Yorgos Lanthimos, el provocador director griego que triunfa en Hollywood con un cine cr¨ªptico, lleno de sexo y violencia
El cineasta, que estrena ¡®Kinds of Kindness¡¯, se ha mantenido fiel a sus postulados, a su atrevimiento, a su salvaje poder de agitaci¨®n, cambiando por el camino ciertos aspectos formales, para ahora volver a las esencias de su lenguaje
Si al Yorgos Lanthimos de Kinetta (2005), su primera pel¨ªcula considerada como personal, compuesta alrededor de la representaci¨®n del sexo y de la violencia, cr¨ªptica, s¨®rdida, sin apenas di¨¢logos, sin m¨²sica y sin un relato claro, le hubiesen dicho que dos d¨¦cadas despu¨¦s estar¨ªa haciendo pr¨¢cticamente lo mismo y con semejante osad¨ªa, pero en Hollywood, trabajando con estrellas como Emma Stone y Willem Dafoe, que su cine habr¨ªa salido del nicho de los perros verdes, ser¨ªa alabado no ya por la mayor¨ªa de la cr¨ªtica sino tambi¨¦n por el p¨²blico, y que sus obras acumular¨ªan 22 nominaciones a los premios Oscar y cinco estatuillas, le hubiera dado un ataque de risa floja. Con tal informaci¨®n, a los contados espectadores de aquella primera aproximaci¨®n a la crueldad, anterior incluso a Canino (2009), el t¨ªtulo que le dio a conocer internacionalmente en festivales y salas de versi¨®n original, se les hubiera quedado directamente cara de pasmo.
He ah¨ª una de las grandes virtudes de Lanthimos, ateniense de 50 a?os, director de las premiadas La favorita y Pobres criaturas, que este viernes estrena en Espa?a Kinds of Kindness, su ¨²ltima perturbaci¨®n, protagonizada por Stone, Dafoe y Jesse Plemons: haber sido fiel a sus postulados, a su atrevimiento, a su singularidad, a su salvaje poder de agitaci¨®n, cambiando por el camino ciertos aspectos formales, para ahora volver a las esencias de lenguaje forjadas en Canino. Evolucionar siendo el mismo. Provocar primero a unos pocos y luego a unos cuantos m¨¢s, para acabar subyugando a todos con un cine retorcido que no tiene que lidiar con la verg¨¹enza. Como si al Luis Bu?uel que march¨® a Estados Unidos en 1930 para intentar integrarse en Hollywood, tras causar sensaci¨®n y espanto en Francia con La edad de oro, le hubiesen dado la oportunidad de trabajar en libertad, con los mejores int¨¦rpretes y los m¨¢s prestigiosos profesionales del arte, la fotograf¨ªa, la m¨²sica y el dise?o de producci¨®n, adem¨¢s de con toda la pasta del mundo, y hubiese acabado realizando all¨ª obras como El ¨¢ngel exterminador, La vida criminal de Archibaldo de la Cruz, Sim¨®n del desierto, Viridiana o Belle de jour. Pues eso es lo que ha conseguido Lanthimos.
Con Kinds of Kindness, formada por tres relatos independientes de unos 55 minutos cada uno, filmada durante el proceloso proceso de posproducci¨®n digital de Pobres criaturas, pero escrita a lo largo de casi una d¨¦cada junto a su coguionista de referencia, el tambi¨¦n griego Efthymis Philippou, e interpretada por los mismos actores y actrices en roles distintos ¡ªaunque se puedan encontrar entre ellos diversos gui?os y rimas¡ª, Lanthimos ha vuelto a casa sin haber salido del todo de ella. Sobre todo, en la puesta en escena, con el rigor en el encuadre y los movimientos de c¨¢mara de Canino y Alps, y dejando atr¨¢s sus famosos grandes angulares, experimentados a partir de las magn¨ªficas Langosta y El sacrificio de un ciervo sagrado, y que llegaron al extremo de los planos con el punto de vista de la mirilla de una puerta en La favorita y Pobres criaturas. Una mirada distorsionada por los lentes que, en su nueva obra, presentada el pasado mes de mayo en Cannes, deja paso a la simple distorsi¨®n interna de sus personajes. Hombres y mujeres que deben lidiar con el control y la violencia, con el odio a una vida convencional y con los radicales excesos de los fanatismos.
Alegor¨ªas contempor¨¢neas de la condici¨®n humana en las que, pese a su extra?eza, siempre encuentran paralelismos en nuestra m¨¢s cercana cotidianidad: en el horror de la violencia de g¨¦nero, en el sexo como impulso natural y como necesidad casi fisiol¨®gica, en la familia como falsa representaci¨®n de la comodidad, en la educaci¨®n en el hogar como c¨¢rcel f¨ªsica y psicol¨®gica de la que no poder escapar, en la sumisi¨®n ante cualquier tipo de poder.
En Kinds of Kindness aparece el surrealismo de siempre de Lanthimos. Su b¨²squeda de una superrealidad inspirada en el absurdo. Su reuni¨®n de lo consciente y de lo inconsciente. De nuevo, con ese tipo de interpretaci¨®n pasmarote con la que se sueltan textos como si se estuviera leyendo la gu¨ªa de tel¨¦fonos, cerca del distanciamiento brechtiano. Una t¨¦cnica ya practicada en sus pel¨ªculas griegas, fabulosamente comprendida por el excelente Colin Farrell de El sacrificio de un ciervo sagrado, y que aqu¨ª borda Jesse Plemons en el primero de los relatos, el mejor de los tres, un segmento formidable en el que el director y su compa?ero de escritura Philippou vuelven a reconstruir para la contemporaneidad sus or¨ªgenes griegos: el de la tragedia cl¨¢sica en la que los dioses todo lo controlan (aqu¨ª, ese jefe interpretado por Dafoe que obliga, masacra, manipula, ordena y decide), como una resurrecci¨®n adulta del inquietante adolescente interpretado por Barry Keoghan en El sacrifico de un ciervo sagrado.
Un juego de m¨¢scaras griegas que Lanthimos marca con la decisi¨®n de que un pu?ado de int¨¦rpretes cambie su papel en cada una de sus tres historias; que siempre sean distintos siendo los mismos; que siempre sean los mismos siendo distintos. Diferentes vestiduras para an¨¢logo armaz¨®n dram¨¢tico. ¡°Aquel a quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco¡±. El cine de la crueldad de un autor que lega una serie de di¨¢logos imperecederos, quiz¨¢ comandados por ese ¡°quiero que te cortes un dedo, quiz¨¢ el pulgar, y que me lo cocines como cena¡±, y un conjunto de im¨¢genes y sensaciones imborrables, acompa?adas por la m¨²sica atonal del ingl¨¦s Jerskin Fendrix.
Inspirada por el Cal¨ªgula de Albert Camus, y segmentada en episodios, a la manera de El fantasma de la libertad, de Bu?uel, Kinds of Kindness llevar¨¢ a los espectadores a mirar las piscinas vac¨ªas de un modo distinto. Y a los m¨¢s perturbados art¨ªsticamente, como felizmente est¨¢ el propio director, les estimular¨¢ hasta el extremo de la carcajada doliente en un par de momentos. Audiencias avisadas y avispadas que a nada le hacen ascos porque el arte es libre y debe subyugar, aunque sea hasta el cabreo, y que no dejar¨¢n de darle vueltas a la cabeza a la salida de la sala. Un cine en el que, por cierto, la pel¨ªcula habr¨¢ sido colocada por una distribuidora muy especial: Disney. El absurdo de Lanthimos, como tragedia, y como comedia.
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