¡°Los h¨¦roes son mala compa?¨ªa en el campo de batalla¡±
El historiador Max Hastings traza en ¡®Guerreros¡¯ el perfil de 15 notables militares para reflexionar sobre la naturaleza del soldado, la experiencia del combate y el coraje
H¨²sares, aviadores, marinos, fusileros, paracaidistas, tanquistas¡ Dif¨ªcilmente se habr¨¢ visto un pelot¨®n tan extraordinario y variopinto como este que ha reunido Max Hastings. Un pu?ado de soldados con vidas sensacionales, viejos conocidos de los aficionados a la historia militar. En su libro Guerreros, retratos desde el campo de batalla (que publica ahora en castellano Desperta Ferro), su obra m¨¢s personal y una de las mejores, el historiador brit¨¢nico de 74 a?os presenta las biograf¨ªas de 15 militares de los siglos XIX y XX para analizar las diferentes formas en las que los combatientes experimentan la guerra. El libro, entretenid¨ªsimo, con un gran pulso literario y gran sentido de la aventura, est¨¢ a la vez lleno de consideraciones morales. Es as¨ª a la vez una apasionante galer¨ªa de individuos que han luchado de manera destacable y una profunda reflexi¨®n, de uno de los mayores especialistas en historia militar, sobre el fen¨®meno b¨¦lico, la violencia, el acto de matar, la valent¨ªa, lo que hace de un hombre (o una mujer) un buen soldado o un h¨¦roe y el precio que se paga por ello.
Entre los elegidos por Hastings para su fascinante patrulla por los recovecos de la batalla se encuentran militares de las guerras napole¨®nicas (el h¨²sar Marbot y el l¨ªder de fusileros brit¨¢nico Harry Smith), figuras de las guerras coloniales victorianas (el audaz coronel de la Guardia Montada Fred Burnaby y el teniente John Chard, que defendi¨® Rorke¡¯s Drift contra los zul¨²es), un general de la Guerra de Secesi¨®n (Joshua Chamberlain), notables personajes de la I Guerra Mundial (el comandante del crucero ligero Emden, Max von M¨¹ller; el soldado escritor Frederic Manning, el as de caza Eddie Rickenbacker), de la II (el jefe de gurkhas y chindits John Masters, el hosco l¨ªder de los Dam Busters, los rompe presas, Guy Gibson; el G. I. -soldado de infanter¨ªa- y actor de Hollywood Audie Murphy, el jefe de paracaidistas Slim Jim); un asesor militar en Vietnam (John Paul Vann) y un comandante de carros israel¨ª (Avigdor Kahalani). En el grupo, dos mujeres: la brava espa?ola Juanita (Juana Mar¨ªa de los Dolores de Le¨®n), esposa de Smith, con el que vivi¨® guerras y comparte entrada, y la agente de la Direcci¨®n de Operaciones Especiales (SOE) Nancy Wake, que luch¨® contra los nazis junto a la Resistencia francesa. Es una selecci¨®n desde luego personal¨ªsima (no est¨¢n Patton, Rommel, Wellington o tantos otros), pero eso, viniendo de quien viene, la hace especialmente interesante.
¡°Es un libro que hice para m¨ª mismo¡±, explica Hastings, autor de Armaged¨®n, N¨¦mesis, 1914, El a?o de la cat¨¢strofe, o La guerra de Vietnam en una entrevista telef¨®nica que coincide, como ya es tradici¨®n con ¨¦l, con un gran aniversario b¨¦lico, en este caso la v¨ªspera de la Guerra del Yom Kippur (6 de octubre de 1973). ¡°Tras varias obras sobre la II Guerra Mundial quer¨ªa reflexionar sobre la naturaleza del soldado a trav¨¦s de un grupo de hombres y alguna mujer que mostraron extraordinario coraje en contiendas de los ¨²ltimos dos siglos. En sus biograf¨ªas descubres que en general no fueron gente con vidas personales muy exitosas y te das cuenta de que los h¨¦roes no son muy buenos en la paz. Los h¨¦roes no suelen ser personas sensibles, ni sensatas¡±. Para el historiador, una de las consecuencias del exagerado respeto que se tiene hacia la valent¨ªa es que ¡°algunos individuos extraordinariamente est¨²pidos hayan alcanzado puestos de responsabilidad solo por su predisposici¨®n a poner en juego su propia vida¡±.
Hastings recalca que los soldados que tienen apetito de gloria y quieren ganar medallas no son muy populares en la tropa. ¡°La inmensa mayor¨ªa de los soldados cumplen su deber, pero exponi¨¦ndose solo lo necesario; los aspirantes a h¨¦roes constituyen un peligro para los que los rodean, se los miran con recelo y aprensi¨®n. Son mala compa?¨ªa en el campo de batalla. Es cierto que los ej¨¦rcitos necesitan h¨¦roes para vencer, pero solo los justos, ni uno m¨¢s. El resto ha de ser gente normal con ganas de volver a casa¡±.
Al preguntarle cu¨¢l es su personaje favorito del libro, Hastings responde que ¡°quiz¨¢ Chamberlain; es el m¨¢s civilizado, pas¨® de ser acad¨¦mico a guerrero, una rara combinaci¨®n, fue un modelo de coraje, inteligencia y liderazgo, pero adem¨¢s era compasivo y un verdadero caballero¡±. En Gettysburg, cuando hubo de hacer cargar una vez m¨¢s a sus extenuados hombres, el 20? de Maine, en vez de darles la orden, simplemente dijo, ¡°yo voy a ir, las banderas me seguir¨¢n, los que cre¨¢is que sois capaces, seguidnos¡±. Fueron todos.
¡°M¨¹ller era tambi¨¦n un hombre extraordinariamente decente adem¨¢s de un marino valiente¡±, a?ade. Tambi¨¦n destaca a Masters, que escribi¨® buenos libros, novelas y sobre todo sus estupendas memorias con los gurkhas, Cornetas y un tigre, y en las operaciones en Birmania llevaba en la mochila El para¨ªso perdido, de Milton; cuando muri¨®, explica Hastings con una nota de admiraci¨®n, lanzaron sus cenizas desde un avi¨®n usando el tubo de cart¨®n de una botella de Glenfiddich.
?Y qui¨¦n le parece el peor? ?El fanfarr¨®n Burnaby? ¡°Era imprudente y ego¨ªsta, torpe e insensato, uno de esos guerreros rom¨¢nticos a los que no es buena idea seguir y menos a Sud¨¢n. Pero probablemente el peor militar de la lista fue Manning, un hombre muy desgraciado, como soldado tan pat¨¦tico como inepto, aunque dio voz a los combatientes comunes en su libro Los favores de la Fortuna¡±.
?Qu¨¦ soldados prefiere, los de tierra, mar o aire? ¡°Encontramos h¨¦roes y gente interesante en todos los lugares, aviadores, infanter¨ªa, marinos. ?Conoce el caso de Gerard Broadmead Roope, el capit¨¢n del destructor HMS Glowworn? En 1940 enfrent¨® heroicamente su barco al crucero alem¨¢n Admiral Hipper, muy superior. La acci¨®n acab¨® con el Glowworn hundido tras embestir al nav¨ªo enemigo y Roope y la mayor parte de sus hombres muertos. Gan¨® a t¨ªtulo p¨®stumo la Cruz Victoria (VC), pero probablemente su tripulaci¨®n hubiera preferido ser mandada por otro¡±.
Roope no sale en Guerreros pero s¨ª lo hace otro h¨¦roe con el que no nos hubiera gustado pasar la II Guerra Mundial. ¡°Audie Murphy fue el soldado estadounidense m¨¢s condecorado (28 medallas, incluida la de Honor del Congreso). Era de los que les gustan a los mandos: los que se necesitan para ganar batallas, pero sus camaradas, aunque le respetaban por su valor, le tem¨ªan por su capacidad de meterlos en l¨ªos. Convertido en el gran h¨¦roe americano, James Cagney lo reclut¨® como actor. Se interpret¨® a s¨ª mismo en la gran pantalla, de manera poco convincente, en la versi¨®n cinematogr¨¢fica de sus memorias de guerra, y luego hizo muchas otras pel¨ªculas, incluidos un buen n¨²mero de westerns¡±. Hastings retrata a Murphy como un pobre desgraciado fuera del campo de batalla, ese tipo de soldado inadaptado a la vida civil al que la fama transforma en figura tr¨¢gica.
Hay otros casos de h¨¦roes amargos en la selecci¨®n del historiador. Guy Gibson pilotaba como nadie un Lancaster, pero solo sab¨ªa vivir para combatir, era dif¨ªcil e inmaduro y de no haber muerto en la guerra habr¨ªa tenido tambi¨¦n luego una existencia infeliz; las tripulaciones, recuerda el historiador," lo consideraban un capullo".
?Hubiera sido Hastings un buen soldado? ¡°No, imposible. No soy bueno obedeciendo ¨®rdenes y tampoco soy muy valiente. Fui soldado brevemente, paracaidista. Abandon¨¦, tras ganar las alas, pero la verdad aprend¨ª mucho de los militares con esa experiencia, y tambi¨¦n habiendo sido corresponsal de guerra¡±. Precisamente dos de los personajes del libro, Vann y Kahalani, dan fe del trabajo de Hastings como reportero en los conflictos de Vietnam y Oriente Medio, respectivamente.
En la selecci¨®n no est¨¢ el general Custer¡ ¡°Era un lun¨¢tico, un tipo de h¨¦roe especialmente insensible y descontrolado¡±. Hastings sugiere que es un perfil parecido al del teniente coronel Herbert Jones, que gan¨® una VC p¨®stuma en Goose Green, en las Malvinas.
En Guerreros se manifiesta poco aprecio por las unidades de operaciones especiales. ¡°Soy muy esc¨¦ptico con ellas, me parece que siempre han estado sobrevaloradas. En la II Guerra Mundial hicieron muy poco en realidad. Pura apariencia. Probablemente eran buenas para la moral, pero desde el punto de vista serio consumieron recursos con resultados muy discretos. La infanter¨ªa regular fue la que hizo el trabajo de verdad. En la actualidad, sus miembros, los de operaciones especiales, son vistos como dioses, saben que, a diferencia de los otros servicios, gozan de enorme popularidad, y eso es un peligro porque se han creado una sensaci¨®n de impunidad, piensan que nadie se atrever¨¢ a castigarlos, aunque cometan atrocidades, como a veces han hecho¡±.
En ese contexto, su opini¨®n sobre Paddy Leigh Fermor es ambivalente. ¡°Lo conoc¨ª bien, era amigo de mis padres, un hombre con enorme encanto, de los m¨¢s fascinantes. Pero la acci¨®n de guerra que le hizo famoso, el secuestro del general alem¨¢n que mandaba las tropas de ocupaci¨®n en Creta, fue un ejercicio f¨²til, no signific¨® nada para la guerra y ocasion¨® represalias terribles. El episodio le hizo ganar una medalla a Paddy y ser famoso el resto de su vida, pero militarmente fue un hecho est¨²pido, e irresponsable¡±.
?C¨®mo es ser soldado hoy? ¡°Ha cambiado dram¨¢ticamente, como la propia naturaleza de la guerra. Ya no es una empresa solo humana. Est¨¢n los drones y a la vuelta de la esquina los robots. Probablemente solo los oficiales ser¨¢n humanos en el futuro. Estamos viviendo sin duda la ¨²ltima ¨¦poca de los pilotos militares de carne y hueso, son demasiado caros: los drones son baratos y pueden realizar misiones suicidas sin problemas. La guerra se est¨¢ deshumanizando. El peligro es que ahora se pueden hacer guerras de bajo coste y si a?ades alg¨²n general loco¡¡±. ?Se imagina a un robot ganando una VC? Hastings r¨ªe ante la idea, pero en el mundo que dibuja no resulta algo tan extravagante.
?Cu¨¢l es su relaci¨®n personal con la guerra? ¡°Crec¨ª con los relatos de mi padre que fue corresponsal durante la II Guerra Mundial, y de mis parientes militares. La guerra me parec¨ªa un entretenimiento fant¨¢stico. Me tom¨® muchos a?os entender que es un sufrimiento terrible, una tragedia¡±.
Al preguntarle por el 2500 aniversario de la batalla de las Term¨®pilas, Max Hastings, cuyo pr¨®ximo libro, que aparecer¨¢ en primavera estar¨¢ dedicado a la batalla por el Mediterr¨¢neo en la II Guerra Mundial y los convoyes de Malta, se?ala: ¡°Hay muchos detalles poco claros y est¨¢ muy ligada al mito, pero sin duda es una historia de sacrificio muy inspiradora. De nuevo, no nos gustar¨ªa estar con esos 300 h¨¦roes en el campo de batalla. Ni con ellos ni con Horacio Cocles en el puente sobre el T¨ªber. La humanidad necesita esos cuentos, pero ?sabe que le digo?, yo hubiera preferido leer m¨¢s de m¨²sicos y artistas y menos de soldados y de h¨¦roes¡±.
La ¡°perversidad¡± de ¡®Las cuatro plumas¡¯
Curiosamente, dado su esp¨ªritu aventurero, Max Hastings detesta Las cuatro plumas, la novela cl¨¢sica del g¨¦nero, de A. E. W. Mason. Lo explica en Guerreros. Dice que siempre la ha parecido una historia con un ¡°mensaje perverso¡±, al concederle la raz¨®n a la ¡°necia¡± prometida del protagonista que en vez de respetar la naturaleza sensible de este le incita a marchar a la guerra aun a riesgo de que pueda perder la vida en el peligroso y levantisco Sud¨¢n. Es cierto que de no haber recogido sus plumas Harry Fevershan, no tendr¨ªamos hoy esa maravillosa aventura entre los derviches y los fuzzy-wuzzies¡
Babelia
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