El adi¨®s a las dictaduras m¨¢s largas de la Europa occidental: Espa?a y Portugal hacen memoria
Una exposici¨®n fotogr¨¢fica, que viajar¨¢ a Salamanca despu¨¦s de Lisboa, repasa las hist¨®ricas mudanzas pol¨ªticas vividas en la pen¨ªnsula Ib¨¦rica hace medio siglo
Se puede elegir realzar las diferencias o las similitudes. Lo cierto es que el rumbo hist¨®rico de Espa?a y Portugal en el siglo XX tuvo grandes contrastes (la Guerra Civil en un lado o la guerra colonial en el otro), pero tambi¨¦n cierta tozuda tendencia a caminar en paralelo. Las dos dictaduras m¨¢s duraderas de la Europa occidental se instalaron en la pen¨ªnsula Ib¨¦rica y casi rivalizaron por ver cu¨¢l duraba m¨¢s. La portuguesa se prolong¨® cerca de medio siglo mientras que la espa?ola rond¨® los 40 a?os. Lo que ocurr¨ªa dentro de sus fronteras era semejante: censura, persecuci¨®n de la disidencia, represi¨®n moral, pobreza y emigraci¨®n masiva. Acabaron de forma bien diferente. Una mediante un golpe de Estado militar que desemboc¨® en un proceso revolucionario y otra a trav¨¦s de una transici¨®n hacia la democracia negociada entre enemigos del pasado, los valedores del franquismo y los opositores democr¨¢ticos.
¡°Todos los autores destacan la originalidad de la revoluci¨®n portuguesa, nadie hab¨ªa imaginado que la dictadura iba a caer como cay¨®¡±, se?al¨® la historiadora Maria In¨¢zia Rezola, comisaria de la Comisi¨®n Conmemorativa de los 50 a?os del 25 de Abril, en una conferencia internacional dedicada al cambio pol¨ªtico en Lisboa. Rezola explic¨® que hay una corriente hist¨®rica, encabezada por Samuel Huntington, que considera a Portugal el primer caso de la tercera ola democratizadora y otra que sostiene que fue la ¨²ltima revoluci¨®n de la izquierda del siglo XX. ¡°Es imposible descontextualizar el caso portugu¨¦s de la guerra fr¨ªa, aunque son los factores internos los que deciden la salida pol¨ªtica¡±, observ¨®.
La libertad lleg¨® de s¨²bito a Portugal el 25 de abril de 1974, mientras que en Espa?a comenz¨® a hacerlo de forma gradual a partir del 20 de noviembre de 1975, cuando falleci¨® Franco. Pese a estas divergencias, compartieron algo, en opini¨®n del historiador portugu¨¦s Manuel Loff: ¡°Aunque fueron dos procesos radicalmente diferentes, tienen en com¨²n la capacidad colectiva de construcci¨®n de la democracia. En ninguno de los dos pa¨ªses fueron democracias otorgadas a la sociedad, sino que fueron los ciudadanos espa?oles y portugueses quienes la conquistaron¡±.
Loff es el comisario de la exposici¨®n fotogr¨¢fica Portugal-Espa?a: 50 a?os de democracia, que se puede visitar en el Archivo Nacional Torre do Tombo, en Lisboa, hasta el 31 de enero, y que luego se mostrar¨¢ en el Centro Documental de la Memoria Hist¨®rica de Salamanca. Ambos organismos han aportado buena parte del material documental y gr¨¢fico que se recoge en la muestra, que se integra en la programaci¨®n cultural cruzada promovida por ambos Gobiernos para celebrar el medio siglo de libertades.
La dictadura portuguesa cae gracias a un golpe de mandos intermedios del ej¨¦rcito que deseaban acabar con 13 a?os de guerra colonial. El espont¨¢neo apoyo popular transform¨® el golpe en una revoluci¨®n y aquella sociedad reprimida durante cerca de medio siglo se convirti¨® en fabricante de su propia historia. Se crearon comisiones de vecinos en los barrios y se autogestionaron f¨¢bricas, se tom¨® el control de medios de comunicaci¨®n y se ocuparon tierras. Era la hora del cambio para muchos que nunca hab¨ªan tenido derecho a nada.
Como ilustra la foto de las jornaleras alentejanas alrededor de un ejemplar del Diario de Lisboa donde se informa de novedades en la ley de la reforma agraria, la pol¨ªtica se convirti¨® en un asunto que interesaba a todos. Aquella din¨¢mica revolucionaria desat¨® su reacci¨®n contraria con tentativas de golpe de estado reaccionarios y terrorismo de ultraderecha. Las convulsiones se suced¨ªan. En Lisboa los trabajadores de la construcci¨®n cercaron el Parlamento y el primer ministro del sexto Gobierno provisional, Pinheiro de Azevedo, hizo horas despu¨¦s la proclama m¨¢s memorable que ning¨²n primer ministro har¨ªa: ¡°Ya fui secuestrado dos veces, ya basta. No me gusta ser secuestrado, es una cosa que me irrita¡±.
Mudar de r¨¦gimen, sea como sea, no es r¨¢pido ni f¨¢cil ni indoloro. Los portugueses, que hab¨ªan impresionado al mundo con aquella revoluci¨®n tan rom¨¢ntica en 1974, se asomaron a la guerra civil a?o y medio despu¨¦s. El proceso se apacigu¨® con la acci¨®n militar del 25 de noviembre de 1975 que desterr¨® la extrema izquierda de los cuarteles y empuj¨® al pa¨ªs hacia una democracia semejante a las europeas. En abril de 1976, la Constituci¨®n, que desprend¨ªa a¨²n el aire revolucionario en el fue redactada, recibi¨® un apoyo masivo. ¡°Antes de las sucesivas reformas, recog¨ªa mecanismos m¨¢s propios de la Europa del Este, como la planificaci¨®n imperativa de la econom¨ªa¡±, destaca el profesor de Derecho Constitucional Gabriel Moreno, en su libro sobre la Constituci¨®n portuguesa de 1976.
Manuel Loff discrepa del hispanista Charles Powell cuando describe la Transici¨®n espa?ola como elegante. ¡°No fue un proceso elegante, est¨¢ llena de violencia, tampoco lo fue la revoluci¨®n portuguesa. Las mudanzas pol¨ªticas no necesitan ser elegantes, necesitan contentar a la gran mayor¨ªa de la poblaci¨®n, no ser violentas y respetar la construcci¨®n de la democracia¡±, sostiene.
La Transici¨®n espa?ola, que pas¨® del endiosamiento de las primeras d¨¦cadas a la demonizaci¨®n de las ¨²ltimas, fue un proceso tambi¨¦n convulso, que incluy¨® desde la matanza de los abogados laboralistas de Atocha en enero de 1977 al golpe de Estado de Tejero. La violencia desde los extremos fue uno de los elementos que marcaron el proceso, seg¨²n el catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea de la Universidad de Almer¨ªa Rafael Quirosa-Cheyrouze. Tambi¨¦n ¨¦l rechaza la idea de que la democracia espa?ola fue ¡°otorgada y no conquistada por la ciudadan¨ªa¡±.
En su conferencia en Lisboa, destac¨® la influencia de otros ¡°actores y factores¡± que contribuyeron al cambio, adem¨¢s de los conocidos los protagonistas pol¨ªticos, como el contexto internacional, los cambios en la Iglesia, los movimientos sociales o la lucha antifranquista. ¡°Aunque siempre se ha definido a la Transici¨®n como un proceso pac¨ªfico, el an¨¢lisis de la realidad hist¨®rica demuestra lo cuestionable de tal calificaci¨®n. Por un lado, los atentados cometidos por la organizaci¨®n terrorista ETA fueron tan relevantes que se convirtieron en una de las principales amenazas para la consolidaci¨®n del cambio pol¨ªtico, sobre todo porque, adem¨¢s del duelo humano y de la inestabilidad pol¨ªtica que provocaban, se utilizaban como argumento por parte de los involucionistas para justificar un golpe de estado que interrumpiera el proceso¡±.
El historiador resalt¨® el papel de los movimientos sindicales, universitarios y vecinales, ¡°en la pr¨¢ctica, y de forma progresiva, esas asociaciones se fueron convirtiendo en aut¨¦nticas escuelas de democracia porque celebraban asambleas en las que los vecinos interven¨ªan libremente¡±. ¡°Fueron la expresi¨®n de esa lucha de los ciudadanos para alcanzar la democracia. Y fue conquista, no hay que olvidarlo, porque hab¨ªa sectores que, aunque cada vez m¨¢s d¨¦biles y desunidos, se opon¨ªan a la desaparici¨®n del franquismo en Espa?a¡±, indica.
Babelia
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