Vali¨® la pena
Los aficionados espa?oles, que s¨®lo desfallecieron con el tercer gol y los "Viva Espa?a" de los yugoslavos, disfrutaron de un final apote¨®sico
El silencio era sobrecogedor en el fondo norte del estadio Jan Breydel. La hinchada espa?ola, que se desplegaba de c¨®rner a c¨®rner, se hab¨ªa quedado muda, y algunos optaron por la retirada, presumiendo de haberlo visto ya todo en el f¨²tbol. Nadie asomaba por el banquillo. La prensa redactaba la necrol¨®gica deportiva de cada dos a?os. Y los yugoslavos, dale que te pego, cantaban: "Y que viva Espa?a". Nadie daba un duro por los espa?oles. Y en eso que el silbato del ¨¢rbitro, el franc¨¦s Gilles Veissi¨¨re, son¨® estruendoso. Hab¨ªa dado la chapa durante todo el partido y ahora, justo en el minuto 92, estaba plantado en el ¨¢rea, con el dedo ¨ªndice se?alando el punto blanco. ?Qu¨¦ ha pasado? ?Qui¨¦n ha ca¨ªdo? ?De qui¨¦n es la falta?, se preguntan por igual los periodistas y los aficionados ubicados en el ¨¢rea contraria. Abelardo, un jornalero, hab¨ªa ido a por la que parec¨ªa ¨²ltima pelota del partido y en un salto acababa de sacar un penalti. El encuentro recuper¨® entonces la vida que hab¨ªa perdido desde que Yugoslavia se qued¨® con uno menos.Mendieta se ofreci¨® para transformarlo y el gol del empate oblig¨® a unos y otros a ponerse de nuevo en faena. Hab¨ªa que seguir mirando a la cancha, era necesario volver a preguntar por el resultado del Noruega-Eslovenia, interesaba conocer sobre todo cu¨¢nto le quedaba al choque. Nadie recordaba o hab¨ªa reparado en el tiempo a?adido que hab¨ªa dado el ¨¢rbitro asistente, perdido como parec¨ªa todo, en el momento en que se comunic¨® que habr¨ªa cinco minutos m¨¢s sobre los 90 reglamentados. La excitaci¨®n result¨® tremenda. La grada despert¨®, desde el banquillo se insist¨ªa en que quedaban tres minutos todav¨ªa y el equipo se entreg¨® sin desmayo en busca de la gloria. Guardiola se ofreci¨® para seguir levantando la pelota, Urzaiz para descolgarla y Alfonso para rematarla con la zurda. Y as¨ª hasta que acab¨® en la red justo cuando quedaban 10 segundos para que expirase la contienda, aunque la UEFA escribi¨® que el gol lleg¨® 7 minutos y 2 segundos despu¨¦s de lo que se considera reglamentario.
Fueron minutos para el recuerdo, propios del mejor de los partidos coperos, de una tarde como aquella noche que protagoniz¨® el Manchester United en el Camp Nou cuando le arrebat¨® la Copa de Europa al Bayern M¨²nich. Los jugadores se estrujaron frente al banquillo, amontonados, tirados al suelo, festejando la remontada. A Camacho se le vio pidiendo calma, que por eso quedaban 10 segundos, y la hinchada volvi¨® a desplegar las banderas, mientras los yugoslavos, impotentes, se rend¨ªan. Hubo uno que, justo cuando el colegiado pit¨® el final, salt¨® al campo y se iba para el ¨¢rbitro cuando el seleccionador espa?ol advirti¨® a los dem¨¢s de la amenaza. Fue Alfonso el que se interpuso entre el hincha y el colegiado. Ya con anterioridad, cuando expulsaron a Jokanovic, otro aficionado yugoslavo se present¨® en un c¨®rner para liarla. Entonces fue Guardiola el que apacigu¨® al aficionado mientras el ¨¢rbitro, asustado, se escond¨ªa detr¨¢s del azulgrana.
Los diez segundos parecieron diez horas tal y como hab¨ªa quedado parado el partido. Hubo tiempo de sobra para que la afici¨®n saboreara el triunfo. Fueron momentos inolvidables, instantes que la televisi¨®n nunca conseguir¨¢ retransmitir, porque en la lejan¨ªa todo parece m¨¢s claro, m¨¢s n¨ªtido, menos pasional. Vali¨® la pena pasarse por el estadio Jan Breydel. Desapercibida en Rotterdam, donde fue absorbida por el gent¨ªo noruego, afici¨®n tan serena como bella, y en franca minor¨ªa en Amsterdam frente a la orgullosa Eslovenia, la hinchada espa?ola fue ayer mayor¨ªa en la seductora Brujas. Jug¨® por un d¨ªa Espa?a con el aire a favor, con superioridad en la grada.
Los aficionados yugoslavos eran menos y, sin embargo, armaron mucho jaleo en el campo, saludando cada uno de sus goles con bengalas. Una y otra afici¨®n, en cualquier caso, mantuvieron buenas relaciones por las calles de Brujas y una vez dentro del estadio. El nombre de Mijatovic fue un punto de encuentro, pues hab¨ªa mucho madridista que recordaba el gol que le dio al Real Madrid la S¨¦ptima. Los emigrantes espa?oles suspiraban por un triunfo reparador recordando su condici¨®n de trajabajadores. "No hay nada m¨¢s gratificante que acudir al trabajo y presumir de un triunfo", apuntaba un extreme?o que vive hace a?os en Bruselas. "El f¨²tbol nos da vida y nos recuerda de d¨®nde somos".
En el estadio Jan Breydel se citaron varias generaciones de espa?oles, y entre ellas tambi¨¦n la de los hijos de emigrantes, que se expresaban en franc¨¦s, y la de los profesionales que han sido requeridos por multinacionales. "Para mantener mi puesto de trabajo no me dieron otra alternativa que faenar en B¨¦lgica, y ah¨ª vivo, aunque ahora sigo a la selecci¨®n", anunciaba un canario, hincha del Las Palmas. Acostumbrados a ser minor¨ªa, generalmente indefensos ante el ritual de otras selecciones m¨¢s vertebradas, los aficionados espa?oles se sintieron por un d¨ªa mayor¨ªa, y a falta de c¨¢nticos no cesaron en sus gritos de "este partido lo vamos a ganar". ?nicamente desfallecieron cuando Yugoslavia marc¨® el tercer gol y sus hinchas exclamaron: "Que viva Espa?a". No sab¨ªan los hinchas que los futbolistas quer¨ªan reivindicar igualmente su trabajo. Abrazados en la victoria, desfilando los jugadores uno tras otro frente a los aficionados, se prometieron que el domingo volver¨ªan a encontrarse en Brujas.
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