?Aprobamos o suspendemos la Lomloe?
Los docentes necesitamos claridad en el desarrollo normativo. El rechazo a la reforma en muchas ocasiones nace de la ambig¨¹edad de algunos cambios
En Espa?a estamos de sobra acostumbrados a contar, cada cierto tiempo, con una nueva ley educativa o, al menos, con la reforma de una anterior. Justo eso es lo que ha ocurrido con esta ¨²ltima, la Lomloe, que, por una extra?a carambola, ha modificado la ley que ya rectific¨® en su momento la Lomce. Aunque no niego que el cambio pueda ser para mejor, somos muchos los que clamamos por la redacci¨®n de un ¡°pacto educativo¡± que nos permita, no solo a los docentes sino a toda la comunidad educativa, tener una visi¨®n de futuro y, sobre todo, asumir que estamos trabajando para conseguir algo que puede llevar su tiempo.
En esta nueva ley, reci¨¦n salida del horno, tendr¨ªamos que diferenciar necesariamente dos aspectos: el legislativo puro y el curricular. Con el primero me refiero a todo el desarrollo de la ley que trata aspectos como qu¨¦ materias se van a impartir en cada curso, qu¨¦ contenido entra en cada una de ellas, etc¨¦tera. Por otro lado, el aspecto curricular es el que abarca todo aquello que las distintas materias van a aportar a la educaci¨®n o al aprendizaje del alumnado.
Todo el mundo sabe que las leyes se redactan con un lenguaje especial y exclusivo, y la Lomloe no iba a ser menos. Casi todo el apartado que denomino ¡°legalista¡± hay que leerlo, al menos, un par de veces para comprender el sentido con el que est¨¢ redactado. Partiendo de esa primera lectura, ya vamos viendo que se introducen t¨¦rminos nuevos o que se repiten otros que ya conoc¨ªamos. Objetivos, competencias o criterios de evaluaci¨®n ya nos sonaban de leyes anteriores, sin embargo, la aparici¨®n de otros como ¡°perfiles de salida¡± o ¡°competencias espec¨ªficas¡± son conceptos novedosos. A priori, esto puede provocar rechazo en los docentes que, una vez m¨¢s, observan que los aspectos burocr¨¢ticos de las leyes merman la calidad (o van en detrimento) de los aspectos pedag¨®gicos. Aunque esta terminolog¨ªa se explica en el desarrollo de toda la normativa, no se le ve una fundamentaci¨®n clara sobre su aparici¨®n. Es decir, no se ve el ¡°para qu¨¦¡± est¨¢ ah¨ª. Efectivamente, son nuevos elementos curriculares que se deben conocer, pero que a veces lo que hacen es dispersar la atenci¨®n sobre lo que realmente preocupa a un docente: tener la visi¨®n clara sobre lo que hay que lograr en el desarrollo del proceso educativo.
En este sentido, hay temas que no est¨¢n nada claros, sobre todo en la parte del articulado que, como ya dec¨ªa antes, es m¨¢s legalista que pedag¨®gica. La confusi¨®n entre evaluaci¨®n y calificaci¨®n o el tratamiento de la diversidad del alumnado siguen siendo un tema pendiente por parte de los desarrolladores de leyes educativas. Se ha intentado dar un paso en ese sentido, pero es tan corto que los docentes no van a entender cu¨¢l es el esp¨ªritu del cambio.
Sin embargo, hay un cambio importante si comparamos esta ley con la anterior, y es la visi¨®n totalmente competencial de la educaci¨®n. Con la anterior ley se marcaba m¨¢s la adquisici¨®n de contenidos que el desarrollo de las competencias. Es verdad que estas estaban presentes, pero de una forma m¨¢s nominal que efectiva. Por parte del profesorado no se ve¨ªa de una forma clara la interrelaci¨®n del desarrollo curricular con las competencias clave marcadas, lo que llevaba a la pregunta: ¡°?T¨² trabajas por competencias?¡± o una frase que se repet¨ªa hasta la saciedad en cualquier curso de formaci¨®n para docentes: ¡°?C¨®mo evaluar por competencias?¡±. En esta nueva ley s¨ª se podr¨ªa ver la relaci¨®n entre lo que hacemos en clase y lo que el curr¨ªculo nos pide como objetivos finales.
Temas como suprimir las calificaciones, situar los criterios de evaluaci¨®n como centro de todo nuestro trabajo en lugar de los contenidos o las repeticiones de curso han suscitado a veces rechazo y, otras veces, aplausos. Pero precisamente, de donde surgen todas esas voces en contra de la normativa es de las decisiones salom¨®nicas ambiguas que consiguen que el docente tenga una sensaci¨®n agridulce y que no comparta: la supresi¨®n de las calificaciones, pero no del todo, la eliminaci¨®n de las repeticiones de curso, pero no del todo o la distinci¨®n entre evaluaci¨®n y calificaci¨®n, pero no del todo. Esto implica que gran parte del profesorado no comparta (no haga suyo) el desarrollo de la misma.
Es de ah¨ª desde donde surgen todas esas voces en contra de esta normativa. Una cierta parte de los docentes creen que las notas num¨¦ricas son necesarias y que transmiten los resultados de una evaluaci¨®n de una manera satisfactoria y otros, en cambio, pensamos (y en este apartado me incluyo) que es preferible una evaluaci¨®n en la que se le digan al alumnado los aspectos concretos conseguidos o en expectativa de mejora, es decir, es preferible una evaluaci¨®n m¨¢s cualitativa que cuantitativa. Son distintas formas de pensar y de entender la educaci¨®n. Si ya es dif¨ªcil poner de acuerdo a los docentes, me parece una labor imposible poner de acuerdo a los distintos partidos pol¨ªticos para llevar a cabo ese pacto educativo que mencionaba.
Pero dejando a un lado los pros y los contras de esta ley, hay aspectos de la Lomloe que han pasado desapercibidos, por ejemplo, la introducci¨®n de los principios del DUA (Dise?o Universal para el Aprendizaje) en un intento de facilitar el aprendizaje de todo el alumnado no ha sido comentado ni valorado suficientemente. Tanto por parte del profesorado como de muchos medios de comunicaci¨®n se han centrado en aspectos puramente anecd¨®ticos: que si tal contenido ha desaparecido del dise?o curricular o que se ha acotado tal desarrollo o que se est¨¢ bajando el nivel de la ense?anza. Aplaudo que, por parte del ministerio, el apartado curricular haya sido redactado por profesorado, quede dicho. Tambi¨¦n comprendo que la redacci¨®n de una ley, sobre todo en su articulado, debe tener un lenguaje legalista, adecuado a derecho y redactado de una forma espec¨ªfica. Pero ah¨ª encontramos un problema. Los que nos dedicamos a la docencia en estas etapas no somos juristas, ni abogados acostumbrados a manejar esa jerga. Somos docentes, y nos manejamos con un lenguaje que nada tiene que ver con el que se pone en un BOE, salvo que seas profesor o profesora donde tu preparaci¨®n exija el manejo de la normativa.
Con esto quiero decir que nos hace falta un poco de claridad en el desarrollo normativo. Creo que por parte del ministerio, y como complemento a la publicaci¨®n de la normativa, se deber¨ªa haber redactado un documento en el que se aclarara todo ese desarrollo. Por ejemplo, tener claras todas las interrelaciones que existen entre los diferentes elementos, o c¨®mo llegar a una calificaci¨®n desde un trabajo competencial donde se establece una evaluaci¨®n cualitativa. Los redactores de la ley no deben quedarse solo en el dise?o legal de los art¨ªculos, sino en ofrecer a los docentes, y a toda la comunidad educativa, una redacci¨®n llana y comprensible. Y en eso, el ministerio tiene un ¡°insuficiente¡±.
Aunque es cierto que el profesorado deber¨ªa cambiar su pensamiento y as¨ª llevar a la pr¨¢ctica todas las ideas novedosas que se plantean, una vez m¨¢s, nos encontramos ante una reforma educativa que nos va a cargar con m¨¢s burocracia si cabe, en detrimento, por supuesto, de nuestra labor pedag¨®gica. Los docentes necesitamos que nos dejen trabajar. S¨¦ que es dif¨ªcil, y que lo que dice la norma es una cosa y ¡°lo que yo puedo hacer en clase¡± es otra. Es cierto que llevar a la pr¨¢ctica el desarrollo de la legislaci¨®n va a costar trabajo, pero no ser¨¢ imposible si se cumplen una serie de condiciones: eliminaci¨®n de burocracia superflua (como por ejemplo dar notas cualitativas cada trimestre porque eso es lo que dice la ley y adem¨¢s una nota num¨¦rica, que es lo que est¨¢n proponiendo algunas comunidades), limitaci¨®n a una ratio adecuada o en su defecto poner en valor la codocencia, o formaci¨®n adecuada para el desarrollo no solo del curr¨ªculo, sino de todos los aspectos que se tienen que realizar en una clase.
Por supuesto, s¨¦ que los docentes, a pesar de todo, vamos a dar m¨¢s del cien por ciento de nuestras posibilidades. Y lo s¨¦ porque precisamente eso es lo que hemos estado haciendo reforma tras reforma, adapt¨¢ndonos a lo que cada cierto tiempo dictan unas leyes m¨¢s pol¨ªticas que pedag¨®gicas. Nos adaptaremos, aunque lleve su tiempo, y llevaremos a nuestras aulas no solo la normativa, sino el esp¨ªritu de la misma: la personalizaci¨®n del aprendizaje y el intento de que nuestro alumnado desarrolle al m¨¢ximo todo su potencial.
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