilos que unen la intrincada genealog¨ªa feminista espa?ola con la de las universidades para mujeres norteamericanas. Otro de ellos, fascinante, nos lleva hasta Mar¨ªa de Maeztu, directora de la Residencia de Se?oritas desde su fundaci¨®n en 1915, quien mantuvo estrechas relaciones con el Instituto Internacional, el distinguido vecino de la madrile?a calle de Miguel ?ngel, y el Smith College durante el primer tercio del siglo XX. En 1919 fue nombrada doctora honoris causa por la universidad norteamericana, motivo por el que tambi¨¦n viaj¨® a Northampton. Imaginarla durante las espectaculares ceremonias de graduaci¨®n de Smith, con su reci¨¦n estrenada toga y su birrete, produce una emoci¨®n parecida a la de las botas de Goyri. En todo caso, la nota m¨¢s rom¨¢ntica en esta historia fascinante sin duda la pone el poeta Pedro Salinas, quien se enamor¨® perdidamente de una de aquellas professors americanas, Katherine Prue Reding, llegada en 1932 a Madrid desde Smith para acudir a los cursos de verano para extranjeros. Algunas de las cartas de amor m¨¢s apasionadas de todo el siglo XX, hoy conservadas en la Houghton Library de Harvard, volaron enfebrecidas durante los siguientes a?os desde la casa madrile?a de Salinas hasta Northampton, concretamente hasta el n¨²mero 77 de Prospect Street.
A mediados del pasado mes de junio, yo misma pude viajar hasta Massachusetts desde Madrid para trabajar en la Sophia Smith Collection of Women¡¯s History y seguir los pasos de algunas de las protagonistas de esta aventura transatl¨¢ntica. Como Sylvia Plath, tambi¨¦n qued¨¦ aturdida ante la visi¨®n deslumbrante de aquel majestuoso palacio de cristal dedicado a la educaci¨®n femenina. Fue entonces cuando descubr¨ª que Plath hab¨ªa coincidido en Smith con Gloria Steinem, a quien me contaron que no es extra?o encontrarse hoy por la universidad, conversando alegremente con las alumnas a sus casi 90 a?os. Cuando lo supe, empec¨¦ a fantasear con un encuentro secreto entre ellas, un viaje en el tiempo, como en la pel¨ªcula Regreso al futuro. Lo imagin¨¦ en el invernadero, claro, con Plath y Steinem bajo la enorme c¨²pula de cristal. Un encuentro as¨ª, me dije, tendr¨ªa que poder frenar el curso de los acontecimientos. All¨ª reunidas, las dos gigantas volver¨ªan inofensivo el bote de pastillas para dormir y la llave de gas permanecer¨ªa cerrada aquel fat¨ªdico 11 de febrero de 1963, el d¨ªa en que Plath se suicid¨® con ¨¦xito en su casa de Londres. El ¡°efecto Smith¡± podr¨ªa devolvernos a la Poeta de Am¨¦rica como era cuando lleg¨® a Northampton, llena de esperanza, aquella rubia americana con pinta de cheerleader, en palabras de la propia Steinem, que sin embargo custodiaba un peligroso mundo que cambiar¨ªa la historia de la literatura para siempre. Tambi¨¦n ella podr¨ªa haber sido hoy una sabia nonagenaria, sentada en uno de los bancos de madera del jard¨ªn bot¨¢nico de Smith, rodeada de brillantes alumnas.
Cristina Oñoro es profesora de la Universidad Complutense de Madrid y ensayista. Es autora de 'Las que faltaban. Una historia del mundo diferente'.
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