Max Hastings regresa a la Segunda Guerra Mundial con ¡®Operaci¨®n Pedestal¡¯, un ¨¦pico relato de sangre y fuego en el mar: ¡°Inevitablemente, no todo el mundo es un h¨¦roe¡±
El popular historiador brit¨¢nico recupera la tremenda aventura de la flota brit¨¢nica enviada a socorrer Malta y de paso brinda un gran homenaje a la Royal Navy
El prestigioso y popular historiador militar Max Hastings (Londres, 78 a?os) vuelve a la Segunda Guerra Mundial embarc¨¢ndose en un cap¨ªtulo menos conocido para el p¨²blico en general que las grandes campa?as y batallas ic¨®nicas de la contienda (y menos relevante), pero sin duda tremendo y lleno de emoci¨®n o, como el propio autor apunta, ¡°una epopeya de coraje, determinaci¨®n y sacrificio¡±. En su nuevo libro, Operaci¨®n Pedestal (Cr¨ªtica, 2024), Hastings narra con su inimitable estilo, caracterizado por la exhaustiva documentaci¨®n y la mezcla de h¨¢lito ¨¦pico y atenci¨®n al factor humano, el env¨ªo en verano de 1942 de una gran flota brit¨¢nica, la mayor reunida desde la batalla de Jutlandia en 1916, para aliviar la dram¨¢tica situaci¨®n de la isla de Malta, asediada por los alemanes y los italianos. En la singladura, eleva un gran homenaje a la marina de su pa¨ªs.
La Operaci¨®n Pedestal, apoteosis de la Royal Navy, la Marina Real, fue un monumental v¨ªa crucis marino, con cuatro d¨ªas de especial calvario, marcado por los sobrecogedores ataques por mar y aire a cargo de verdaderos enjambres de submarinos, lanchas torpederas y bombarderos enemigos. El centro de la operaci¨®n era un convoy de 14 mercantes (cargados varios de ellos con combustible y municiones: ideal para saltar por los aires) que iba protegido por la friolera de m¨¢s de medio centenar de nav¨ªos de guerra incluidos dos acorazados (uno de ellos el poderoso HMS Nelson), cuatro portaviones (la aviaci¨®n embarcada deb¨ªa proporcionar cobertura sobre la marcha), siete cruceros y 32 destructores. El objetivo de esta masa de barcos de 15 kil¨®metros de ancho y que se perd¨ªa en el horizonte era tratar de atravesar de oeste a este un peligros¨ªsimo Mediterr¨¢neo dominado por el Eje para acudir en ayuda de Malta, cuyo destino era una cuesti¨®n esencial no s¨®lo desde el punto de vista estrat¨¦gico sino del honor nacional, aparte de que la poblaci¨®n estaba al borde de sufrir hambre.
En unas p¨¢ginas de las que emana todo el dramatismo y el estruendo del sangriento episodio envuelto en el fragor del mar y el ruido de los ca?ones, el olor del salitre y de la cordita, Hastings nos muestra la cara atroz de la guerra, pero tambi¨¦n actos de abnegaci¨®n y hero¨ªsmo, y nos traslada a un momento oscuro en el que parec¨ªa que nada pod¨ªa detener a Hitler e impedir que la esv¨¢stica siguiera extendiendo su sombra sobre el mundo.
El relato de Hastings nos lleva desde las reuniones del Almirantazgo hasta las cuitas del m¨¢s humilde marinero (la mayor¨ªa no sab¨ªa nadar) y las meditaciones m¨¢s profundas de los submarinistas (¡°butta la pasta!¡±, era la orden m¨¢s importante en los sumergibles italianos). Seguimos el convoy (y a sus enemigos) desde su formaci¨®n entre grandes dudas, pues hac¨ªa poco que se hab¨ªa consumado el desastre del PQ17, hasta la llegada a Malta. Con ataques salvajes de los Stukas, Ju-88 y Heinkel 111, y con grandes tragedias, como el estremecedor hundimiento del portaviones Eagle por los torpedos del U-73 o la destrucci¨®n del crucero Cairo y el petrolero Ohio por los del submarino italiano Axum, mandado por Renato Ferrini. Y an¨¦cdotas como, entre otras de mascotas a bordo, la del canario que apareci¨® en la cubierta del destructor Ashanti y el alcoholismo por estr¨¦s de la mona del Laforey, o que los submarinistas alemanes se rociaban con colonia 4711 para tratar de ocultar el tufo a lobo.
?Cu¨¢l es el personaje favorito de Max Hastings en Pedestal? ¡°Posiblemente el capit¨¢n del destructor HMS Ledbury, Roger Hill, exc¨¦ntrico, impulsivo (lleg¨® a lanzarse al agua para rescatar a los tripulantes de un hidroavi¨®n Sunderland abatido) e indisciplinado, un verdadero bucanero, pero el tipo de hombre que representaba lo mejor del esp¨ªritu de la Royal Navy. Su temperamento salvaje era lo que hac¨ªa falta en una operaci¨®n como Pedestal, donde, en general, casi todos los capitanes de la Royal Navy lo hicieron muy bien. Hay que recordar el factor psicol¨®gico de que en aquel momento de la contienda, cuando los alemanes a¨²n no hab¨ªan sido detenidos en Stalingrado y Hitler iba de victoria en victoria, nadie pod¨ªa estar seguro de que los nazis llegar¨ªan a ser derrotados¡±.
En la forma tan v¨ªvida con que Hastings cuenta la ordal¨ªa marina de Pedestal (del lado brit¨¢nico se perdieron 9 mercantes y 4 buques de guerra, con muchos m¨¢s da?ados seriamente) ha influido su experiencia directa como invitado en portaviones, submarinos y torpederas y sobre todo embarcado en 1982 en el transporte de tropas Canberra, donde iban dos batallones de Royal Marines y uno de paracaidistas, durante la Guerra de las Malvinas, que cubri¨® como corresponsal. ¡°Desde luego, haber estado en un buque bajo el fuego y ver barcos explotar, arder e irse a pique, y aviones caer, me ha ayudado mucho a describir los acontecimientos de Pedestal¡±, se?ala el historiador. ¡°Algunas armas usadas all¨ª, como los ca?ones Bofors y las ametralladoras Bren, eran todav¨ªa las mismas de Pedestal. Y los equipos: me tuve que poner la misma clase de protecci¨®n, casco, manoplas y capucha ign¨ªfuga que los marinos que zarparon hacia Malta. La de las Falklands, las Malvinas como dicen ustedes, fue una guerra muy anticuada. La mayor¨ªa de los capitanes ten¨ªan como referencia las pel¨ªculas de la Segunda Guerra Mundial y parec¨ªa que reviv¨ªan esas historias. Un d¨ªa, en el puente de mando de una fragata, escuch¨¦ a un oficial gritar: ¡®Recordad chicos, ?cuando vengan vamos a enviarlos al infierno!¡¯, lo mismo que dec¨ªan los capitanes de Pedestal ¡°.
El historiador aprecia ¡°un pedigr¨ª, una l¨ªnea¡± en los oficiales de la Royal Navy por los que tiene una debilidad ¡ªal parecer tambi¨¦n por el mujeriego comandante italiano de cruceros Alberto da Zara, que se dec¨ªa que hab¨ªa seducido a Wallis Spencer, futura duquesa de Windsor¡ª y de los que canta en su libro su ¡°excelencia y bravura¡± como ¨¦mulos de Nelson y Jack Aubrey. ¡°Le voy a contar una historia muy snob. De camino a las Falkland me dijo un oficial de la marina: ¡®Eres un privilegiado, vas a ser testigo de c¨®mo la Royal Navy entra en combate mandada por ¨²ltima vez por gentlemen; luego todos ser¨¢n mec¨¢nicos de garaje¡±. Hastings contin¨²a: ¡°Admiro mucho el ethos de la Royal Navy, todo el mundo celebra los Spitfires y el glamour de la RAF, pero seguir adelante mientras observas c¨®mo van hundiendo uno por uno los barcos de tu flota, atravesar las pavesas humeantes en que se han convertido los buques de tus camaradas, para eso has de desplegar el tipo de valent¨ªa que hac¨ªa falta para ganar la guerra¡±. Solo le falta entonar el Rule, Britannia!
Hastings describe, sin embargo, c¨®mo, en el otro lado del espectro, en Pedestal algunas tripulaciones de mercantes perdieron los nervios y abandonaron sus barcos aunque estos no estaban en peligro de hundirse. ¡°As¨ª es, cuando un carguero explotaba por efecto de los ataques, a veces los del siguiente, que presenciaban la escena, se lanzaban aterrorizados al mar; si todos hubieran hecho lo mismo no hubiera llegado ni un solo barco a Malta. Es comprensible. Pasa en todas las batallas: inevitablemente, no todo el mundo es un h¨¦roe. Lo sorprendente no es que algunos saltaran, sino que tantos no lo hicieran. Y no hay que olvidar que las tripulaciones de los mercantes, que no eran buques de guerra, no eran soldados¡±.
?Qu¨¦ opina de la novela Mar cruel, de Nicholas Monsarrat, de la que toma el t¨ªtulo para uno de sus cap¨ªtulos? ¡°?Fabulosa! Siempre he sido un gran admirador. Uno de los libros m¨¢s destacables sobre la Segunda Guerra Mundial. Muestra de manera fidedigna c¨®mo era la vida en un barco de guerra de la Royal Navy. C¨®mo la mayor parte del tiempo no estaban en acci¨®n sino alertas y en condiciones muy penosas. A bordo de un buque de gran tama?o a¨²n pod¨ªa ser soportable, pero en las unidades peque?as, fragatas, corbetas, era extraordinario lo que ten¨ªas que soportar, y hay que recordar que nueve d¨¦cimas parte de la tripulaci¨®n no eran profesionales sino personal reclutado. Una de las cosas que me fascina de los marineros es que si eres soldado puedes escaquearte de la acci¨®n, incluso los pilotos tienen opciones, pero en un barco haces lo que el capit¨¢n quiere. No te queda otro que acompa?arlo, as¨ª decida embestir un submarino. No eres diferente de un esclavo romano en una galera. Incluso si el capit¨¢n ordena un movimiento suicida has de secundarlo¡±.
Los aviadores y marinos italianos fueron muy valientes, y uno de sus submarinos protagoniz¨® el ataque m¨¢s devastador de un sumergible en la guerra¡±
Aunque Operaci¨®n Pedestal sea en gran parte una loa a los marinos brit¨¢nicos y a la Royal Navy, Hastings trata bien al enemigo. Destaca, y sorprende por ello, su retrato de los italianos. ¡°Siempre que escribo intento pensar qu¨¦ puedo contar a la gente que no sepa ya. Al documentarme vi que no hab¨ªa casi nada escrito de Pedestal del lado italiano. Me temo que los brit¨¢nicos somos muy proclives a caricaturizar a las tropas italianas. Es cierto que en tierra en el desierto no les fue muy bien, pero sus pilotos y sus marinos eran muy valientes. Fue uno de sus capitanes de submarino, Ferrini, con el Axum, el que protagoniz¨® el m¨¢s devastador ataque de un sumergible en la Segunda Guerra Mundial. Y las tripulaciones de las lanchas torpederas MS y MAS actuaron con incre¨ªbles valor y eficacia contra la flota. Es de justicia mostrarles el respeto debido. En el siglo XXI ya no vale escribir con clich¨¦s nacionalistas¡±.
Ha hablado de Monsarrat, ?qu¨¦ opina de otro autor de emocionantes novelas marinas de la Segunda Guerra Mundial como Alistair MacLean, el autor de HMS Ulises en el que resuenan los Oerlikon y pom-pomps? ¡°Muchos de mi generaci¨®n le¨ªmos sus novelas en la adolescencia, a m¨ª me parecen buen¨ªsimas. Ahora se le considera pasado de moda, pero sus historias son maravillosas. Los que no lo han le¨ªdo deber¨ªan hacerlo. Insufl¨® nueva vida a esas batallas en el mar¡±. Hastings recalca que los convoyes en el ?rtico y la guerra mar¨ªtima en esas latitudes eran muy distintos a combatir en el Mediterr¨¢neo en una cosa esencial: si tu barco se hund¨ªa camino de M¨²rmansk mor¨ªas en cuesti¨®n de minutos mientras que en el sur pod¨ªas vivir horas en el agua. ¡°El Mediterr¨¢neo era amable, el ?rtico despiadado¡±, zanja.
El padre de Max Hastings, Macdonald Hastings, c¨¦lebre corresponsal de guerra, desembarc¨® en Normand¨ªa el D¨ªa D. ?Qu¨¦ opina el historiador del 80 aniversario, reci¨¦n celebrado? ¡°Estuve en Normand¨ªa hace un mes, me sorprendi¨® y me conmovi¨® lo encantadores que fueron los franceses, a los que se les acusa de maleducados. Es triste pensar que seguramente es la ¨²ltima vez que se conmemora la fecha con supervivientes. Mi padre cre¨ªa que los estadounidenses hab¨ªan ganado la guerra ellos solos mascando chicle. Hoy todos los historiadores est¨¢n de acuerdo en que el teatro decisivo fue el del Este. Gran Breta?a tiene que enorgullecerse de haber resistido sola en 1940, pero honestamente, fueron los EE UU y el Ej¨¦rcito Rojo los que ganaron la guerra. A los rusos de hoy no se les cuenta que entraron en Berl¨ªn calzando botas enviadas por los EE UU, y en camiones estadounidenses, ellos no ten¨ªan nada, los alemanes hab¨ªan arrasado con todo al invadirlos. Por otro lado, los rusos modernos tampoco saben que la URSS era aliada de Hitler hasta que ¨¦ste la invadi¨®. Y que el combustible sovi¨¦tico hac¨ªa volar a la Luftwaffe durante la Batalla de Inglaterra¡±.
Como suele suceder en cada encuentro con Hastings, este (el pasado lunes 10 de junio), tambi¨¦n ha ido a coincidir casualmente con una fecha se?alada de la Segunda Guerra Mundial: se cumpl¨ªan 80 a?os de la matanza de Oradour-sur-Glane, cuando elementos de la 2 ? divisi¨®n Panzer de las SS Das Reich, camino del frente de Normand¨ªa, asesinaron a 642 hombres, mujeres y ni?os de la poblaci¨®n francesa en represalia por las acciones de la Resistencia. ¡°As¨ª es, dediqu¨¦ a la sangrienta marcha de esa divisi¨®n a trav¨¦s de Francia uno de mis primeros libros [Das Reich, Pan Books, 1983]¡±, se?ala Hastings. ¡°Es una historia mucho m¨¢s fea que la de Pedestal, operaci¨®n en la que, pese a todo el horror consustancial a la guerra, no hubo actos inhumanos ni cr¨ªmenes de guerra, y los combates se libraron con cierta decencia, tratando incluso, ambos bandos, de salvar las vidas de los enemigos que ca¨ªan al mar. Lo de la Das Reich fue espantoso, mientras escrib¨ªa el libro pude entrevistar todav¨ªa a supervivientes de la divisi¨®n y uno me dijo que no entend¨ªa por qu¨¦ tanto revuelo y esc¨¢ndalo por lo de Oradour ¡®cuando en Rusia hac¨ªamos lo mismo todos los d¨ªas¡¯. Es un shock cuando entiendes que las tropas de las Waffen SS estaban entrenadas y condicionadas para creer que la fuerza despiadada es la mayor virtud, y que la compasi¨®n era vista como una debilidad sin lugar en su ideario. Todas las guerras son experiencias aterradoras, pero en la historia de Pedestal, aunque fuera una batalla feroz y sangrienta, nadie hizo nada vergonzante¡±.
El debate que trata de abrir la ultraderecha alemana sobre las Waffen SS es est¨¦ril, en el cuerpo la crueldad estaba institucionalizada¡±
Hastings subraya que es est¨¦ril e interesado el debate que ha tratado de crear la ultraderecha alemana sobre si hab¨ªa en las Waffen SS hacia el final de la guerra combatientes normales, no fanatizados. ¡°Es un intento evidente de blanquear el cuerpo para excusarlo. Es cierto que, aunque todo el que llev¨® armas al servicio de Hitler ten¨ªa motivo para avergonzarse, no podemos decir que todos fueran criminales, ni siquiera en las Waffen SS. En todas las guerras hay gente que se comporta de manera terrible, y otros que no tanto. Pero intentar aplicar eso a las Waffen SS es querer ignorar lo que eran. Pr¨¢cticamente todas las unidades del cuerpo se involucraron en cr¨ªmenes de guerra. En las Waffen SS la crueldad estaba institucionalizada. Cualquier intento de exonerarlas ni que sea parcialmente es una manipulaci¨®n ideol¨®gica. Da miedo ver c¨®mo se intenta defenderlas. Hay una fealdad esencial en la extrema derecha de hoy. Incluso Meloni, que puede parecer menos execrable, habla bien de Mussolini¡±.
Con respecto a la guerra de Ucrania, dice que ¨¦l nunca pens¨® que Rusia pudiera colapsar como creyeron algunos optimistas. ¡°Pero es muy importante apoyar a Ucrania porque si Putin se sale con la suya pagaremos un precio alt¨ªsimo todos¡±. Considera que los pa¨ªses n¨®rdicos ¡°se han comportado bien, han sido muy valientes, pero el resto de Europa y EE UU sobre todo muy a menudo se han limitado a ofrecer grandes palabras¡±. Y a?ade: ¡°Putin piensa que Occidente es decadente, y tiene algo de raz¨®n¡±. Hastings no cree en todo caso que Putin pueda extinguir Ucrania, ¡°pero s¨ª convertirla en un lugar terrible para vivir¡±.
Netanyahu es un hombre malvado e Israel se ha convertido en algo que no reconozco¡±
Pasando al otro foco b¨¦lico, la guerra de Gaza, Hastings considera que es ¡°una gran tragedia¡± y que israel¨ªes y palestinos van a sufrir las consecuencias durante generaciones. El historiador conoce personalmente a Benjam¨ªn Netanyahu (y escribi¨® una biograf¨ªa de su hermano Yoni, el h¨¦roe de las fuerzas especiales abatido en Entebbe en 1976). ¡°Nunca he tenido la menor duda de lo que es: un hombre muy, muy malo¡±. Recuerda haberle o¨ªdo decir en una cena en 1978: ¡°Tenemos que hacer que todos los palestinos salgan de Cisjordania en la pr¨®xima guerra¡±. Hastings public¨® esas opiniones y ¡°Netanyahu dijo: ¡®Max Hastings es un mentiroso¡¯. Netanyahu es un hombre de muchas maldades¡±. Militarmente, ¡°la campa?a no tiene sentido, est¨¢n limit¨¢ndose a castigar y creando una nueva generaci¨®n de terroristas¡±. El historiador a?ade: ¡°He visto como trata el Ej¨¦rcito a los palestinos y si yo fuera palestino los odiar¨ªa. Siempre he admirado a Israel y cre¨ªdo en el genio jud¨ªo, he estado en sus guerras. Pero se han convertido en algo que no reconozco¡±.
?Volver¨¢ a la Segunda Guerra Mundial? ¡°S¨ª, de hecho, acabo de publicar un nuevo libro sobre la Operaci¨®n Biting, el asalto paracaidista en febrero de 1942 para capturar componentes de la red de radar (nombre en c¨®digo W¨¹rzburg) establecida por los nazis en la costa norte de Francia. Si se me permite decirlo, el libro ya est¨¢ en la lista de m¨¢s vendidos. Por edad, no creo que escriba ya grandes obras globales sobre la guerra, pero disfruto mucho contando estas historias de formato m¨¢s reducido¡±.
Con Max Hastings nunca dejar¨ªas de seguir hablando de cosas interesantes, y en la conversaci¨®n sale el aspecto a¨¦reo de la guerra de Corea ¡ªsobre la que tiene un gran libro, The Korean War (Pan, 1988)¡ª. ¡°Cuando los estadounidenses se encontraron con los reactores Mig 15 sovi¨¦ticos no pod¨ªan cre¨¦rselo, fue un shock tremendo, como lo fue el Sputnik luego, porque siempre subestimaban a los rusos¡¡±.
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