Rebelarse contra los ricos, una vieja tradici¨®n francesa
La protesta de los ¡®chalecos amarillos¡¯ reactiv¨® el esp¨ªritu de lucha contra la desigualdad, un anhelo com¨²n a otros pa¨ªses de Occidente y que da alas al populismo de derechas
Fouquet¡¯s, el exclusivo y ostentoso restaurante en los Campos El¨ªseos, es el monumento a una de las victorias tangibles de los chalecos amarillos.
Hoy, Fouquet¡¯s, donde el plato de lenguado costaba 85 euros y una cheeseburger 34, parece un paquebote varado en una de las aceras de ¡°la avenida m¨¢s bella del mundo¡±, como a los parisinos les gusta llamar a los Campos El¨ªseos. Las puertas, las ventanas, la terraza ¡ªtodo el restaurante, de hecho¡ª est¨¢n sellados por un contenedor met¨¢lico que recuerda a un buque blindado.
El 16 de marzo, durante una de manifestaciones contra las pol¨ªticas del presidente Emmanuel Macron en los barrios del oeste de Par¨ªs, un grupo de violentos destruy¨® e incendi¨® el establecimiento. El mismo d¨ªa, asaltaron varios comercios de lujo de dicha avenida. El mensaje era poderoso. Con Fouquet¡¯s ard¨ªa un s¨ªmbolo del lujo. La rebeli¨®n contra los ricos, vieja tradici¨®n francesa, regresaba con un gesto espectacular, en el sentido m¨¢s genuino de la palabra: un espect¨¢culo visual, un gesto muy intencionado.
¡°En los barrios buenos tuvieron un miedo espantoso, ?sabe?¡±, recuerda la soci¨®loga Monique Pin?on-Charlot, refiri¨¦ndose a las repetidas protestas de los chalecos amarillos, franceses de clase media empobrecida que han convertido la prenda fluorescente en el nuevo icono revolucionario.
La revuelta ha perdido fuerza, pero el ¡°miedo espantoso¡± de unos ¡ªo, en el otro campo, ¡°las c¨®leras, los resentimientos y las indignaciones¡±, por citar al soci¨®logo Fran?ois Dubet¡ª marcan una fractura que divide la pol¨ªtica francesa y europea.
El vandalismo con los s¨ªmbolos de la llamada oligarqu¨ªa recibe mayor comprensi¨®n que si los destrozos afectaran a otros barrios y edificios. ¡°No s¨¦ qui¨¦nes fueron los que destrozaron Fouquet¡¯s, o permitieron destruirlo¡±, dice Pin?on-Charlot, simpatizante de los chalecos amarillos y coautora junto a su marido, Michel Pin?on, del reci¨¦n publicado El presidente de los ultrarricos. Cr¨®nica del desprecio de clase en la pol¨ªtica de Emmanuel Macron. ¡°Pero aunque fuesen chalecos amarillos, yo digo que, ante la violencia de los ricos, que es invisible pero tiene consecuencias criminales sobre millones de seres humanos, destrozar algunos comercios en los barrios buenos no es grave, no es nada¡±, a?ade.
El origen del resentimiento
En otros momentos de la historia de Francia, se hablaba del "muro de dinero" o de "las 200 familias", explica el soci¨®logo Pierre Birnbaum, autor de El pueblo y los gordos, un libro de referencia sobre los or¨ªgenes del populismo en ese pa¨ªs desde la Revoluci¨®n francesa.
¡°El pueblo es inocente. Es un conjunto org¨¢nico, y los que no pertenecen a ¨¦l, como los ricos, los burgueses, los curas, hay que combatirlos o excluirlos¡±, describe Birnbaum. ¡°Esta visi¨®n organicista de la sociedad se prolonga durante todo el siglo XIX y resurge en momentos de crisis, por ejemplo durante el caso Dreyfuss¡±, a?ade, en referencia a la falsa condena en 1894 de un militar de origen jud¨ªo, que dividi¨® el pa¨ªs. El desprecio a la casta se mezclaba a veces con el antisemitismo.
¡°Desde la Revoluci¨®n francesa existe la idea de que fuerzas mal¨¦ficas controlan Francia¡±, explica Birnbaum. El problema de esta visi¨®n, sostiene, es que el poderoso Estado franc¨¦s "funciona de una manera relativamente meritocr¨¢tica, secularizada y desvinculado de la clase dirigente". ¡°Francia", a?ade, "se caracteriza por un Estado que es el que dirige la naci¨®n: no son los ricos¡±.
No es necesario mostrar comprensi¨®n por los estallidos de violencia que han salpicado la revuelta francesa para constatar que la Gran Recesi¨®n de hace 10 a?os, adem¨¢s de agravar las desigualdades en el mundo desarrollado, ha dado pie a una nueva forma de lucha de clases. Puede traducirse en una exigencia de pol¨ªticas m¨¢s redistributivas, y ah¨ª est¨¢ el impacto del ala ¡°socialista¡± del Partido Dem¨®crata en Estados Unidos. Pero tambi¨¦n en un impulso para el otro bando. Que el partido m¨¢s votado en Francia entre los obreros sea, con gran ventaja, el antiguo Frente Nacional ¡ªel partido de la extrema derecha, hoy Reagrupamiento Nacional¡ª refleja una tendencia com¨²n: la capacidad de las fuerzas nacionalistas, en Estados Unidos, en Gran Breta?a o en Italia, para beneficiarse de esta fractura.
¡°Hay un odio a los ricos, a las ¨¦lites, a los gobernantes, a los intelectuales, a los medios¡±, describe el soci¨®logo Dubet, que acaba de publicar El tiempo de las pasiones tristes. Desigualdades y populismo. Pero a?ade un matiz de calado: ¡°Parad¨®jicamente, ya no hay lucha de clases. Porque, hasta hace poco, viv¨ªamos en una sociedad de clases en la que los obreros se opon¨ªan al patr¨®n. Esto casi ha desaparecido. Ahora tenemos individuos definidos por una multitud de desigualdades y las viven como una forma de desprecio social individualizado. Las c¨®leras son individuales. No adoptan la forma colectiva de las luchas sociales organizadas por sindicatos o partidos. Hay una multitud de c¨®leras sociales: porque vivo en el campo, porque la gasolina es demasiado cara, porque soy una mujer sola con hijos, porque el hospital est¨¢ demasiado lejos de mi casa...¡±.
Otra paradoja: ¡°En Francia las desigualdades sociales no se han disparado, en absoluto, pero todo el mundo tiene la sensaci¨®n de que est¨¢ amenazado por las desigualdades¡±, opina Dubet. Ahora, contin¨²a, las desigualdades ya no se viven en un sentido de desigualdad de clase, sino como individuo que se siente v¨ªctima del desprecio de las ¨¦lites. ¡°Las desigualdades se han convertido en una experiencia subjetiva, personal. Es interesante que, cuando hablan los chalecos amarillos, empiezan diciendo: ¡®Yo¡¡±.
Una compleja c¨®lera
La c¨®lera amarilla es compleja. ¡°Se dirige contra los ricos, pero no contra los futbolistas muy ricos, contra los diputados, pero no contra los patrones¡±, dice Dubet.
¡°Su enemigo principal no es el patr¨®n de la empresa, porque ya no hay un patr¨®n visible que posee la empresa y explota¡±, defiende Pin?on-Charlot, ¡°Los banqueros, los especuladores, los fondos de inversi¨®n son formas de la riqueza invisible¡±, prosigue. Por eso, en su opini¨®n, los chalecos amarillos han elegido como interlocutor a Macron, ¡°el apoderado de la oligarqu¨ªa francesa¡±. La revuelta contra los ricos es contra Macron, apodado precisamente ¡°el presidente de los ricos¡± debido a medidas emblem¨¢ticas como la supresi¨®n parcial del impuesto sobre las fortunas. Fouquet¡¯s o el El¨ªseo, los despachos de los diputados en provincias o los edificios se?oriales del distrito 16 de Par¨ªs: todo resulta equiparable.
Pin?on-Charlot conoce bien estas calles. Junto a su marido, lleva a?os estudiando a la alta burgues¨ªa: sus barrios, sus clubes, sus costumbres... En Los guetos del gotha, publicado en 2007, dibujaban una geograf¨ªa precisa de este mundo: los arrondissements o distritos 7, 8, norte del 16 y oeste de 17 en Par¨ªs, y el municipio vecino de Neuilly. Este peque?o cogollo de vida parisina coincide, casi calle por calle, con el mapa de las manifestaciones de los chalecos amarillos.
Entre otras tradiciones que el movimiento sin l¨ªderes ni programa rompi¨®, una es el escenario de las protestas. Ya no desfilaban por el este de Par¨ªs ¡ªespacio tradicional de las concentraciones de la izquierda¡ª, sino por el oeste. Su revuelta, intuitivamente, se hab¨ªa dirigido contra los m¨¢s acomodados, hasta la puerta de sus casas, sus tiendas y sus restaurantes.
Hoy, Fouquet¡¯s est¨¢ ¡°cerrado por obras¡±, dice la web del restaurante, y los paseantes ¡ªturistas, hombres y mujeres de negocios¡ª circulan por delante como si el paquebote, trofeo simb¨®lico de la revuelta antielitista, no existiese. Nadie se detiene. A un kil¨®metro de all¨ª, 15 minutos a pie, se encuentra el hotel Bristol, donde estos d¨ªas se aloja Steve Bannon, el exconsejero de Donald Trump que intenta reciclarse en ide¨®logo de la extrema derecha europea. El precio de la suite, seg¨²n ha revelado Le Journal du Dimanche, que lo entrevist¨®, asciende a 8.000 euros por noche.
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