Salman Rushdie relata en primera persona el atentado que casi le cuesta la vida: ¡°Me qued¨¦ quieto como una pi?ata y dej¨¦ que ¨¦l me destrozara¡±
El libro ¡®Cuchillo¡¯, que llegar¨¢ a las librer¨ªas el 18 de abril, es una narraci¨®n llena de digresiones que trazan unas peque?as memorias en torno al ataque que le hizo perder un ojo
Hay partes que son de terror can¨®nico: ¡°Y cuando la enfermera entr¨® para hacerme la cura del ojo herido, Eliza y los dem¨¢s vieron lo que parec¨ªa un efecto especial de pel¨ªcula de ciencia ficci¨®n, el ojo muy distendido, sali¨¦ndose de la cuenca y colgando sobre el p¨®mulo como un huevo pasado por agua¡±. Salman Rushdie yac¨ªa con un respirador, ten¨ªa heridas en el pecho, grapas met¨¢licas en la garganta y la mejilla, le hab¨ªan extirpado una secci¨®n del intestino, el cuello luc¨ªa hinchado, oscuro de sangre, y el coraz¨®n estaba ¡°magullado¡±. Su pareja evit¨® que se mirase en el espejo durante una buena temporada.
El escritor lo recuerda como esa escena de El s¨¦ptimo sello, de Ingmar Bergman, en la que el caballero juega al ajedrez con la muerte, tratando de retrasar el jaque mate final. No estaba claro que fuese a sobrevivir, pero sobrevivi¨®. Perdi¨® ese ojo de pel¨ªcula de terror; pero no la vida. Rushdie recoge en su nuevo libro, Cuchillo. Meditaciones tras un intento de asesinato (Random House, traducci¨®n de Luis Murillo Fort), la experiencia en primera persona de sufrir un ataque terrorista. De que te apu?alen quince veces; que parezcan infinitas.
Ocurri¨® en agosto de 2022, cuando el autor brit¨¢nico de origen indio daba una conferencia en Chautauqua, en el estado de Nueva York. All¨ª el agresor Hadi Matar (en el relato prefiere llamarlo solo A.) se subi¨® al escenario y se lio a cuchilladas con el autor. Rushdie hab¨ªa salido a escena en un anfiteatro en el que cab¨ªan cuatro mil personas, que estaba bastante lleno, y en el que hab¨ªa recibido fuertes aplausos. Entonces con el rabillo del ojo derecho (¡°la ¨²ltima cosa que iba a ver ese ojo¡±) percibi¨® a un hombre vestido de negro, con pasamonta?as, que corr¨ªa por el patio de butacas. Se qued¨® paralizado. Todav¨ªa le da vueltas al porqu¨¦.
34 a?os y medio antes, en 1989, el ayatol¨¢ Jomeini, gu¨ªa de la revoluci¨®n iran¨ª y representante de Al¨¢ en la tierra, hab¨ªa dictado una sentencia de muerte (a trav¨¦s de una fetua) contra Rushdie por la publicaci¨®n de Los versos sat¨¢nicos, que consideraba un texto blasfemo. Ped¨ªa que los musulmanes le matasen all¨ª donde se encontrase. Al ver al atacante, despu¨¦s de tanto tiempo, Rushdie pens¨®:
¨DO sea, eres t¨². Aqu¨ª est¨¢s.
De alguna forma se hab¨ªa acostumbrado a vivir con esa amenaza y no pod¨ªa creer que ahora, tantos a?os despu¨¦s, sobre aquel escenario le fuera a llegar la muerte. Lo m¨¢s llamativo era que, en principio, el p¨²blico tambi¨¦n se hab¨ªa quedado paralizado. Muchos pensaron que se trataba de una performance (bastante macabra, por cierto) para ejemplificar el contenido de la conferencia, que era, precisamente, la persecuci¨®n que sufren algunos autores por ejercer su libertad de expresi¨®n.
¡°No vi el cuchillo, o en todo caso, no tengo ning¨²n recuerdo de ello¡±, escribe Rushdie. No sab¨ªa si era largo o corto, o un cuchillo de caza o un estilete, o un cuchillo de sierra como los de cortar pan, o un vulgar cuchillo de cocina. En cualquier caso, sirvi¨® para su cometido: rajar la carne de Rushdie, atacar sus ¨®rganos vitales, poner en peligro su vida. ¡°?Por qu¨¦ no luch¨¦? ?Por qu¨¦ no hui? Me qued¨¦ quieto como una pi?ata y dej¨¦ que ¨¦l me destrozara¡±, cuenta en el libro. Primero un golpe en la mand¨ªbula, luego heridas en las manos, cuchilladas al cuello, ataques al pecho, en la comisura izquierda de la boca, hasta en el muslo derecho. La cuchillada en el ojo derecho lleg¨® hasta el nervio ¨®ptico. ¡°Ese ojo no volver¨ªa a ver¡±.
El ataque, que dur¨® casi medio minuto (el tiempo que tarda en recitarse un padrenuestro o un soneto de Shakespeare, observa el autor), termin¨® cuando el moderador Henry Reese, un hombre de m¨¢s de setenta a?os acudi¨® heroicamente a reducir al agresor (que ten¨ªa 24), una acci¨®n a la que se unieron otras personas del p¨²blico a las que Rushdie ni siquiera puede poner nombre. El atacante no conoc¨ªa demasiado de Los versos sat¨¢nicos, hab¨ªa declarado que solo hab¨ªa le¨ªdo un par de p¨¢ginas. Rushdie describe en el texto la religi¨®n como una ¡°forma medieval de sinraz¨®n¡±, que, combinada con el armamento contempor¨¢neo, supone ¡°una amenaza real para nuestras libertades¡±.
El amor vence al odio
En Cuchillo Rushdie parte de ese momento cr¨ªtico, cuando mir¨® a la muerte cara a cara, y siempre acaba por regresar a ese instante, pero entre medias abre el c¨ªrculo y va llegando a otros asuntos, donde se mezclan los detalles autobiogr¨¢ficos (por ejemplo, el modo en el que conoci¨® a su pareja, la poeta Rachel Eliza Griffiths, y su relaci¨®n con ella) y otras disquisiciones en torno a la vida, la muerte, la violencia o la literatura. En definitiva: sobre c¨®mo el amor vence al odio.
Se recrean cuatro entrevistas imaginarias entre Rushdie y su agresor, que no ha mostrado ning¨²n remordimiento, en las que el escritor trata de comprender (y convencer) al atacante, que en la conversaci¨®n se muestra cerril y esquivo, obsesionado con la religi¨®n, Netflix y los videojuegos. El escritor le habla, muy profesoralmente, de Bertrand Russell, de Ovidio, de S¨®crates, de Franz Fanon; el otro le responde invariablemente con el im¨¢n Yutubi.
En otro lugar, Rushdie relata algunos detalles curiosos, de car¨¢cter metaf¨ªsico, como, por ejemplo, que un par de noches antes del ataque so?¨® con un gladiador romano que le atacaba con una lanza. Que alguien se levantaba del p¨²blico y se abalanzaba sobre ¨¦l hab¨ªa sido un sue?o recurrente, desde la condena de Jomeini, y este sue?o se acab¨® por cumplir. Cuando se despert¨® de la cirug¨ªa, que dur¨® ocho horas, experiment¨® extra?as visiones arquitect¨®nicas: ¡°Suntuosos palacios y otros edificios majestuosos construidos a partir de letras, como si el mundo entero estuviera hecho con el alfabeto, el mismo material b¨¢sico del lenguaje y la poes¨ªa¡±, seg¨²n escribe.
El posoperatorio fue duro, con mareos, pesadillas y hasta una infecci¨®n urinaria. M¨¢s tarde regresar¨ªa al lugar del crimen, donde observ¨® el contraste de la belleza del lugar con lo horrendo de lo que all¨ª ocurri¨®, para cerrar ese funesto c¨ªrculo vital que, como dice, al menos le sirvi¨® para perder peso. Salman Rushdie consigui¨® levantar el ¨¢nimo revisando las galeradas de la que fue su siguiente novela, Ciudad Victoria. Sobre todo con su ¨²ltima frase: ¡°Las palabras son los ¨²nicos vencedores¡±.
Babelia
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.