La soledad no deseada: un reto social que exige respuestas comunitarias
Hay eventos vitales que aceleran este sentimiento, como la migraci¨®n, el cambio de empleo o la maternidad
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En la era de la modernidad l¨ªquida, caracterizada por la precariedad en las relaciones humanas y la falta de cohesi¨®n social, la soledad ha emergido como un fen¨®meno central en nuestras sociedades. No es casualidad que ocupe un lugar destacado en la agenda pol¨ªtica: su impacto en el bienestar y en la salud mental de la poblaci¨®n es innegable. Sin embargo, la soledad no deseada no es solo un problema individual, es, sobre todo, un desaf¨ªo colectivo que requiere respuestas desde la comunidad.
Desde la Fundaci¨®n ISEAK hemos desarrollado para Cruz Roja Espa?ola la mayor investigaci¨®n realizada hasta el momento en Espa?a sobre el sentimiento de soledad, al haber llevado a cabo una encuesta a nivel nacional a casi 6.000 personas para entender el alcance y tipolog¨ªa del fen¨®meno. De este estudio se desprenden algunos datos preocupantes. Un 9% de la poblaci¨®n afirma directamente sentirse sola la mayor parte del tiempo (que es diferente a estarlo) y hasta un 35% se siente sola al menos una peque?a parte del tiempo. Pero, adem¨¢s, hay metodolog¨ªas de medici¨®n indirecta de la soledad no deseada, como la escala internacionalmente validada de De Jong Gierveld. Al aplicarla, la cifra resultante de personas que se sienten solas en nuestro pa¨ªs asciende al 44%.
Adem¨¢s, el sentimiento de soledad var¨ªa por colectivos. Si bien no se aprecian diferencias por g¨¦nero, el sentimiento de soledad s¨ª disminuye con la edad ¡ªexcepto en personas mayores de 80 a?os¡ª, afectando, al aplicar la escala de De Jong Gierveld, a casi un 50% de las personas entre 18 y 30 a?os. Adem¨¢s, ciertos condicionantes aumentan el riesgo de sentirse solo/a, como un bajo nivel educativo o la falta de acceso al transporte. Por el contrario, vivir en municipios peque?os o pertenecer a una minor¨ªa ¨¦tnica parece reducir dicho riesgo. Tambi¨¦n hay eventos vitales que act¨²an como desencadenantes de este sentimiento: la migraci¨®n reciente, el cambio de empleo, la llegada de hijos, la p¨¦rdida de trabajo o una mudanza pueden intensificar este sentimiento.
Cabe destacar tambi¨¦n que el sentimiento de soledad no depende ¨²nicamente de la cantidad de relaciones, sino de su calidad y significado. De hecho, aunque son dos fen¨®menos estrechamente vinculados, una cuesti¨®n fundamental a la hora de abordar el fen¨®meno de la soledad es diferenciarla del riesgo de aislamiento. Este ¨²ltimo se mide a trav¨¦s del tama?o de la red social y para su medici¨®n se utiliza la escala internacional de Lubben. Seg¨²n este indicador, una de cada cinco personas en Espa?a est¨¢ en riesgo de aislamiento social, especialmente por una carencia de la red de amistades.
Pero m¨¢s all¨¢ de las relaciones, la soledad tiene una dimensi¨®n existencial. La ausencia de un prop¨®sito en la vida intensifica este sentimiento. Comprender y dar sentido a las experiencias resulta esencial para abordar la soledad desde una perspectiva m¨¢s amplia y profunda.
Al preguntar a la poblaci¨®n espa?ola qu¨¦ percepci¨®n tiene sobre el sentimiento de soledad, se aprecia una preocupaci¨®n por la gravedad del fen¨®meno, pero, en muchas ocasiones, su percepci¨®n no coincide con la realidad del sentimiento de soledad. Por ejemplo, la mayor¨ªa de las personas asocian el sentirse solo con la vejez o la enfermedad, pero no es habitual que se relacione con las dificultades laborales, el cambio de residencia o acabar de ser madres y padres. A pesar de ello, los resultados tambi¨¦n arrojan un dato esperanzador: m¨¢s del 75% de la poblaci¨®n estar¨ªa dispuesta a participar en iniciativas de apoyo vecinal, asociacionismo y voluntariado para contribuir a la reducci¨®n de este sentimiento entre las personas de su entorno. Por lo tanto, la clave para abordar esta problem¨¢tica est¨¢ en crear las condiciones para que se puedan canalizar estas iniciativas en marcos de corresponsabilidad, en los cuales las administraciones p¨²blicas e instituciones juegan un importante papel, acompa?ando a las comunidades en funci¨®n de las caracter¨ªsticas de cada uno de los territorios.
El estudio tambi¨¦n analiza colectivos en situaci¨®n de vulnerabilidad dentro del programa comunitario CRECE de Cruz Roja, incluyendo personas sin hogar, mayores, j¨®venes y mujeres en dificultad social, y personas con problemas de salud mental. Mientras que para estos colectivos problemas como la vivienda o el empleo son m¨¢s acuciantes que el sentir soledad, lo cierto es que un 45% de los encuestados declara directamente sentirse solo la mayor parte del tiempo y, al aplicar la escala De Jong Gierveld, la cifra asciende al 86%. Sin embargo, es esperanzador constatar que participar en un programa como CRECE ha fortalecido las redes de confianza de una gran mayor¨ªa de sus participantes, evidenciando la importancia de las iniciativas comunitarias para mitigar la soledad.
Los resultados de esta investigaci¨®n dejan una conclusi¨®n clara: sentirse solo es un sentimiento inherente a la vida, pero la intensidad de esta vivencia puede variar y, sin duda, no todas las formas de soledad no deseada son graves o requieren intervenci¨®n. Si bien se trata de un fen¨®meno complejo, las respuestas comunitarias pueden marcar la diferencia, promoviendo espacios y equipamientos de proximidad que faciliten la interacci¨®n y amortig¨¹en malestares, especialmente en los colectivos m¨¢s desfavorecidos. Es necesario reconocer el sentimiento de soledad como un reto colectivo, no como una consecuencia exclusiva de decisiones individuales. La construcci¨®n de comunidades cohesionadas e inclusivas debe situar el sentimiento de soledad en un plano de prevenci¨®n y reparaci¨®n, exigiendo un ejercicio de corresponsabilidad entre m¨²ltiples actores, con un enfoque comunitario, interseccional y con perspectiva de ciclo vital para abordar las diversas formas de soledad no deseada.
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