De soldados republicanos a ¡®Tommies¡¯: la gran aventura de los espa?oles que lucharon en la II Guerra Mundial con uniforme brit¨¢nico
Cientos de excombatientes del bando perdedor de la Guerra Civil pelearon contra los nazis alistados en el British Army. Un nuevo libro reconstruye su historia
La noche del 26 al 27 de marzo de 1945, durante la II Guerra Mundial, en el marco de la operaci¨®n T¨®mbola (que ya es nombre para una acci¨®n de comandos), un grupo de paracaidistas brit¨¢nicos de las fuerzas especiales, junto a partisanos italianos, atac¨® el cuartel general del correoso 51? Cuerpo de Monta?a alem¨¢n instalado en dos villas (Villa Rossi y Villa Calvi) en Albinea, cerca de M¨®dena, al norte de la L¨ªnea G¨®tica. La partida inclu¨ªa un gaitero escoc¨¦s que toc¨® Highland Laddie ¡ªimaginamos que una vez perdido el factor sorpresa¡ª para enfatizar que se trataba de fuerzas brit¨¢nicas y evitar las represalias nazis sobre la poblaci¨®n local. En aquella acci¨®n, digna de una novela de aventuras o filmes como Doce del pat¨ªbulo o Malditos bastardos, destac¨® por su valent¨ªa y fiereza un soldado del SAS (el Special Air Service, la legendaria unidad creada en el desierto l¨ªbico por David Stirling) que entr¨® como una tromba en Villa Rossi, mat¨® a seis oficiales alemanes en la escalera en espiral que llevaba a los pisos superiores y, al resultar herido uno de los mandos de la operaci¨®n, su capit¨¢n, carg¨® con ¨¦l y lo puso a salvo en medio de intenso fuego enemigo.
Durante dos d¨ªas, nuestro hombre y otro paracaidista transportaron a su oficial en una escalera de mano como improvisada camilla mientras las furiosas patrullas alemanas deseosas de venganza peinaban el ¨¢rea. El soldado fue condecorado con la Medalla Militar (Military Medal) del ej¨¦rcito brit¨¢nico y en la citaci¨®n se destaca que ¡°mostr¨® notable valor durante y despu¨¦s del ataque¡±. Tambi¨¦n que ¡°su inteligencia e iniciativa en un pa¨ªs extranjero 30 millas tras las l¨ªneas enemigas reflejaron una devoci¨®n al deber merecedora del mayor elogio, y resultaron en preservar la vida de un valioso oficial brit¨¢nico¡±. Ese soldado ejemplar se llamaba Rafael Ramos Masens, y era catal¨¢n.
Ex combatiente republicano, Ramos Masens hab¨ªa nacido en Barcelona en 1919 y tras luchar en la Batalla del Ebro, caer prisionero, escapar, alistarse en la Legi¨®n Extranjera francesa y verse obligado a realizar trabajos forzados en Marruecos al firmarse el armisticio de 1940 tras la derrota de Francia, volvi¨® a alistarse, esta vez en el Ej¨¦rcito brit¨¢nico, en el SAS, despu¨¦s de los desembarcos Aliados en el Norte de ?frica.
En la audaz operaci¨®n T¨®mbola tomaron parte adem¨¢s otros dos espa?oles, el vasco Justo Balerdi, de Sestao, y el andaluz Francisco Ger¨®nimo, ambos asimismo miembros del SAS y con trayectorias similares a la de Ramos. Balerdi resultar¨ªa muerto en combate de un disparo en la cabeza en un ataque posterior el 21 de abril y fue enterrado bajo el nombre de R. Bruce, por Robert the Bruce, el rey de Escocia que sale en Braveheart y que fue el nom de guerre que escogi¨®, como era habitual, para evitar que lo devolvieran a Espa?a si ca¨ªa prisionero.
Las aventuras b¨¦licas de estos tres combatientes son solo algunas de las much¨ªsimas y apasionantes de espa?oles con uniforme brit¨¢nico en la II Guerra Mundial que explica en su documentad¨ªsmo libro Churchill¡¯s Spaniards (Los espa?oles de Churchill, Helion & Company, 2024, pendiente a¨²n de encontrar editorial en nuestro pa¨ªs) S¨¦an F. Scullion, teniente coronel en activo del Ej¨¦rcito brit¨¢nico. Scullion (Londres, 55 a?os), que ha pasado 8 a?os investigando la presencia de soldados espa?oles en el British Army durante la II Guerra Mundial, present¨® su libro el jueves en la Embajada Espa?ola en Londres en compa?¨ªa de amigos historiadores militares como Antony Beevor.
El autor, con el espaldarazo de Paul Preston, James Holland o Saul David, ha recogido el testigo de estudios anteriores, especialmente los de Daniel Arasa, para profundizar y documentar exhaustivamente la aventura de esos espa?oles que vistieron el uniforme de los Tommies (el apelativo gen¨¦rico para los soldados brit¨¢nicos) convirti¨¦ndose a todos los efectos en militares de Gran Breta?a. De alguna manera son un reverso redentor de los espa?oles del otro bando que combatieron con el uniforme alem¨¢n en la Divisi¨®n Azul.
S¨¦an Scullion ha identificado rigurosamente, con su n¨²mero de matr¨ªcula oficial, a 1.072 espa?oles (sin duda hubo m¨¢s, afirma) que sirvieron en el ej¨¦rcito de tierra brit¨¢nico. Lo hicieron en todos los escenarios b¨¦licos de Europa y en otros lugares como el Norte de ?frica y Oriente Medio ¡ªTobruk, Creta, Salerno, Normand¨ªa, Arnhem, Ardenas¡¡ª y en no pocos casos adscritos a unidades de ¨¦lite como los comandos, el SAS (una docena), o en la Direcci¨®n de Operaciones Especiales (SOE), la c¨¦lebre organizaci¨®n encargada de sabotajes y acciones clandestinas. Algunos, en el D Squadron del SAS, compartieron aventuras con el Long Range Desert Grup (LRDG), las patrullas de las arenas.
Pese a los iniciales prejuicios brit¨¢nicos hacia los ¡°aliens¡± (los extranjeros), en su ej¨¦rcito, el miedo al quintacolumnismo (se restring¨ªa incluso el acceso de los exbrigadistas brit¨¢nicos) y algunos problemas c¨®micos de nuestros compatriotas con el idioma, los espa?oles fueron muy bien valorados y su paso por el servicio, destaca Scullion, est¨¢ lleno de actos de ¡°fortaleza y bravura¡±. Los oficiales brit¨¢nicos reconocieron pronto que los espa?oles en sus filas, la mayor¨ªa experimentados excombatientes republicanos curtidos en la Guerra Civil y luego en la Legi¨®n Extranjera (o sea que pelearon bajo tres banderas), eran tan buenos como los mejores soldados brit¨¢nicos y ard¨ªan en deseo de luchar contra italianos y alemanes. Sus mandos destacaron que resultaban excelentes especialmente en la labor de comandos. ¡°No eran en general grandes tiradores¡±, anota Scullion, ¡°pero les encantaba sentir el fr¨ªo acero en sus manos: cuchillos y bayonetas¡±. Se les acreditaba ser h¨¢biles despachando centinelas enemigos. Del t¨®pico de la indisciplina espa?ola, dice que no los ve¨ªan as¨ª los brit¨¢nicos. Y que, aunque hubo situaciones de ¡°hotheads¡± achacables al individualismo y la impulsividad mediterr¨¢nea, jam¨¢s hubo indisciplina colectiva.
En el caso de la ¨²nica unidad formada ¨ªntegramente por espa?oles (aunque mandados por oficiales brit¨¢nicos), la No. 1 Spanish Company of the Auxiliary Military Pionner Corps (AMPC), se procur¨® que los cabos y sargentos fueran compatriotas de los soldados. Scullion tiene noticia de que hubo al menos 4 espa?oles en el ej¨¦rcito brit¨¢nico con rango de oficiales. Hab¨ªa por supuesto muchos espa?oles que hab¨ªan sido oficiales en el ej¨¦rcito republicano y serv¨ªan en el brit¨¢nico como simples soldados. Hubo cierta controversia sobre si esos militares no hubieran podido ser aprovechados mejor con su rango original.
Scullion muestra c¨®mo hubo dos grandes oleadas de alistamientos de espa?oles en el ej¨¦rcito brit¨¢nico. La primera en 1940, tras la ca¨ªda de Francia, cuando se form¨® la Spanish Company, con muchos que hab¨ªan peleado en el ej¨¦rcito franc¨¦s en Narvik y Dunkerque, aunque tambi¨¦n con espa?oles residentes en Reino Unido y otros que hab¨ªan escapado directamente desde Espa?a, alguno nadando a Gibraltar como Francesc Dalmau. La Spanish Company estuvo acantonada en Gran Breta?a hasta su despliegue en Normand¨ªa en 1944. Llevaban una ¡°S¡± en la manga y su lema era ¡°1940 hasta la Victoria¡±. Varios miembros de la compa?¨ªa fueron reclutados para el SOE de cara a emprender operaciones clandestinas en Espa?a y se relacionaron con personajes como Ian Fleming y Kim Philby.
Scullion incluye la valoraci¨®n que hizo el SOE de los espa?oles reclutados, como el sargento Manuel Espallargas, Fernando Casabayo o Luis ?lvarez, del que se indica desconsideradamente: ¡°No initiative and does not seem to have much guts. Not recommended¡± (sin iniciativa y parece no tener agallas. No recomendable). Claro que dado que de Casabayo se dice que es ¡°an intelligent man and quick thinker¡± (hombre inteligente y despierto de mente) y se le da una calificaci¨®n alta, no te puedes fiar mucho del SOE: Casabayo fue un traidor y vendi¨® secretos al r¨¦gimen franquista a trav¨¦s de la embajada espa?ola en Londres. En el SOE estuvo tambi¨¦n Esteban Molina, de Valdepe?as, que fue lanzado en paraca¨ªdas en Francia para preparar a la Resistencia de cara al D¨ªa D, y cuyo hijo es el actor de Hollywood Alfred Molina.
La segunda gran oleada de alistamientos tuvo lugar a finales de 1942 de resultas de la operaci¨®n Torch que liber¨® el Norte de ?frica, y posibilit¨® que espa?oles que estaban all¨ª en campos de internamiento en T¨²nez o Marruecos se enrolaran. Numerosos espa?oles ingresaron en el ej¨¦rcito brit¨¢nico tras dejar el ej¨¦rcito franc¨¦s ¡ªen el que se hab¨ªan alistado desde los campos de refugiados tras la Guerra Civil¡ª al caer derrotado este e instaurarse la Francia de Vichy, en la que no ten¨ªan un gran futuro, precisamente.
Un episodio notable es el de los 300 l¨¦gionnaries espa?oles amotinados en Avonmouth, cerca de Bristol, por negarse a regresar a la Francia petanista y que tras proponer sus mandos franceses que se fusilara a uno de cada tres ¡°pour encourager les autres¡± se quedaron en Gran Breta?a e ingresaron en masa en el ej¨¦rcito brit¨¢nico. Los hab¨ªa reticentes a pelear en las filas de la Francia libre de De Gaulle por la mala experiencia con los franceses: consideraban que el trato de los brit¨¢nicos era mejor.
Al acabar la II Guerra Mundial, muchos de los espa?oles del ej¨¦rcito brit¨¢nico llevaban luchando contra el fascismo diez a?os y, recalca Scullion, pese a la paradoja de estar ahora en el bando ganador, tuvieron que tragarse la amarga p¨ªldora de ver como la dictadura de Franco perviv¨ªa. ¡°Les decepcion¨® mucho no ir entonces a por Franco¡±. Su historia, apunta, es tambi¨¦n la del exilio republicano espa?ol y su tragedia. Y de hecho, ¨¦l, Scullion, contin¨²a esa historia contando la vida de los que al acabar la guerra se quedaron en Gran Breta?a y parte de los cuales se organizaron (The Spanish Ex Sevicemen¡¯s Association) y siguieron siendo muy activos en protestas contra el r¨¦gimen franquista.
¡°La apertura de nuevos archivos me ha permitido ir m¨¢s all¨¢ de lo que era conocido¡±, explica Scullion, que agradece muy deportivamente todos los trabajos previos, incluido el de Joaqu¨ªn Ma?es Postigo (Espa?oles en el ej¨¦rcito brit¨¢nico en la II Guerra Mundial, Magase, 2022). ¡°Es sorprendente ver que los espa?oles del ej¨¦rcito brit¨¢nico estuvieron en todos sitios¡±, se?ala. El investigador considera que hay que difundir que los espa?oles que sirvieron en el bando Aliado en el frente occidental ¡ªotra historia es la de los que sirvieron con el Ej¨¦rcito Rojo¡ª fueron muchos m¨¢s que los de la tan popular La Nueve (la novena compa?¨ªa de la 2? divisi¨®n blindada de la Francia libre de Leclerc que entraron los primeros en Par¨ªs, y de los que ¡°se ha hablado tanto¡±).
Scullion aboga por recuperar la memoria de estos otros espa?oles en uniforme brit¨¢nico. A diferencia de Arasa ¨¦l no ha podido entrevistar ya a ning¨²n veterano, ¡°pues ya no est¨¢n vivos¡±, pero s¨ª ha hablado con sus familias, cuyo apoyo agradece en el libro. ¡°Tenemos el deber de contar la historia de esos soldados y preservar su recuerdo¡±, dice, y destaca que esa historia ¡°es parte integral de la historia del Ej¨¦rcito Brit¨¢nico¡±.
De la valoraci¨®n como combatientes de los espa?oles recuerda que muchos eran ¡°soldados de primer¨ªsima calidad¡±, que a la experiencia en la Guerra Civil a?ad¨ªan haber pasado luego por la Legi¨®n Extranjera. ¡°Protagonizaron actos de valent¨ªa incre¨ªbles¡±, destaca. Y menciona como ejemplo tres casos, en los que sendos soldados espa?oles ganaron medallas al coraje. Josep Vilanova en el cruce del r¨ªo Volturno: lo pas¨® ¨¦l primero, nadando, mat¨® con su metralleta a tres alemanes en la orilla y salv¨® de una emboscada a una patrulla. Alfonso C¨¢novas Garc¨ªa en la liberaci¨®n de Foix con el SOE y los maquisards locales: tras recibir un balazo en la pierna continu¨® luchando con gran valor logrando la retirada de varias ametralladoras alemanas del puente de entrada a la ciudad. Y el referido episodio de Rafael Ramos relatado al inicio.
El autor ha rastreado incluso la presencia de dos espa?oles, Jos¨¦ Redondo y Manuel Surera, en la acci¨®n de comandos para matar a Rommel (operaci¨®n Flipper), aunque no llegaron a formar parte de la malhadada partida que atac¨® el cuartel general del zorro del desierto.
Cap¨ªtulo aparte merece la famosa presencia de espa?oles con uniforme brit¨¢nico (y gorra tam o¡¯shanter) en Creta, adonde llegaron 63 como miembros de la Layforce, la fuerza de comandos de Bob Laycock, y se convirtieron en ¡°la retaguardia de la retaguardia¡±, formada como l¨ªnea de choque para proteger la desesperada evacuaci¨®n de la isla tras la invasi¨®n de las fuerzas aerotransportadas alemanas. La mitad de los espa?oles fueron capturados (se hicieron pasar por nacidos en Gibraltar), varios murieron y Francisco Ger¨®nimo, de M¨¢laga, un luchador nato que hab¨ªa estado en la Legi¨®n Extranjera, pas¨® 11 meses evadido escondi¨¦ndose por las monta?as bajo el nombre de Kosta Spirachi hasta que pudo escapar en caique a Egipto en una operaci¨®n del SOE. Luego estuvo en el SAS en Italia y enterr¨® a Balerdi, su amigo. ?Pudo conocer Paddy Leigh Fermor en Creta a alg¨²n espa?ol? ¡°No creo, cuando realiz¨® su operaci¨®n para capturar al general Kreipe, los espa?oles ya se hab¨ªan marchado, quiz¨¢ conoci¨® a alguno del SAS en El Cairo o Alejandr¨ªa¡±.
Por supuesto hubo tambi¨¦n ovejas negras, y Scullion explica en su libro historias de algunos desertores, asesinos (el soldado L¨®pez fue fusilado por matar a un oficial franc¨¦s en una pelea en una cantina) y traidores. El malo por excelencia ser¨ªa Casabayo, claro. ¡°Pero era lo normal en cualquier contingente, en ese aspecto los espa?oles no eran peores que el resto del ej¨¦rcito brit¨¢nico¡±.
Scullion no habla en su libro de los espa?oles en la RAF o en la Marina brit¨¢nica, limit¨¢ndose al ej¨¦rcito de tierra, pero recuerda que las autoridades no dejaron alistarse en la fuerza a¨¦rea a un centenar de expilotos republicanos que lo solicitaron (una foto de su libro muestra al as de Chatos Antonio Sandoval con miembros de la Spanish Company), aunque s¨ª a algunos mec¨¢nicos. Hubo tambi¨¦n incorporaciones a la marina mercante y aventuras de espa?oles en los peligrosos convoyes ¨¢rticos a la URSS.
S¨¦an Scullion, que vivi¨® de joven en Espa?a, es teniente coronel de los Royal Engineers (RE), una unidad muy relacionada con el Royal Pioneer Corps (RPC) al que todos los espa?oles pertenecieron en uno u otro momento, y ha servido en misiones de combate en los Balcanes, Irak, Afganist¨¢n y ?frica durante 35 a?os. Actualmente vive y trabaja en Holanda y sirve en la OTAN. ¡°La experiencia militar me ha sido muy ¨²til para entender lo que fue el servicio de los espa?oles; como ellos, que combatieron desde el norte de Noruega al Sahara, Siria, Eritrea, Sud¨¢n y hasta la India, he estado en lugares lejanos, extra?os y peligrosos. Ser militar de carrera y mandar operaciones te permite comprender muy especialmente la aventura de esas personas incre¨ªbles¡±. Scullion, que apoya la idea de dedicar un monumento a los soldados espa?oles, recalca que estos estaban muy orgullosos de su servicio en el ej¨¦rcito brit¨¢nico, ¡°y sus oficiales brit¨¢nicos estaban muy orgullosos de ellos¡±. Subraya que el ej¨¦rcito brit¨¢nico ha sido siempre muy inclusivo. ¡°De hecho, insisto que este libro no es solo sobre los combatientes espa?oles sino sobre una parte de la tradici¨®n, la historia y la cultura del British Army¡±.
Babelia
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