Las mujeres que se enrolan contra el yihadismo en Somalia
De los 6.223 soldados que conforman el contingente ugand¨¦s en ese pa¨ªs, ellas representan alrededor de 500. La ONU ha pedido de forma expresa m¨¢s presencia femenina en las misiones internacionales
En Lafoole (Somalia) crece un silencio plomizo. Gris. Como si la calima que nunca termina de huir fuese atascando las palabras a medida que se acercan los soldados. Solo un grupo de mujeres refugiadas sale al paso de la patrulla de la African Union Mission to Somalia (Amison) para pedirles ayuda. Al otro lado de la carretera, los hombres del pueblo observan en silencio. ¡°No te f¨ªes¡±, alerta uno de los soldados. Las milicias islamistas Al Shabab, nacidas en 2007 y adscritas a Al Qaeda, est¨¢n entre ellos.
Aunque hace semanas que los yihadistas no atacan a los soldados desplegados en la regi¨®n de Afgoye, 25 kil¨®metros al noroeste de Mogadiscio, las tropas del batall¨®n XXI permanecen en alerta m¨¢xima. ¡°Aqu¨ª puede pasar de todo en cualquier momento. No podemos bajar la guardia¡±, recuerda el comandante Fredy Waiswa. De los 6.223 soldados que conforman el contingente ugand¨¦s en Somalia, alrededor de 500 son mujeres. Un 8%, m¨¢s del doble que lo habitual en las misiones de paz de la ONU. Esto tiene que ver con una tendencia regional, apunta Pablo Castillo-Diaz, analista de ONU mujeres: ¡°Los pa¨ªses del Este de ?frica, como Kenia, Etiop¨ªa y Uganda acostumbran a aportar un porcentaje de mujeres m¨¢s alto que otros pa¨ªses que contribuyen con tropas habitualmente, como India, Pakist¨¢n o Egipto¡±.
Adem¨¢s, en los ¨²ltimos a?os la ONU ha empezado a incluir como petici¨®n expresa el despliegue de m¨¢s mujeres en las misiones internacionales. En el caso de Somalia, esto se plasm¨® en 2017 con la resoluci¨®n 2372.
En 2014, Human Rights Watch denunci¨® una veintena de abusos sexuales cometidos por los soldados ugandeses y burundeses. Adem¨¢s de poner en marcha mecanismos para facilitar la denuncia de estas agresiones, la respuesta de la misi¨®n internacional consisti¨® en aumentar el n¨²mero de mujeres entre los miembros de su contingente, una estrategia que la ONU lleva repitiendo desde el 2000: en ambientes hostiles, las mujeres se sienten m¨¢s c¨®modas entre mujeres.
De hecho, mientras los casos de explotaci¨®n sexual por parte de los cascos azules de Naciones Unidas no han hecho m¨¢s que repetirse en Hait¨ª, Liberia o Sud¨¢n del Sur, hasta la fecha ninguna mujer desplegada en estas misiones se ha visto involucrada en los abusos. "Para reducir las agresiones a civiles es necesario que el porcentaje de mujeres sea significativo y m¨¢s cercano al 20 o 30% del total¡±, afirma Castillo-Diaz.
En primera l¨ªnea de fuego
La guardia de Joan y Florence est¨¢ a punto de terminar y otros dos compa?eros van a tomar el relevo. Un gesto de complicidad autoriza el cambio. ¡°La relaci¨®n es buena, aqu¨ª todos somos iguales. Son nuestros hermanos¡±, apunta Florence. Al otro lado de la base, levantada sobre lo que fue un campo de entrenamiento de los yihadistas, la escena se repite. Namatovu y Khaemba charlan animadamente con sus compa?eros. Todo est¨¢ tranquilo afuera. Uno de ellos est¨¢ aprendiendo franc¨¦s. Quiere enviarle un mensaje a su mujer, en Kampala, por su aniversario. ¡°Je t¡¯aime¡±. Khaemba r¨ªe.
Se les exig¨ªa a las mujeres que cocinaran y limpiaran y algunas denunciaron que estaban siendo obligadas a proporcionar servicios sexuales a sus superiores
Aunque reina la camarader¨ªa, mientras no est¨¢n de servicio los hombres andan con hombres y las mujeres con mujeres. Ellos gastan los datos de internet en los videoclips de Sheebah Karungi; ellas en charlar con la familia. ¡°Yo tengo una hija de un a?o y nueve meses e intento hablar con ella cada d¨ªa. Me mandan todo lo que hace: fotos, v¨ªdeos¡.¡±, afirma Florence. Sostiene el m¨®vil en la mano. Al otro lado de la pantalla, un cuerpo diminuto de sonrisa contagiosa baila con tanta gracia que por un momento su madre est¨¢ segura de estar en casa.
El rumor violento, como el de una primavera aplastada, de los T-55 ahoga la conversaci¨®n. Algo ha pasado afuera. Un nuevo explosivo en la carretera. El tanque de Khaemba avanza a toda velocidad. Ella est¨¢ al mando. Namatovu controla el ca?¨®n. En la misi¨®n internacional contra Al Shabab en Somalia las mujeres ocupan tambi¨¦n la primera l¨ªnea de fuego. A diferencia de otros ej¨¦rcitos, como el estadounidense, donde hasta 2015 el papel de la mujer en puestos de combate estaba restringido por la Combat Exclusi¨®n Policy.
Solo falta por derribar la barrera del poder. No hay mujeres entre los altos mandos. ¡°En la carrera militar lleva mucho tiempo ascender. Hay muchos factores que dificultan el avance, entre ellos la discriminaci¨®n de g¨¦nero y la propia violencia sexual contra las reclutas¡± apunta Mary Schwoebel, profesora de estudios de resoluci¨®n de conflictos de la Nova Southeastern University (Florida), que particip¨® en el entrenamiento de las tropas ugandesas desplegadas en Somalia. ¡°En los centros de entrenamiento en Uganda y Nigeria, fui testigo de c¨®mo, tanto a mujeres con cargo como a aquellas que eran soldado raso, se les exig¨ªa que cocinaran y limpiaran aun cuando estas tareas les restaban tiempo para su formaci¨®n militar. Adem¨¢s, algunas de ellas denunciaron que estaban siendo obligadas a proporcionar servicios sexuales a sus superiores jer¨¢rquicos. A veces¡±, concluye, ¡°es el precio que hay que pagar para entrar en la misi¨®n¡±.
No hay reconstrucci¨®n sin mujeres
Por un momento, Mogadiscio no parece una ciudad en guerra. Por un momento, dar a luz en uno de los pa¨ªses con la tasa de mortalidad maternal m¨¢s elevada del mundo (una de cada doce mujeres muere por causas relacionadas con el embarazo) no parece tan peligroso. ¡°Todo el equipo de la maternidad es nuevo, comprado en China, Dub¨¢i y Francia¡±, subraya, orgullosa, Shamsa Abdullahi. Hace apenas unos d¨ªas que ha abierto las puertas del Bybook hospital, un centro para mujeres levantado con el dinero de sus casi treinta a?os en el Reino Unido, y todav¨ªa no tiene muchos pacientes. Algunas temen el precio, la gran mayor¨ªa el barrio. Taleh, en pleno centro de la ciudad pero lejos del control de las tropas de la Amisom, sigue siendo territorio de emboscadas. Una de las explosiones de octubre tuvo lugar a pocas calles de aqu¨ª.
Aunque los yihadistas fueron expulsados de la capital a finales de 2011, Somalia sigue siendo uno de los pa¨ªses m¨¢s peligrosos del mundo. Especialmente para las mujeres. La prevalencia de la mutilaci¨®n general femenina es la m¨¢s alta del mundo (alcanza el 95%) y tras la retirada de los radicales muchas mujeres han tenido que abandonar el rol que hab¨ªan adquirido en la esfera p¨²blica durante el conflicto. ¡°Los hombres tienden a dominar lo p¨²blico y las mujeres lo privado. De hecho, en Somalia los hombres son a menudo tratados como visitantes en sus propias casas. Adem¨¢s, a diferencia de los pa¨ªses occidentales, aqu¨ª las mujeres son el sost¨¦n familiar: las que trabajan la tierra, cuidan del ganado o venden en el mercado. Los donantes occidentales y las agencias de ayuda han socavado significativamente el poder de la mujer dentro de las comunidades transfiriendo los roles y relaciones de g¨¦nero occidentales a Somalia poniendo, por ejemplo, a hombres al frente de proyectos de desarrollo agr¨ªcola¡±, apunta Mary Schwoebel.
Ver a otras somal¨ªes entre las fuerzas de seguridad o a extranjeras en la misi¨®n de paz podr¨ªa servir para hacer ver a las j¨®venes que hay otros roles que la mujer
Pese a todo, el movimiento femenino ha seguido dando pasos adelante. La representaci¨®n de mujeres en el Parlamento pas¨® en las ¨²ltimas elecciones del 14 al 25% y por primera vez se ha debatido una ley para criminalizar la violencia sexual. ¡°El Gobierno ha aumentado la oferta de ayuda legal gratuita para las v¨ªctimas de violencia de g¨¦nero y se han establecido 17 centros de servicios y juzgados itinerantes para incrementar el uso del derecho estatutario¡±, a?ade Castillo-Diaz.
Pero si hay un lugar donde el avance de la mujer en Somalia se hace palpable es en la comisar¨ªa de Galbeed. ¡°Este es uno de los puntos calientes de la ciudad. Un cruce entre dos barrios. Aqu¨ª nos pueden atacar y huir, escondi¨¦ndose¡±, se?ala el coronel Khalif Abdulla Maalan. Hace apenas unos meses del ¨²ltimo ataque. Y semanas desde que cuatro agentes del distrito fueron asesinados cuando volv¨ªan a casa.
Hoy hay dos mujeres en sus puestos. Habboon Dree Waswga y Nalan Hussein Ali. ¡°Este es el trabajo m¨¢s peligroso que existe en Somalia. Lo hacemos sin apenas recursos, pero con el convencimiento de que es nuestra labor y que Al¨¢ nos apoya¡±, asegura la ¨²ltima de ellas, la mayor.
Su mera presencia entre los cuerpos de seguridad del Estado es ya una victoria. Una gran revoluci¨®n. ¡°En Somalia hay una desigualdad de g¨¦nero extrema. El mero hecho de ver a las mujeres desempe?ando roles no habituales, o en puestos de autoridad, o trabajando codo con codo con los hombres en condiciones de igualdad puede ayudar a cambiar actitudes y despertar imaginaci¨®n y posibilidades para las j¨®venes somal¨ªes¡±, sentencia Castillo-Diaz. ¡°Definitivamente ver a otras somal¨ªes entre las fuerzas de seguridad o a extranjeras en la misi¨®n de paz podr¨ªa servir para hacer ver a las j¨®venes que hay otros roles que la mujer puede desarrollar en la sociedad¡±, coincide la profesora de la Nova Southeastern University.
Ejemplos como el de Liberia, donde el despliegue en 2007 de una unidad de polic¨ªas indias logr¨® elevar del 13 al 21% la presencia de mujeres en la Polic¨ªa Nacional en cinco a?os, marcan el camino a seguir a Somalia.
Puedes seguir a PLANETA FUTURO en Twitter y Facebook e Instagram, y suscribirte aqu¨ª a nuestra newsletter.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.