?ltimo verso en la trinchera: los poetas con fusil que murieron por un ideal
Un ensayo reconstruye la constelaci¨®n de escritores-guerreros de los a?os 30 que atizaron una Europa inflamada y murieron en sus llamas, muchos de ellos en Espa?a
Con una mano empu?aban la pluma; con la otra el arma. Eran escritores, pero se so?aban guerreros; o mejor a¨²n: h¨¦roes. Porque no tem¨ªan a la muerte. Eran los ¨²ltimos rom¨¢nticos. Y ahora, casi un siglo despu¨¦s, el escritor italiano Maurizio Serra los ha reunido a todos en El esteta armado (F¨®rcola), un ensayo que parece un ¨¢lbum de cromos irrepetible de los poetas-guerreros que lucharon en la Europa de los a?os 30. Eran hijos espirituales de D¡¯Annunzio, Kipling, Marinetti, Junger, Croce, Lawrence de Arabia y otros letraheridos exaltados. Viv¨ªan fascinados por las utop¨ªas. Atra¨ªdos por la ¨¦pica de la tragedia. Por edad, se hab¨ªan quedado sin luchar en las trincheras de la Gran Guerra. Sent¨ªan la nostalgia de lo no vivido. De una aventura idealizada en tiempos de exaltaci¨®n patri¨®tica, una era de sobredosis ideol¨®gica y de fascinaci¨®n por estandartes y banderas. Por eso se lanzaron a poetizar los fascismos, el comunismo y la guerra. Muchos acudieron al frente. Especialmente, a Espa?a.
Cuenta Maurizio Serra ¨Dbi¨®grafo de Marinetti, de Malaparte y de Svevo¨D que la Guerra Civil espa?ola constituye un hito indispensable para comprender la profunda dimensi¨®n que alcanzaron aquellos estetas armados. Para entender al escritor franc¨¦s Antoine de Saint-Exup¨¦ry, ya cuarent¨®n y harto de no poder arrimar su hombro por la patria, volando con la aviaci¨®n francesa hasta matarse. Para comprender los poemas ebrios de honor del escritor brit¨¢nico W. H. Auden. Para meterse en la mente del poeta italiano Lauro de Bosis, el ?caro antifascista capaz de escribir un texto titulado Historia de mi muerte poco antes de cumplir la llamada m¨ªstica del sacrificio. Para penetrar en el alma comunista del novelista ingl¨¦s Christopher Caudwell y su temprana muerte en el frente del Jarama con las Brigadas Internacionales. Para explicarse por qu¨¦ la parisina Simone Weil desfilaba ¨Dtan intelectual con sus gafas, tan comprometida con su valor¨D con la columna Durruti en Espa?a. O por qu¨¦ el escritor alem¨¢n Klaus Mann, espantado por el nazismo, se integr¨® en el Frente Antisfascista en la guerra de Espa?a y luego se alist¨® como sargento del Ej¨¦rcito estadounidense en la Liberaci¨®n de Italia.
El embri¨®n de todas sus historias ¨Dy las de otros intelectuales como Ren¨¦ Crevel, Christopher Isherwood, Stephen Spender, Stefan George, Ralph Fox, Ili¨¢ Ehrenburg, Davide Lajolo y muchos m¨¢s cromos¨D hay que buscarlo en la Guerra Civil. Primero, dice Maurizio Serra, porque fue probablemente el ¨²ltimo conflicto rom¨¢ntico de Europa. Luego, porque ese romanticismo les otorg¨® un papel destacado a los intelectuales, hasta el punto de bautizarla como la guerra de los intelectuales. Y, finalmente, porque el conflicto espa?ol acrisol¨® la necesidad de muchos escritores de pasar a la acci¨®n. De salir de las bibliotecas, de las redacciones y de los caf¨¦s. De ir a enardecer plazas con su ret¨®rica o a combatir al frente de batalla. De abandonar la ambig¨¹edad y las posturas cr¨ªticas, m¨¢s propias del intelectual y la raz¨®n. ¡°Espa?a ¨Dexplica el autor del libro a EL PA?S¨D represent¨® una encrucijada fundamental. Un fen¨®meno sin equivalente en el siglo XX, ni antes ni despu¨¦s. Eso demuestra que Espa?a, ajena a las dos guerras mundiales, fue sin embargo protagonista de la historia y la sensibilidad de nuestro tiempo¡±.
Resulta imposible resumir un libro de 500 p¨¢ginas cuyo ¨ªndice onom¨¢stico compila m¨¢s de 800 nombres. Ecos de novelas, fragmentos de poemas, conexiones pol¨ªticas, historias humanas; todos los hilos de una tela de ara?a intelectual donde muchos intelectuales iban quedando atrapados: muertes, suicidios, exilio, vidas truncadas; la bala en la sien, la autodestrucci¨®n. Este ¨¢lbum de cromos cultural es el retrato coral de una generaci¨®n perdida que inflam¨® a Europa. Unos j¨®venes que echaron m¨¢s le?a a una hoguera voraz desde la cultura, jam¨¢s inocente y menos a¨²n en los a?os treinta. Explica Maurizio Serra que, en aquella Europa maximalista, ¡°la cultura despertaba pasiones que eran, a su vez, reflejo de su poder de ruptura. La cultura no conciliaba. No reconciliaba. Provocaba las reflexiones de unos y las contrarreflexiones de los otros. Pero acab¨® haci¨¦ndolo por medios inadecuados y con unos resultados desastrosos¡±.
Los 2.300 combatientes brit¨¢nicos que lucharon en la guerra de Espa?a escribieron y publicaron, entre todos ellos, 730 obras literarias¡±.
La hecatombe no fue solo para una Europa cada vez m¨¢s desgarrada y mortificada. Fue calamitoso, tambi¨¦n, para ellos. Para los poetas-condotiero. Todos ellos compart¨ªan la repulsa por una vida sedentaria y burguesa. Ten¨ªan inflamada la vena m¨ªstica. Muy acusado el sentido del honor. Quer¨ªan demostrar que ellos tambi¨¦n sab¨ªan luchar. Que pod¨ªan sacrificarse como el pueblo llano. Todo muy rom¨¢ntico. Sin embargo, la realidad los desment¨ªa una y otra vez.
Contaba el escritor ingl¨¦s Frank Jellinek c¨®mo ¡°Barcelona estaba abarrotada de intelectuales reflexivos que no ten¨ªan la menor idea de lo que estaba ocurriendo y ninguna cualificaci¨®n en absoluto ni con la ametralladora ni con la m¨¢quina de escribir¡±. El autor de El esteta armado se formula una pregunta similar: ¡°Espa?a, la Rep¨²blica, la libertad, la revoluci¨®n, ?realmente necesitaban su sangre, sus m¨²sculos a menudo d¨¦biles, su punter¨ªa a menudo incierta, su entusiasmo y su esp¨ªritu de sacrificio, raramente compensados por su escasa aptitud para la disciplina militar y el combate?¡±.
Tal vez su mayor contribuci¨®n a la guerra no estuvo en las trincheras, sino en el legado de su testimonio. Una investigaci¨®n ha calculado que los 2.300 combatientes brit¨¢nicos que lucharon en la guerra de Espa?a escribieron y publicaron, entre todos ellos, 730 obras literarias, en su mayor¨ªa diarios de guerra. Un libro por cada tres combatientes. Recu¨¦rdalo t¨² y recu¨¦rdalo a otros, en versi¨®n rom¨¢ntica. Otras veces, en versi¨®n m¨¢s cruda. M¨¢s aut¨¦ntica. Menos extasiada. Sin ese arrobo que nubla la raz¨®n.
Ese sentir realista qued¨® condensado en una frase que resum¨ªa el destino de aquella generaci¨®n de j¨®venes poetas con fusil al hombro. La frase era: ¡°Where are the War poets? Killed in Spain¡± (?D¨®nde est¨¢n los poetas de la guerra? Asesinados en Espa?a). Eso recapitula el fracaso de los estetas armados. Sobre el terreno lo recogi¨® Esmond Romilly, periodista antifascista y sobrino de Churchill. ¡°Vine aqu¨ª ¨Describi¨® Romilly¨D porque me dijeron que hab¨ªa una revoluci¨®n y, en vez de eso, ?me he encontrado con una guerra en toda regla! Vine aqu¨ª para luchar contra los verdugos fascistas, no para que me convirtiesen en un imb¨¦cil vestido de militar¡±. Esmond sobrevivi¨® a la batalla de Boadilla del Monte y su densa y peligrosa niebla. En cambio, unos a?os m¨¢s tarde muri¨® en la Segunda Guerra Mundial. Ten¨ªa 23 a?os. Su t¨ªo gan¨® la guerra.
Sin comparaci¨®n con el presente
En opini¨®n de Maurizio Serra ¨Dmiembro de la Academia Francesa y ganador del Goncourt de Biograf¨ªa¨D, es imposible comparar el papel de los intelectuales en aquel enfebrecido tiempo con el actual, salteado tambi¨¦n por guerras y ardores ideol¨®gicos. ¡°Las comparaciones son siempre dif¨ªciles e incompletas. Pertenecen m¨¢s a la sociolog¨ªa que a la historia de las ideas, que es mi campo. Hablar hoy de estetas armados no creo que tenga mucho sentido¡±.
?Qu¨¦ les llevaba a hacerlo? Virginia Woolf, que perdi¨® en la guerra de Espa?a a su sobrino favorito ¨Del poeta y cr¨ªtico Julian Bell¨D intent¨® responder a esa pregunta. ?Por qu¨¦ tantos intelectuales se jugaban y perd¨ªan la vida en aquella d¨¦cada? ¡°Creo que se trata de una fiebre en la sangre de los m¨¢s j¨®venes que no podemos entender¡±, dijo Woolf.
No iba en la sangre. Flu¨ªa, m¨¢s bien, en las ideas y la emoci¨®n. En el ansia por una humanidad regenerada ¨Del hombre nuevo¨D y su entrega absoluta a un fin que diera sentido a la vida. En eso no hubo derechas o izquierdas. No era cuesti¨®n de Malapartes o Malraux. Hubo mesianismo compartido. La cultura no vacun¨® a aquellas plumas de los horrores abisales. Hubo poes¨ªa despu¨¦s de Auschwitz. Tambi¨¦n hubo poes¨ªa antes de Auschwitz para inflamar los horrores que lo precedieron. Hubo poetas, en los a?os treinta, que creyeron que ya no eran tiempos de papel impreso. Que sucumbieron en el fango de la trinchera m¨¢s prosaica. Buscaban el absoluto y lo perdieron todo. Su amargo verso final.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.