Jefe del Estado
En la bas¨ªlica de Cuelgamuros est¨¢ enterrado un dictador que asumi¨® de forma tramposa la?Jefatura del Estado
En su n¨²mero del 30 de septiembre de 1936, el Bolet¨ªn oficial de la Junta de Defensa Nacional de Espa?a public¨® un decreto nombrando ¡°jefe del Gobierno del Estado espa?ol al excmo. general de Divisi¨®n don Francisco Franco Bahamonde, quien asumir¨¢ todos los poderes del Estado¡±. Ese mismo d¨ªa, Abc de Sevilla, que serv¨ªa a modo de ¨®rgano oficioso de los militares rebeldes, reprodujo bajo grandes titulares este decreto de la Junta con una peque?a variante: donde dec¨ªa ¡°jefe del Gobierno del Estado¡±, alguien hab¨ªa suprimido: ¡°del Gobierno¡±.
De esta manera, tramposa adem¨¢s de ilegal, qued¨® introducido en el lenguaje rebelde el sintagma jefe del Estado para designar a Francisco Franco. En esa fecha solo hab¨ªa un Estado en Espa?a, el de la Rep¨²blica espa?ola, y lo que se propon¨ªan los diversos caudillos militares que formaban la Junta de Defensa Nacional era desfilar por Madrid bajo un mando unificado: un jefe del Estado que era a la par ¡°general¨ªsimo de la fuerzas nacionales de tierra, mar y aire y general jefe de los Ej¨¦rcitos de Operaciones¡±. La inminente ca¨ªda de la capital estaba cantada y nadie entre los insurgentes hab¨ªa pensado en la previa construcci¨®n de un Estado que sustituyera al Estado en plaza. Lo que pretend¨ªan era tomar Madrid, colgar la bandera rojigualda en los m¨¢stiles de las sedes de los diferentes poderes del Estado y comenzar su obra de limpieza y depuraci¨®n hasta convertir el Estado republicano en una dictadura militar.
Pero Madrid resisti¨®, a pesar de que el Gobierno de la Rep¨²blica lo diera por perdido. Comenzaba una larga Guerra Civil de alcance internacional y era menester dotar al entramado de poderes insurgentes de un Gobierno y de una Administraci¨®n que presentara ante las potencias extranjeras al menos la apariencia de un Estado. Y esto fue lo que se comenz¨® a construir a partir del decreto de unificaci¨®n de abril de 1937, cuando Franco se presenta ya, a la manera fascista, como jefe del Estado Nuevo, que se dota por vez primera de una ley de Gobierno en enero de 1938. All¨ª aparece la presidencia del Gobierno vinculada a la Jefatura del Estado, a la que corresponde ¡°la suprema potestad de dictar normas jur¨ªdicas de car¨¢cter general¡±. Tal fue el embri¨®n de una dictadura de la que Franco fue jefe vitalicio, reconocido desde febrero de 1939 por las potencias democr¨¢ticas, especialmente Francia y el Reino Unido, una dictadura que se dispuso a gobernar por medio de la met¨®dica administraci¨®n del terror y la represi¨®n.
Ese Estado Nuevo experiment¨® con el tiempo algunas mutaciones, no tantas, sin embargo, como para que en alguna ocasi¨®n cesara aquel ¡°estado de guerra continuado¡± que con tanta lucidez denunci¨® Dionisio Ridruejo en 1963. Por resumir, la derrota de sus principales valedores en la Segunda Guerra Mundial oblig¨® a sustituir lo Nuevo por lo Cat¨®lico, que es como se denominar¨¢ al Estado espa?ol desde la llegada de Acci¨®n Cat¨®lica al poder. Fue el momento en que Estados Unidos decidi¨® que the kick-Franco-out-now policy is over, aunque esa pol¨ªtica de darle la patada a Franco qued¨® siempre muy lejos de llevarse a la pr¨¢ctica por los vencedores de la Guerra Mundial. Tan c¨ªnica como la pol¨ªtica de no intervenci¨®n, la de echar a Franco tras la derrota de Hitler y Mussolini nunca pas¨® de las buenas palabras.
Este Franco, finalmente reconocido como jefe del Estado por la totalidad de las democracias, directamente sostenido por Estados Unidos y el Vaticano, mantuvo hasta su muerte ¡°su suprema potestad de dictar normas jur¨ªdicas de car¨¢cter universal¡±, revalidada por la Ley Org¨¢nica del Estado, o sea, sus poderes como dictador en el que conflu¨ªan todos los poderes del Estado, aparte de todos los carismas y las liturgias que rodearon su ascenso a la cumbre: caudillo de Espa?a por la gracia de Dios, salvador de la patria, general¨ªsimo de los Ej¨¦rcitos¡ ?De verdad creen los miembros de la Sala de lo Contencioso del Tribunal Supremo que el hecho de que Franco fuera un jefe de Estado de tan larga duraci¨®n atribuye a todas las controversias suscitadas por la exhumaci¨®n de su cad¨¢ver ¡°unos rasgos especiales que no se pueden ignorar¡±? Si esto es lo que creen, entonces el ¨²nico rasgo especial que deb¨ªan tomar en cuenta es que, en ese h¨®rrido monumento a la Cruzada que es la bas¨ªlica de Cuelgamuros, quien est¨¢ enterrado es un dictador que, basado en un irrestricto poder militar y bendecido por el episcopado espa?ol, asumi¨® de manera tramposa la Jefatura del Estado.
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