Marxismo y ciudad
El materialismo hist¨®rico ante la cuesti¨®n urbana
Bajo el enunciado Pensar la emancipaci¨®n. Radicalidades y movimientos sociales en un mundo polarizado se celebraba a mediados de junio pasado en Barcelona la Historical Materialism International Conference, un encuentro de varios d¨ªas consagrados de manera monogr¨¢fica e intensa a exaltar la vigencia de la obra de Karl Marx, reuni¨®n que un periodista se permiti¨® describir como una especie de rave marxista. Su escenario fue uno de los espacios autogestionados de la capital catalana, la Nau Bosnik, en el barrio de La Sagrera.
En la ciudad capitalista no existe ning¨²n espacio que no sea privado o privatizado, destinado a devenir tarde o temprano en fuente de beneficio de particulares
Uno de los ejes en que se dividi¨® el acontecimiento fue el urbano, organizado por el Observatori d¡¯Antropologia del Conflicte Urb¨¤, el OACU. El asunto central fue el de c¨®mo, tal y como subrayaba el programa de esta secci¨®n de las jornadas, hoy d¨ªa, las ciudades son elementos fundamentales en los procesos de acumulaci¨®n capitalista. La producci¨®n y los servicios, pero tambi¨¦n la vivienda y el espacio p¨²blico se han convertido en objeto de rentabilidad. Esto las convierte, adem¨¢s, en escenario privilegiado para la confrontaci¨®n social, de tal manera que lo que Manuel Castells llam¨® la cuesti¨®n urbana est¨¢ del todo pendiente.
El proyecto te¨®rico marxista no abord¨® el desarrollo de la ciudad capitalista, con la excepci¨®n del cl¨¢sico de Engels La situaci¨®n de la clase obrera en Inglaterra, publicado en 1845 y que incluye un cap¨ªtulo en muchos sentidos seminal titulado "Las grandes ciudades". Es en los a?os 60 y 70 que, desde perspectivas enfrentadas, Manuel Castells ¡ªque luego fue derivando hacia la socialdemocracia¡ª y sobre todo Henri Lefebvre, entendieron la pertinencia de analizar las din¨¢micas urbanas desde los postulados del materialismo hist¨®rico. Luego, vinieron David Harvey, Neil Smith o Tom Slater ¡ªque clausur¨® la secci¨®n de la conferencia sobre ciudades¡ª a continuar en esta l¨ªnea que ha contemplado la gentrificaci¨®n en clave de lucha de clases.
Hacer ondear las cosas escritas por Marx y Engels es ahora m¨¢s urgente que nunca, cuando no vemos por doquier sino ejemplos de c¨®mo las grandes din¨¢micas de mutaci¨®n urbana son gestadas y gestionadas desde la l¨®gica neoliberal, es decir, a partir de los principios de un capitalismo cuya meta nunca ha cambiado a lo largo de todas sus fases y que el final de la pel¨ªcula no en vano titulada El capital, dirigida por Costa-Gavras en 2012, resume: robar a los pobres para repartirlo entre los ricos.
Ese capitalismo, en su actual etapa posmoderna, le exige al Estado la reducci¨®n al m¨¢ximo a su papel de arbitraje econ¨®mico y atenci¨®n p¨²blica, pero que le asigna un papel clave como su cooperador institucional, tanto por lo que hace a la represi¨®n de sus enemigos ¡ªreales o imaginados¡ª y la contenci¨®n asistencial de la miseria, como a la producci¨®n simb¨®lica y de efectos especiales al servicio del buen funcionamiento de los mercados.
Ahora bien, todo ello est¨¢ siendo acompa?ado de actuaciones que invocan altisonantes principios abstractos, irrevocables y universales, como son el capital humano, la sostenibilidad ambiental, el multiculturalismo, la calidad de vida, el humanismo tecnol¨®gico, el cosmopolitismo, la participaci¨®n ciudadana y otras expresiones ideol¨®gicas del capitalismo compasivo. Es lo que, en El capital, Karl Marx llama "fetichizaci¨®n de la mercader¨ªa", una manera en este caso de darle altura "moral" al espacio urbano subastado, espacio tanto privado como p¨²blico, puesto que en la ciudad capitalista no existe ning¨²n espacio que no sea privado o privatizado, destinado a devenir tarde o temprano en fuente de beneficio de particulares.
En resumen, usando el dialecto te¨®rico marxista, a lo que estar¨ªamos asistiendo es a un proceso ya mundial de traducci¨®n de lo que fue valor de uso de la ciudad ¡ªrelativo a la ciudad gastada, practicada, vivida, so?ada por sus habitantes y transe¨²ntes¡ª en valor de cambio. Por decirlo como hubiera querido Henri Lefebvre, el capitalismo convierte la ciudad como creaci¨®n y como obra en la ciudad como producci¨®n y como producto destinados a un mercado de compraventa de ciudades y fragmentos de ciudad. As¨ª, de la mano del capitalismo, las ciudades ya no son obra constantemente creada y recreada por sus ciudadanos, sino simple objeto de la depredaci¨®n y la codicia de una minor¨ªa de poseedores que ni las aman ni las entienden.
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