Plagas y pueblos
La peste negra tuvo su origen en un bacilo que se har¨ªa fuerte en las madrigueras de las ratas. Sin embargo, la epidemia fue recibida como si se tratase de un castigo divino
Podemos establecer cierta simetr¨ªa entre los tiempos del medievo y los actuales. La correspondencia viene dada por la reacci¨®n de sorpresa del ser humano ante la invasi¨®n parasitaria, es decir, ante la epidemia causada por organismos que vencen nuestras defensas.
Si bien, en la Edad Media, la sorpresa ven¨ªa condicionada por la religi¨®n, en nuestra ¨¦poca viene condicionada por el culto al precio del dinero. La crisis econ¨®mica que venimos sufriendo desde hace m¨¢s de diez a?os, y que se conoce como Gran Recesi¨®n, ha tra¨ªdo un estupor semejante al que pudieron haber sentido nuestros iguales cuando sus cuerpos se vieron castigados por la peste negra. Como si hubi¨¦ramos pecado por encima de nuestras posibilidades, miramos al cielo y pedimos perd¨®n por haber firmado hipotecas a inter¨¦s compuesto. Algo parecido.
Estas similitudes son las que convierten al neoliberalismo en una pseudociencia que manifiesta la misma debilidad de argumentos que podr¨ªa mostrar una pseudoreligi¨®n. De hecho, cuando un modelo no funciona -porque no se corresponde con la realidad- se desecha cient¨ªficamente. La realidad no hace trampas. Con todo, no hemos venido aqu¨ª a hablar de ciencia econ¨®mica, sino del ciclo biol¨®gico de la denominada peste negra; una epidemia que alcanz¨® su punto m¨¢ximo en la Europa de mediados del siglo XIV.
Para ello nos vamos a servir de uno de los trabajos m¨¢s completos en lo que se refiere a visitantes indeseados y letales del organismo. Se trata del libro firmado por William Hardy McNeill con el t¨ªtulo Plagas y pueblos (Siglo XXI), publicado hace ya algunos a?os.
En el citado trabajo, el que fuera profesor em¨¦rito de Historia en la Universidad de Chicago, nos pone sobre la pista del bacilo que provoc¨® el desastre (Yersinia pestis) y que se har¨ªa fuerte en la intimidad de las madrigueras de roedores que habitaban la estepa. La enfermedad no s¨®lo se propagar¨ªa por la picadura de las pulgas, sino tambi¨¦n por contacto personal.
Sin embargo, para que las pulgas de la piel de las ratas se extendieran por Europa, se necesitaba otro factor en juego y este iba a ser la red de navegaci¨®n que conectaba el Mediterr¨¢neo con el Atl¨¢ntico. Fue en 1291 cuando el almirante genov¨¦s Benedetto I Zaccaria tom¨® la ciudad de Tarifa, derrotando con su escuadra a las tropas marroqu¨ªes y abriendo el Estrecho de Gibraltar a la navegaci¨®n de los cristianos. Por tal gesta Benedetto I Zaccaria es considerado como un influyente personaje del capitalismo mercantil en sus primeras edades.
Desde entonces, el tr¨¢fico mar¨ªtimo fluy¨® para los creyentes de una religi¨®n que todav¨ªa no se hab¨ªa puesto en duda; las pulgas de la culpa, junto a las pulgas de las ratas, viajaban de gratis en el vientre de las embarcaciones de la ¨¦poca. Si a esto le sumamos otro factor, como el de la superpoblaci¨®n de Europa en aquellos a?os y le a?adimos el del clima que arruin¨® las cosechas, haci¨¦ndose severo en los inviernos, tenemos el caldo de cultivo dispuesto para que la epidemia de la peste negra arrase.
Seg¨²n nos refiere el profesor William Hardy McNeill, la llamada ruta de Crimea fue el primer camino que abri¨® la epidemia para su entrada en Europa. La enfermedad estall¨® en 1346, durante el asedio a la ciudad de Caffa. Parece ser que los mongoles lanzaban cad¨¢veres infectados dentro de la ciudad con ayuda de catapultas.
Ante este hecho, s¨®lo nos queda apuntar que ser¨¢ la primera ocasi¨®n en la que la guerra biol¨®gica se manifieste en la Historia, al tomar la enfermedad como arma arrojadiza contra el enemigo. De esto mismo, de la guerra biol¨®gica, hablaremos en una pr¨®xima entrega.
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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