Ant¨ªgona en la frontera
Ante los excesos de las pol¨ªticas migratorias de Salvini o Trump, se imponen los episodios de desobediencia civil. La bravura de Carola Rackete, comandante del ¡®Sea Watch¡¯, es solo un ejemplo
¡°Hay momentos en que la desobediencia es obligatoria¡±. La frase podr¨ªa haberla pronunciado Carola Rackete, comandante del barco de la ONG Sea Watch, al desafiar la orden de Salvini de no desembarcar en Italia a decenas de migrantes rescatados del mar. La capitana podr¨ªa tambi¨¦n suscribir la apelaci¨®n al ¡°derecho de resistencia en defensa de la democracia¡±. Pero son palabras textuales ¨Cproferidas en otro contexto, el de la conmemoraci¨®n del atentado contra Hitler en 1944- de una mujer con la que Rackete tal vez solo comparta nacionalidad, y en cuyas ant¨ªpodas pol¨ªticas se halle pese al v¨ªnculo radical que las conecta: Angela Merkel, la ¨²nica l¨ªder europea que, mal que les pese a muchos de quienes comparten o denigran su cosmovisi¨®n conservadora, abri¨® las puertas a un mill¨®n de refugiados en 2015.
Levantarse contra la tiran¨ªa por decencia, por humanidad: desde Ant¨ªgona ante Creonte por prohibir las exequias de su hermano, a las decenas de curas y monjas detenidos hace unos d¨ªas en el Capitolio por protestar contra la pol¨ªtica migratoria de Trump, o los vecinos de Nashville que impidieron la deportaci¨®n de un indocumentado y su hijo de 12 a?os. Defender abiertamente un programa proinmigraci¨®n ¨Cde respeto de los derechos fundamentales del otro, en suma- se paga caro, y eso lo han comprobado personalmente tanto Rackete como la canciller Merkel, esta ¨²ltima con un gran desgaste pol¨ªtico e impotente ante el asesinato por un militante neonazi de un correligionario suyo tambi¨¦n proclive a la acogida.
Pero la apuesta compensa, y no solo en humanidad, ya que la opci¨®n de ocultar a los migrantes bajo la alfombra, o en centros con vallas y alambradas, sale a¨²n m¨¢s cara en las urnas. La equiparaci¨®n de la presencia de extranjeros con la inseguridad ¨Ccon la inseguridad, repetimos, no con la seguridad- ha favorecido los discursos m¨¢s xen¨®fobos: los de la ultraderecha en Francia, o en la Grecia abismada de 2012, con un moribundo Gobierno socialdem¨®crata que hizo suyos, aumentados, los postulados securitarios de la derecha para gestionar -l¨¦ase combatir- la inmigraci¨®n: redadas callejeras, centros cerrados de internamiento (el oprobio de Amygdaleza) y la criminalizaci¨®n p¨²blica del extranjero. Esa estrategia no hizo sino engordar el apoyo a los neonazis, que entraron entonces en el Parlamento con 18 diputados.
Con ellos fuera, afortunadamente, pero con m¨¢s de 80.000 migrantes y refugiados atrapados en el pa¨ªs, el nuevo Gobierno griego plantea algo inquietantemente similar: centros de detenci¨®n cerrados incluso para los peticionarios de asilo, adem¨¢s de la desaparici¨®n del Ministerio de Inmigraci¨®n que cre¨® Syriza, subsumido ahora como secretar¨ªa en el de Orden P¨²blico, el encargado de la polic¨ªa o las instituciones penitenciarias. La inmigraci¨®n como problema de orden p¨²blico; el miedo como programa de gobierno. Cu¨¢ntas Ant¨ªgonas har¨ªan falta para resistir a tan miope ignominia.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.