Suazilandia: la larga batalla por la igualdad de g¨¦nero
En este peque?o Estado africano gobernado por un monarca absoluto y pol¨ªgamo, la valiente abogada Lomcebo Dlamini lucha por los derechos de las mujeres.
Suazilandia es un pa¨ªs min¨²sculo (17.364 kil¨®metros cuadrados, m¨¢s o menos la mitad de la superficie de Catalu?a) empotrado en Sud¨¢frica. Se encuentra entre las pocas monarqu¨ªas absolutas que quedan en el mundo y es la ¨²nica que todav¨ªa existe en el continente africano.
Este lugar detenido en el tiempo, en el que un rey pol¨ªgamo con un cetro dorado posee palacios y aviones privados mientras la mayor parte de la poblaci¨®n ¡ªque apenas supera el mill¨®n de habitantes¡ª vive por debajo del umbral de la pobreza, es noticia por un ¨²nico acontecimiento espectacular en su terrible arca¨ªsmo. Cada verano, decenas de miles de j¨®venes bailan semidesnudas para complacer al soberano Mswati III, que, seg¨²n la tradici¨®n, tiene derecho a elegir a su pen¨²ltima esposa de entre ellas.
La ceremonia es conocida por el nombre de Umhlanga, o Danza de los juncos, y este a?o se celebr¨® entre el 29 de agosto y el 4 de septiembre. Las mujeres que se presentan ante el monarca son muchachas jovenc¨ªsimas ¡ªhay hasta ni?as de cinco a?os¡ª que cantan y bailan con el pecho al aire esperando entrar en la morada real por la puerta grande. Y as¨ª, en sus 31 a?os en el trono, cumplidos el pasado abril, Mswati III ha coleccionado ya 15 mujeres y 25 hijos. Aunque dif¨ªcilmente llegar¨¢ a igualar a su padre Sobhuza II, que tuvo 70 mujeres, m¨¢s de 200 hijos, y rein¨® durante m¨¢s de 80 a?os tras ser coronado cuando todav¨ªa llevaba pa?ales.
¡°La ceremonia viola los derechos de las mujeres y de las ni?as y, en la confusi¨®n de la inmensa multitud que participa en ella cada a?o, las expone al riesgo de sufrir abusos sexuales. No obstante, esta, por desgracia, es solo la parte m¨¢s visible de la tr¨¢gica situaci¨®n de las mujeres en mi pa¨ªs¡±. La que habla es Lomcebo Dlamini, finas y largas trenzas, una cara sin rastro de maquillaje y muchos a?os de compromiso con la igualdad de g¨¦nero en su pa¨ªs.
A sus 44 a?os, esta abogada de profesi¨®n, es una voz respetada por una sociedad civil que da sus primeros pasos a la sombra del cetro real. Dlamini es cofundadora y secretaria de Lawyers for Human Rights, una asociaci¨®n de juristas que lucha por los derechos humanos y la dignidad de las mujeres en Sud¨¢frica y en este min¨²sculo Estado africano, dos objetivos todav¨ªa ampliamente descuidados en un pa¨ªs anclado en el 148? puesto (de 188) en el ?ndice de Desarrollo Humano de la ONU y con la mayor prevalencia de sida del mundo (el 28,8% de la poblaci¨®n est¨¢ afectada).
Lomcebo Dlamini se ha dirigido en Ginebra al Consejo de Derechos Humanos de la ONU para presentar, conjuntamente con otras organizaciones, un informe sobre Suazilandia que reclama m¨¢s justicia social, m¨¢s libertad de expresi¨®n y mayores esfuerzos a favor de la igualdad de g¨¦nero. En esta batalla cuenta con el apoyo de la ONG italiana Cooperaci¨®n para el Desarrollo de los Pa¨ªses Emergentes (Cospe, por sus siglas en italiano), presente en el pa¨ªs desde 1998 con diversos proyectos de cooperaci¨®n.
Pregunta. ?Qu¨¦ formas de discriminaci¨®n sufren las mujeres en su pa¨ªs?
Respuesta. La nuestra es una sociedad patriarcal basada en la tradici¨®n. A pesar de que la Constituci¨®n de 2006 decret¨® oficialmente la igualdad entre hombres y mujeres, todav¨ªa tenemos muchas leyes que siguen discriminando a estas ¨²ltimas. Al mismo tiempo, las pr¨¢cticas tradicionales las relegan a un segundo plano.
P. ?Podr¨ªa poner alg¨²n ejemplo?
La sociedad acepta que las mujeres seamos objeto de maltrato f¨ªsico y de abuso sexual
R. Seg¨²n la tradici¨®n, las mujeres pueden ser propietarias de los vestidos y de los objetos dom¨¦sticos, pero no de las casas y mucho menos de las tierras. A las viudas se las obliga a llevar luto cinco a?os. Durante ese periodo se les proh¨ªbe cultivar los campos, as¨ª que no pueden producir alimentos para sus hijos y muchas acaban en la pobreza. Si trabajan como profesoras en centros estatales tienen que dejar su plaza porque todos los organismos p¨²blicos est¨¢n vinculados a la monarqu¨ªa, que es la guardiana de la tradici¨®n. Tampoco pueden dedicarse a la pol¨ªtica. Me acuerdo de una mujer que iba a presentarse a las elecciones de 2013, pero su marido muri¨® y el jefe de su comunidad orden¨® que deb¨ªa renunciar porque el luto de una viuda es incompatible con la actividad pol¨ªtica.
P. En la vecina Sud¨¢frica los casos de violencia sexual contra las mujeres alcanzan cifras r¨¦cord. ?C¨®mo es la situaci¨®n en Suazilandia en lo que se refiere a este problema?
R. Por desgracia es muy parecida. En nuestro pa¨ªs, a las mujeres se nos considera inferiores, as¨ª que la sociedad acepta que seamos objeto de maltrato f¨ªsico y de abuso sexual. Las organizaciones civiles llevan tiempo presionando para que se apruebe una ley que declare delito la violencia sexual y dom¨¦stica. De hecho, la antigua normativa solamente habla de ¡°agresi¨®n¡±, y prev¨¦ penas muy leves. El Parlamento est¨¢ debatiendo un borrador desde 2006, pero, como recuerda tambi¨¦n Amnist¨ªa Internacional, contiene una definici¨®n restrictiva del delito de abuso sexual y excluye de la ley la violaci¨®n cometida dentro del matrimonio. Es un tema que todav¨ªa no se toma en serio. Esto por no hablar de las personas homosexuales, que en la sanidad son discriminadas incluso en el acceso a la atenci¨®n primaria.
P. ?Alguna vez ha corrido peligro por su lucha por los derechos humanos?
R. No puedo negar que mi actividad es peligrosa. Los defensores de los derechos humanos estamos constantemente sometidos a vigilancia, ya que el Gobierno est¨¢ convencido de que somos da?inos para la imagen del pa¨ªs en el exterior. A algunos de mis compa?eros los han detenido, y a m¨ª me han interrogado varias veces. Tambi¨¦n las familias sufren las consecuencias de todo esto. Por ejemplo, a nuestros hijos les deniegan las becas.
P. ?Cree que algo cambiar¨¢ despu¨¦s de su intervenci¨®n en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU en Ginebra?
R. Esperamos que s¨ª. El informe que hemos presentado es fruto de un largo recorrido participativo sobre temas relacionados con los derechos en nuestro pa¨ªs en el que han intervenido 26 asociaciones civiles. En todo caso, yo creo que el hecho de que la sociedad civil de Suazilandia se est¨¦ uniendo por fin para reclamar m¨¢s democracia ya es un resultado important¨ªsimo.
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