Combatimos al peor enemigo de la lepra: el hombre
El m¨¦dico I?aki Alegr¨ªa cuenta desde Etiop¨ªa c¨®mo el estigma de la enfermedad persiste cuando ya se ha conseguido derrotar al bacilo que la causa
Siento el calor de su aliento en mi rostro mientras me acoge entre sus brazos. Extiendo los m¨ªos y nos fundimos en un abrazo. Siento en mis brazos como los mu?ones de sus manos acarician mi piel desnuda. No tengo miedo.
El resplandor de su sonrisa ilumina mi mirada. Alamitu me muestra todo su afecto, agradecida por poder hacerlo. Somos c¨®mplices del afecto.
¡°Ahora soy feliz por poder tener una vida normal, como la de cualquier otra persona¡±, me comenta entre l¨¢grimas. Su mirada a¨²n esconde su pasado angustioso en el que fue repudiada por su familia y abandonada en el campo. Tuvo la fortuna de escuchar de un lugar donde pod¨ªa ser acogida en medio de la monta?a: el hospital de Gambo. Morada d¨®nde acudi¨®, recibi¨® el tratamiento, se cur¨®, enamor¨®, tuvo hijos y convirti¨® en nuevo hogar. ¡°No puedo volver a mi pueblo, all¨ª siempre me van a rechazar. Aunque ya no contagie ni tenga la lepra, las personas huyen al ver mis manos sin dedos, no puedo esconderme¡±.
Cuando el bacilo de Hansen, la mico-bacteria causante de la enfermedad ha sido vencida por la medicina, entonces, sigue el sufrimiento, persiste lo peor de la lepra, lo m¨¢s peligroso, lo que ninguna ciencia ha conseguido vencer todav¨ªa: el estigma en la mente de las personas.
Kedir, el marido de Alamitu, me tiende su mano de mu?ones, secuelas de la enfermedad vencida. ¡°?l me entiende, ha sufrido el mismo rechazo. Tan solo nos podemos casar entre nosotros¡±, me comenta la mujer con un hilo de voz.
En el Hospital rural de Gambo luchamos para combatir el estigma, para que las personas con lepra sean tan solo personas, como cualquier otra
Bilisuma, la hija, una joven con mirada radiante, sana, sin ninguna muestra de enfermedad. Se levanta cada ma?ana con el sol para cargar en su d¨¦bil espalda el bid¨®n amarillo con 20 kilos de agua para saciar la sed de su familia.
Pero el agua no consigue saciar su sed de conocimiento, de descifrar lo que esconden los jerogl¨ªficos de letras en los libros, por ello, madruga para tener tiempo de acudir cada d¨ªa al colegio.
Por las tardes, al acabar el colegio acude sin demora al hogar para ayudar a su madre en la cocina de le?a. Mientras vigila como hierve el agua, su sed de conocimiento hace que aproveche el momento para leer.
Despu¨¦s del largo d¨ªa, bajo la luz de una vela, exprime los ¨²ltimos minutos del d¨ªa para repasar la lecci¨®n diaria. Bilisuma puede llevar una vida aparentemente normal, pero sus sue?os de princesa se ven truncados. ¡°Quiero casarme por amor¡±, me confiesa. Pero no es tan sencillo, a pesar de ser completamente sana, la sociedad la condena por ser hija de la lepra.
Y el derecho a poder casarse por amor.
Mientras, el hijo de la lepra, condenado a esposarse con una hija de la lepra, de generaci¨®n en generaci¨®n, como si hereditario fuese¡
Hijos del olvido.
Hijas de la lepra.
Hija del amor, v¨ªctima del estigma.
Se hace el silencio mientras coloco la campana del fonendoscopio en su desnudo t¨®rax. ¡°Quiero ser enfermera para cuidar de las personas enfermas como mi madre y padre¡±.
En el Hospital rural de Gambo, junto a Kedir y Alamitu luchamos para combatir el estigma, para que las personas con lepra sean tan solo personas, como cualquier otra, sin apellidos.
Tambi¨¦n para que j¨®venes como Bilisuma puedan hacer realidad sus sue?os de princesa, llevar una vida normal y casarse por amor, como sus amigas.
I?aki Alegr¨ªa Coll es pediatra, director m¨¦dico del Hospital General Rural de Gambo, Etiop¨ªa y fundador de la ONG Alegr¨ªa Sin Fronteras.
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