La alianza de inquilinos, ¡®kellys¡¯ y vecinos cabreados que pone en jaque al turismo masivo
Los grupos tras las protestas que recorren Espa?a forman una coalici¨®n que integra a ecologistas, defensores del derecho a la vivienda y propietarios en zonas saturadas
El jaleo en la azotea de un edificio de apartamentos tur¨ªsticos no deja dormir a Fernando Pe?uela, que vive desde hace tres d¨¦cadas en la calle San Jos¨¦, en el centro de Sevilla, y desde hace unos cinco a?os est¨¢ cada vez m¨¢s harto. A sus 67, ya jubilado, se levanta casi cada madrugada a pedir silencio. A veces le hacen caso. Otras no. ¡°Que est¨¢n haciendo uso de su libertad, me dijeron una vez¡±, recuerda. Conforme explica sus desvelos, se va cabreando. ¡°No es solo el ruido nocturno, son los borrachos que hay que aguantar, las bolsas de basura en la calle, las pistolitas de agua, las calles ate...
El jaleo en la azotea de un edificio de apartamentos tur¨ªsticos no deja dormir a Fernando Pe?uela, que vive desde hace tres d¨¦cadas en la calle San Jos¨¦, en el centro de Sevilla, y desde hace unos cinco a?os est¨¢ cada vez m¨¢s harto. A sus 67, ya jubilado, se levanta casi cada madrugada a pedir silencio. A veces le hacen caso. Otras no. ¡°Que est¨¢n haciendo uso de su libertad, me dijeron una vez¡±, recuerda. Conforme explica sus desvelos, se va cabreando. ¡°No es solo el ruido nocturno, son los borrachos que hay que aguantar, las bolsas de basura en la calle, las pistolitas de agua, las calles atestadas. ?16 turistas en bicicleta cont¨¦ en la calle Descalzos, que tendr¨¢ dos metros de ancho! Mira, yo nac¨ª en el barrio de San Rom¨¢n, a 500 metros de mi casa. Llevo aqu¨ª toda mi vida. Antes, si un turista me preguntaba d¨®nde estaba la Catedral, yo, que soy muy sevillanito, me pavoneaba: ¡®Por aqu¨ª, por all¨ª¡¯. Presum¨ªa. Ahora veo un turista y me cambio de acera¡±.
¨C?Y no se plantea cambiar de barrio?
Responde que no. En primer lugar, porque paga un alquiler razonable gracias una relaci¨®n ¡°medio familiar¡± con el due?o. ¡°No tengo dinero para irme¡±, dice. Pero hay algo m¨¢s. Como si hubiera masticado un poco m¨¢s sus razones, eleva un punto el tono para completar la respuesta: ¡°?Por qu¨¦ me tengo yo que desarraigar? Entiendo tu pregunta, pero d¨¦jame hacer otra a m¨ª: ?por qu¨¦ co?o me voy a ir yo de mi barrio?¡±.
En Sevilla, como en otras ciudades espa?olas, han tenido lugar desde primavera protestas contra el turismo desbocado. Las capitales de las siete islas de Canarias abrieron fuego el 20 de abril con manifestaciones multitudinarias. Ha habido r¨¦plicas en Baleares, tambi¨¦n masivas, y otras menores por todo el pa¨ªs. Pe?uela se ha sumado a las de Sevilla, una ciudad en la que el turismo suele ser intocable y ya no lo parece tanto. ¡°Y esto es solo el principio. Va a ir a m¨¢s¡±, pronostica David L¨®pez, presidente de Sevilla se Muere, convocante de una manifestaci¨®n que reuni¨® a cientos de personas en junio.
Conservador del patrimonio de 48 a?os, L¨®pez afirma que el rechazo a la ¡°turistificaci¨®n, la barificaci¨®n y la parquetematizaci¨®n¡± pone de acuerdo a ¡°mucha gente de muchos tipos¡±. ¡°Esto estalla por la vivienda. La gente no puede pagar un alquiler no solo en el centro, sino en buena parte de Sevilla, porque el problema es una mancha de aceite. Pero hay m¨¢s motivos. Est¨¢ el que dice ¡®basta¡¯ al ruido, o al destrozo del patrimonio, y el que no aguanta esta Sevilla de cart¨®n piedra. Hay diversidad de edad, ideol¨®gica, de razones¡±, afirma.
Esa diversidad alcanza su plenitud en los dos archipi¨¦lagos. Las manifestaciones del 20 de abril ¨Cel ya famoso 20-A, equivalente para la Espa?a saturada a lo que fue el 31 de marzo de 2019 para la Espa?a despoblada¨C contaron con el respaldo de decenas de asociaciones en Santa Cruz de Tenerife, Las Palmas de Gran Canaria, Puerto del Rosario y otras ciudades. La mayor¨ªa son ecologistas, pero tambi¨¦n las hay de defensa del derecho a la vivienda, sindicales, vecinales, agr¨ªcolas... ¡°Aqu¨ª lo que m¨¢s arraigo hist¨®rico tiene es el ecologismo, la defensa del territorio, pero ahora se suman el problema del alquiler, el del empleo y el deterioro de los servicios p¨²blicos. Y algo que todo el mundo ve: no se puede estar tranquilo en ning¨²n sitio; antes hab¨ªa lugares que nos pertenec¨ªan, ya no¡±, afirma Iv¨¢n Cerde?a, de 37 a?os, de la Asociaci¨®n Tinerfe?a de Amigos de la Naturaleza, que asegura que las protestas volver¨¢n tras el verano.
La plataforma Canarias se Agota se present¨® a las puertas del 20-A con la intenci¨®n de canalizar esa heterogeneidad. El arranque de su actividad fue espectacular: una huelga de hambre en una iglesia tinerfe?a. Melu M¨¦ndez, camarera de piso de 57 a?os, iba por las noches ¡°a ayudar¡± a los huelguistas. ¡°Aqu¨ª estamos todos en la misma brega porque todo confluye: vivienda, transporte, sanidad, medio ambiente, trabajo...¡±, explica M¨¦ndez, residente en Santa ?rsula (Santa Cruz de Tenerife), que espera cita para operarse del t¨²nel carpiano en las dos manos. Aunque acudi¨® al 20-A con la camiseta de Kellys Uni¨®n Tenerife, se ve parte de algo mayor: ¡°Limpiar 25 o 30 habitaciones [en un d¨ªa] enferma el cuerpo y la mente. Pero yo llevo mi tierra en las venas. Me duele que el 70% de las camareras de piso trabajemos medicadas [seg¨²n un estudio de CC OO], pero tambi¨¦n ver el mar lleno de mierda. Todo es parte del mismo problema, un modelo en el que unos pocos hacen ¡®clin, clin¡¯ y los dem¨¢s estamos para servir¡±.
Una impresi¨®n aparece con frecuencia: la preocupaci¨®n por la escasez de oportunidades de empleo y vivienda para los hijos en las zonas m¨¢s turistificadas. As¨ª lo expresan Fernando Pe?uela, Melu M¨¦ndez y tambi¨¦n Lidia Cruz, maestra de 63 a?os, con hijas de 30 y 27. ¡°Es mentira que estemos contra el turismo, estamos contra esto¡±, dice. ¡°Esto¡± es lo que sufre como residente en el barrio Guanarteme, de Las Palmas de Gran Canaria, emblema de saturaci¨®n. Sus palabras recuerdan a las de Pe?uela en Sevilla: esa sensaci¨®n de sobrar en el propio barrio. Miembro de Guanarteme se Mueve, Cruz ve la ¡°alianza¡± en torno al 20-A como ¡°un puzzle con muchas piezas¡±. ¡°Est¨¢n los que no pueden pagar una vivienda, los que vivimos en barrios que han cambiado de forma brutal, los que denuncian el da?o al patrimonio cultural y natural, los que sufren la falta de oportunidades...¡±, enumera. Due?a de su vivienda, no se plantea subirse a la ola, vender o arrendar su casa y adi¨®s muy buenas. ¡°Quiero ayudar a cambiar las cosas¡±, dice. Piensa en sus hijas.
La plataforma Menys Turisme M¨¦s Vida de Baleares, donde hubo protestas en mayo y julio, ofrece una panor¨¢mica de los grupos movilizados que recuerda a la de Canarias. Muchos son ecologistas, como el hist¨®rico GOB Mallorca ¨Cnacido en 1973¨C o el m¨¢s juvenil Extinction Rebellion. Los hay de vivienda: PAH, Banco del Tiempo. Hay otra vez sindicalistas, kellys, agricultores. Y abundan de nuevo las asociaciones vecinales. Al frente de la federaci¨®n vecinal en Palma est¨¢ Maribel Alc¨¢zar, de 67 a?os, que carga contra ¡°un monocultivo tur¨ªstico empobrecedor¡± que borra la ¡°idiosincrasia¡± de los barrios. ¡°Ante ese desaf¨ªo, el movimiento vecinal no se puede quedar en el ¡®ay, mi farolita¡¯. Necesitamos visi¨®n de conjunto para cambiar la realidad¡±, afirma, convencida de que es clave mantener la cooperaci¨®n entre colectivos de distintos ¨¢mbitos. Es una opini¨®n compartida por Pere Joan, de 25 a?os, graduado en Historia del Arte y miembro de Fridays for Future: ¡°Pol¨ªticamente, a¨²n no hemos logrado cambiar las cosas. Socialmente s¨ª hemos avanzado. Si hemos conseguido movilizar a tanta gente, es porque hemos trabajado coordinadamente. Y lo haremos otra vez cuando volvamos a la calle en septiembre u octubre¡±.
Inquilinos y propietarios
El movimiento por el derecho a la vivienda desempe?a un papel destacado. Paco Morote, portavoz de la PAH, afirma que su organizaci¨®n ha vivido ¡°una evoluci¨®n¡± desde sus or¨ªgenes, ¡°cuando ni hab¨ªa llegado a Espa?a Airbnb¡±, hasta una visi¨®n ¡°m¨¢s amplia¡± que abarca ¡°la cr¨ªtica a la masificaci¨®n tur¨ªstica¡±. ¡°Por eso estamos en estas movilizaciones¡±, afirma. Parecida perspectiva ofrece Pablo P¨¦rez, portavoz del Sindicato de Inquilinas de Madrid, que sostiene que esta protesta re¨²ne condiciones para forjar unidad en la reivindicaci¨®n, ya que la turistificaci¨®n ¡°destroza el territorio, y por eso hay ecologistas, crea condiciones laborales p¨¦simas, y por eso hay sindicatos, genera molestias, y por eso hay asociaciones vecinales, y encarece la vivienda¡±. ¡°Nos hemos dado cuenta ¨Cconcluye¨C de que tenemos que organizarnos m¨¢s all¨¢ de lo sectorial, m¨¢s all¨¢ de la vivienda¡±. Uno de los lugares donde la PAH y el Sindicato de Inquilinas coinciden contra la turistificaci¨®n es Barcelona, donde una protesta en julio reuni¨® a miles de personas con el impulso de la Assemblea de Barris pel Decreixement Tur¨ªstic, formada por entidades que cubren un cat¨¢logo de reivindicaciones similar al ya visto en Canarias y Baleares
En M¨¢laga, donde salieron a la calle miles de personas en junio, destaca la aportaci¨®n del Sindicato de Inquilinas y Un Techo por Derecho, de la que es miembro Rosa Galindo, de 55 a?os, que muestra su orgullo por c¨®mo ¡°las vecinas de barrios afectados por la turistificaci¨®n, como La Trinidad, fueron las protagonistas de la manifestaci¨®n¡±. ?Qu¨¦ explica la fuerza exhibida por aquella protesta? A la merma de derechos ¨C¡°muy pocos pueden pagar 1.300 euros de alquiler en un barrio de trabajadoras¡±¨C, Galindo suma el problema de la p¨¦rdida de identidad de los barrios: ¡°Se nos est¨¢n acercando propietarios que se quedan sin vecinos, rodeados de pisos tur¨ªsticos, que ya no viven sino que malviven¡±.
Ejemplo de este malvivir es Miguel ?ngel Fern¨¢ndez. Con 59 a?os, reside con su pareja y su hija, de 25, en una vivienda en propiedad en El Perchel Norte, anta?o barrio obrero de M¨¢laga ahora ¡°gentrificado¡±, explica. De 12 viviendas del bloque, siete son apartamentos tur¨ªsticos y pronto lo ser¨¢n tambi¨¦n los bajos. Dice que ¡°la vida vecinal se ha ido a la mierda¡±, que ¡°el comercio tradicional est¨¢ desapareciendo¡±, que ¡°no hay sitio para aparcar¡±... ?Se plantea irse? Duda. Podr¨ªa alquilar su apartamento, de unos 90 metros cuadrados y que compr¨® hace 30 a?os por cinco millones de pesetas, por unos 1.200 euros. O venderlo. ¡°Aunque este es mi barrio, la presi¨®n es grande. Quiz¨¢s cuando mi mujer y yo nos jubilemos...¡±, reflexiona. Aunque luego a?ade: ¡°Claro, entonces tendr¨ªa que irme de M¨¢laga, como dice el alcalde [en una entrevista en Sur, el regidor dijo que ¡°tener que irse a vivir fuera de M¨¢laga tiene una importancia relativa¡±]. Y as¨ª seguir¨ªamos engordando la bola¡±.
¨C Usted, due?o de la vivienda en la que reside, ?siente sus intereses m¨¢s cerca de los de un rentista o de los de un inquilino?
¨C Del inquilino. Porque para m¨ª la vivienda sirve para vivir. Y porque con este modelo mi hija tiene dif¨ªcil emanciparse. Por eso critico el turismo masivo. Y sin turismofobia. Yo mismo, que soy historiador y arque¨®logo, trabajo de gu¨ªa en un museo.
Esta respuesta es clave para el soci¨®logo especializado en vivienda Daniel Sorando, profesor de la Universidad de Zaragoza, que sostiene que la fuerza de todo este movimiento depender¨¢ de cu¨¢ntos haya como Miguel ?ngel Fern¨¢ndez. ¡°El ¨¦xito del lobby inmobiliario se basa en que los propietarios, sean rentistas o no, se ven parte de un mismo bloque gracias a un discurso hegem¨®nico que enfatiza el car¨¢cter sagrado de la propiedad, por ejemplo con la insistencia en la ocupaci¨®n. Si los efectos del turismo masivo extienden entre los propietarios no rentistas la idea de que sus intereses son m¨¢s pr¨®ximos a los de los inquilinos, se mover¨ªa una placa tect¨®nica de la sociedad espa?ola¡±, afirma el autor de First we take Manhattan. La destrucci¨®n creativa de las ciudades. En Espa?a el porcentaje de hogares que perciben rentas inmobiliarias no llega al 10%, seg¨²n un informe de abril del Grupo de Estudios Cr¨ªticos Urbanos con datos de Hacienda y el INE. En cambio, m¨¢s del 75% de la vivienda es en propiedad, seg¨²n el INE. ¡°Cuanta m¨¢s gente de esta masa concluya que la mercantilizaci¨®n de la vivienda le quita m¨¢s de lo que le da, m¨¢s solos se quedar¨¢n los rentistas, que ahora se benefician de unas pol¨ªticas a su medida¡±.
Ernest Ca?ada, investigador en Alba Sud, un centro cr¨ªtico con el modelo tur¨ªstico, cree que estamos ante un ¡°nuevo ciclo de movilizaci¨®n¡±, distinto al posterior a la Gran Recesi¨®n. Coautor del ensayo El malestar en la turistificaci¨®n, Ca?ada public¨® en julio un art¨ªculo repasando las protestas celebradas. Adem¨¢s de las ya citadas, aparecen Madrid ¨CLavapi¨¦s¨C, C¨¢diz ¨Ccon miles de personas en la calle¨C, Granada, Girona, destinos c¨¢ntabros... M¨¢s tarde se sumar¨ªan Alicante, Valencia... ¡°En cada ciudad, la protesta es distinta, pero todas evidencian c¨®mo la turistificaci¨®n afecta a m¨²ltiples derechos: vivienda, empleo, medio ambiente, disfrute de la ciudad¡±, a?ade Ca?ada, que ve ¡°desconcierto¡± en la reacci¨®n pol¨ªtica porque cuestiona ¡°un modelo intocable¡±. La derecha, seg¨²n Ca?ada, no tiene el menor inter¨¦s en cambiar nada. Y la mayor¨ªa de la izquierda, por ejemplo el Gobierno del PSOE y Sumar, es ¨Cseg¨²n Ca?ada¨C ¡°presa de la falta de una propuesta propia sobre qu¨¦ hacer con el turismo¡±.