La Filarm¨®nica de Viena a?ade otra dimensi¨®n al Festival de Granada
El debut de la orquesta del Concierto de A?o Nuevo se une, dentro del fin de semana, al memorable Haydn del Cuarteto Quiroga, un atractivo recital al ¨®rgano de Benjamin Alard y la ostentaci¨®n pian¨ªstica de Seong-Jin Cho
Quiz¨¢ no haya un clich¨¦ m¨¢s manido para terminar un concierto sinf¨®nico que tocar como propina la Danza h¨²ngara n¨²m. 1, de Brahms. Pero, hasta la popular¨ªsima versi¨®n que hizo y orquest¨® el compositor hamburgu¨¦s de las Isteni Cs¨¢rd¨¢s, del violinista gitano Miska Borz¨®, tuvo un extraordinario inter¨¦s en manos de la Filarm¨®nica de Viena.
La legendaria orquesta termin¨® su actuaci¨®n, el pasado domingo, 23 de junio, inundando el Palacio de Carlos V con ese sonido corp¨®reo de la cuerda que marida idealmente con la madera y el metal. Una suerte de baile interior que escuchamos cada primero de enero por medios audiovisuales en el Concierto de A?o Nuevo, pero que en directo a?ade otra dimensi¨®n.
El debut de la Filarm¨®nica de Viena en Granada formaba parte de una peque?a gira espa?ola, con actuaciones en Oviedo, el pasado d¨ªa 22, y Sevilla, el 24. Pero ha sido, adem¨¢s, el eje de la 73? edici¨®n del Festival Internacional de M¨²sica y Danza. Lo explicaba su director, Antonio Moral, en el libro-programa de esta edici¨®n, que ser¨¢ tambi¨¦n su despedida tras cinco a?os de intensa gesti¨®n con una pandemia por medio. Una visi¨®n de la capital austr¨ªaca como punto de encuentro de buena parte de la programaci¨®n de este a?o.
Empezando por el vien¨¦s Franz Schubert, de quien se podr¨¢ escuchar la integral de sus sonatas pian¨ªsticas tocadas por el brit¨¢nico Paul Lewis, como artista residente. Tambi¨¦n se incluir¨¢n instrumentaciones de sus lieder realizadas por el compositor algecire?o Jos¨¦ Mar¨ªa S¨¢nchez Verd¨², junto a otras obras propias como compositor residente. No faltar¨¢n sinfon¨ªas del austr¨ªaco Anton Bruckner para conmemorar su bicentenario, como la Quinta que abri¨® el festival, el pasado 7 de junio, con la Orquesta de J¨®venes Gustav Mahler bajo la direcci¨®n de Kirill Petrenko. Y, adem¨¢s, se escuchar¨¢n obras de Mozart, Beethoven, Mahler y Sch?nberg que nacieron en la capital de la m¨²sica cl¨¢sica.
El programa de la Filarm¨®nica de Viena no resultaba especialmente aut¨®ctono, con dos obras rusas y una checa, pero funcion¨® bien bajo la direcci¨®n del joven suizo Lorenzo Viotti (Lausana, 34 a?os). El actual titular de la Orquesta Filarm¨®nica de Pa¨ªses Bajos, que acaba de debutar con la formaci¨®n austr¨ªaca, abri¨® el fuego impulsando una lectura trepidante del Capricho espa?ol, de Rimski-K¨®rsakov. Y lo convirti¨® en un veh¨ªculo ideal para el lucimiento del conjunto vien¨¦s.
La partitura, de 1887, es una ristra bien conocida de piezas de aroma espa?ol, orquestadas con extraordinario virtuosismo y un sentido muy ruso del color. Viotti intensific¨® los contrastes en las variaciones y carg¨® las tintas con ardor en el fandango asturiano final. Y los solistas vieneses elevaron el movimiento central, una evocaci¨®n del cante jondo andaluz, donde escuchamos la elegancia paganiniana del concertino Volkhard Steude, el brillo de la flauta de Walter Auer y el refinamiento del clarinetista Matthias Schorn junto al embrujo del arpa de Charlotte Balzereit en su d¨²o con el tri¨¢ngulo.
La primera parte concluy¨® con la evocaci¨®n sinf¨®nica del cuadro del simbolista Arnold B?cklin, La isla de los muertos. Una obra de Rajm¨¢ninov, de 1909, realizada a partir de una reproducci¨®n en blanco y negro. Y esa tintura oscura impregn¨® la oper¨ªstica versi¨®n dirigida por Viotti. Lo hizo desde la l¨²gubre y dislocada barcarola en 5/8, del principio, hasta el cl¨ªmax masivo que desemboca en el tema del Dies irae, a pesar de alg¨²n vaiv¨¦n en el manejo de la tensi¨®n dram¨¢tica.
Y la segunda parte se centr¨® en la S¨¦ptima sinfon¨ªa, de Dvo?¨¢k, que la orquesta vienesa se llev¨® a su terreno con una lectura eminentemente brahmsiana. Lo comprobamos en los homenajes del checo al hamburgu¨¦s, en el primer y segundo movimiento, con evocaciones de su Segundo concierto para piano y la Tercera sinfon¨ªa. Fue una versi¨®n intensa y exquisita, donde Viotti trat¨® de tensar los momentos clim¨¢ticos y acercarlos a Wagner. No le termin¨® de funcionar en el scherzo, tan dominado por aromas aut¨®ctonos checos, pero s¨ª en el finale, que fue lo mejor de la noche y donde el esp¨ªritu raps¨®dico se combin¨® idealmente con el acento unas veces ardoroso y otras elegante de esta extraordinaria orquesta.
El d¨ªa del concierto de la Filarm¨®nica de Viena arranc¨®, por la ma?ana, con una cita con la m¨²sica de c¨¢mara en el marco incomparable del renacentista Monasterio de San Jer¨®nimo. El Cuarteto Quiroga inaugur¨® el Tr¨ªptico Haydn donde se podr¨¢n escuchar las versiones de Las siete ¨²ltimas palabras de Cristo en la cruz tanto en la versi¨®n original para peque?a orquesta, escrita para el Oratorio de la Santa Cueva de C¨¢diz, como en los dos arreglos publicados por Artaria, en 1787, para clave o fortepiano y para cuarteto de cuerda.
El cuarteto espa?ol est¨¢ inmerso en la celebraci¨®n de su veinte aniversario. Lo hace sin haber cambiado a ning¨²n integrante y combinando una forma y madurez admirables. Qued¨® claro en la introducci¨®n con una perfecta gesti¨®n de las tensiones arm¨®nicas, un empaste sobrehumano y una atenci¨®n exquisita a los contrastes din¨¢micos. El segundo viol¨ªn, Cibr¨¢n Sierra, ley¨® el comentario evang¨¦lico de cada palabra. Una idea excelente para conectar con la m¨²sica de las siete sonatas que conforman el n¨²cleo de la obra. Pero tambi¨¦n un lastre, al final, cuando no es posible respetar el attacca entre la sonata n¨²m. 7 y el terremoto final.
La profundidad psicol¨®gica de los Quiroga revel¨® m¨¢s de un momento m¨¢gico. Quiz¨¢ el m¨¢s impactante lo escuchamos en la llamada Sonata de la sed con esos pizzicatos que simbolizan las gotas, tocados de forma casi inaudible, junto a la invocaci¨®n del primer viol¨ªn en notas largas sin vibrato casi fantasmales. Y el terremoto final sacudi¨® la obra sin exageraciones, pero sin renunciar tampoco a su feroz convulsi¨®n c¨®smica.
El s¨¢bado, 22 de junio, tambi¨¦n hubo dos citas musicales. Por la ma?ana, el clavecinista y organista franc¨¦s Benjamin Alard (Rouen, 38 a?os) ofreci¨® un programa titulado Misterios sonoros y misterios de la Trinidad en el ¨®rgano de la Parroquia de Nuestro Salvador. Una atractiva combinaci¨®n de composiciones de los siglos XVIII y XX, de Johann Sebastian Bach y Olivier Messiaen. Y un programa enmarcado entre un preludio inicial y una fuga, seg¨²n la costumbre que ten¨ªa Bach y que anota Johann Nikolaus Forkel en la primera biograf¨ªa del compositor (1802). La tercera parte del Clavier-?bung (1739) suministr¨® ese marco, con el Preludio y fuga en mi bemol mayor BWV 552, pero tambi¨¦n el centro del programa con un arreglo del coral Christ unser Herr zum Jordan kam BWV 684.
El resto se complet¨® con dos sonatas en tr¨ªo (BWV 526 y 530), la alemanda de la partita para flauta (BWV 1013) y los dos primeros movimientos junto al s¨¦ptimo de Les Corps Glorieux (1939), de Messiaen. Estos comentarios organ¨ªsticos sobre la vida de los resucitados, del compositor franc¨¦s, funcionaron bien como contraste y se adaptaron al estupendo instrumento granadino. Y el mayor inter¨¦s musical se concentr¨® en Bach, de quien Alard sigue adelante en su grabaci¨®n completa de toda su m¨²sica para teclado en Harmonia Mundi.
Comenz¨® con una lectura de trazo grueso del monumental preludio en tres partes. Todo mejor¨® con el arreglo coral y las dos sonatas en tr¨ªo, a pesar de alguna extra?a combinaci¨®n de registros. Pero lo mejor de su recital fue la impresionante fuga final, que construy¨® idealmente en toda su dimensi¨®n musical llena de referencias trinitarias. No obstante, Alard termin¨® su actuaci¨®n con una curiosa propina: una improvisaci¨®n de aire bachiano basada en el villancico De los ¨¢lamos vengo, madre, del compositor espa?ol del siglo XVI Juan V¨¢squez.
La jornada del s¨¢bado concluy¨®, por la noche, en el Palacio de Carlos V, con un recital del pianista surcoreano Seong-Jin Cho (Se¨²l, 30 a?os). Un impresionante tour de force, formado por obras de Maurice Ravel y Franz Liszt, que mostr¨® tanto sus asombrosas fortalezas t¨¦cnicas y s¨®nicas, como tambi¨¦n sus debilidades musicales. Comenz¨® encontrando esa fluidez de tono crepuscular en la Sonatina, de Ravel, pero culmin¨® inmerso en el efectismo virtuos¨ªstico. Y en un particular estoicismo que a¨ªsla la expresividad en su discurso musical. En Valses nobles y sentimentales su refinamiento puntillista conect¨® mejor con la obra, que present¨® como un antecedente de La valse. Pero el efectismo volvi¨® a invadir Le tombeau de Couperin.
En la segunda parte, Cho mostr¨® m¨¢s afinidad con la m¨²sica de Liszt, aunque su dominio sobrehumano del sonido y la t¨¦cnica no siempre se tradujo en destellos de musicalidad. Toc¨® las siete piezas del segundo libro, de A?os de peregrinaje, centrado en impresiones art¨ªsticas de Italia (Dante, Petrarca, Rafael y Miguel ?ngel), pero sin la addenda titulada Venezia e Napoli. Sobresali¨® el cariz m¨¢s sinf¨®nico del pianismo de Liszt, como en los cuatro pentagramas que utiliza en el Soneto 47 de Petrarca. Y destac¨®, especialmente, en la ¨¦pica y grandiosa Sonata de Dante, que salpic¨® de planos sonoros y texturas escalofriantes. Pero Cho impresion¨® m¨¢s que conmovi¨®. Y, al final, confirm¨® sus debilidades con una innecesaria propina: una versi¨®n distante e ins¨ªpida de Ensue?o, el n¨²m. 7 de Escenas infantiles, de Robert Schumann.
Babelia
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