Espa?a, guarida de nazis
El ensayo ¡®Bajo el manto del Caudillo¡¯ presenta la Espa?a de Franco como el pa¨ªs europeo donde se ocultaron m¨¢s altos cargos y colaboracionistas del Tercer Reich
Par¨ªs ya hab¨ªa sido liberada. La ca¨ªda de Berl¨ªn parec¨ªa inminente. La guerra mundial acababa. Y cientos de nazis se refugiaron en Espa?a: pa¨ªs amigo, r¨¦gimen hermano. No solo vinieron nazis de base, sino altos cargos del Tercer Reich, de la Italia de Mussolini, de otros reg¨ªmenes fascistas como el Estado Independiente de Croacia o colaboracionistas de la Francia de Vichy. Los derrotados atravesaron a pie o en coche los Pirineos. Tambi¨¦n llegaron en peque?os barcos o aviones. Y permanecieron en secreto, ocultos en la Espa?a de los cuarenta.
Ten¨ªan la protecci¨®n del r¨¦gimen de Franco. Con nombres falsos. Hospedados en los balnearios de Sobr¨®n (?lava), Urberuaga de Ubilla y Molinar de Carranza (Bizkaia), Jaraba (Zaragoza) o Caldas de Malavella (Girona). Alojados en el Palace (Madrid), en casas de El Viso (tambi¨¦n en la capital) o en Marbella (M¨¢laga). Intentaban evitar su deportaci¨®n. Esquivaban a los esp¨ªas extranjeros que ven¨ªan a capturarlos o, directamente, a liquidarlos. As¨ª los retrata Bajo el manto del Caudillo (Alianza), un ensayo escrito por el historiador Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Jim¨¦nez despu¨¦s de d¨¦cadas de estudio y que constituye la mayor investigaci¨®n hecha hasta ahora sobre un tema secreto y purgado de los archivos espa?oles.
Un caso: Reinhard Spitzy. Capit¨¢n alem¨¢n de las SS. Esp¨ªa militar del Abwehr (servicio de inteligencia) nazi. Sab¨ªa que lo buscaban en Espa?a y se escondi¨® bien. Se acogi¨® a lugar sagrado. Se meti¨® en casa del cura de Ore?a (Cantabria), luego en la colegiata de Santillana del Mar haciendo vida de monje, y as¨ª hasta acabar siendo conocido como ¡°el hermano Ricardo de Irlanda¡± en el monasterio burgal¨¦s de San Pedro de Carde?a, en Castrillo del Val, donde pasar¨ªa m¨¢s de un a?o. Cuenta el autor que para poder cumplir su plan de fuga a Argentina, Spitzy vendi¨® los planos de construcci¨®n de un cohete antia¨¦reo al Ej¨¦rcito espa?ol a trav¨¦s del general falangista Juan Yag¨¹e. As¨ª recibi¨® protecci¨®n y documentaci¨®n espa?ola falsa, para ¨¦l y su familia, y en 1948 partieron hacia Argentina, el gran remanso de paz nazi en Am¨¦rica.
Otro caso, con final bien distinto. Era junio de 1945. Polic¨ªas franceses con identidad falsa penetraron en Espa?a en busca de Michel Szkolnikov, que viv¨ªa en la colonia madrile?a de El Viso con su pareja berlinesa, Elfrieda Tietz, alias H¨¦l¨¨ne Samson. Ambos se hab¨ªa lucrado en la Francia ocupada traficando en el mercado negro para los alemanes. El plan era capturarlo, llevarlo a Francia e interrogarlo all¨ª. Pero se les fueron las manos a los agentes de la Francia democr¨¢tica. ¡°A causa de la paliza que le propinaron para reducirle, Szkolnikov falleci¨® en el coche, a solo unos 30 kil¨®metros de la capital. Los agentes franceses decidieron quemar el cad¨¢ver y desaparecer, pero ser¨ªan detenidos poco despu¨¦s por la polic¨ªa espa?ola¡±, cuenta el autor, profesor titular de Historia Contempor¨¢nea en la Universidad Rey Juan Carlos.
El libro es un recorrido por esas vidas secretas marcadas por la derrota europea del nazismo y el fascismo y el temor individual a los juicios y las posibles ejecuciones. Cazadores cazados. Es, tambi¨¦n, una mirada a una realidad inc¨®moda para el r¨¦gimen de Franco. Primero, porque los aliados sab¨ªan que Espa?a se hab¨ªa convertido en el pa¨ªs europeo que acog¨ªa el mayor n¨²mero de nazis, fascistas, ultraderechistas y colaboracionistas con el Tercer Reich desde la segunda mitad de 1944. Y esa presencia era motivo de tensi¨®n con los aliados en mitad del aislamiento internacional de Espa?a.
Sin embargo, el desembarco tambi¨¦n se convirti¨® en una oportunidad para la dictadura franquista, que ayud¨® a nazis y colaboracionistas agazapados en Espa?a. Y no lo hizo solo por sinton¨ªa ideol¨®gica. Hab¨ªa intereses. Seg¨²n explica a EL PA?S el autor del libro, dos grandes razones influyeron en su protecci¨®n. De entrada, ¡°dados sus conocimientos sobre la colaboraci¨®n Espa?a-Alemania, no conven¨ªa que fueran interrogados por personal de los aliados¡±. Y despu¨¦s, estos fugitivos alemanes y franceses hab¨ªan desempe?ado funciones de gesti¨®n econ¨®mica, espionaje y polic¨ªa pol¨ªtica en primera l¨ªnea y pod¨ªan seguir aportando su experiencia en estas tareas. Eran, pues, un talento reciclable para la Espa?a de Franco. Esp¨ªas potenciales.
Un ejemplo: el Alto Estado Mayor reclut¨® a varios esp¨ªas alemanes que hab¨ªan actuado en Espa?a y en el Marruecos espa?ol durante la II Guerra Mundial. El ensayo recorre los brumosos pasos de alguien que utiliz¨® muchos nombres ¨Dcomo Wilhelm Friedrich Heinrich Knipa, Jos¨¦ Luis Gurruchaga Iturria o Friedrich-Ludwig Von Freienfels¨D para investigar a miembros del exilio republicano que hac¨ªan labores de oposici¨®n pac¨ªfica y violenta al franquismo.
Rodr¨ªguez Jim¨¦nez, que se doctor¨® con una tesis dedicada a la extrema derecha espa?ola desde el tardofranquismo a la consolidaci¨®n de la democracia (1967-1982), pone de relieve un aspecto. No solo era la cantidad, sino la calidad. A la madriguera franquista llegaron nazis de alto rango como el jefe del Gobierno de la Francia de Vichy, el filonazi Pierre Laval. A este lo entreg¨® Franco a las nuevas autoridades francesas, presionado y para congraciarse, y luego lo fusilaron. Despu¨¦s ya no hubo entregas tan d¨®ciles. Lecci¨®n aprendida.
Tambi¨¦n estaban en Espa?a sus ministros colaboracionistas Abel Bonnard, de Educaci¨®n, y Maurice Gabolde, de Justicia. O Louis Darquier de Pellepoix, periodista antisemita y pol¨ªtico ultra que dirigi¨® el Comisariado General de Asuntos Jud¨ªos del Gobierno de Vichy y colabor¨® con la Gestapo en la deportaci¨®n de jud¨ªos franceses a los campos de exterminio. En Espa?a tuvo una nueva identidad: Juan Esteve, profesor de Franc¨¦s en la Escuela del Alto Estado Mayor del Ej¨¦rcito y en la Escuela Central de Idiomas, y traductor en el Ministerio de Exteriores.
Inadvertido en la sierra madrile?a viv¨ªa Karl B?melburg, jefe de la Gestapo en Francia. Lo hab¨ªan dado por muerto, pero segu¨ªa en Espa?a hasta que su amigo Ram¨®n Serrano Su?er lo acompa?¨® al aeropuerto de Barajas rumbo a Suiza. Tambi¨¦n se escond¨ªa en Espa?a el principal colaboracionista belga con el Tercer Reich, L¨¦on Degrelle, un pol¨ªtico radical y narcisista de vida rocambolesca que sirve de hilo conductor a este ensayo que recorre unas vidas que pasaron de la hegemon¨ªa totalitaria a la clandestinidad.
As¨ª lo fue para el jefe de las Juventudes Hitlerianas, Bernhard Feuerriegel. ?l entr¨® en Espa?a en julio de 1944. Asistido por la red de encubrimiento que coordinaba en Madrid Clara Stauffer, consigui¨® una nueva identidad. Ya era Bernardo Fern¨¢ndez, natural de Tarragona y de profesi¨®n perito mec¨¢nico. As¨ª se recluy¨® en Madrid, en casa de una se?ora de confianza. Se enamor¨® de su hija. Se cas¨® con ella. Y acab¨® trabajando como profesor de m¨²sica en aquella Espa?a permisiva con los nazis huidos.
En el caso de Josef Hans Lazar, agregado de prensa de la Embajada alemana en Espa?a, gracias a sus amistades pudo fingir un ataque de apendicitis que le vali¨® una larga estancia en la cl¨ªnica Ruber. Despu¨¦s, seg¨²n la hip¨®tesis que maneja el autor, fue acogido en un convento de monjas irlandesas en Salamanca. Mucho menos discreto fue Meino Von Eitzen, esp¨ªa nazi del Abwehr y jinete de prestigio, que se estableci¨® en Vigo con la tapadera de ser el gerente de la empresa Dep¨®sito Espa?ol de Carbones SA y llen¨® sus cuadras de caballos.
S¨ª que hubo un efecto pol¨ªtico tel¨²rico, casi indetectable, entre tanto nazi oculto en la Espa?a de posguerra. ¡°Degrelle y otros nazis ¡ªexplica el autor¡ª fueron impulsores en Espa?a de las teor¨ªas negacionistas sobre el Holocausto, con el prop¨®sito de blanquear el pasado nazi y el suyo propio para intentar hacer las ideas nazis m¨¢s aceptables para las nuevas generaciones¡±.
En las altas esferas, sin embargo, no pas¨® de ah¨ª. Dice Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Jim¨¦nez que ¡°la influencia de los refugiados nazis y fascistas en Espa?a fue nula porque el r¨¦gimen de Franco se hab¨ªa visto obligado a iniciar un proceso de desfascistizaci¨®n con la derrota de Hitler y Mussolini¡±. Ya estaban regresando del frente los ¨²ltimos contingentes espa?oles en la Divisi¨®n Azul. Ya el saludo fascista iba a dejar de ser oficial y obligatorio unos meses despu¨¦s. Espa?a se reinventaba. Nac¨ªa un s¨ªperono fascista llamado franquismo.
Babelia
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