Ser ¡®trans¡¯ es cruzar una frontera pol¨ªtica
El fil¨®sofo transg¨¦nero Paul B. Preciado relata su experiencia como viajero entre la feminidad y la masculinidad y denuncia que estas transiciones a¨²n son consideradas herej¨ªas
Me atrever¨ªa a decir que son los procesos de cruce los que mejor permiten entender la transici¨®n pol¨ªtica global a la que nos enfrentamos. El cambio de sexo y la migraci¨®n son las dos pr¨¢cticas de cruce que, al poner en cuesti¨®n la arquitectura pol¨ªtica y legal del colonialismo patriarcal, de la diferencia sexual y del Estado-naci¨®n, sit¨²an a un cuerpo humano vivo en los l¨ªmites de la ciudadan¨ªa e incluso de lo que entendemos por humanidad. Lo que caracteriza a ambos viajes, m¨¢s all¨¢ del desplazamiento geogr¨¢fico, ling¨¹¨ªstico o corporal, es la transformaci¨®n radical no solo del viajero, sino tambi¨¦n de la comunidad humana que lo acoge o lo rechaza. El antiguo r¨¦gimen (pol¨ªtico, sexual, ecol¨®gico) criminaliza toda pr¨¢ctica de cruce. Pero all¨ª donde el cruce es posible empieza a dibujarse el mapa de una nueva sociedad, con nuevas formas de producci¨®n y de reproducci¨®n de la vida.
En mi caso, el cruce comenz¨® en 2004, cuando empec¨¦ a administrarme peque?as dosis de testosterona. Durante unos a?os, transitando un espacio de reconocimiento de g¨¦nero que oscilaba entre lo femenino y lo masculino, entre la masculinidad lesbiana y la feminidad King [o feminidad masculina], experiment¨¦ la posici¨®n que ahora se denomina gender fluid. La fluidez de las encarnaciones sucesivas chocaba con la resistencia social a aceptar la existencia de un cuerpo fuera del binario sexual. Esa ¡°fluidez¡± fue posible durante los a?os en los que me administr¨¦ una dosis de testosterona que denominamos ¡°umbral¡± porque no dispara la proliferaci¨®n en el cuerpo de los llamados ¡°caracteres secundarios¡± del sexo masculino.
Parad¨®jicamente, renunci¨¦ a la fluidez porque deseaba el cambio. La decisi¨®n de ¡°cambiar de sexo¡± se acompa?a forzosamente de eso que ?douard Glissant denomina ¡°un temblor¡±. El cruce es el lugar de la incertidumbre, de la no-evidencia, de lo extra?o. Y todo eso no es una debilidad, sino una potencia. ¡°El pensamiento de temblor¡±, dice Glissant, ¡°no es el pensamiento del miedo. Es el pensamiento que se opone al sistema¡±. En septiembre de 2014 inici¨¦ un protocolo m¨¦dico-psiqui¨¢trico de reasignaci¨®n de g¨¦nero en la cl¨ªnica Audre Lorde de Nueva York. ¡°Cambiar de sexo¡± no es, como quiere la guardia del antiguo r¨¦gimen sexual, dar un salto a la psicosis. Pero tampoco es, como pretende la nueva gesti¨®n neoliberal de la diferencia sexual, un mero tr¨¢mite m¨¦dico-legal que puede completarse durante la pubertad para dar paso a una normalidad absoluta. Un proceso de reasignaci¨®n de g¨¦nero en una sociedad dominada por el axioma cient¨ªfico-mercantil del binarismo sexual, donde los espacios sociales, laborales, afectivos, econ¨®micos o gestacionales est¨¢n segmentados en t¨¦rminos de masculinidad o feminidad, de heterosexualidad o de homosexualidad, es cruzar la que es quiz¨¢s, junto con la raza, la m¨¢s violenta de las fronteras pol¨ªticas inventadas por la humanidad. Cruzar es al mismo tiempo saltar una pared vertical infinita y caminar sobre una l¨ªnea dibujada en el aire. Si el r¨¦gimen heteropatriarcal de la diferencia sexual es la religi¨®n cient¨ªfica de Occidente, entonces cambiar de sexo no puede ser sino un acto her¨¦tico.
El cambio de sexo y la migraci¨®n son las dos pr¨¢cticas de cruce que sit¨²an al cuerpo en los l¨ªmites de la ciudadan¨ªa
A medida que aumentaba la dosis de testosterona, los cambios se intensificaron: el vello facial es simplemente un detalle en comparaci¨®n con la rotundidad con la que la voz precipita un cambio de reconocimiento social. La testosterona propicia una variaci¨®n del grosor de las cuerdas vocales, un m¨²sculo que, al modificar su forma, var¨ªa el tono y el registro de la voz. El cambio de voz es experimentado por el viajero de g¨¦nero como una posesi¨®n, un acto de ventriloquia que lo fuerza a identificarse a s¨ª mismo con lo desconocido. Seguramente esta mutaci¨®n es una de las cosas m¨¢s bellas que he vivido. Ser trans es desear un proceso de cr¨¦olisation interior: aceptar que uno solo es uno mismo gracias y a trav¨¦s del cambio, del mestizaje, de la mezcla. La voz que la testosterona propulsa en mi garganta no es una voz de hombre, es la voz del cruce. La voz que tiembla en m¨ª es la voz de la frontera. ¡°Entendemos mejor el mundo¡±, dice Glissant, ¡°cuando temblamos con ¨¦l, porque el mundo est¨¢ temblando en todas direcciones¡±.
Junto al cambio de voz vino el cambio de nombre. Durante un tiempo dese¨¦ que mi nombre femenino fuera declinado en masculino. Es decir, quise llamarme Beatriz y ser tratado, seg¨²n las gram¨¢ticas, con pronombres y adjetivos masculinos. Pero aquella torsi¨®n gramatical era a¨²n m¨¢s dif¨ªcil que la fluidez de g¨¦nero. Decid¨ª entonces buscar un nombre masculino. En mayo de 2014, el subcomandante Marcos anunciaba en una carta abierta enviada desde ¡°la realidad zapatista¡± la muerte del personaje Marcos que hab¨ªa sido inventado como nombre sin rostro para dar voz al proceso revolucionario de Chiapas. En ese mismo comunicado, el subcomandante afirmaba que dejaba de llamarse Marcos para llamarse Galeano, en homenaje a Jos¨¦ Luis Sol¨ªs S¨¢nchez, alias Galeano, asesinado en mayo de 2014. Pens¨¦ entonces en llamarme Marcos. Quer¨ªa llevar el nombre de Marcos como un pasamonta?as que cubriera mi rostro y mi nombre. Marcos ser¨ªa una forma de desprivatizar mi antiguo nombre, de colectivizar mi rostro. Mi decisi¨®n fue denunciada de inmediato en las redes por los activistas latinoamericanos como un gesto colonial. Afirmaban que, siendo blanco y espa?ol, no pod¨ªa llevar el nombre de Marcos. La ficci¨®n pol¨ªtica dur¨® tan solo unos d¨ªas. Ese nombre, injerto pol¨ªtico fallido, existe solo como un rastro ef¨ªmero insertado dentro de la firma de la cr¨®nica de Lib¨¦ration del 7 de junio de 2014. Sin duda ten¨ªan raz¨®n. Hab¨ªa en ese gesto arrogancia colonial y vanidad personal, pero tambi¨¦n b¨²squeda deses?perada de protecci¨®n. ?Qui¨¦n se atreve a dejar su nombre para darse un nombre sin historia, sin memoria, sin vida? Aprend¨ª dos cosas, aparentemente contradictorias, del fallo del injerto del nombre Marcos: tendr¨ªa que luchar por mi nombre y, al mismo tiempo, mi nombre tendr¨ªa que ser una ofrenda, me tendr¨ªa que ser regalado como un talism¨¢n. (¡)
La ciencia, la t¨¦cnica y el mercado est¨¢n redibujando los l¨ªmites de lo que es y ser¨¢ un cuerpo humano vivo. Esos l¨ªmites se definen hoy no solo en relaci¨®n con la animalidad y con las hasta ahora consideradas formas infrahumanas de la vida (los cuerpos no-blancos, proletarios, no masculinos, trans, discapacitados, enfermos, migrantes¡), sino tambi¨¦n frente a la m¨¢quina, frente a la inteligencia artificial, frente a la automatizaci¨®n de los procesos productivos y reproductivos. Si la primera Revoluci¨®n Industrial se hab¨ªa caracterizado, con la invenci¨®n de la m¨¢quina de vapor, por una aceleraci¨®n de las formas de producci¨®n, la revoluci¨®n industrial actual, marcada por la ingenier¨ªa gen¨¦tica, la nanotecnolog¨ªa, las tecnolog¨ªas de la comunicaci¨®n, la farmacolog¨ªa y la inteligencia artificial, afecta de lleno a los procesos de reproducci¨®n de la vida. El cuerpo y la sexualidad ocupan en la actual mutaci¨®n industrial el lugar que la f¨¢brica ocup¨® en el siglo XIX. Hay al mismo tiempo una revoluci¨®n de los subalternos y ap¨¢tridas en curso y un frente contrarrevolucionario en lucha por el control de los procesos de reproducci¨®n de la vida. En cada rinc¨®n del mundo, de Atenas a Kassel, de Rojava a Chiapas, de S?o Paulo a Johannesburgo es posible sentir no solo el agotamiento de las formas tradicionales de hacer pol¨ªtica, sino tambi¨¦n el surgimiento de cientos de miles de pr¨¢cticas de experimentaci¨®n social, sexual, pol¨ªtica, art¨ªstica¡ Frente al levantamiento de los poderes ed¨ªpicos y fascistas surgen, por todas partes, las micropol¨ªticas del cruce.
Paul B. Preciado es un fil¨®sofo transg¨¦nero feminista, autor, entre otras obras, de ¡®Manifiesto contrasexual¡¯. Este texto es un fragmento de su nuevo libro ¡®Un apartamento en Urano¡¯, que Anagrama publica el 10 de abril.
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