Hostal tradicional busca cliente moderno
Negocios con d¨¦cadas de historia se reinventan presionados por el boom de los apartamentos tur¨ªsticos
Victoriano Fern¨¢ndez est¨¢ jubilado, pero sigue pasando los d¨ªas en su hostal en el centro de Madrid. Por hacer compa?¨ªa a su mujer, Mari, que todav¨ªa regenta el negocio. Y porque este ha sido durante treinta a?os su segundo hogar. Antes de hacerse cargo del Hostal Galaico, Victoriano regentaba el Ideal. Una pensi¨®n que ha entrado en la mitolog¨ªa de la ciudad: all¨ª se quedaban los j¨®venes que aspiraban a jugar en el Real Madrid antes de que se construyera la Ciudad Deportiva. ¡°Ca?izares fue de los ¨²ltimos que tuvimos. Eran unos chicos muy majos¡±, recuerda Victoriano con sonrisa de merengue convencido. En los ochenta, cerr¨® el Ideal y se traslad¨® a Gran V¨ªa 15. Aqu¨ª estaba en familia. En el piso de arriba su hermano regentaba otro hostal, el Avenida. No eran los ¨²nicos: desde los a?os 70, ocho hostales se reparten por las plantas de este edificio se?orial que fue propiedad del Marques de Villamayor de Santiago.
Hoy los ocho permanecen. Conviven con un apartamento tur¨ªstico de lujo, una residencia de estudiantes, una academia y pisos de particulares. El portal es un continuo ir y venir de maletas y turistas escrutando mapas. Muchos hostales siguen como en los primeros a?os. Otros se han renovado. Lo que ya no es igual es el negocio. Ya no llegan los viajeros que al ver la colecci¨®n de placas en el portal llamaban pidiendo habitaci¨®n. Las reservas se mueven casi exclusivamente en internet y los propietarios han tenido que adaptarse como han podido.
Los a?os de la crisis fueron duros: los hoteles bajaron los precios y los hostales tuvieron que reducir sus tarifas para sobrevivir. Y justo cuando la situaci¨®n se estaba recuperando, apareci¨® en escena un competidor inesperado: los apartamentos tur¨ªsticos. Los due?os de los hostales tradicionales se han convertido la v¨ªctima silenciosa de una competencia en muchos casos desleal. ¡°No puedes hacer nada para luchar contra eso¡±, se queja con cierta resignaci¨®n la sobrina de Victoriano, Marisol Fern¨¢ndez, de 42 a?os, responsable ahora del negocio que inauguraron sus padres. En la recepci¨®n del Avenida, un piso por encima de sus t¨ªos, Marisol enumera las obligaciones que los apartamentos ilegales se saltan sin miramientos: seguros, desinfecci¨®n, impuestos, riesgos laborales¡ Aunque prefiere ser optimista: ¡°al final, en Madrid, cuando hay negocio, hay negocio para todos y se llena. Y cuando no hay, no hay para ninguno¡±.
El Galaico y el Avenida son dos hostales a la antigua usanza. Con su cajet¨ªn para las llaves en recepci¨®n, su gotel¨¦ en las paredes y su hospitalidad de otro tiempo. Cuenta Marisol que todav¨ªa mantiene clientes de la ¨¦poca de sus padres: como un viejo profesor que viene regularmente a Madrid para dar charlas o Aldema, una se?ora brasile?a que todos los a?os pasa tres meses en una de sus 14 habitaciones.
En Gran V¨ªa 15 se puede dormir por menos de cuarenta euros la noche; en temporada alta, la habitaci¨®n con vistas sube hasta los cien. Los hostales de siempre conviven con otros en pleno proceso de renovaci¨®n. En la planta cuarta, el antiguo Hostal La Plata se llama ahora The Good Rooms. An¨ªbal Garc¨ªa, el reci¨¦n incorporado gerente, explica que el nuevo proyecto ha empezado hace dos a?os. Pero a pesar de los nuevos br¨ªos, los propietarios no se quieren deshacer del viejo nombre: son todav¨ªa muchos los clientes fieles que preguntan por La Plata. ¡°Alguna vez ha venido alguien con una tarjeta de hace 30 a?os que le dio un amigo¡±, cuenta Camelia, que lleva m¨¢s de una d¨¦cada en la recepci¨®n.
Tambi¨¦n en La Plata tienen fieles que repiten desde los a?os 70 y Camelia recuerda el nombre de todos y su habitaci¨®n preferida. ¡°La mayor¨ªa son argentinos, porque los due?os estuvieron cuarenta a?os en Buenos Aires antes de volver a Espa?a para abrir esto¡±, explica, ¡°hay un pintor, Jorge Tapia, que es muy famoso all¨ª. Y tenemos a un mago, el se?or Magaldi, que viene desde que los hijos de los due?os eran peque?os y se queda siempre en la misma habitaci¨®n. Y tambi¨¦n vino el padre del Che Guevara, que iba a publicar un libro sobre su hijo en Espa?a. Su esposa, la madrastra del Che, ha seguido viniendo durante a?os, aunque ya era muy mayor¡±.
El jefe de Camelia, An¨ªbal Garc¨ªa, escucha sus historias con cierto embeleso y explica que sus clientes suelen buscar ubicaci¨®n y buen precio. Exactamente lo mismo que ofrecen los apartamentos tur¨ªsticos. ¡°Son una competencia muy fuerte para nosotros. Y en muchos casos desleal. Pisos particulares que no cumplen la normativa que hay que cumplir¡±, explica An¨ªbal. ¡°A nosotros lo que nos ha salvado es estar en este lugar¡±.
En eso coinciden todos los responsables de los hostales de Gran V¨ªa 15. Tambi¨¦n Alba Fern¨¢ndez que se meti¨® en el negocio por casualidad. El luminoso amarillo del Hostal Montecarlo es casi lo ¨²nico que queda de la etapa anterior. Hace cinco a?os un fondo de inversi¨®n compr¨® el negocio y le ofreci¨® a Alba hacerse cargo. Se hab¨ªa quedado en paro y se lanz¨® a la aventura. Lo renov¨®, lo redecor¨®, dise?¨® una buena p¨¢gina web y empez¨® a estudiarse el calendario de eventos madrile?os para saber cu¨¢ndo hay m¨¢s demanda. El Montecarlo se llena en las fiestas del Orgullo o cuando juega el Real Madrid. ¡°La gente pregunta m¨¢s por el Bernab¨¦u que por el Prado¡±, bromea. Ser¨¢ por eso que en la recepci¨®n de todos los hostales de Gran V¨ªa 15 se ofrece la ruta del Real Madrid. Aunque si hay alguien en el edificio que sabe de eso es Victoriano, que en el piso quinto sigue recordando aquellos tiempos de gloria de los hostales, cuando no exist¨ªan los apartamentos tur¨ªsticos y ¨¦l regentaba el Ideal.
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