La bomba que convirti¨® en h¨¦roes a los humanitarios
La autora de este testimonio estaba trabajando en una ONG en Bagdad el 19 de agosto de 2003, cuando se produjo un atentado en el Hotel Canal, sede de la ONU en Irak
Entr¨¦ en Bagdad en mayo de 2003 como jefa de misi¨®n de una ONG espa?ola. Desde que llegu¨¦ a la capital iraqu¨ª y hasta que sal¨ª de all¨ª a final de ese a?o atraves¨¦ uno de los periodos m¨¢s intensos de mi vida, para bien y para mal.
Sufr¨ª mucha tensi¨®n y la sensaci¨®n de estar siempre bajo amenaza, pero sobre todo viv¨ª una ¨¦poca donde personas que no conoc¨ªa de nada y que estaban viviendo conmigo en una situaci¨®n l¨ªmite se convirtieron en mi familia, en mis m¨¢s ¨ªntimos amigos, en todo lo que ten¨ªa. Esas personas eran como yo trabajadores humanitarios de m¨²ltiples pa¨ªses y tambi¨¦n iraqu¨ªes. El mejor equipo que he tenido en mi vida era el de Irak: era mi familia.
Estaba all¨ª, en Bagdad el 19 de agosto, cuando se produjo el atentado en el Hotel Canal, donde estaba la sede de la ONU. Ese hotel era lugar de trabajo para todos los miembros de las ONG, desde all¨ª nos conect¨¢bamos a Internet y ten¨ªamos las reuniones de coordinaci¨®n y seguridad con Naciones Unidas. Cada d¨ªa ¨ªbamos all¨ª.
El equipo internacional de la misi¨®n de la ONU para Irak era encantador. Me conoc¨ªan bien porque trabajaba en favor de los palestinos refugiados en Bagdad. Cada d¨ªa pasaba por su oficina a pedirles que priorizaran este tema.
Sufr¨ª mucha tensi¨®n y la sensaci¨®n de estar siempre bajo amenaza, pero sobre todo viv¨ª una ¨¦poca donde personas que no conoc¨ªa de nada y que estaban viviendo conmigo en una situaci¨®n l¨ªmite se convirtieron en mi familia
Recuerdo en especial a una persona que hizo mi vida en Bagdad mucho mejor. Se llamaba Pierre y era parte de la misi¨®n de Naciones Unidas. Mucha gente cuestionaba el papel de la ONU en Bagdad, pero ¨¦l era un f¨¦rreo y creyente defensor del valor de esa organizaci¨®n; ten¨ªa un fuerte compromiso con los valores de solidaridad y capacidad de cambio de esta organizaci¨®n y con el pueblo iraqu¨ª. Era un trabajador humanitario que quer¨ªa mejorar el mundo, como lo ¨¦ramos yo y los cientos de trabajadores humanitarios que a¨²n hoy nos esforzamos por esta raz¨®n.
El d¨ªa antes del atentado fui a despedirme de Pierre que ya sal¨ªa de Bagdad y estuve m¨¢s tiempo del que ten¨ªamos permitido en el hotel Canal. Exist¨ªa ya la sospecha de un posible atentado y por tanto deb¨ªamos reducir al m¨ªnimo nuestro tiempo all¨ª. Salir ese d¨ªa de Bagdad le salv¨® la vida. Es curioso, podr¨ªa decirse que nuestro d¨ªa est¨¢ escrito.
Aquel 19 de agosto, yo estuve en la sede de la ONU por la ma?ana. Sal¨ª a comer con mi equipo y de pronto, pasadas las cuatro de la tarde, se oy¨® una fuerte explosi¨®n, pero hab¨ªa explosiones a menudo, as¨ª que no le prestamos demasiada atenci¨®n. Los humanos nos acostumbramos a todo. Pero al poco rato empezaron los mensajes por radio buscando a todos los trabajadores humanitarios y contando lo que hab¨ªa pasado.
A partir de ah¨ª y durante las siguientes horas pasamos bastante angustia. Yo me fui a la sede de una organizaci¨®n francesa, Premi¨¨re Urgence, con cuyo equipo ten¨ªa mucha cercan¨ªa. Fue el punto de encuentro de todos los trabajadores humanitarios conocidos.
Es incre¨ªble lo sencilla y lo cercana que es la muerte en situaciones como la de Irak. De pronto se torna algo habitual y normal en nuestro lenguaje
Las horas de espera fueron duras: no sab¨ªamos qui¨¦nes podr¨ªan estar en el hotel Canal y haberse visto afectados por el atentado. Yo pensaba en Pierre, en cu¨¢nto me alegraba de que se hubiera ido, y pensaba en sus compa?eros, donde estar¨ªan vivos o muertos. Es incre¨ªble lo sencilla y lo cercana que es la muerte en situaciones como la de Irak. De pronto se torna algo habitual y normal en nuestro lenguaje.
Al final nadie realmente ¨ªntimo amigo m¨ªo muri¨®, aunque varios s¨ª resultaron heridos. Hubo 22 muertos y muchos heridos. Pero sobre todo, se toc¨® el sistema humanitario. No se atent¨® contra la organizaci¨®n gubernamental, sino contra sus trabajadores. Se toc¨®, pero no se hundi¨®.
Dos d¨ªas despu¨¦s volvimos a la sede porque desde all¨ª sal¨ªamos para el aeropuerto para dejar Bagdad una semana. Hac¨ªa mucho calor, todo eran escombros y est¨¢bamos sentados entre ellos con una fuerte sensaci¨®n de depresi¨®n. La destrucci¨®n era enormemente simb¨®lica. Mirabas y no dejabas de preguntarte por qu¨¦ contra nosotros.
Esa noche me escribi¨® Pierre dici¨¦ndome que ¨¦l ten¨ªa que haber estado ah¨ª. Yo volv¨ª a Bagdad a la semana y los escombros segu¨ªan en la sede de Naciones Unidas. Lo que hab¨ªa cambiado era nuestro estado de ¨¢nimo. Volv¨ªamos a seguir con nuestro trabajo, renovados y habiendo reforzado nuestro compromiso. Los terroristas intentaron da?ar sobre todo nuestro esp¨ªritu, pero lo reforzaron.
Este d¨ªa es ahora el s¨ªmbolo del humanitarismo, una jornada que celebra nuestro trabajo, que lo pone en valor. No lo destruyeron, lo hicieron necesario, inmortal, reconocido. Cada a?o, el 19 de agosto, la humanidad pone la vista en los trabajadores humanitarios y eso nos da fuerza.
En esta jornada, un recuerdo para los trabajadores humanitarios que el d¨ªa que yo sal¨ª de Irak se quedaron all¨ª: los iraqu¨ªes. Su compromiso iba m¨¢s all¨¢ del nuestro. No pod¨ªan salir y entrar de Irak para desconectar. El d¨ªa que dej¨¦ Bagdad definitivamente sal¨ª en un avi¨®n de la ONU y sent¨ª como se me romp¨ªa el coraz¨®n al pensar en el gran equipo de iraqu¨ªes que dejaba atr¨¢s. Sent¨ªa que los abandonaba. Ellos son los verdaderos h¨¦roes humanitarios.
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