El legado del ind¨ªgena Deskaheh
Hoy se celebra el d¨¦cimo aniversario de la adopci¨®n de la Declaraci¨®n de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Ind¨ªgenas. Muchos son los avances, pero tambi¨¦n los retos
En 1923, Deskaheh (nombre nativo de Levi General), l¨ªder cayuga de Canad¨¢, se convirti¨® en el primer hombre del mundo en llevar su demanda por el reconocimiento de los derechos ind¨ªgenas a la organizaci¨®n antecesora de las Naciones Unidas, la Sociedad de Naciones, con sede en Ginebra. Su petici¨®n era simple y clara: poder vivir bajo leyes ind¨ªgenas en su territorio y profesar su propia fe. Aunque pas¨® m¨¢s de un a?o en Europa, no fue atendido oficialmente y sus reclamos no fueron escuchados. Deskaheh muri¨® en 1925 en Estados Unidos, despu¨¦s de que Canad¨¢ le negara su reingreso en el pa¨ªs.
Si bien ha pasado cerca de un siglo de estos acontecimientos, las respuestas nacionales que a¨²n reciben los pueblos ind¨ªgenas no difieren en gran medida del trato que recibi¨® Deskaheh.
Algunos analistas apuntan que estamos siendo testigos de un siglo ind¨ªgena. Este momentum parece no ser solo una aspiraci¨®n de aquellos que trabajamos por los derechos ind¨ªgenas o una mera casualidad, sino que las estad¨ªsticas muestran a estos pueblos al frente de luchas globales clave para nuestro planeta.?
De acuerdo con un informe de Global Witness, m¨¢s de 100 defensores del medio ambiente han sido asesinados en lo que va de 2017 y las comunidades ind¨ªgenas encabezan la lista, principalmente por su oposici¨®n a la expansi¨®n de las industrias extractivas. Solo en 2015, un tercio de los asesinatos relacionados con la defensa del territorio fueron l¨ªderes ind¨ªgenas de Am¨¦rica Latina. Esta escalada de violencia no es casual, ya que las ¨¢reas donde residen son las m¨¢s ricas en biodiversidad.
Un informe de Global Witness revela que casi 100 defensores del medio ambiente han sido asesinados en lo que va de 2017 y las comunidades ind¨ªgenas encabezan la lista, principalmente por su oposici¨®n a la expansi¨®n de las industrias extractivas
Justamente, uno de los art¨ªculos m¨¢s importantes de la Declaraci¨®n de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Ind¨ªgenas, que cumple hoy diez a?os, es el derecho colectivo e inalienable "a poseer, utilizar, desarrollar y controlar las tierras, territorios y recursos que poseen en raz¨®n de la propiedad tradicional u otro tipo tradicional de ocupaci¨®n o utilizaci¨®n, as¨ª como aquellos que hayan adquirido de otra forma". Aqu¨ª se encuentra la batalla m¨¢s grande. Sin importar las diferencias regionales, los pueblos ind¨ªgenas son hoy amenazados por el avance incesante de megaproyectos de infraestructura, industrias extractivas y agricultura a gran escala. Todas estas actividades prometen un pr¨®spero futuro, pero generalmente acaban en desalojos forzados, criminalizaci¨®n de l¨ªderes y graves violaciones de derechos humanos. En nombre de la conservaci¨®n y el desarrollo, los menos responsables son los m¨¢s golpeados.
Un esfuerzo que forj¨® una declaraci¨®n para m¨¢s de 370 millones de personas
Resulta parad¨®jico que una demanda con casi 100 a?os de antig¨¹edad se haya convertido en el ¨²ltimo corpus legislativo del derecho internacional. La Declaraci¨®n necesit¨® de 20 a?os de discusi¨®n en la antigua Comisi¨®n de Derechos Humanos hasta convertirse en una realidad.
Sin lugar a dudas, este instrumento marc¨® un antes y un despu¨¦s en la vida de los pueblos ind¨ªgenas. No les bast¨® con consagrarse como sujetos de derecho internacional, sino que por primera vez en la historia de las Naciones Unidas, los propios beneficiarios fueron los que negociaron y construyeron uno de los instrumentos de derechos humanos con m¨¢s consenso internacional.
Hoy, la Declaraci¨®n es la fuente de referencia leg¨ªtima para demandar la obligaci¨®n de los Estados. En este largo proceso, la tenacidad de las comunidades ha sido la clave para demandar lo que siempre se les ha negado: su derecho a participar en todas las decisiones que les conciernen.
A paso lento pero firme: una historia de participaci¨®n y reconocimiento
Suele decirse que el cambio es impulsado desde los m¨¢rgenes. La historia de c¨®mo los pueblos ind¨ªgenas han conquistado espacios dentro del sistema de las Naciones Unidas da cuenta de ello.
Fue con la efervescencia de la d¨¦cada de los 70 el siglo pasado cuando el movimiento ind¨ªgena tom¨® un nuevo impulso y dej¨® en claro que su lucha no pod¨ªa estar solo en manos de los Gobiernos nacionales. Gracias al apoyo de varias organizaciones internacionales como IWGIA ( International Work Group for Indigenous Affairs), el sistema internacional de derechos humanos dio un salto trascendental: dej¨® atr¨¢s un enfoque integracionista y reconoci¨® finalmente el paradigma de libre determinaci¨®n colectiva.
Los megaproyectos de infraestructuras, las industrias extractivas y la agricultura a gran escala prometen un pr¨®spero futuro, pero generalmente acaban en desalojos forzados, criminalizaci¨®n de l¨ªderes y violaciones de derechos
En lo m¨¢s b¨¢sico, esto signific¨® que los pueblos ind¨ªgenas pudieran hablar, preparar documentos y hacer propuestas en la ONU. Desde ese momento, m¨¢s organizaciones y l¨ªderes comunitarios comenzaron a participar en reuniones y estudios sobre sus derechos. El sentido de las discusiones cambi¨® totalmente y dejo una huella a seguir para los defensores de los derechos humanos.
Pero la Declaraci¨®n no ha sido la ¨²nica victoria. El movimiento ind¨ªgena consigui¨® su propio Foro Permanente sobre Cuestiones Ind¨ªgenas (2000), su Relator Especial (2001), el Mecanismo de Expertos sobre los Derechos de los Pueblos Ind¨ªgenas (2007) y su Conferencia Mundial (2014). El
Este avance firme ha hecho posible que, en la ¨²ltima d¨¦cada, la condici¨®n jur¨ªdica de estos pueblos sea mejor entendida y aceptada por los Estados miembros y otros actores clave. Es tambi¨¦n esperanzador ver que los pa¨ªses que votaron en contra de la Declaraci¨®n ¨CCanad¨¢, Australia, Nueva Zelanda y Estados Unidos¨C, han ido revisado sus posiciones y han declarado p¨²blicamente su apoyo.? Otras tendencias positivas nos hacen pensar que estamos por el buen camino. El ascenso de Gobiernos ind¨ªgenas aut¨®nomos en Am¨¦rica Latina, disculpas oficiales y planes de reconciliaci¨®n en Canad¨¢, una general mayor participaci¨®n pol¨ªtica y una m¨¢s amplia cobertura period¨ªstica dan aliento.
La ONU como trampol¨ªn para la batalla territorial
Forjar una declaraci¨®n internacional ha sido m¨¢s que una prueba de que los pueblos ind¨ªgenas son capaces de unir esfuerzos globales para impulsar cambios democr¨¢ticos. Esfuerzos que gu¨ªan los pasos para una verdadera descolonizaci¨®n. Pero las batallas ganadas sobre el papel no garantizan cambios autom¨¢ticos. La realidad cotidiana de las comunidades muestra que todav¨ªa se encuentran bajo grandes presiones. La reducci¨®n del espacio del activismo y la criminalizaci¨®n de sus protestas amenazan directamente sus modos de vida. El asesinato de Berta C¨¢ceres ha sido, sin duda, una llamada de atenci¨®n urgente sobre esta cruda realidad.
El requisito previo fundamental para que los pueblos ind¨ªgenas puedan conservar su identidad y desarrollar su autonom¨ªa es el derecho a poder definir el alcance y direcci¨®n de las actividades de desarrollo dentro de sus territorios. ?Qu¨¦ hace falta entonces? Una Declaraci¨®n es una responsabilidad universal que nos incluye a todos: Estados, organizaciones ind¨ªgenas, instituciones financieras, el sector privado, entidades de conservaci¨®n, academia, los medios y las ONG.
Mientras que la exploraci¨®n y explotaci¨®n de los recursos naturales contin¨²e su expansi¨®n, los pueblos ind¨ªgenas seguir¨¢n siendo los m¨¢s afectados. La ¨²nica acci¨®n para salvaguardar sus derechos es que los Estados entren en un verdadero di¨¢logo multicultural para alcanzar negociaciones justas. Esto requiere de voluntad pol¨ªtica, capacidad t¨¦cnica y compromiso financiero para acometer reformas legales. Sin olvidar el objetivo con el que la declaraci¨®n fue dise?ada: la necesidad urgente de superar y reparar la negaci¨®n hist¨®rica de derechos fundamentales.
Esta lucha no llama a hacer reales derechos especiales, sino derechos humanos inalienables como lo es ser due?os de nuestro propio destino. Hoy celebramos tener la Declaraci¨®n como remedio y br¨²jula que gu¨ªa todos nuestros esfuerzos.
Pamela Leiva Jacquel¨ªn trabaja en la International Work Group for Indigenous Affairs (IWGIA).
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.