Los t¨®xicos y t¨²: tanto que hacer
El investigador Miquel Porta acaba de publicar el libro 'Vive m¨¢s y mejor. Reduciendo t¨®xicos y contaminantes ambientales' (Grijalbo)
Tras eliminar el plomo de la gasolina, la reducci¨®n espectacular en los niveles corporales de plomo de millones de personas desde la mitad de la d¨¦cada de 1980 es un caso ejemplar de c¨®mo pol¨ªticas p¨²blica y privadas externas al sistema sanitario han mejorado nuestro bienestar y nuestra salud. Hoy la inmensa mayor¨ªa de los fetos ya no est¨¢n pr¨¢cticamente expuestos a ¨¦l. Lo demuestran miles de an¨¢lisis en sangre de cord¨®n umbilical. Igual ocurre en todas las otras edades. Los beneficios biof¨ªsicos, cognitivos y econ¨®micos han sido bien cuantificados. Los beneficios humanos e inmateriales son percibidos por quien lo intenta. En cambio, los estudios cient¨ªficos que biomonitorizan sustancias en muestras representativas de la poblaci¨®n demuestran que muchos tenemos una importante contaminaci¨®n interna (medida en l¨ªquido amni¨®tico, sangre, tejido adiposo) por mercurio y otros metales, plaguicidas, residuos pl¨¢sticos e industriales. A concentraciones a menudo bajas (tambi¨¦n preocupantes) y a menudo altas. La actual inoperancia para controlar los efectos da?inos sobre la salud humana de las mezclas o ¡°c¨®cteles¡± de contaminantes que observamos en nuestros alimentos y cuerpos es uno de los ejemplos m¨¢s significativos de razones para la desafecci¨®n y, por tanto, de las posibilidades que tienen las pol¨ªticas centradas en lo que de verdad afecta a nuestra calidad de vida.
Necesitamos pues pol¨ªticas m¨¢s diligentes. Hace poco, un excelente reportaje de The New York Times ha revelado el cinismo con el que la administraci¨®n Trump intenta amputar los conocimientos cient¨ªficos en los que basan sus decisiones sus agencias de alimentaci¨®n, medio ambiente y salud p¨²blica. Mirar hacia otra parte tambi¨¦n es com¨²n en algunas de nuestras agencias; la potencial eficacia de otras, en cambio, las ha llevado a morir aplastadas por las pol¨ªticas ¡°de austeridad¡±. Necesitamos agencias de salud p¨²blica m¨¢s fuertes e independientes. No es cierto que nada pueda hacerse y se est¨¢ haciendo mucho. Francia acaba de prohibir la utilizaci¨®n de pl¨¢sticos para calentar y servir alimentos en las cantinas escolares. Muchas organizaciones ciudadanas, empresas e instituciones construyen bienestar con desparpajo y eficacia. Los avances en la calidad de la comida en las escuelas son ejemplo (imperfectos) de ello, con dificultades obvias; como lo son la agricultura y la ganader¨ªa ecol¨®gicas, los envases, la ropa, la cosm¨¦tica o los muebles con menos t¨®xicos... Luces y sombras, claro. Pero la apuesta debe y puede ser por lo positivo.
De modo que cada d¨ªa vivimos hechos ¨ªntimamente conectados con esta idea elemental: podemos estar razonablemente contentos (o no) con la calidad de vida que tenemos ¨Cy disfrutar o no de muchas cosas maravillosas de la vida¨C y a la vez reconocer que debemos y podemos mejorar otras muchas cosas. Reconocer las ventajas que nos aporta la qu¨ªmica sint¨¦tica y, a la vez, que muchos de sus usos nos cobran una factura onerosa: enfermedades y muertes prematuras con unos elevados costes humanos y econ¨®micos, por ejemplo. Reconocer que existe mucha enfermedad que podemos prevenir si atendemos al conocimiento cient¨ªfico que generan y difunden investigadores y divulgadores independientes. Y si apoyamos m¨¢s las pol¨ªticas p¨²blicas y privadas que mejor nos protegen de contaminantes ante los cuales nuestras acciones individuales ¨Cnecesarias¨C son insuficientes. No tendr¨ªa sentido ir a la cafeter¨ªa o al supermercado y preguntar ¡°lo que me das ?c¨®mo va hoy de bisfenoles, ftalatos y dioxinas?¡±.
Estas y otras sustancias est¨¢n contribuyendo a causar trastornos y enfermedades.
Muchos tenemos una contaminaci¨®n interna por mercurio y otros metales, plaguicidas, residuos pl¨¢sticos e industriales
Evitar la exposici¨®n y la contaminaci¨®n interna a esos y otros cancer¨ªgenos y disruptores endocrinos (¡°impostores¡± o ¡°imitadores¡± de hormonas) ayuda a prevenir trastornos hormonales y reproductivos (infertilidad, pubertad precoz, ovarios poliqu¨ªsticos, malformaciones cong¨¦nitas de los genitales, endometriosis), algunos c¨¢nceres (parte de los c¨¢nceres de ovario, mama, test¨ªculos, tiroides, pr¨®stata, leucemias, linfomas), enfermedades neurol¨®gicas (algunas formas de las enfermedades de Parkinson y de Alzheimer), metab¨®licas (hipotiroidismo, diabetes, obesidad), inflamatorias, cardiovasculares (hipertensi¨®n, trastornos de los l¨ªpidos), o del sistema inmunol¨®gico, adem¨¢s quiz¨¢ de algunos casos de enfermedades de causas todav¨ªa mal conocidas como la fibromialgia y el s¨ªndrome de fatiga cr¨®nica (las que actualmente tienden a llamarse ¡°s¨ªndromes de sensibilizaci¨®n central¡±).
Hacer nuestra esa realidad t¨®xica y reaccionar, cada uno a su manera, es perfectamente compatible con seguir disfrutando sin miedo de la vida. Parte de ella.
Ah, la ¡°esperanza de vida¡±... Muchos profesionales de las ciencias de la salud y la sociedad explicamos las causas de su aumento sin esconder las razones de que tanta gente no la alcance. Porque todos tenemos a mucha gente querida que no llega a esa edad a la que en principio, como promedio, deb¨ªa llegar sana. Las enfermedades que cercenan la vida o el bienestar de muchas personas cercanas tienen causas. Y muchas de estas causas son ambientales y sociales. Los sueldos, los horarios y otras injustas condiciones de trabajo, el dif¨ªcil acceso a una educaci¨®n y a una alimentaci¨®n de calidad, los h¨¢bitos personales y colectivos. Esas son las principales fuentes y v¨ªas de exposici¨®n a las mezclas de contaminantes qu¨ªmicos artificiales que tenemos en el cuerpo durante a?os. Los tenemos por dos motivos: porque estamos expuestos a ellos cotidianamente o porque nuestro cuerpo no los excreta y se nos acumulan. Para la mayor¨ªa, la principal v¨ªa de entrada en nuestro cuerpo de tales contaminantes son los alimentos y sus envases, el agua y el aire.
Desde el vientre materno y durante toda la vida, numerosos contaminantes qu¨ªmicos artificiales contribuyen a que acumulemos m¨²ltiples alteraciones gen¨¦ticas y epigen¨¦ticas: lesionan nuestro ADN o hacen que los genes funcionen mal. O por otros mecanismos da?an nuestros sistemas fisiol¨®gicos.
Las enfermedades que cercenan la vida o el bienestar de muchas personas cercanas tienen causas. Y muchas de estas causas son ambientales y sociales
En Espa?a y en el resto del mundo donde existe investigaci¨®n avanzada sobre medicina, salud p¨²blica y medio ambiente, cada semana publicamos nuevos resultados sobre ello. La red Infancia y Medio Ambiente (INMA) ofrece m¨²ltiples ejemplos. Diversos laboratorios espa?oles de influencia internacional ¨Cy las propias agencias locales y globales¨C muestran regularmente que hay alimentos con mucha menos contaminaci¨®n por plaguicidas y residuos industriales. Igual ocurre con el aire, el agua o el ambiente laboral. A partir de esos conocimientos, muchas instituciones, empresas y organizaciones trabajan constructivamente. Menos de las necesarias, por supuesto. Demasiado vulnerables a las presiones mercantiles y con menos apoyo social del necesario, por supuesto.
Ning¨²n investigador o divulgador serio dice que todo se reduzca a un problema de contaminaci¨®n qu¨ªmica artificial. As¨ª, nadie dice que la diabetes, la fertilidad o el bajo rendimiento escolar se deban s¨®lo a la contaminaci¨®n. Los procesos de exposici¨®n a contaminantes y las pol¨ªticas para prevenirla son socioecon¨®micos, culturales y pol¨ªticos. Todas las enfermedades mencionadas aqu¨ª ¨Cy tambi¨¦n las microbiol¨®gicas o los accidentes¨C tienen causas y mecanismos individuales y colectivos, biol¨®gicos, cl¨ªnicos, ambientales y sociales. Muchos de esos procesos causales tienen flujos en los que ya estamos interviniendo. Seguimos.
Miquel Porta es m¨¦dico, investigador del Instituto Hospital del Mar de Investigaciones M¨¦dicas y catedr¨¢tico de salud p¨²blica en la Universidad Aut¨®noma de Barcelona.
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