Cuando un funeral explica un pa¨ªs
En las exequias del cantante Johnny Hallyday, del teniente coronel Beltrame y del presidente Chirac, Macron ha elaborado su ¡°relato nacional¡± de Francia
¡°Nos contamos historias para poder vivir¡±, escribi¨® en los a?os setenta la norteamericana Joan Didion. La vida es una ¡°fantasmagor¨ªa en movimiento¡±, dec¨ªa Didion, y encontrar un hilo narrativo que otorgue sentido a ese desorden podr¨ªa ser una v¨ªa de salvaci¨®n. Lo mismo podr¨ªa aplicarse a las naciones. Tambi¨¦n ellas necesitan contarse historias para vivir, y para sobrevivir.
En Francia lo llaman la ¡°novela nacional¡±: el relato m¨¢s o menos heroico o con m¨¢s o menos claroscuros, dependiendo de qui¨¦n lo cuente, con el que los franceses se cuentan a s¨ª mismos qui¨¦nes son, y se lo cuentan al mundo. Cuando un pa¨ªs tiene al frente del Estado a una persona con vocaci¨®n narrativa ¡ªel presidente Emmanuel Macron siempre quiso ser escritor y quiere dedicarse a ello cuando abandone el palacio del El¨ªseo¡ª, ya no es solo una naci¨®n la que se relata a s¨ª misma, sino el mandatario quien, al gobernar, escribe de su mano la cr¨®nica de su Gobierno. Y uno de los instrumentos que Macron ha encontrado para escribir la ¡°novela nacional¡± son los funerales de grandes figuras.?
Podr¨ªa coescribirse una historia de la Francia de Macron a trav¨¦s de tres muertes: la del cantante Johnny Hallyday, el 6 de diciembre de 2017; la del teniente coronel de la gendarmer¨ªa Arnaud Beltrame, el 24 de marzo de 2018, y la del presidente Jacques Chirac, el pasado 26 de septiembre.
Cada uno representa una faceta distinta de lo que hoy es ser franc¨¦s. Hallyday, la cultura popular en un pa¨ªs donde la fractura entre las clases sociales la marca con frecuencia el nivel educativo y cultural. Beltrame, el hero¨ªsmo militar, con la tradici¨®n del pueblo en armas y en un contexto de lucha contra el terrorismo. Y Chirac, la institucionalidad encarnada en un hombre que a pesar de sus defectos, o gracias a ellos, se hizo querer.
En cada caso, la leyenda se mezcla con la realidad. Los tres son reflejos incompletos y enga?osos. Hallyday era el ¨ªdolo franc¨¦s que cantaba un suced¨¢neo de canci¨®n americana. Beltrame, un gendarme en un pa¨ªs que vive de espaldas a las fuerzas policiales y militares. Y Chirac, que conoc¨ªa como pocos Francia y a los franceses, fue el presidente de la par¨¢lisis; el que, una vez en el poder, ya no supo que hacer con ¨¦l.?
Como ya ocurri¨® en el pasado, se aparcan las hostilidades al enterrar a una personalidad
¡°Johnny era mucho m¨¢s que un cantante, era la vida; la vida con lo que tiene de soberano, de deslumbrante, de generoso, y era parte de nosotros, era parte de Francia¡±, proclam¨® Macron en el funeral de la estrella del rock. Existe una ¡°Francia de Johnny¡±. No es la intelectual de Saint-Germain-des-Pr¨¦s ni la de los barrios acomodados de Par¨ªs. Es la Francia trabajadora, la de las barriadas y peque?as ciudades lejos de la capital: la de los chalecos amarillos, los franceses de la clase media empobrecida que se sienten despreciados por las ¨¦lites. Y por Macron, que busc¨® en el funeral de Johnny una v¨ªa para establecer contacto con esta parte del pa¨ªs que ni le vota, ni le entiende, y que a veces le detesta.
¡°Es un destino franc¨¦s¡±, dijo en aquel funeral para resumir la trayectoria de Johnny, y la misma frase la usar¨ªa casi dos a?os despu¨¦s para referirse a Chirac: ¡°Este hombre que se parec¨ªa a nosotros y que nos un¨ªa¡± y ¡°que amaba a los franceses para saludarlos, para hablarles, para sonre¨ªrles, para abrazarlos¡±.
Beltrame, el gendarme que se sacrific¨® para salvar a los rehenes secuestrados por un yihadista en un supermercado, encarn¨®, seg¨²n Macron, ¡°el hero¨ªsmo franc¨¦s, veh¨ªculo del esp¨ªritu de resistencia que es la afirmaci¨®n suprema de lo que somos, de aquello por lo que Francia siempre ha peleado, desde Juana de Arco hasta el general De Gaulle: su independencia, su libertad, su esp¨ªritu de tolerancia y de paz contra todas las hegemon¨ªas, todos los fanatismos, todos los totalitarismos¡±.
El funeral de Johnny Hallyday, con su ata¨²d descendiendo por los Campos El¨ªseos, fue multitudinario: decenas de miles de personas en la calle para despedirlo. Tambi¨¦n salieron, aunque menos que para Johnny, para despedir a Chirac en los Inv¨¢lidos, el mismo lugar donde Macron y los representantes de las instituciones despidieron al teniente coronel Beltrame. En la Francia dividida en ¡°archipi¨¦lagos¡±, seg¨²n el t¨¦rmino del polit¨®logo J¨¦r?me Fourquet, donde cada vez m¨¢s los ciudadanos viven encerrados en sus guetos y comunidades, un funeral puede ser un pegamento social, un pretexto para construir la naci¨®n.
En la Francia donde cada vez m¨¢s los ciudadanos viven encerrados en guetos y comunidades, un funeral puede ser un pegamento social, un pretexto para construir la naci¨®n
La pr¨¢ctica tiene tradici¨®n. El funeral m¨¢s c¨¦lebre sigue siendo el del escritor Victor Hugo, el 1 de junio de 1885, que merece un cap¨ªtulo en Los lugares de la memoria, el enciclop¨¦dico proyecto lanzado en los a?os ochenta por el historiador Pierre Nora para explorar la identidad francesa por medio de sus espacios de referencia, simb¨®licos y f¨ªsicos. El cap¨ªtulo sobre los funerales de Victor Hugo se subtitula: ¡°Apoteosis del acontecimiento espect¨¢culo¡±. Comienza recordando que ¡°la transformaci¨®n del ¨²ltimo rito de paso en una fiesta pol¨ªtica¡± proviene del Antiguo R¨¦gimen, pero que fue 1885, durante la III Rep¨²blica, el a?o que marc¨® ¡°el fin de los funerales como ocasi¨®n de manifestaciones populares espont¨¢neas y el principio de la utilizaci¨®n de la emoci¨®n popular para la mayor gloria del r¨¦gimen¡±.
Todo est¨¢ inventado. ¡°Los funerales de Hugo crearon as¨ª un espacio m¨ªtico en el que las tensiones pol¨ªticas parec¨ªan suspendidas¡±, escribe el historiador Avner Ben-Amos, responsable de este cap¨ªtulo en Los lugares de la memoria. Las ceremonias y pr¨¦dicas laicas, a?ade, ¡°metamorfosearon a Hugo en un personaje cr¨ªstico cuya muerte no deb¨ªa ser considerada como un fracaso humano, sino m¨¢s bien como un triunfo que cumpliese la redenci¨®n tan esperada, la unificaci¨®n de la naci¨®n¡±. Y cita al escritor reaccionario L¨¦on Daudet, que se quejaba de que ¡°la explotaci¨®n pol¨ªtica de los cad¨¢veres es una tradici¨®n republicana¡±.
En el presente, todo aparece m¨¢s diluido: ni Chirac, ni Johnny, ni siquiera Beltrame unifican realmente a la naci¨®n. Pero hoy, como entonces, tambi¨¦n se aparcan temporalmente las hostilidades pol¨ªticas cuando se entierra a una personalidad. Y en seguida se activan los reproches como los que formulaba Daudet. Los funerales son discursos ¡ªy Macron destaca en el arte de gobernar por la palabra¡ª, pero tambi¨¦n son el escenario de las masas, esa ¡°reserva de energ¨ªa el¨¦ctrica¡±, en palabras de Walter Benjamin citadas por Ben-Amos. Como escribi¨® el poeta Charles P¨¦guy, ¡°era sobre todo ¨¦l, el pueblo, el que pasaba y desfilaba, al que mir¨¢bamos pasando y desfilando, el que se miraba a s¨ª mismo pasando y desfilando¡±. Porque no era Hugo, ni hoy Johnny, ni Chirac, ni Beltrame el objeto verdadero de todos estos funerales. Era Francia ante el espejo: lo que quiere ser, lo que sue?a con ser, lo que es.?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.