El ¡®Homo mobilis¡¯ en la era de la velocidad
M¨¢s barato, m¨¢s veces, m¨¢s r¨¢pido, m¨¢s lejos. Viajar nunca hab¨ªa sido tan f¨¢cil como ahora. Pero la cultura del movimiento todav¨ªa est¨¢ en pa?ales
Cada minuto despegan 70 aviones de pasajeros en el mundo. Ahora mismo, mientras usted lee este art¨ªculo, m¨¢s de 10.000 aeronaves surcan simult¨¢neamente los cielos, como se puede comprobar en tiempo real en webs como Flight Radar: un enjambre de aparatos voladores que cubre pa¨ªses y continentes. A bordo de ellos, cerca de 1,5 millones de personas se desplaza permanentemente de un lugar a otro del planeta.
¡°A principios de 1940, Par¨ªs estaba a seis d¨ªas caminando desde la frontera [con B¨¦lgica], a tres horas en coche y a una hora en avi¨®n. Hoy la capital est¨¢ cerca de cualquier otro lugar¡±, escribe el urbanista te¨®rico franc¨¦s Paul Virilio (Par¨ªs, 1932) en Speed and Politics (Velocidad y pol¨ªtica), un ensayo sobre la tecnolog¨ªa y su relaci¨®n con la velocidad y el poder. Nunca se hab¨ªan dado unas condiciones para la movilidad como ahora. A ello han contribuido la disrupci¨®n tecnol¨®gica de Internet, los m¨®viles y el boom del low cost: en la ¨²ltima d¨¦cada, el mercado de los vuelos de bajo coste casi se ha triplicado en Europa, donde dos tercios de la poblaci¨®n vive a menos de una hora de un aeropuerto.
Un billete de avi¨®n cuesta hoy menos de la mitad que en 1999, seg¨²n la Asociaci¨®n Internacional de Transporte A¨¦reo (IATA). ?Sab¨ªa que por 30 euros o incluso menos se puede volar desde Madrid a Oporto, Toulouse, Par¨ªs o Pisa? En contrapartida a los precios bajos, volar ha dejado de ser un lujo, y el pasajero de clase turista tiene que bregar con cuestiones como llevarse puesto el bocadillo o, en los vuelos de larga distancia, realizar una tabla de ejercicios para que no se le duerman las piernas.
¡°Hoy m¨¢s de la mitad de los turistas se mueven en avi¨®n y aumentar¨¢n a cerca de 1.000 millones en 2036¡±, afirma John Leahy, director de ventas de Airbus. En este escenario de cielos saturados irrumpen los vuelos de larga distancia y sin escalas impulsados por una nueva generaci¨®n de aviones m¨¢s peque?os y eficientes que gastan mucho menos combustible, tardan menos y ofrecen mejores tarifas.
Un billete de avi¨®n cuesta hoy menos de la mitad que en 1999. Por menos de 30 euros se puede volar de Madrid a Oporto, Toulouse, Par¨ªs o Pisa
Y cuando parec¨ªa que todo estaba inventado en el transporte low cost, se hace popular el bajo coste en los autocares de la mano de empresas como FlixBus, que conecta 1.200 destinos en 26 pa¨ªses europeos y ya ofrece 15 l¨ªneas desde Espa?a. Un trayecto Madrid-Lisboa, por ejemplo, cuesta 22 euros. La otra revoluci¨®n llega de la mano del consumo colaborativo y de plataformas para compartir trayectos en coche como Blablacar o Amovens, una f¨®rmula que permite desplazarse entre Madrid y Valencia por unos 15 euros, por ejemplo.
Viajar es cada vez m¨¢s f¨¢cil y barato, pero esto tambi¨¦n tiene consecuencias. El exceso de turistas amenaza con matar de ¨¦xito a ciudades como Berl¨ªn, Venecia o ?msterdam. Sus habitantes sufren turismofobia. ?msterdam, que recibe cerca de 18 millones de visitantes anuales, acaba de prohibir la apertura de nuevas tiendas para turistas en el centro, un gesto con el que trata de evitar que los locales de recuerdos y de comida r¨¢pida desplacen a los comercios tradicionales.
¡°La facilidad en los desplazamientos se ha convertido en un cuasi derecho social, como la salud o la educaci¨®n, o en un bien p¨²blico, como el agua o la electricidad, del que nadie debiera ser privado¡±, afirma el soci¨®logo franc¨¦s Georges Amar, autor de Homo mobilis: la nueva era de la movilidad (La Cruj¨ªa Ediciones). ¡°Pero ir lo m¨¢s r¨¢pido posible, lo m¨¢s lejos posible o lo m¨¢s frecuentemente posible no es la condici¨®n necesaria ni suficiente de una buena movilidad. Lo que cuenta es la riqueza de las oportunidades, la creaci¨®n de relaciones fecundas, las experiencias, descubrimientos, actividades y hasta descansos proporcionados o favorecidos por nuestros desplazamientos¡±.
Seg¨²n Amar, acabamos de entrar en la era del movimiento. Y no sabemos bien qu¨¦ hacer con ella, somos como un ni?o en una tienda de chuches. ¡°Hemos descubierto que la movilidad es algo abundante y barato y la usamos indiscriminadamente o protestamos contra cualquier restricci¨®n. Hemos pasado de un mundo en el que era la excepci¨®n a un mundo en el que es normal, y es otro mundo, otro espacio-tiempo, otro imaginario con otras herramientas, servicios e infraestructuras, con nuevas regulaciones y valores. Apenas nos hemos asomado al borde y tenemos que aprender todo de nuevo. Todo est¨¢ por descubrir, por inventar, por regular. La cultura del movimiento todav¨ªa est¨¢ en pa?ales¡±.
Hemos pasado de un mundo en el que la movilidad era la excepci¨®n a un mundo en el que es normal. Y no sabemos bien qu¨¦ hacer con ella
Sin embargo, la noci¨®n de movilidad no es nueva. En septiembre de 1991, una pareja de excursionistas descubri¨® en un terreno glaciar del macizo de ?tztal, en los Alpes italianos, el cuerpo de un var¨®n momificado que vivi¨® hace 5.300 a?os, al final de la prehistoria. ?tzi, como fue bautizado este hombre del hielo, portaba varios objetos, entre ellos un hacha de cobre. Analizando el metal, un equipo de investigadores de la Universidad de Padua descubri¨® que la herramienta de ?tzi proven¨ªa de la regi¨®n de Toscana, a centenares de kil¨®metros del lugar donde fue encontrado. Eudald Carbonell, catedr¨¢tico de Prehistoria y arque¨®logo, codirector de las excavaciones de Atapuerca, explica en su libro Los sue?os de la evoluci¨®n, publicado por National Geographic, c¨®mo nuestro desarrollo como especie va en paralelo al movimiento: ¡°El progreso humano ha sido posible gracias a los viajes. Los comportamientos que nos aportan m¨¢s ventajas adaptativas son los que han sido asimilados por diferentes especies del g¨¦nero Homo; cuando no ha sido as¨ª, las menos adaptadas han desaparecido. Tenemos, en cualquier caso, una singularidad: la aceleraci¨®n temporal de nuestras adquisiciones. Actualmente ocurren m¨¢s cosas en un a?o que antes en milenios¡±.
?Qu¨¦ nos impulsa a viajar? ?Qu¨¦ nos hace Homo mobilis? En una ocasi¨®n le preguntaron al ocean¨®grafo franc¨¦s Jacques-Yves Cousteau qu¨¦ le hab¨ªa empujado a explorar los mares del planeta. ¡°La curiosit¨¦¡±, respondi¨®. La curiosidad. ¡°Saberse n¨®mada una vez basta para persuadirse de que volveremos a irnos, de que el ¨²ltimo viaje no ser¨¢ el final¡±, escribe el profesor franc¨¦s de filosof¨ªa Michel Onfray (Argentan, 1959). Su Teor¨ªa del viaje, po¨¦tica de la geograf¨ªa (Taurus) es un manifiesto a favor del nomadismo. ¡°El viajero concentra el gusto por el movimiento, la pasi¨®n por el cambio, el deseo ferviente de movilidad, la incapacidad visceral de la comuni¨®n gregaria, la furia de la independencia, el culto de la libertad (...). Viajar supone por tanto rechazar el empleo del tiempo laborioso de la civilizaci¨®n en beneficio del ocio inventivo y feliz¡±.
¡°?En qu¨¦ momento comienza realmente el viaje?¡±, se pregunta Onfray. Cuando cerramos la puerta de casa. ¡°El primer paso nos instala, de facto, en un intervalo en el que impera una l¨®gica especial: ya no en el lugar que se ha dejado, todav¨ªa no en el lugar pretendido¡±. Son los ¡°no lugares¡± de los que hablaba Marc Aug¨¦ para referirse a los espacios de confluencia an¨®nimos, como las estaciones o los aeropuertos, en contraposici¨®n con aquellos otros en los que vivimos o nos relacionamos.
Los nuevos aeropuertos ya no son solo puntos de partida o de llegada: se han convertido en grandes centros de ocio. Lugares como Changi (Singapur), considerado el mejor aeropuerto del mundo, Dub¨¢i o Schiphol (?msterdam), donde hasta hay una sucursal del Rijksmuseum con obras originales del siglo XVII. ¡°Los aeropuertos definir¨¢n la ubicaci¨®n de los negocios y el desarrollo de las ciudades en el siglo XXI, as¨ª como las autopistas lo hicieron en el siglo XX y los puertos en el siglo XIX¡±, afirma John Kasarda, director del Instituto Kenan de Empresas Privadas de la Universidad de Carolina del Norte (EE UU), quien acu?¨® el t¨¦rmino aerotr¨®polis para referirse a una ciudad creada en torno a un aeropuerto.
La terminal se convierte en centro urbano, y a su alrededor se forma una compleja red de negocios, infraestructuras, viviendas y ocio, con una poblaci¨®n permanente y una industria que quieren estar cerca de las pistas porque ¡°el tiempo y coste de mover personas y productos hasta y desde el aeropuerto se est¨¢ convirtiendo en un factor determinante¡±, seg¨²n Kasarda. Es el caso del distrito tecnol¨®gico y financiero de Songdo, vinculado al aeropuerto internacional Incheon de Se¨²l, a menos de cuatro horas de vuelo de un tercio de la poblaci¨®n mundial.?
La revoluci¨®n limpia
La pr¨®xima gran disrupci¨®n tecnol¨®gica ser¨¢ limpia y ocurrir¨¢ antes de 2030, asegura el profesor de la Universidad de Stanford (California) Tony Seba, quien augura que los coches aut¨®nomos el¨¦ctricos y compartidos acabar¨¢n con el transporte por carretera tal como lo conocemos. Y el ma?ana se acerca volando: Uber se asoci¨® hace unos d¨ªas con la NASA para dise?ar las autopistas a¨¦reas de Los ?ngeles por las que supuestamente circular¨¢n ¡ªseg¨²n el director del proyecto, Jeff Holden, hacia 2020, solo un a?o despu¨¦s de lo que aventuraba la pel¨ªcula Blade Runner¡ª sus futuros taxis voladores. Entre los planes de las ciudades para frenar la contaminaci¨®n y aligerar el tr¨¢fico cobra cada vez m¨¢s protagonismo la bicicleta, "la ¨²ltima esperanza que tienen las ciudades de recuperar su dimensi¨®n humana y las personas, formas de relacionarnos que hemos perdido", seg¨²n el antrop¨®logo franc¨¦s Marc Aug¨¦. "Los conversos recientes del ciclismo hablan entre s¨ª o se desplazan juntos en silencio, pero no veo a ninguno usando el m¨®vil (...) la bicicleta es la oportunidad de enfrentarse al mundo real y de descubrir tus capacidades corporales: la libertad que da es la libertad misma del cuerpo", dice en su delicioso ensayo Elogio de la bicicleta (Gedisa).
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