La rabiosa actualidad de la Edad Media
La ultraderecha busca en el pasado remoto justificaci¨®n para sus pol¨ªticas actuales
La Edad Media se ha convertido en un asunto de intenso debate pol¨ªtico. No todo el periodo hist¨®rico, claro, nadie discute sobre Exc¨¢libur o los caballeros de la Mesa Redonda. Lo que est¨¢ sobre la mesa es el momento de las invasiones musulmanas, una ¨¦poca de intensos cambios pol¨ªticos en una Europa cuyas fronteras se estaban forjando.
En los ¨²ltimos tiempos la ultraderecha nacionalista ha convertido en una especie de t¨®tem sagrado aquellos siglos oscuros ¡ªse llaman as¨ª por la notable ausencia de documentos desde la ca¨ªda del Imperio Romano hasta m¨¢s o menos el a?o 1000, cuando la econom¨ªa y la administraci¨®n comenzaron a recuperarse¡ª. La visi¨®n actual sobre ese periodo tiene mucho que ver con el presente y muy poco con un pasado del que se desconoce casi todo. Y resulta sorprendente la seguridad con la que describen aquella ¨¦poca los apologetas de ese momento supuestamente m¨ªtico de defensa de la cristiandad frente a la invasi¨®n isl¨¢mica. Distintos movimientos de ultraderecha se agarran ahora a esos relatos para decir que el fen¨®meno invasor se est¨¢ repitiendo en la actualidad. Ni ocurri¨® entonces, ni tampoco est¨¢ ocurriendo ahora. Y, desde luego, lo que pas¨® no fue tal como lo cuentan: se trata de unos siglos en los que, b¨¢sicamente, todo el mundo invad¨ªa a todo el mundo.
Este es un debate que aparece en algunos casos como farsa, por ejemplo, cuando se retir¨® recientemente una estatua de Abderram¨¢n III en Cadrete (nombre ¨¢rabe), Arag¨®n, como primera medida de un Ayuntamiento gobernado por Vox. Pero en otras ocasiones emerge como tragedia: el asesino que ametrall¨® en marzo a 50 personas en dos mezquitas de Nueva Zelanda hace unos meses estaba obsesionado con h¨¦roes m¨ªticos medievales de la lucha contra el islam, ¡ªdesde el espa?ol don Pelayo hasta el serbio Milos Obilic¡ª, y escribi¨® sus nombres en los cargadores con los que perpetr¨® la matanza.
¡°No solo en Espa?a, sino en toda Europa, la historia de la Edad Media se ha convertido en un foco de debate cada vez m¨¢s intenso¡±, explica Maribel Fierro, profesora de investigaci¨®n del CSIC y experta en Al Andalus. ¡°La idea de la recuperaci¨®n de una presunta identidad inmutable de los pueblos ha vuelto a resurgir. Los periodos que reivindican son momentos en los que se produjeron batallas contra los musulmanes. Su idea, totalmente infundada, es que el islam es el enemigo de Europa¡±.
La idea, totalmente infundada, es que el islam es el enemigo de Europa¡±. Maribel Fierro, del CSIC y experta en Al Andalus
Las batallas que aparecen una y otra vez en ese imaginario son Poitiers en 732, Covadonga en 722 (o 718, 737 o 754, seg¨²n las diferentes versiones), Kosovo en 1389 o, mucho m¨¢s tarde, Viena en 1683. Las dos primeras fueron enfrentamientos con las tropas ¨¢rabes y bereberes procedentes del norte de ?frica y de la pen¨ªnsula Ar¨¢biga; las segundas, contras los turcos. El problema que plantean Poitiers, Covadonga y Kosovo es que se trata de acontecimientos en los que la historia se mezcla con el mito y sobre los que los especialistas tienen pocos datos, dispersos, tard¨ªos y dudosos. De ninguna de estas batallas se conserva el relato de un testigo contempor¨¢neo. Todos estos mitos fueron adem¨¢s reinterpretados en los siglos XIX y XX cuando se produjo la explosi¨®n de los Estados nacionales en Europa y se convirtieron en relatos fundacionales.
Las primeras versiones de la batalla de Covadonga, con la que empez¨® la llamada Reconquista, proceden de la Cr¨®nica de Alfonso III, en torno al a?o 900, aunque ese relato no se populariza hasta el siglo XIII. Lo mismo puede decirse de la batalla de Kosovo, el gran mito nacional serbio, explotado hasta la saciedad por el nacionalismo balc¨¢nico. En realidad, como explica el historiador Noel Malcolm en Kosovo. A Short History, se ignora casi todo sobre aquel combate, ni siquiera est¨¢ claro qui¨¦n gan¨®: la tradici¨®n se?ala que los serbios perdieron su Estado ante los turcos y construyeron su nacionalismo sobre la nostalgia y la derrota. Con todo, el caballero Milos Obilic, que seg¨²n la leyenda mat¨® al sult¨¢n Murad, es venerado casi de forma religiosa y formaba parte del averiado universo mental del asesino de Christchurch en Nueva Zelanda.
Sobre la batalla de Poitiers, en la que Carlos Martel derrot¨® presuntamente a los musulmanes impidiendo su avance hacia el norte, escribi¨® un ensayo muy interesante el medievalista de la Universidad de St. Andrews James T. Palmer. La historia falsa que impuls¨® al acusado de la matanza de Christchurch, se titulaba un art¨ªculo que public¨® en The Washington Post. En ¨¦l explica c¨®mo la interpretaci¨®n de aquel enfrentamiento ha ido cambiando: para Edward Gibbon, en el siglo XVIII, simbolizaba la p¨¦rdida de la herencia de Grecia y Roma; para Jules Michelet, en el XIX, apenas revest¨ªa importancia porque el problema estaba en las invasiones germ¨¢nicas del norte; seg¨²n Steve Bannon, uno de los ide¨®logos del pensamiento ultraderechista actual, exasesor de la Casa Blanca, aquella batalla representa una invitaci¨®n a defender a Occidente frente al islam. ¡°No hab¨ªa nuevas fuentes hist¨®ricas, sino una nueva agenda¡±, escribe Palmer. ¡°Al reclamar el legado de Carlos Martel, el asesino de Christchurch abusa de la historia para justificar la violencia. Se basa en la forma en que ese acontecimiento aparece descrito en muchos libros y webs, as¨ª que no se trata solo de un problema de ignorancia. Lo que tenemos que entender y combatir es c¨®mo momentos hist¨®ricos como Poitiers han cobrado un significado a trav¨¦s de la pol¨ªtica¡±.
Tras esa visi¨®n nacionalista del medievo se esconden varios presupuestos contradictorios con la investigaci¨®n cient¨ªfica contempor¨¢nea. Primero, que los habitantes de Europa en el siglo XXI somos los herederos de quienes habitaron este mismo lugar hace siglos. Esta afirmaci¨®n ignora que las unidades pol¨ªticas son completamente diferentes, por no hablar de las migraciones y mezclas que marcan la historia. Segundo, que pueden establecerse paralelismos entre sociedades de hace siglos y las actuales, soslayando las abismales diferencias que las separan en multitud de asuntos, desde la esclavitud hasta la tecnolog¨ªa. Y, por ¨²ltimo, que, incluso si se admite esa herencia, esta no tiene por qu¨¦ condicionar el presente.
¡°Esa movilizaci¨®n reivindicando el pasado est¨¢ siempre vincu?lada a pulsiones del presente, a la necesidad de ciertas comunidades, ideolog¨ªas o proyectos pol¨ªticos de encontrar su justificaci¨®n¡±, explica Eduardo Manzano Moreno, investigador del CSIC, experto en Al Andalus, que acaba de publicar La corte del Califa. ¡°La simple regla de mayor o menor cercan¨ªa respecto de ese pasado no siempre funciona: los romanos o los mongoles pudieron hacer todo tipo de masacres y a nadie le importa, pero en el caso de los musulmanes, el discurso conservador intenta plantar la idea de una similitud exacta entre lo ocurrido en la Edad Media y el presente, algo que tambi¨¦n alimentan los propios radicales isl¨¢micos¡±.
El historiador Jean-Paul Demoule ha estudiado el asunto en su libro Les dix mill¨¦naires oubli¨¦s qui ont fait l¡¯histoire (Los diez milenios olvidados que hicieron la historia), y explica c¨®mo los nacionalismos que estallan despu¨¦s de la I Guerra Mundial explotan la idea de un pueblo que se conserva inmutable a lo largo de los siglos, sumergi¨¦ndose incluso en la prehistoria. ¡°Hubo que garantizar a cada uno de esos Estados un pasado glorioso, que se remonta al conf¨ªn de los tiempos y que garantiza la existencia de la naci¨®n a lo largo de la eternidad¡±, escribe el profesor de la Sorbona. Su ensayo acaba con una pregunta: ¡°?No es mucho m¨¢s interesante la historia cuando los seres humanos la escogen que cuando la padecen?¡±.
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