Arte contempor¨¢neo en el donut de hormig¨®n: el Hirshhorn cumple 50 a?os
El museo nacional naci¨® gracias a la donaci¨®n de 12.000 obras de un coleccionista. Una exposici¨®n de sus tesoros celebra el aniversario en su sede en Washington, icono de la arquitectura brutalista
Dos estilos arquitect¨®nicos han servido tradicionalmente a Washington para hablar el lenguaje del poder, tal vez el ¨²nico que la capital entiende. Por un lado, est¨¢ el neoclasicismo, de la Casa Blanca al Capitolio, con su pulcra fe en los ideales de la democracia. Por el otro, el brutalismo, sombr¨ªo, barato y vers¨¢til, sirvi¨® al Gobierno estadounidense a mediados del siglo XX para albergar a una Administraci¨®n en pleno crecimiento y para proyectar la imagen de su dominio sobre el mundo libre. Est¨¢ el metro y est¨¢ la sede de pesadilla del FBI. Hay edificios de apartamentos, embajadas y el magistral Departamento de Vivienda de Marcel Breuer, as¨ª como un museo redondo, el Hirshhorn, cuya inauguraci¨®n hace justo medio siglo logr¨®, en una ciudad acostumbrada al desacuerdo, poner a casi todos en su contra.
Con su forma monolito circular sin casi ventanas elevado sobre cuatro pilares, al Museo y Jard¨ªn de Escultura Hirshhorn r¨¢pidamente lo compararon con un gran donut de hormig¨®n, un b¨²nker, una torreta militar o un tanque de gasolina. Ada Louise Huxtable, temible cr¨ªtica de arquitectura de The New York Times, hasta se invent¨® una etiqueta: ¡°Su estilo neo-penitenciar¨ªa nace muerto¡±, escribi¨®. El tiempo acab¨® colocando las cosas de la est¨¦tica en su sitio y el edificio de Gordon Bunshaft, del despacho Skidmore, Owings y Merrill, es hoy un icono m¨¢s del National Mall, aunque el mundo siga dividi¨¦ndose entre quienes ven en el brutalismo la sublime expresi¨®n del sue?o modernista y quienes siguen sin poder evitar pensar en un parking cuando contemplan esos edificios.
El Hirshhorn pertenece a la red del Smithsonian y es el ¨²nico museo nacional dedicado en Estados Unidos exclusivamente al arte moderno y contempor¨¢neo. ¡°No solo eso, tambi¨¦n es el ¨²nico cuya entrada es gratuita¡±, explica con orgullo su directora, la australiana Melissa Chiu, en una entrevista en su despacho del ¨²ltimo piso del museo.
Chiu asumi¨® el cargo en 2014, a?o de la celebraci¨®n del 40? aniversario. Su misi¨®n primordial sigue siendo velar por la donaci¨®n de algo m¨¢s de 12.000 obras de Joseph Hirshhorn (1899-1980), empresario let¨®n que, si bien hizo su fortuna gracias al uranio, era conocido por inventarse historias para abandonar las juntas directivas de sus negocios e ir a satisfacer sus ansias coleccionistas. Tambi¨¦n era famoso por comprar impulsivamente exposiciones enteras o todo lo que hubiese disponible en el taller de este o aquel artista, y por hacerlo, hasta mediados de los cincuenta, sin ayuda de ning¨²n asesor. St¨¦phane Aquin explica en uno de los textos del cat¨¢logo de la colecci¨®n que en los buenos tiempos (hasta mediados de los 60), Hirshhorn compraba ¡°a un ritmo excepcional de dos obras por d¨ªa¡±.
Unas 200 de esas piezas conforman la exposici¨®n Revolutions, la primera de las tres con las que el museo piensa conmemorar los 50 a?os de su apertura, el 4 de octubre de 1974. La propuesta abarca un siglo de arte, entre 1860 y 1960. La lista, a la que se lleg¨® ¡°tras un arduo proceso de selecci¨®n¡±, aclara la conservadora Marina Isgro, comisaria de la muestra junto a Betsy Johnson, es una reuni¨®n incomparable de obras maestras, que empieza con una escultura de Rodin y contin¨²a entre mondrians, picassos, brancusis, o¡¯keeffes, twomblys, una buena raci¨®n de giacomettis y de calders, un sublime ¨®leo de Lee Krashner y dos extraordinarios mir¨®s. En este medio siglo, nunca se hab¨ªan expuesto tantas juntas de una sola vez.
Piezas nunca vistas
Hay 64 piezas que nunca se han visto, como un libro pintado de Sonia Delaunay, por fin datado correctamente en 1914, que se codea con una espectacular vista a¨¦rea de la torre Eiffel de su marido, Robert Delaunay. Tambi¨¦n se nota el af¨¢n de las comisarias por actualizar el discurso de la colecci¨®n, intercalando piezas contempor¨¢neas para, seg¨²n Isgro, ¡°mostrar que los artistas actuales se basan en las obras de sus predecesores¡± y tambi¨¦n para ¡°llenar los huecos del legado de Hirshhorn¡±.
El primer prop¨®sito queda resumido en la yuxtaposici¨®n en mitad de un discurso fundamentalmente cronol¨®gico de parejas anacr¨®nicas como la que forman uno de los famosos cuadros de boxeo de George Bellows y una pieza de la serie sobre la NBA de Paul Pfeiffer. El segundo prop¨®sito lo han logrado Isgro y Johnson dando relieve a ciertas obras de la colecci¨®n (como una pintura de la alemana Janet Sobel) e introduciendo creadores negros (Torkwase Dyson, Nathaniel Mary Quinn), retratistas ghanesas (Amoako Boafo) o pintoras nativoamericanas (Dyani White Hawk).
Al final del recorrido, que parte por la mitad la obra Four Talks, una habitaci¨®n negra con mensajes en letras blancas que Laurie Anderson cre¨® para la exposici¨®n temporal que el museo le dedic¨® en 2021 y se ha quedado de manera permanente, un cartel recuerda que Hirshhorn coleccionaba como ¡°un hombre blanco occidental¡± y que los conservadores de la instituci¨®n se han servido del programa de adquisiciones para subsanar la ¡°infrarrepresentaci¨®n de obras de mujeres y de artistas de color¡±.
Esa exposici¨®n, explica Chiu, es ¡°una manera de reconocer el pasado, el origen del museo¡± y, al mismo tiempo, de ¡°mostrar la evoluci¨®n de las responsabilidades de una instituci¨®n como esta¡±. ¡°?C¨®mo reflejar lo que est¨¢ pasando hoy? ?Qu¨¦ piensan los artistas y c¨®mo nos enfrentamos a la responsabilidad de coleccionar para la posteridad? En el tiempo de Hirshhorn pod¨ªas contar los coleccionistas de su categor¨ªa con los dedos de una mano. Ahora hay much¨ªsimos m¨¢s, y no siempre es posible competir con ellos. Eso determina nuestros intereses a la hora de comprar. En consecuencia, nos fijamos en nombres emergentes o que no ocupan un lugar central en el mercado¡±, a?ade la directora, que recuerda que cuando lleg¨® al puesto se dio cuenta de que hasta entonces solo hab¨ªa habido una exposici¨®n importante de una artista femenina.
En otro ejemplo de su generosidad, Hirshhorn dio permiso en los documentos fundacionales del museo para que sus responsables de pudieran deshacer de algunos fondos con el fin de financiar nuevas adquisiciones. En el a?o fiscal de 2023, la instituci¨®n compr¨® m¨¢s de 80 obras de 45 artistas, algunas de las cuales se adquirieron a medias con otros centros de Smithsonian.
Chiu recuerda que el origen del museo es muy anterior a la apertura del edificio. ¡°El Congreso decidi¨® dotar a Washington de un centro de arte moderno. Y a Dillon Ripley, secretario por aquel entonces del Smithsonian, se le encendi¨® la luz en una exposici¨®n que el Guggenheim de Nueva York dedic¨® en 1962 a la colecci¨®n de escultura moderna de Hirshhorn. ?Por qu¨¦ no ir a por esa colecci¨®n?¡±, aclara. Ah¨ª comenz¨® el cortejo al empresario, cuyos tesoros quer¨ªan otras ciudades, de Londres a Z¨²rich, y de Florencia a Tel Aviv.
Para asegurar su mudanza a Washington, result¨® fundamental la implicaci¨®n de la primera dama Ladybird Johnson, esposa de Lyndon B. Johnson. La pareja lo invit¨® a comer a la Casa Blanca y para un inmigrante jud¨ªo llegado de ni?o a Estados Unidos aquel truco fue dif¨ªcil de resistir. Cuando abri¨® el museo, este explic¨® en un discurso que la donaci¨®n en 1966 de 6.000 obras y de otras 6.400 en la hora de su muerte era ¡°una manera modesta de devolver a la naci¨®n¡± lo que esta le hab¨ªa dado a ¨¦l ¡°y a otros que llegaron como inmigrantes¡±.
El Congreso design¨® un espacio, donde antes estuvo un museo dedicado a la medicina militar, as¨ª como 15 millones de d¨®lares a la operaci¨®n, y el coleccionista sum¨® otro mill¨®n para la construcci¨®n del edificio brutalista y del jard¨ªn adyacente, donde se exponen al aire libre obras maestras de Rodin o Henry Moore y hay un ¨¢rbol de los deseos de Yoko Ono. El jard¨ªn est¨¢ ahora mismo cerrado, mientras se somete a una renovaci¨®n, la segunda de su historia, proyectada por el fot¨®grafo conceptual japon¨¦s Hiroshi Sugimoto. Famoso por sus im¨¢genes en blanco y negro que reflexionan sobre el tiempo y la modernidad, Sugimoto ya redise?¨® en 2008 el lobby del museo.
Chiu tiene en mitad de su despacho una maqueta del nuevo jard¨ªn, tal vez para no olvidar que no siempre es f¨¢cil en Washington sacar un proyecto as¨ª adelante: poco antes de su llegada al cargo se cancel¨® el pol¨¦mico plan de crear una estructura inflable en el patio, y el del jard¨ªn puede ser la aportaci¨®n m¨¢s duradera de la directora a la ciudad en la que vive desde hace una d¨¦cada.
Bunshaft ide¨® el espacio para exponer esculturas, una parte esencial de la colecci¨®n Hirshhorn, como una especie de recinto semivallado y hundido con respecto al Mall. Tras su remodelaci¨®n, no exenta de controversia por la elecci¨®n de materiales y porque crear¨¢ un nuevo estanque, el jard¨ªn ganar¨¢ cuando reabra en 2026 en accesibilidad, conf¨ªa Chiu. ¡°Se convertir¨¢ en la puerta de entrada natural al museo. Hasta ahora, solo recib¨ªa unos 150.000 visitantes, frente al cerca de un mill¨®n que acced¨ªa al edificio en las cifras que manej¨¢bamos antes de la pandemia. Teniendo en cuenta que el Mall lo visitan entre 25 y 35 millones de personas cada a?o creo que podemos aspirar a que, si lo abrimos a ese espacio, esos n¨²meros mejorar¨¢n¡±, explica. Entre enero y diciembre de 2023, el Hirshhorn, con el jard¨ªn cerrado, el Hirshhorn recibi¨® 714,684 visitas.
Sugimoto tuvo su exposici¨®n en el Hirshhorn en 2006, y desde entonces ha permanecido vinculado al museo, que acostumbra a cultivar las relaciones de los artistas con los que trabaja. A veces, una pieza de una muestra temporal se queda en r¨¦gimen permanente, como en el caso de la de Laurie Anderson o como sucedi¨® con el pan¨®ptico de 130 metros lineales que Mark Bradford cre¨® en 2017 a partir del ciclorama de Paul Philippoteaux sobre la batalla de Gettysburg (hoy en el museo de Pensilvania que conmemora aquella gesta militar de la Guerra de Secesi¨®n).
En otras ocasiones, como en el caso de Theaster Gates esos artistas acaban en la junta directiva del Hirshhorn. Gates, recuerda Chiu, los ayud¨® durante la pandemia a pensar qu¨¦ deb¨ªa hacer un museo para seguir cumpliendo su funci¨®n mientras permanec¨ªa cerrado durante casi dos a?os. Pidieron a unos 50 creadores de todo el mundo que les mandaran v¨ªdeos sobre c¨®mo viv¨ªan aquellos meses de confinamiento. ¡°Tambi¨¦n tuvimos la oportunidad de poner en pr¨¢ctica todas nuestras ideas sobre lo que deb¨ªa ser un museo virtual. Trasladamos a internet lo que hac¨ªamos en el edificio: exposiciones, charlas con creadores, hasta organizamos una gala...¡±, a?ade la directora. Asimismo, se aprovech¨® para hacer mejoras en el edificio.
Los pr¨®ximos en exponer ser¨¢n OSGEMEOS; los grafiteros brasile?os trabajan estos d¨ªas in situ en las salas del Hirshhorn preparando la muestra, cuya inauguraci¨®n est¨¢ prevista para finales de septiembre. Pocos d¨ªas despu¨¦s de eso, har¨¢ 50 a?os desde que en Washington aterriz¨® un monolito brutalista en el gran parque neocl¨¢sico que era entonces el Mall para modernizar ese enorme espacio simb¨®lico en el que Estados Unidos se cuenta a s¨ª misma su historia y, de paso, la oferta art¨ªstica de la ciudad.
Babelia
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