La f¨®rmula de la alegr¨ªa
Mi almadraba, dicen los de aqu¨ª, tiene 3.000 a?os, la hicieron los rote?os fenicios y, desde entonces, otros rote?os de todas las sangres la han mimado
LOS DE AQU? dicen que tiene 3.000 a?os, que la hicieron los fenicios, que a su lado, en la orilla del mar, levantaron una factor¨ªa de at¨²n que cumpli¨® su cometido durante siglos y luego fue un convento, una c¨¢rcel, un hotel, siempre el edificio m¨¢s antiguo de este lado de la bah¨ªa.
No s¨¦ si es verdad, pero como ya soy de aqu¨ª, como he renunciado a la ropa de vestir y a las sandalias, como desde hace unos d¨ªas s¨®lo llevo vestidos del mercadillo y chanclas, como me alimento a base de chocos y ca?a¨ªllas, de arranque y huevas ali?adas, voy a decir que s¨ª, que mi almadraba tiene 3.000 a?os, que la hicieron unos rote?os fenicios y, desde entonces, generaci¨®n tras generaci¨®n, otros rote?os de todas las sangres, todos los pelajes, la han mimado, la han restaurado, han mantenido la altura de sus muros encajando piedras a hueso en los huecos que fueron dejando el tiempo y los temporales del invierno, y siguen us¨¢ndola para el mismo prop¨®sito que impuls¨® su construcci¨®n hace muchos siglos.
El primer d¨ªa de mis vacaciones bajo a la playa y est¨¢ ah¨ª, siempre igual y siempre distinta, seg¨²n el capricho de las mareas. Me emociona mirarla hasta cuando no la veo, porque s¨¦ que sigue intacta, en el mismo sitio, aunque el agua la cubra por completo. Mi almadraba es una construcci¨®n muy simple y muy excepcional al mismo tiempo. Los fenicios, o los romanos, o los que fueran, se dieron cuenta de que los atunes llegaban hasta la orilla de la playa con la marea alta e idearon el sistema m¨¢s eficaz, m¨¢s c¨®modo tambi¨¦n, para capturarlos. Construyeron dentro del mar muros de medio metro de altura, no m¨¢s, suficientes para que los atunes no pudieran saltarlos, suficientes tambi¨¦n para que las personas pudieran atravesarlos de una zancada. As¨ª, hace 3.000 a?os poco m¨¢s o menos, crearon media docena de inmensas piscinas, a las que los peces llegaban con la marea alta y de las que no pod¨ªan salir cuando el nivel del oc¨¦ano descend¨ªa de nuevo. En el momento ¨®ptimo de la bajamar, los fenicios, los romanos y todos los que llegaron despu¨¦s entraban en la almadraba y sacaban los atunes en brazos, con la misma facilidad, la misma comodidad, con la que habr¨ªan cosechado patatas en un campo. Desde hace 3.000 a?os, mi almadraba es un prodigio del ingenio humano.
Claro que los atunes ya no llegan a la playa. En la segunda mitad del siglo XX, cuando empez¨® el expolio sistem¨¢tico de los bancos de pesca, los barcos se fueron adentrando en el mar para capturarlos de otra manera. Lo que ahora se llama almadraba es una t¨¦cnica distinta, m¨¢s sangrienta, m¨¢s cruel, una red tendida entre varios barcos que se levanta para atrapar a los atunes que se atraen con bicheros para arponearlos despu¨¦s. Luego llegan los malditos japoneses y compran los mejores a bordo, para que cada vez lleguen menos a las pescader¨ªas de mi pueblo y a las f¨¢bricas de conservas de toda la provincia de C¨¢diz, para que cada vez sean m¨¢s caros, crudos o en aceite. Pero mi almadraba sigue capturando pescado y es todav¨ªa una instituci¨®n extraordinaria.
Todos los a?os se subastan las piscinas, que aqu¨ª se llaman corrales, y se asigna su explotaci¨®n al mejor postor. Durante las dos primeras horas de la bajamar, s¨®lo quienes han obtenido la concesi¨®n pueden pescar o mariscar en cada corral de la almadraba, pero despu¨¦s puede entrar cualquiera, con su red y su cubo de pl¨¢stico, con su calzado de goma, que protege de las piedras las plantas de sus pies, y su propia astucia, un olfato inexplicable para localizar los escondites de los cangrejos, de las navajas, de las almejas o los camarones. As¨ª, cuando sube la marea y encuentra a los mariscadores rezagados lejos de la orilla, en el momento exacto en el que el borde de los muros dibuja una raya imposible en el mar, en mi playa se ve a gente que camina sobre las aguas.
A partir de ah¨ª, todo es cuesti¨®n de fe, pero nunca deja de ser un milagro. Porque la condici¨®n de las almadrabas, con independencia de que Jesucristo caminara o no sobre el borde de una de ellas, es milagrosa.
Esto, mi particular f¨®rmula de la alegr¨ªa, es lo que me espera durante el pr¨®ximo mes y medio.
Ojal¨¢ tengan todos ustedes un verano muy feliz.
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