Un a?o menos para el fin del mundo
El mundo necesita mejorar su conocimiento de las fuentes de energ¨ªa para luchar contra el cambio clim¨¢tico
S¨ª, el planeta se est¨¢ calentando. Y s¨ª, pese a que hay algunos cient¨ªficos discrepantes, la mayor¨ªa de ellos coincide en que una de las causas es la actividad humana, que ya ha provocado un aumento de 1?C en la temperatura media desde la d¨¦cada de 1870, cuando la actividad industrial empez¨® a emitir cantidades sustanciales de CO2 y otros gases de efecto invernadero a la atm¨®sfera. Un grado puede parecer una minucia, pero no lo es en absoluto: un grado m¨¢s causar¨ªa, seg¨²n la mayor¨ªa de los climat¨®logos, una elevaci¨®n catastr¨®fica del nivel del mar y un aumento del n¨²mero y la intensidad de supertormentas, inundaciones e incendios como los que ya estamos empezando a ver. El a?o que acaba significa que tenemos un a?o menos para prevenir el desastre. Ha empezado la cuenta atr¨¢s.
Las noticias que nos deja 2017 son p¨¦simas. Tras unos a?os en los que las emisiones se hab¨ªan estabilizado, 2017 acabar¨¢ probablemente con un incremento neto del 2%. Si ya la estabilizaci¨®n era un resultado insuficiente por cualquier criterio que se considere ¡ªel CO2 que ya hemos emitido persistir¨¢ miles de a?os en la atm¨®sfera¡ª, un aumento del 2% puede considerarse un fracaso de la pol¨ªtica internacional y un mal augurio para las imprescindibles acciones nacionales y locales que deben adoptarse ya mismo. Las cifras son un desastre.
El Acuerdo de Par¨ªs de hace dos a?os compromet¨ªa a casi todos los pa¨ªses del mundo a tomar las medidas necesarias para mantener la temperatura media del planeta ¡°muy por debajo¡± de 2?C m¨¢s que en tiempos preindustriales (recordemos que ya hemos consumido la mitad de ese margen). El cuidadosamente laxo ¡°muy por debajo¡± se suele interpretar como 1,5?C, lo que nos dejar¨ªa un margen de solo medio grado. La ONU public¨® en octubre su informe anual de ¡°desfase de emisiones¡± (emissions gap), que calcula la diferencia entre el recorte de emisiones deseado (para cumplir los objetivos de Par¨ªs) y el logrado en la realidad. Seg¨²n los informes presentados por 64 de los 160 pa¨ªses firmantes, esos recortes de emisiones son solo de un tercio de lo necesario.
Con esos n¨²meros, las proyecciones predicen para 2100 un incremento de 3?C sobre la temperatura preindustrial. Si ya dos grados supondr¨ªan un desastre, tres grados auguran un Armaged¨®n. Mantener las tendencias actuales no es una opci¨®n, salvo que la especie humana haya enloquecido y decidido un suicidio colectivo. ?Qu¨¦ perspectivas tenemos de recuperar la cordura en el nuevo a?o que empieza ma?ana?
Las actitudes frente al calentamiento global se han convertido en un laboratorio pol¨ªtico, social y psicol¨®gico de primer orden
En materia de climatolog¨ªa, la noticia pol¨ªtica del a?o ha sido sin duda la retirada del Acuerdo de Par¨ªs decidida en junio por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Estados Unidos es el segundo emisor global, despu¨¦s de China, y el desaliento generalizado que ha producido esa noticia no puede estar m¨¢s justificado. Sin embargo, las cosas no son tan simples como parecen y hay margen para la esperanza.
Resulta parad¨®jico, por ejemplo, que Estados Unidos no solo mantuviera su delegaci¨®n oficial en la conferencia de las partes (COP, en sus siglas inglesas) celebrada en Bonn el mes pasado, sino que adem¨¢s enviara una segunda delegaci¨®n oficiosa de notorio activismo ambientalista. Esta segunda delegaci¨®n instal¨® su propia carpa y organiz¨® conferencias de notables ambientalistas norteamericanos, como el gobernador de California Jerry Brown (dem¨®crata), el antiguo candidato presidencial Al Gore (tambi¨¦n dem¨®crata) y Michael Bloomberg, exalcalde republicano de Nueva York.
Tambi¨¦n juegan a favor del planeta los dilatados plazos de la retirada estadounidense de los pactos. Pese a la decisi¨®n de Trump, el pa¨ªs sigue legalmente comprometido por los acuerdos firmados por su predecesor, Barak Obama, y lo seguir¨¢ estando hasta los pr¨®ximos comicios presidenciales. Es posible, por tanto, que Trump pierda esas elecciones y que su sucesor revierta su decisi¨®n justo a tiempo. Incluso si la Administraci¨®n de Trump incumple el pr¨®ximo a?o su compromiso de informar a la ONU sobre sus emisiones, como desea Trump, la ONU aceptar¨¢ los informes que le presenten los citados Brown y Bloomberg, seg¨²n The Economist. Problemas para Trump, alivios para el mundo.
Pese a todo, el inquilino de la Casa Blanca puede hacer mucho da?o a los acuerdos internacionales, y seguramente lo har¨¢. Solo con incumplir su aportaci¨®n financiera al Fondo Verde del Clima (GCF, en sus siglas inglesas), de la ONU, desestabilizar¨¢ una pieza fundamental del panorama internacional. Ese fondo de Naciones Unidas naci¨® con la intenci¨®n de transferir 100.000 millones de d¨®lares anuales a los pa¨ªses en desarrollo a partir de 2020, para apoyar su transici¨®n a las energ¨ªas limpias, incluidas unas pr¨¢cticas agr¨ªcolas m¨¢s sostenibles que las actuales. Este plan es fundamental, porque esos pa¨ªses han condicionado su apuesta por la transici¨®n verde a la recepci¨®n de las ayudas. Los 100.000 millones parecen ahora inalcanzables, en parte por el impago de Washington.
La energ¨ªa nuclear plantea un buen dilema a los ambientalistas porque no emite gases de efecto invernadero aunque genera residuos
Las actitudes frente al cambio clim¨¢tico se han convertido ya en un laboratorio pol¨ªtico, social y psicol¨®gico de primer orden. Un primer aspecto es el geoestrat¨¦gico: ahora que Estados Unidos se ha retirado de la racionalidad cient¨ªfica, ?qui¨¦n puede servir como locomotora del cambio? Lo ideal ser¨ªa que fuera China, el primer emisor global. Y, exactamente al contrario que en Estados Unidos, los pronunciamientos pol¨ªticos son all¨ª muy alentadores. En el Congreso del Partido Comunista de octubre, Xi Jinping se llen¨® la boca de proclamas ambientalistas, como que China iba a ¡°tomar la antorcha¡± en la lucha contra el calentamiento global y otros ep¨ªtomes discursivos.
Pero los datos no se avienen. Aunque Pek¨ªn, en efecto, ha desmantelado algunas plantas de carb¨®n ¡ªtal vez las m¨¢s contaminantes de las existentes¡ª, parece haberlo hecho m¨¢s por razones de imagen que por una planificaci¨®n sostenible, pues en muchos lugares a¨²n no las han sustituido por las alternativas de gas o electricidad que prometi¨®. En los meses m¨¢s fr¨ªos del a?o, este tipo de estrategias roza lo inmoral. En cualquier caso, la adopci¨®n del gas y la electricidad, si llega, no resuelve el problema de fondo: el gas emite, y la electricidad tambi¨¦n si se obtiene quemando carb¨®n u otros combustibles f¨®siles. Las energ¨ªas tienen que ser limpias desde su misma producci¨®n, no s¨®lo durante su consumo.
Este es el mismo problema, por cierto, que se da con los coches el¨¦ctricos, de los que China promete ser el mayor consumidor del mundo en los pr¨®ximos a?os, y Alemania, su mayor exportador. Tambi¨¦n en Occidente, cada vez m¨¢s gente se rasca los bolsillos para adquirir un coche h¨ªbrido (el¨¦ctrico en ciudad, m¨¢s bien de gasolina en trayectos largos) o puramente el¨¦ctrico. La firma Tesla, fundada por el entusiasta magnate sudafricano Elon Musk para dise?ar nuevos coches el¨¦ctricos m¨¢s eficaces, ya cotiza en Bolsa m¨¢s que General Motors, pese a que sus ventas son todav¨ªa muy inferiores a las del gigante americano. Eso quiere decir que los grandes inversores est¨¢n apostando fuerte por el coche el¨¦ctrico.
Pero de nuevo, y aunque es cierto que los coches el¨¦ctricos mejorar¨¢n mucho la calidad del aire en las grandes ciudades, su beneficio para el clima global depender¨¢ de la fuente de energ¨ªa primaria que alimenta los enchufes donde se recargan. Si la electricidad que llega a esos enchufes proviene de quemar carb¨®n u otro combustible f¨®sil, como suele ser el caso, solo estaremos exportando las emisiones de las ciudades al campo. Y al mundo, en ¨²ltimo t¨¦rmino.
El impulso pol¨ªtico a las energ¨ªas renovables es insuficiente, cuando no ausente o hasta contraproducente. En Espa?a, por ejemplo, hemos o¨ªdo muchas veces las razones macroecon¨®micas para abandonar las iniciativas en pro de la instalaci¨®n de placas fotovoltaicas en los tejados privados. Pero el caso es que la gente que apost¨® por esa instalaci¨®n limpia y renovable se qued¨® con cara de tonta cuando eso ocurri¨® y tiene ahora un comprensible cabreo. Los cient¨ªficos dicen que el poder pol¨ªtico infravalor¨® el potencial de la energ¨ªa solar. Pero el caso es que nadie parece dispuesto a reparar esa anomal¨ªa.
Otro ¨¢ngulo interesante del cambio clim¨¢tico es la frontera psicol¨®gica entre la ¨¦tica y la pragm¨¢tica, entre lo importante y lo urgente. Si mandas a los encuestadores a la calle, sabr¨¢s pronto que la mayor¨ªa de la poblaci¨®n est¨¢ a favor del medio ambiente y en contra de la contaminaci¨®n. Si en vez de eso te f¨ªas de los datos, ver¨¢s que muchos de esos mismos encuestados conducen sus todoterrenos por el centro de la ciudad y ponen el termostato de casa a 27?C para poder estar en camiseta de tirantes de canal¨¦ en pleno enero. Un dato vale m¨¢s que mil sondeos de opini¨®n.
Todo esto no hace m¨¢s que enfatizar la importancia de la ciencia y la innovaci¨®n tecnol¨®gica. M¨¢s all¨¢ de las cumbres internacionales y las prohibiciones chinas, de las encuestas enga?osas y las pol¨ªticas energ¨¦ticas, el mundo necesita perentoriamente mejorar su conocimiento de las fuentes de energ¨ªa y su capacidad para aprovechar la que nos llega del Sol, ya sea en forma de radiaci¨®n electromagn¨¦tica, de viento (pues las masas de aire caliente y fr¨ªo que lo causan se deben al Sol) o de saltos de agua (pues es el Sol quien evapora el agua del mar y la lleva a los nacimientos de los r¨ªos).
Tambi¨¦n van a ser relevantes las actitudes hacia la energ¨ªa nuclear. Los accidentes nucleares tienen un enorme impacto informativo, y las actuales centrales de fisi¨®n (que rompen ¨¢tomos muy grandes, como el plutonio y el uranio) generan unos residuos radiactivos de largu¨ªsima duraci¨®n que suponen una hipoteca para las generaciones futuras. Pero si nos creemos de verdad que el cambio clim¨¢tico es un problema no solo importante, sino tambi¨¦n urgente, habr¨¢ que reflexionar seriamente sobre si nos interesa ahora mismo su desmantelamiento. Porque la energ¨ªa nuclear no emite gases de efecto invernadero. Un buen dilema para los ambientalistas.
Hay otro tipo de energ¨ªa nuclear que resultar¨¢ ideal si los cient¨ªficos logran domesticarla. Es la energ¨ªa de fusi¨®n, donde dos ¨¢tomos de hidr¨®geno (los m¨¢s peque?os de la tabla peri¨®dica) se re¨²nen para formar uno de helio (el segundo m¨¢s peque?o). El proyecto europeo ITER est¨¢ muy avanzado en sus investigaciones sobre esta fuente energ¨¦tica ideal ¡ªni emite CO2 ni genera residuos radiactivos de larga duraci¨®n¡ª que es exactamente el proceso f¨ªsico que hace brillar al Sol. Tiene gracia que nuestro futuro energ¨¦tico tenga solo dos salidas: o aprovechar la luz del Sol, o crear un peque?o sol en este planeta humilde.
Hay muchas esperanzas puestas en el presidente franc¨¦s, Emmanuel Macron, que es todo lo contrario de un climaesc¨¦ptico y ha creado un Ministerio de Transici¨®n Ecol¨®gica e Inclusiva, en una cima de grandeur prosopop¨¦yica dif¨ªcil de superar en estos tiempos convulsos. Tambi¨¦n las ha habido en Angela Merkel, pero sus nuevos socios de Gobierno pueden ser tan impredecibles como Donald Trump. La colaboraci¨®n entre Europa y China parece m¨¢s necesaria que nunca. Entretanto, el term¨®metro sigue subiendo. Como dijo el cl¨¢sico: es el tiempo de los h¨¦roes, miremos a las estrellas.
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