?C¨®mo vivir sin ser depredadores? La ¨¦tica de la consideraci¨®n empieza por el aire que respiro
M¨¢s all¨¢ de cualquier cultura, somos seres terrestres: bebemos, comemos, respiramos y nos relacionamos en un mundo compartido con otros seres, humanos y no humanos. La fil¨®sofa francesa Corine Pelluchon propone una reflexi¨®n sobre la virtud adaptada a la emergencia clim¨¢tica y de la desigualdad
La palabra consideraci¨®n viene del lat¨ªn cum, con, y sidus, sideris, constelaci¨®n de estrellas. Implica reconocer el valor intr¨ªnseco de un ser. Mientras que el respeto hace referencia al reconocimiento de la dignidad id¨¦ntica de todas las personas, la consideraci¨®n individualiza a los dem¨¢s y presta atenci¨®n a su singularidad. Pero ?c¨®mo establecer relaciones con los dem¨¢s, humanos y no humanos, que no est¨¦n estructuradas por la dominaci¨®n, la instrumentalizaci¨®n y la cosificaci¨®n? ?C¨®mo podemos vivir en la Tierra sin depredaci¨®n ni extractivismo?
Para responder a estas preguntas, he elaborado una ¨¦tica de la virtud adaptada a nuestro tiempo. Este enfoque de la moral, que se remonta a Plat¨®n y Arist¨®teles, reflexiona sobre las motivaciones concretas de las personas, lo que las impulsa a actuar. En lugar de centrarse en principios, prohibiciones, obligaciones, deberes y normas, o de determinar lo que es bueno o correcto hacer bas¨¢ndose en las consecuencias de las acciones, la ¨¦tica de la virtud aborda las reglas morales que explican que una persona disfrute cambiando su estilo de vida y su forma de ser. Este es el resultado de un proceso de transformaci¨®n de uno mismo que afecta a sus representaciones, sus valores, sus aspiraciones, sus emociones y su comportamiento.
Por ejemplo, Plat¨®n escribe en el Libro VIII de La Rep¨²blica que el amor al dinero y a la gloria engendra envidia e insatisfacci¨®n, creando una divisi¨®n en el interior de las personas y entre ellas que conduce al caos pol¨ªtico. Aunque reconoce el v¨ªnculo entre la elecci¨®n de unos bienes o valores y el comportamiento individual y colectivo, la ¨¦tica de la consideraci¨®n difiere de la de los antiguos.
Mientras que estos ¨²ltimos tienen una concepci¨®n fija de la vida buena y piensan sobre la naturaleza y el fin del ser humano en funci¨®n de su lugar en el cosmos, y los cristianos consideran que el hombre es una criatura de Dios, yo rechazo el esencialismo. No existe una naturaleza o una esencia del hombre y cada cual debe elegir en una cierta soledad. Las tradiciones ofrecen ¨²nicamente referencias puntuales y la democracia da por sentada la contingencia del sentido, que se decide a posteriori y se somete a discusi¨®n. Ahora bien, aunque rechaza el esencialismo, la ¨¦tica de la consideraci¨®n se apoya en una filosof¨ªa de la existencia que arroja luz sobre la condici¨®n humana y, por tanto, determina las invariantes. Su particularidad es que se basa en una fenomenolog¨ªa de la corporeidad.
Considerada a la vez como vulnerabilidad y como dependencia con respecto a los elementos y los ecosistemas, la corporeidad del sujeto revela su condici¨®n terrestre y su pertenencia a una comunidad bi¨®tica. Sea cual sea nuestra cultura, vivimos del aire, del agua, de los alimentos y de las relaciones. En Les nourritures. Philosophie du corps politique [Los alimentos. Filosof¨ªa del cuerpo pol¨ªtico] (2015), extraje las consecuencias pol¨ªticas de esta transitividad de la vida: vivir siempre significa ¡°vivir de¡± y ¡°vivir con¡±. Al comer, al vivir en alg¨²n lugar, siempre tengo un impacto en los dem¨¢s, humanos y no humanos. Tengo necesidad de los dem¨¢s y de cuidados, debido a mi vulnerabilidad original, y los alimentos de los que vivo, que son a la vez naturales y culturales, dan testimonio del entrelazamiento de mi vida con la vida de los dem¨¢s, incluso con las vidas de otras generaciones y de otros seres vivos. Por tanto, la ¨¦tica empieza por la forma en que como y utilizo los recursos que llamo alimentos, para no reducir la comida a combustible ni el entorno a su valor instrumental.
La protecci¨®n de la biosfera y la justicia para los animales y para las generaciones futuras se convierten en fines pol¨ªticos, al igual que la seguridad y la reducci¨®n de las desigualdades. Sin embargo, una vez que se ha concebido un nuevo contrato social, ?c¨®mo reducir el desfase entre la teor¨ªa y la pr¨¢ctica, que es flagrante en el ¨¢mbito ecol¨®gico? La toma de conciencia de la gravedad del calentamiento global no ha ido seguida de cambios sustanciales en los patrones de consumo y las pol¨ªticas p¨²blicas. Es m¨¢s, cuando la ecolog¨ªa se reduce a prohibiciones u obligaciones, la gente se debate entre el deber y la felicidad: ve el bien, lo ama, pero hace el mal.
La ¨¦tica de la consideraci¨®n intenta resolver esta paradoja describiendo las etapas de un proceso de subjetivaci¨®n e individuaci¨®n que puede ayudarnos a fomentar de manera democr¨¢tica un modelo de desarrollo m¨¢s sostenible y justo. Esta ¨¦tica concebida como la transformaci¨®n de uno mismo tambi¨¦n nos lleva a definir una educaci¨®n moral que nos ayude a afrontar las emociones negativas asociadas al calentamiento global, en lugar de reprimirlas refugi¨¢ndonos en el consumismo o eligiendo a l¨ªderes nacionalistas que crean una ilusi¨®n de omnipotencia.
Lo que la hace especial es que vincula la ¨¦tica a un plano que puede denominarse espiritual porque est¨¢ ligado a lo inconmensurable. Sin embargo, esto ¨²ltimo no es Dios, como en De consideratione, de Bernardo de Claraval, sino el mundo com¨²n. Cuando nazco, me acoge un mundo m¨¢s grande y antiguo que yo; compuesto por todas las generaciones y el patrimonio natural y cultural, este mundo compartido es trascendencia en la inmanencia. Da a nuestra existencia un sentido que nos sobrepasa: vivimos para nosotros mismos, pero nuestras elecciones tambi¨¦n tienen un valor que depende del hecho de que contribuyen a preservar el mundo com¨²n.
La consideraci¨®n significa tener el mundo com¨²n como horizonte de nuestros pensamientos y acciones. En ella se funden las tres dimensiones del vivir: ¡°vivir de¡±, ¡°vivir con¡± y ¡°vivir para¡±. Definida por la transdescendencia, no es un ascenso hacia el m¨¢s all¨¢ (transascendencia), sino un movimiento de descenso al interior de uno mismo que ampl¨ªa la subjetividad: al profundizar en el conocimiento de uno mismo como ser engendrado, vulnerable y mortal, la conciencia de su pertenencia al mundo com¨²n se convierte en una evidencia que cambia su relaci¨®n consigo mismo, con los dem¨¢s y con el mundo. Surgen nuevas aspiraciones, como el deseo de transmitir un mundo habitable, y afectos como la gratitud y la compasi¨®n. En lugar de ejercer nuestro poder sobre los dem¨¢s (power over), sentimos lo que nos une a ellos y nuestra capacidad de actuar (power to, poder para) se intensifica.
La consideraci¨®n no es una virtud, sino la actitud global generada por este proceso de individuaci¨®n que afecta al intelecto, las emociones y las capas arcaicas de la psique. Permite que florezcan virtudes como la templanza, la justicia y la prudencia, e impide que el valor se convierta en temeridad. Esta capacidad de mantener las cosas en perspectiva no es definitiva y, sobre todo, est¨¢ condicionada por la humildad, que no es una virtud, sino un m¨¦todo que recuerda al ser humano su condici¨®n engendrada y mortal, sus l¨ªmites y su falibilidad, y lo ayuda as¨ª a no caer en la omnipotencia y el orgullo.
La transici¨®n ecol¨®gica es la traducci¨®n en el plano pol¨ªtico de la consideraci¨®n, que implica una forma de habitar la Tierra y de convivir con los dem¨¢s que preserva el mundo com¨²n y fomenta la creatividad. Pero ?c¨®mo puede difundirse m¨¢s all¨¢ del ¨¢mbito individual o local? En Les Lumi¨¨res ¨¤ l¡¯?ge du vivant [las luces en la era de lo viviente] (2011), que forma una trilog¨ªa con Les nourritures (2015) y ?tica de la consideraci¨®n (2018), intent¨¦ mostrar c¨®mo ser¨ªa un proyecto de emancipaci¨®n que implicara la supresi¨®n del esquema de la dominaci¨®n y la aparici¨®n de pol¨ªticas de la consideraci¨®n.
Un esquema designa el principio organizador de una sociedad, las representaciones conscientes e inconscientes que explican las elecciones econ¨®micas y pol¨ªticas e impregnan la vida instintiva y social. El esquema actual es el de la dominaci¨®n, que transforma todo (la agricultura, la ganader¨ªa, el trabajo, la pol¨ªtica) en guerra. Bas¨¢ndome en el v¨ªnculo entre subjetivaci¨®n y pol¨ªtica, en la intersecci¨®n de los modos de ser y las estructuras sociales, he mostrado que esta dominaci¨®n que se ejerce sobre los dem¨¢s y sobre la naturaleza exig¨ªa reconciliar al ser humano con su corporeidad, su vulnerabilidad y su finitud. La relaci¨®n con los animales, la alimentaci¨®n y la agricultura ocupa un lugar estrat¨¦gico en la promoci¨®n de esta nueva Ilustraci¨®n ecol¨®gica. Esta defiende los principios cardinales y el esp¨ªritu de la Ilustraci¨®n del pasado, superando al mismo tiempo sus fundamentos antropoc¨¦ntricos y las dualidades naturaleza/cultura y humanos/animales, responsables de la autodestrucci¨®n de la raz¨®n y de la transformaci¨®n del progreso en regresi¨®n, como ponen de manifiesto las tragedias del siglo XX, la deshumanizaci¨®n y los riesgos actuales de colapso.
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