?Tiene salvaci¨®n Europa?
Su fracaso ser¨ªa una tragedia para el mundo que toma como modelo de conducta al Viejo Continente
Hay algo especialmente apropiado en el hecho de que la actual crisis europea empezase en Grecia. Porque los males de Europa tienen todo el aspecto de una tragedia griega cl¨¢sica, en la que un hombre de car¨¢cter noble encuentra su perdici¨®n por el defecto fatal del orgullo desmedido.
Hace no mucho, los europeos pod¨ªan, de manera bastante justificada, afirmar que la actual crisis econ¨®mica estaba demostrando realmente las ventajas de su modelo econ¨®mico y social. En gran parte de Europa, las normas que reg¨ªan el despido de los trabajadores ayudaban a limitar la p¨¦rdida de empleos, mientras que los s¨®lidos programas de bienestar social garantizaban que incluso los parados mantuviesen su asistencia sanitaria y recibiesen unos ingresos b¨¢sicos. Puede que el producto interior bruto de Europa estuviera cayendo tanto como el de Estados Unidos, pero los europeos no estaban sufriendo ni de lejos el mismo grado de miseria. Y la verdad es que siguen sin sufrirlo.
Los programas de bienestar social han paliado los efectos de la crisis
Los alemanes no quieren que Europa sea una uni¨®n de transferencias
Su logro m¨¢s importante, el euro, parece cada vez m¨¢s una trampa
Las consecuencias de abandonar el euro para un pa¨ªs ser¨ªan devastadoras
Europa carece de Gobierno central grande, idioma y cultura compartida
Espa?a se enfrenta a una perspectiva de dolorosa y agotadora deflaci¨®n
Hasta hace poco, era un pa¨ªs mod¨¦lico en deuda y presupuesto
La falta de una integraci¨®n fiscal lastra las ventajas de la uni¨®n y del euro
Da la sensaci¨®n de que hemos visto la misma pel¨ªcula antes, en Argentina
Los inversores no esperan que Grecia e Irlanda paguen sus deudas por completo
Pero se podr¨ªa, como han hecho los pa¨ªses b¨¢lticos, tranquilizar a los acreedores
El euro impide combatir las crisis devaluando como hizo Argentina
Sin embargo, Europa padece una crisis profunda; porque el logro del que est¨¢ m¨¢s orgullosa, la moneda ¨²nica adoptada por la mayor¨ªa de los pa¨ªses europeos, est¨¢ ahora en peligro. Lo que es m¨¢s, cada vez se parece m¨¢s a una trampa. Irlanda, aclamado como el Tigre celta no hace mucho tiempo, ahora est¨¢ luchando para evitar la quiebra. Espa?a, una econom¨ªa en auge hasta hace pocos a?os, ahora tiene un 20% de desempleo y se enfrenta a la perspectiva de a?os de deflaci¨®n dolorosa y agotadora.
Se supon¨ªa que la creaci¨®n del euro era el momento m¨¢s sublime de una grandiosa y noble empresa: el esfuerzo realizado durante generaciones para traer la paz, la democracia y la prosperidad compartida a un continente antes y a menudo desgarrado por la guerra. Pero los arquitectos del euro, atrapados por la magnitud y el romanticismo de su proyecto, decidieron ignorar las dificultades mundanas con las que una moneda compartida previsiblemente se encontrar¨ªa.
La consecuencia es una tragedia no solo para Europa sino tambi¨¦n para el mundo, para el que Europa es un modelo de conducta crucial. ?C¨®mo ha ocurrido esto?
El camino hacia el euro
Todo empez¨® con el carb¨®n y el acero. El 9 de mayo de 1950 -una fecha cuyo aniversario se celebra ahora como el D¨ªa de Europa-, Robert Schuman, el ministro de Asuntos Exteriores franc¨¦s, propuso que su pa¨ªs y Alemania Occidental aunaran sus producciones de carb¨®n y acero. Fue el primer paso en el camino hacia una "federaci¨®n de Europa" que, en ¨²ltima instancia, se convertir¨ªa en una uni¨®n aduanera dentro de la cual se comerciaba libremente con todos los bienes. Luego, a medida que la democracia se extendi¨® por Europa, tambi¨¦n lo hicieron las instituciones econ¨®micas unificadoras europeas.
En los a?os ochenta y noventa, Europa se puso manos a la obra para eliminar muchos de los obst¨¢culos que a¨²n imped¨ªan la plena integraci¨®n econ¨®mica. Las fronteras se abrieron; se garantiz¨® la libre circulaci¨®n de las personas; y las normas sobre los productos, la seguridad y los alimentos se armonizaron. Se proclam¨® que la creaci¨®n del euro era el siguiente paso l¨®gico de este proceso.
Las ventajas de una moneda ¨²nica europea eran evidentes. No m¨¢s necesidad de cambiar dinero al llegar a otro pa¨ªs; no m¨¢s incertidumbre por parte de los importadores sobre lo que un contrato terminar¨ªa costando realmente, ni por parte de los exportadores sobre lo que realmente valdr¨ªa el pago prometido. Mientras tanto, la moneda compartida reforzar¨ªa la sensaci¨®n de unidad europea.
Por otro lado, formar una uni¨®n monetaria significa sacrificar la flexibilidad. ?Hasta qu¨¦ punto es grave es esta p¨¦rdida? Eso depende. Fij¨¦monos en lo que, en principio, parece una comparaci¨®n extra?a entre dos econom¨ªas peque?as con problemas.
Dejando a un lado el clima, el paisaje y la historia, la Rep¨²blica de Irlanda y el Estado de Nevada tienen mucho en com¨²n. Ambas son econom¨ªas peque?as de unos pocos millones de personas enormemente dependientes de la venta de productos y servicios a sus vecinos. Ambas fueron econom¨ªas en expansi¨®n durante la mayor parte de la d¨¦cada pasada. Ambas padecieron enormes burbujas inmobiliarias, que estallaron y causaron mucho dolor. Ambas padecen ahora un paro de alrededor del 14%. Y ambas son miembros de uniones monetarias m¨¢s grandes: Irlanda forma parte de la zona euro y Nevada, de la zona d¨®lar. Pero la situaci¨®n de Nevada es mucho menos desesperada que la de Irlanda.
Es cierto que los presupuestos tanto de Irlanda como de Nevada han sufrido un duro golpe por culpa de la crisis. Pero gran parte del dinero que se gasta en los habitantes de Nevada proviene de programas federales, no estatales. En concreto, los jubilados no tienen que preocuparse porque la reducci¨®n de la recaudaci¨®n de impuestos del Estado vaya a poner en peligro sus cheques de la Seguridad Social o su cobertura de Medicare. En Irlanda, por el contrario, tanto las pensiones como el gasto en sanidad est¨¢n a punto de sufrir recortes.
Adem¨¢s, Nevada, a diferencia de Irlanda, no tiene que preocuparse por el coste de los rescates bancarios, no porque el Estado haya escapado a las grandes p¨¦rdidas de pr¨¦stamos, sino porque esas p¨¦rdidas, en su mayor¨ªa, estar¨¢n cubiertas por Washington.
Y es probable que el problema del paro de Nevada se vea aliviado en gran medida durante los pr¨®ximos a?os gracias a la emigraci¨®n; de manera que, incluso si los puestos de trabajo no vuelven, habr¨¢ menos trabajadores en busca de los empleos que queden.
Europa, por otro lado, no est¨¢ integrada fiscalmente: los contribuyentes alemanes no corren autom¨¢ticamente con parte de los gastos de las pensiones griegas o los rescates bancarios irlandeses. Y aunque los europeos tienen el derecho legal de moverse libremente para buscar trabajo, en la pr¨¢ctica, una integraci¨®n cultural imperfecta -sobre todo la falta de un idioma com¨²n- hace que los trabajadores tengan menos movilidad geogr¨¢fica que sus hom¨®logos estadounidenses.
Estados Unidos, como sabemos, tiene una uni¨®n monetaria que funciona, y sabemos por qu¨¦ funciona: porque coincide con un pa¨ªs: un pa¨ªs con un Gobierno central grande, un idioma com¨²n y una cultura compartida. Europa no tiene ninguna de estas cosas, lo cual ha hecho que las perspectivas de una moneda ¨²nica fueran inciertas desde el principio.
Euroforia, eurocrisis
El euro naci¨® oficialmente el 1 de enero de 1999. Al principio, era una moneda virtual: las cuentas bancarias y las transferencias electr¨®nicas se expresaban en euros, pero la gente segu¨ªa teniendo francos, marcos y liras en sus carteras. Tres a?os despu¨¦s, se llev¨® a cabo la transici¨®n final y el euro se convirti¨® en el dinero de Europa.
El mercado de eurobonos empez¨® a rivalizar pronto con el mercado de bonos en d¨®lares; los pagar¨¦s en euros empezaron a circular por todo el mundo. Y la creaci¨®n del euro infundi¨® una nueva sensaci¨®n de confianza, especialmente a aquellos pa¨ªses europeos que hist¨®ricamente hab¨ªan sido considerados riesgos de inversi¨®n. Hasta m¨¢s tarde que result¨® evidente que este aumento de la confianza era el cebo de una trampa peligrosa.
Grecia, con su larga historia de impagos de deudas y rachas de inflaci¨®n elevada, era el ejemplo m¨¢s llamativo. Hasta finales de los a?os noventa, la historia fiscal de Grecia quedaba reflejada en el rendimiento de sus bonos: los inversores solo compraban bonos emitidos por el Gobierno griego si estos ofrec¨ªan unos intereses mucho m¨¢s altos que los bonos emitidos por gobiernos considerados apuestas seguras, como Alemania. Sin embargo, a medida que el estreno del euro se acercaba, la prima de riesgo de los bonos griegos se desvanec¨ªa. Despu¨¦s de todo, se razonaba, la deuda griega pronto ser¨ªa inmune a los peligros de la inflaci¨®n: el Banco Central Europeo procurar¨ªa que as¨ª fuese.
De hecho, a mediados de la d¨¦cada de 2000, casi todo el miedo a los males fiscales espec¨ªficos de un pa¨ªs hab¨ªa desaparecido de la escena europea. A medida que los tipos de inter¨¦s converg¨ªan en toda Europa, los que antes eran pa¨ªses con tipos de inter¨¦s elevados se dejaron llevar, como era de prever, por el frenes¨ª del pr¨¦stamo. (Merece la pena se?alar que este frenes¨ª del pr¨¦stamo estaba financiado por bancos de Alemania y de otros pa¨ªses con tipos de inter¨¦s tradicionalmente bajos; esa es la raz¨®n por la que los actuales problemas de deuda de la periferia europea son tambi¨¦n un gran problema para el sistema bancario europeo en su conjunto).
Y entonces, estall¨® la burbuja
Todav¨ªa se oye a la gente hablar de la crisis econ¨®mica mundial de 2008 como si fuese algo fabricado en Estados Unidos. Pero Europa merece cargar con la misma responsabilidad. Nosotros ten¨ªamos nuestros prestatarios de alto riesgo, que decidieron firmar hipotecas demasiado elevadas para sus ingresos o fueron enga?ados para que lo hicieran; los europeos ten¨ªan sus econom¨ªas perif¨¦ricas que, de forma similar, tomaron prestado mucho m¨¢s dinero del que realmente pod¨ªan permitirse devolver.
En Grecia, la historia es sencilla: durante los a?os de los pr¨¦stamos f¨¢ciles, el Gobierno conservador de Grecia asumi¨® una gran deuda (m¨¢s de la que reconoc¨ªa). Cuando el Gobierno cambi¨® de manos en 2009, las ficciones contables salieron a la luz; de repente, se descubri¨® que Grecia ten¨ªa un d¨¦ficit mucho mayor y una deuda considerablemente superior de lo que todo el mundo pensaba. Los inversores, comprensiblemente, emprendieron la huida.
Pero Grecia es en realidad un caso poco representativo. Hace solo unos a?os, Espa?a, con diferencia la mayor de las econom¨ªas en crisis, era un ciudadano europeo mod¨¦lico, con un presupuesto equilibrado y una deuda p¨²blica aproximadamente la mitad de grande, expresada como porcentaje del PIB, que la de Alemania. Lo mismo se pod¨ªa decir de Irlanda. ?Qu¨¦ fue lo que sali¨® mal?
En primer lugar, se produjo un grave rev¨¦s fiscal a causa de la crisis. Los ingresos se hundieron en Espa?a e Irlanda y, a medida que subi¨® el paro, tambi¨¦n lo hizo el coste de las prestaciones por desempleo. Como consecuencia, tanto Espa?a como Irlanda pasaron de super¨¢vits presupuestarios justo antes de la crisis a enormes d¨¦ficits presupuestarios en 2009.
Luego estaban los costes de la limpieza financiera. Estos han sido especialmente agobiantes en Irlanda, donde los bancos se descontrolaron durante los a?os del boom. Cuando la burbuja estall¨®, se sospech¨® inmediatamente de la solvencia de los bancos irlandeses. En un intento por impedir un ataque masivo contra el sistema financiero, el Gobierno de Irlanda garantiz¨® todas las deudas bancarias (lo que carg¨® al Gobierno con esas deudas e hizo que se cuestionase su solvencia). En comparaci¨®n, los grandes bancos espa?oles estaban bien regulados, pero hab¨ªa y hay una gran inquietud respecto al estado de las cajas de ahorro m¨¢s peque?as, y preocupaci¨®n sobre cu¨¢nto tendr¨¢ que gastar el Gobierno espa?ol para evitar que quiebren.
En el transcurso del ¨²ltimo a?o m¨¢s o menos, primero Grecia y luego Irlanda se vieron atrapadas en un c¨ªrculo vicioso financiero: a medida que los posibles prestamistas perd¨ªan la confianza, los tipos de inter¨¦s que ten¨ªan que pagar por la deuda aumentaban, lo que socavaba sus perspectivas futuras, lo cual conduc¨ªa a una p¨¦rdida mayor de confianza y a tipos de inter¨¦s a¨²n m¨¢s altos. Los pa¨ªses europeos m¨¢s fuertes solo consiguieron evitar una implosi¨®n inmediata proporcionando a Grecia e Irlanda l¨ªneas de cr¨¦dito de emergencia, lo que les permiti¨® esquivar temporalmente los mercados privados. ?Pero c¨®mo se va a resolver todo esto?
Cuatro l¨ªneas argumentales europeas
Algunos economistas, entre ellos yo mismo, observamos los males de Europa y tenemos la sensaci¨®n de que hemos visto esta pel¨ªcula antes, hace una d¨¦cada en otro continente: concretamente en Argentina.
A diferencia de Espa?a o Grecia, Argentina nunca renunci¨® a su moneda, pero en 1991 hizo la siguiente mejor cosa posible: vincul¨® r¨ªgidamente su moneda al d¨®lar estadounidense, y cre¨® una "caja de conversi¨®n" seg¨²n la cual cada peso en circulaci¨®n estaba respaldado por un d¨®lar de las reservas. Durante gran parte de los a?os noventa, Argentina se vio recompensada con unos tipos de inter¨¦s mucho m¨¢s bajos y grandes entradas de capital extranjero.
Sin embargo, Argentina acab¨® cayendo en una persistente recesi¨®n y perdi¨® la confianza de los inversores. Hacia principios de 2002, despu¨¦s de airadas manifestaciones y una retirada masiva de los bancos, todo se hab¨ªa ido al garete. El v¨ªnculo entre el peso y el d¨®lar se rompi¨®, mientras el valor del peso ca¨ªa en picado; entretanto, Argentina dej¨® de pagar sus deudas y termin¨® pagando solo unos 35 c¨¦ntimos por cada d¨®lar.
Es dif¨ªcil evitar la sospecha de que el futuro podr¨ªa deparar algo similar a una o m¨¢s de las econom¨ªas problem¨¢ticas de Europa.
Tal como yo lo veo, hay cuatro modos en que la crisis europea podr¨ªa remitir (y podr¨ªa remitir de manera diferente en los distintos pa¨ªses):
- Resistir: cabe la posibilidad de que las econom¨ªas europeas puedan tranquilizar a los acreedores mostrando la voluntad suficiente para soportar el dolor y evitar as¨ª el impago y la devaluaci¨®n. Los modelos de conducta en este caso son los pa¨ªses b¨¢lticos, Estonia, Lituania y Letonia, que han estado dispuestos a soportar una austeridad fiscal muy dura mientras los salarios se reducen poco a poco con la esperanza de restaurar la competitividad (un proceso conocido como "devaluaci¨®n interna").
Hasta cierto punto, los pa¨ªses b¨¢lticos han conseguido tranquilizar a los mercados, que ahora los consideran menos arriesgados que Irlanda, y no digamos que Grecia. Pero todos los indicios apuntan a que pasar¨¢n muchos a?os antes de que recuperen el terreno perdido.
- Reestructuraci¨®n de la deuda: los inversores no esperan que Grecia e Irlanda paguen sus deudas por completo. Esperan alguna clase de reestructuraci¨®n de la deuda, aunque ello no pondr¨ªa fin de ning¨²n modo al sufrimiento de las econom¨ªas en dificultades. Fij¨¦monos en Grecia: aun cuando el Gobierno se negase a reconocer toda su deuda, todav¨ªa tendr¨ªa que recortar dr¨¢sticamente el gasto y subir los impuestos para equilibrar su presupuesto, y todav¨ªa tendr¨ªa que padecer el dolor de la deflaci¨®n. Pero una reestructuraci¨®n de la deuda podr¨ªa terminar con el c¨ªrculo vicioso de la ca¨ªda de la confianza y la subida de los costes del inter¨¦s, lo que convertir¨ªa la devaluaci¨®n interna en una estrategia viable aunque atroz.
- La estrategia argentina completa: Argentina no solamente dej¨® de pagar su deuda externa; tambi¨¦n abandon¨® su v¨ªnculo con el d¨®lar, lo que permiti¨® que el valor del peso cayese m¨¢s de dos tercios. Y esta devaluaci¨®n funcion¨®: a partir de 2003, Argentina experiment¨® una r¨¢pida recuperaci¨®n econ¨®mica impulsada por la exportaci¨®n.
?Seguir¨¢n el mismo camino uno o m¨¢s de los pa¨ªses europeos con problemas? Para ello, tendr¨ªan que superar un gran obst¨¢culo: el hecho de que ya no tienen sus propias monedas. Como se?alaba Barry Eichengreen, de Berkeley, en un influyente an¨¢lisis de 2007, cualquier pa¨ªs de la eurozona que insinuase siquiera que iba a abandonar la moneda, desencadenar¨ªa una devastadora retirada masiva de sus bancos, al apresurarse los depositantes a trasladar sus fondos a lugares m¨¢s seguros. Y Eichengreen conclu¨ªa diciendo que este obst¨¢culo "procedimental" que impide la salida hac¨ªa que el euro fuera irreversible.
Pero tambi¨¦n se supon¨ªa que la vinculaci¨®n con el d¨®lar de Argentina iba a ser irreversible, y lo que al final hizo posible la devaluaci¨®n fue el hecho de que hubo una retirada masiva de los bancos a pesar de la insistencia del Gobierno en que un peso siempre valdr¨ªa un d¨®lar. Esta retirada oblig¨® al Gobierno argentino a limitar el dinero que se pod¨ªa sacar y, una vez que estos l¨ªmites entraron en vigor, fue posible cambiar el valor del peso sin desencadenar una segunda retirada masiva. En Europa no ha pasado nada parecido (todav¨ªa). Pero sin duda es algo que est¨¢ dentro de lo posible, especialmente a medida que el sufrimiento causado por la austeridad y la devaluaci¨®n interna se prolongue.
- Europe¨ªsmo reavivado: a principios de diciembre, Jean-Claude Juncker, el primer ministro de Luxemburgo, y Giulio Tremonti, el ministro de Econom¨ªa de Italia, desataron una tormenta con su propuesta de crear "eurobonos" que ser¨ªan emitidos por un organismo de deuda europeo a instancias de los pa¨ªses europeos individuales. Como estos bonos estar¨ªan garantizados por la Uni¨®n Europea en conjunto, brindar¨ªan a las econom¨ªas con problemas un modo de evitar los c¨ªrculos viciosos del declive de la confianza y el aumento del coste de los pr¨¦stamos. Por otra parte, esos bonos podr¨ªan exponer a unos Gobiernos a las deudas de otros (un inconveniente que los furiosos funcionarios alemanes se apresuraron a se?alar). Los alemanes defienden con firmeza que Europa no debe convertirse en una "uni¨®n de transferencias" en la que los Gobiernos y los pa¨ªses m¨¢s fuertes proporcionen ayuda sistem¨¢ticamente a los m¨¢s d¨¦biles. Pero como demuestra la comparaci¨®n entre Irlanda y Nevada, Estados Unidos funciona como una uni¨®n monetaria en gran parte precisamente porque tambi¨¦n es una uni¨®n de transferencias, en la cual los Estados que no han quebrado ayudan a los que s¨ª. Y resulta dif¨ªcil vislumbrar un modo de que el euro funcione a menos que Europa encuentre la manera de lograr algo similar. Un fracaso del euro representar¨ªa un golpe posiblemente irreversible para las esperanzas de una verdadera federaci¨®n europea. ?Permitir¨¢n los pa¨ªses fuertes de Europa que eso suceda? ?O asumir¨¢n la responsabilidad, y posiblemente el coste, de ser los guardianes de sus vecinos? El mundo entero espera la respuesta.
Paul Krugman es profesor de Econom¨ªa en Princeton y premio Nobel de Econom¨ªa de 2008. Su ¨²ltimo libro es El retorno de la econom¨ªa de la depresi¨®n y la crisis de 2008. ? The New York Times Magazine 2011. Distributed by The New York Times Syndicate. Traducci¨®n de News Clips.
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