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Irlanda: la frontera fantasma del Brexit

Irlanda La frontera fantasma del Brexit

Un recorrido a lo largo de la l¨ªnea que divide Irlanda del Norte y la Rep¨²blica de Irlanda

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Cr¨®nica de un viaje a lo largo de los 500 kil¨®metros que separan Irlanda del Norte y la Rep¨²blica de Irlanda, una divisi¨®n que se volvi¨® casi invisible gracias a los acuerdos de paz de 1998. Recorremos la frontera clave del Brexit mientras bullen las negociaciones entre Londres y Bruselas.

Podcast. Irlanda: viaje a la no-frontera del Brexit

Recorremos la frontera que divide Irlanda, complica el Brexit y despierta los fantasmas de a?os de violencia. Y de la mano del Gran Wyoming, paseamos por la Malasa?a de la Movida.

D¨ªa 1?

El reloj parado en 1916

Es domingo, quedan 32 d¨ªas para el Brexit, y en Warrenpoint, localidad costera de Irlanda del Norte, una mujer pelirroja se encuentra sentada en el embarcadero, con los zapatos al borde del agua y la vista fija en el horizonte, all¨ª donde el r¨ªo Newry se vuelve un estuario y dos brazos de tierra tratan de contener sus aguas. El brazo del norte pertenece al Reino Unido. El del sur a la Rep¨²blica de Irlanda. Y Bridie Wroe, de 56 a?os, terapeuta en un colegio de la zona, explica que le gusta bajar hasta aqu¨ª y vaciar la mente observando el ir y venir de la marea en ese punto invisible llamado frontera. ¡°Vot¨¦ quedarme en la Uni¨®n Europea¡±, responde sobre el Brexit. La mujer, que ha vivido entre estas dos aguas toda su vida, llama al pasado ¡°los d¨ªas oscuros¡±. No quiere que vuelvan. Recuerda colas en la frontera, militares por todas partes, muertos. El primo de su marido, cuenta, vol¨® por los aires manipulando la bomba que iba a colocar en un puesto de aduanas. Ten¨ªa 20 a?os y era miembro del IRA. Luego, la se?ora Wroe pregunta si de camino al cabo hemos visto el monumento conmemorativo a los soldados asesinados en la emboscada de Narrow Water.

Era imposible no verlo. Cruces de madera y amapolas de pl¨¢stico y fotograf¨ªas en blanco y negro de uniformados y cantos rodados en los que alguien ha escrito a mano: ¡°No olvidamos¡±. El mausoleo decora el borde de la carretera. La carretera discurre junto al r¨ªo Newry. El r¨ªo separa el norte brit¨¢nico del sur republicano, que se encuentra ah¨ª enfrente, a unos metros. El comando del IRA activ¨® los detonadores desde esa otra orilla. Explotaron veh¨ªculos en la de aqu¨ª. Murieron 18 personas. Han pasado 40 a?os. Pero en Irlanda, preguntar por un posible regreso de las fronteras, duras o blandas, con o sin acuerdo, f¨ªsicas o virtuales, implica desenterrar ciertas cosas.

Monumento a los 18 soldados brit¨¢nicos asesinado en la emboscada de Warrenpoint (1979). El r¨ªo marca aqu¨ª la frontera.

Pescadores de origen rumano en Haggardstown (Rep¨²blica de Irlanda). En frente, Irlanda del Norte.

Tienda de fuegos artificiales. Solo son legales en Irlanda del Norte y su presencia es habitual en la zona fronteriza.

Anthony Cully, en Newry (Irlanda del Norte). Su reloj tiene grabada la fecha del alzamiento irland¨¦s contra los brit¨¢nicos (1916).

Esto no es un reportaje sobre el Brexit. Sino un viaje en coche por la frontera que ha mantenido en vilo al Brexit. El recorrido se hace mientras las negociaciones entre Londres y Bruselas est¨¢n en plena efervescencia. Al cierre de esta cr¨®nica, ambas partes hab¨ªan alcanzado un acuerdo. Pero m¨¢s all¨¢ del desenlace, este periplo de seis d¨ªas trata de explicar por qu¨¦ esta no es cualquier frontera. El l¨ªo, a grandes rasgos, es el siguiente: Irlanda del Norte pertenece al Reino Unido; el resto de la isla es la Rep¨²blica de Irlanda. Ambos pa¨ªses forman parte de la UE. Pero el anuncio de salida del primero ha iniciado el conflicto. Esa l¨ªnea tiene 500 kil¨®metros, 208 pasos de frontera, recorta el norte de la isla como si fuera una boina, ligeramente ladeada a la derecha, fue fijada con sangre en 1922 y sigui¨® desangr¨¢ndose hasta el alto el fuego del IRA (1994) y la firma de los Acuerdos del Viernes Santo (1998). El Reino Unido e Irlanda navegaban juntas en el barco europeo. Se desmantelaron checkpoints. Aduanas. Garitas. Cuarteles. Existe inquietud por su posible regreso. Y por que ese regreso, de alg¨²n modo, perturbe la paz.

Hoy, el paso de un pa¨ªs a otro resulta casi invisible, una frontera fantasma, salvo para ojos experimentados como los de Sheane Horner, al mando del Gabrielle, un ferri que ha zarpado puntual y cargado de coches y pasajeros desde Irlanda del Norte hacia el sur. Horner explica que no siente nada cuando esquiva la boya roja que marca el lugar exacto donde empieza la Rep¨²blica. Atraviesa la frontera 24 veces al d¨ªa. Tiene 31 a?os, vot¨® por la permanencia en la UE. ¡°Para m¨ª Irlanda es un solo pa¨ªs¡±, dice. ¡°Quiz¨¢ introduzcan una frontera dura. Nadie sabe. Da miedo¡±. T¨¦cnicamente, este ferri se convertir¨¢ en el primer paso internacional entre ambos pa¨ªses.

Documental. Irlanda: la frontera fantasma del Brexit.

Al desembarcar, vemos una cuadrilla de Europa del Este que pasa la tarde de domingo pescando. Trabajan despiezando vacas en el sur, al lado de la frontera. Cruzan al norte a menudo para comprar combustible de calefacci¨®n (¡°te ahorras un buen dinero¡±). A su espalda, una angosta carretera bordea la costa. La seguimos en direcci¨®n Oeste y al poco el asfalto muestra un ligero cambio de rugosidad, las se?ales de tr¨¢fico pasan de kil¨®metros a millas: ya estamos de nuevo en el Reino Unido. Nos dirigimos a Newry, donde Brian Savage Jr., bater¨ªa de una banda de rock al que hemos conocido esta ma?ana, nos ha invitado a un concierto en el Catholic Workingman¡¯s Club (club del trabajador cat¨®lico), un pub donde sirven dos pintas por cinco libras (menos de seis euros). El alcohol, recuerdan los locales, es tambi¨¦n m¨¢s barato en el norte.

La tarde se ha vuelto plomiza y al entrar en Newry comienza a llover. En las calles hay carteles de Saoradh, brazo pol¨ªtico del Nuevo IRA, una de las escisiones que siguen justificando la violencia. Los grupos ¡°disidentes¡± los llaman. Los carteles cuelgan de farolas y sem¨¢foros y convocan a una marcha para conmemorar aquella huelga de hambre de presos del IRA en la que murieron Bobby Sands y otros nueve en 1981. Un poco m¨¢s all¨¢, hay dos polic¨ªas de pie con chalecos y rifles de asalto.

Al abrir la puerta del club del trabajador cat¨®lico se respira el perfume dulz¨®n de la cerveza. La banda de Savage toca ¨¦xitos de Queen y Van Morrison. La media de edad ronda la de la jubilaci¨®n. Hay un parroquiano ebrio bailando en la pista. Viejos tipos duros tatuados. Mujeres muy rubias y ce?idas vestidas como en la pel¨ªcu?la Grease. Ruedan las pintas. Solo nos dejar¨¢n pagar la primera ronda. Entre el ruido, las cervezas y el acento cerrado, ser¨¢ dif¨ªcil recordar las conversaciones. Savage, de 34 a?os, define el Brexit: ¡°?El mayor mont¨®n de mierda!¡±. En su opini¨®n, la historia local tiene implicaciones: ¡°Aqu¨ª las cosas podr¨ªan ponerse muy feas muy r¨¢pidamente¡±. Otro de la banda, con ojos sombr¨ªos, rememora la primera vez que vio a un hombre disparar a otro: ten¨ªa seis a?os. Preguntamos por los carteles de Saoradh. ¡°De eso no s¨¦ nada¡±. Un se?or elegante, vestido como a punto de encabezar una marcha por los derechos civiles, muestra el reloj de cuerda que guarda en el chaleco. Tiene grabada una fecha: 1916. ¡°El a?o del Alzamiento de Pascua¡±, dice. La rebeli¨®n de los irlandeses contra el Reino Unido.

En los noventa, otra banda irlandesa, The Cranberries, recordaba esa fecha en la canci¨®n Zombie. La compusieron tras un atentado del IRA, era un grito contra la violencia: ¡°It¡¯s the same old theme / since 1916 / in your head, in your head / they¡¯re still fighting¡± (es la misma melod¨ªa desde 1916, en tu cabeza siguen combatiendo).

D¨ªa 2?

Mejor hablar en voz baja

Es lunes, quedan 31 d¨ªas para el Brexit y amanece con ligero dolor de cabeza y una bruma gris sobre los tejados de Dundalk, una localidad en la Rep¨²blica que en los setenta se convirti¨® en ¡°una especie de Dodge City [pueblo del Oeste americano] para republicanos que necesitaban esconderse¡±, cuenta Patrick Radden Keefe en su libro Say Nothing (no digas nada). En ¨¦l investiga asesinatos del IRA sin resolver, como el de Jean McConville, secuestrada en Belfast en 1972 y cuyo rastro se pierde hasta 2003, cuando apareci¨® su cad¨¢ver en una playa cercana a la frontera y al puerto del ferri de ayer. Llevaba tres d¨¦cadas muerta. Pero nadie dijo d¨®nde estaba.

Enfilamos la carretera, en el coche suena Zombie, ¡°la violencia causa silencio¡±, dice la canci¨®n, cuando vemos un cartel: ¡°La soluci¨®n para el Brexit, la unidad de Irlanda¡±. Es del Sinn Fein, antiguo brazo pol¨ªtico del IRA y principal partido republicano. Cruzamos varias veces de pa¨ªs a la altura de Ravensdale. Comenzamos a desorientarnos. Descubrimos tiendas de fuegos artificiales apelotonadas en uno de los lados: son legales en el norte, no en el sur. Un poco m¨¢s all¨¢ un tr¨¢iler ofrece hamburguesas al borde de la carretera. Uno de los clientes confiesa con monos¨ªlabos que es camionero. S¨ª, ese de all¨ª es su cami¨®n. Sali¨® de Inglaterra cargado de carne. Ha cruzado en barco de una isla a otra. En Belfast, vaciar¨¢ la carga y regresar¨¢ a Inglaterra con verduras. Saldr¨¢ perjudicado con el Brexit. Pero no, nada de nombres ni de fotos.

No hay ganas de hablar en esta zona transitada a medio camino entre Dubl¨ªn y Belfast. Otro cliente explica que vive en el norte pero trabaja en el sur. Por lo que pueda venir, en el coche lleva dos pasaportes, uno brit¨¢nico y otro de la Rep¨²blica (desde 2016 m¨¢s de 150.000 ciudadanos de Irlanda del Norte han solicitado el pasaporte irland¨¦s).

Tras un caf¨¦ que pagamos en euros, pero cuyo cambio devuelven en libras, bordeamos Armagh del Sur. Nos han avisado: ¡°?Cuidado! Es un ¨¢rea muy republicana. Aseg¨²rate de que lo que dices no suena a la oficina de prensa del Gobierno brit¨¢nico¡±. Las carreteras se estrechan, serpentean entre granjas, entran y salen de un pa¨ªs para meterse en otro cruzando r¨ªos y puentes en lo que llaman concession roads (antiguamente, permit¨ªan a los coches cruzarlas sin pasar por aduanas, siempre que no se detuvieran en territorio brit¨¢nico). La calzada se esconde bajo t¨²neles de ¨¢rboles y prosigue la lluvia y huele a prado h¨²medo y a bo?igas.

En Mullan, una diminuta aldea fronteriza (del sur), una manifestaci¨®n de vacas interrumpe el tr¨¢fico. Su due?o, Eamon Corkey, de 52 a?os, corre como loco pegando gritos. ¡°Este verano estuve de vacaciones en Espa?a¡±, cuenta. ¡°Visit¨¦ tambi¨¦n Gibraltar. Y esta frontera va a ser muy similar¡±. Lamenta el Brexit: la leche en esta zona cruza de un lado a otro constantemente.

Edel Treanor, empresaria en la frontera.

Mullan sol¨ªa ser el final del camino. Un fondo de saco. Acababa en un puente sobre el riachuelo que marca aqu¨ª la frontera. Fue volado por el Ej¨¦rcito brit¨¢nico. El paso se cerr¨® en 1973. Corr¨ªan los a?os duros de los troubles (problemas), as¨ª se llamaron los tres violentos decenios que arrancaron a finales de los sesenta y en los que murieron 3.500 personas. Los militares iban taponando caminos y v¨ªas de escape del IRA. El puente de Mullan era una de ellas. La aldea hab¨ªa tenido cierto pasado glorioso: en ella hubo un molino de lino en un edificio de ¨¦poca victoriana; luego se convirti¨® en f¨¢brica de calzado (¡°el zapato de la frontera¡±, se llamaba) y, con el conflicto, acab¨® abandonado. Durante 15 a?os en Mullan vivi¨® un solo habitante.

¡°Hoy hay incluso ni?os¡±, cuenta Edel Treanor, una joven de la zona, hija de familias separadas por la frontera. Dirige Mullan Lighting, una f¨¢brica de l¨¢mparas que se estableci¨® en 2009 en el viejo molino. Hoy 14 de sus 65 empleados viven en el pueblo (tambi¨¦n ella y su marido, que es quien dise?a las l¨¢mparas). Y, en cuanto al Brexit, explica que la compa?¨ªa vende en el sur y en el norte, tiene empleados y usa materiales y centros de distribuci¨®n de ambos lados¡­ Si hay una frontera dura, dice Treanor, ¡°cada d¨ªa va a tener impacto¡±.

Luego est¨¢ lo que hay bajo la piel: ¡°Aunque no olvidamos, hemos dejado atr¨¢s el pasado. No es la vida que queremos para nosotros y las generaciones futuras. Tenemos un entorno pac¨ªfico en la frontera y queremos mantenerlo¡±. En un momento dado, parece a punto de confesar un recuerdo concreto, algo que tiene que ver con la testosterona que dominaba la frontera ¡ª¡°los hombres y las pistolas¡±, ha empezado, ¡°eran siempre hombres¡­¡±¡ª, cuando de pronto su rostro se ha contrariado, como si estuviera a punto de contar demasiado.

Patrick Mulroe, el investigador de la frontera.

Fuera sigue lloviendo de camino a Ballinode, donde hemos quedado con un amigo de Edel Treanor: Patrick Mulroe, experto en la frontera, doctorado por la Universidad de Ulster. Pronto va a organizar la conferencia El futuro de la frontera irlandesa y el rol de la UE. Parece buena idea cenar con ¨¦l. Tenemos instrucciones de llamarle cuando lleguemos al pub de Maggie, en Ballinode. El pueblo resulta ser una calle y unas pocas casas. En el pub se hace el silencio. Rostros de hombre se giran. Beben cerveza. No sirven cenas. Llamamos a Mulroe, pero una caracter¨ªstica de la porosa frontera es la ausencia de cobertura. Va y viene. Salta de una compa?¨ªa del norte a otra del sur, y viceversa. Su m¨®vil est¨¢ apagado.

Finalmente logramos encontrarnos en un restaurante. Mulroe habla en voz baja. Dice que si hubi¨¦ramos sido prensa local se hubiera pensado dos veces la entrevista. Aqu¨ª todos se conocen. Es un tema sensible. El Brexit, asegura, ¡°ha tra¨ªdo de vuelta el pasado, ha dividido a la sociedad, sobre todo al norte de la frontera¡±. Su tesis doctoral, Bombas, balas y la frontera (Irish Academic Press, 2017), investiga el rol de las fuerzas de seguridad irlandesas durante los troubles. Hasta hace dos d¨¦cadas se encontraba por aqu¨ª ¡°uno de los mayores complejos militares de Europa¡±. Los paramilitares del IRA viv¨ªan en caravanas en la zona. Atentados aparte, se practicaba un juego extremo: el Ej¨¦rcito brit¨¢nico cortaba caminos, volaba puentes; en fin de semana los republicanos los reconstru¨ªan; el Ej¨¦rcito los volaba de nuevo¡­

Mulroe no cree que vayan a volver a esto. ¡°No existe un grupo en la monta?a esperando a atacar¡±. Los conflictos podr¨ªan surgir en el medio plazo. ¡°Aqu¨ª, tradicionalmente, las personas se han involucrado en la fuerza f¨ªsica y la violencia pol¨ªtica. Con una cultura as¨ª, en unos a?os podr¨ªa convertirse en un foco de problemas. La frontera se fij¨® en 1922, hace 100 a?os. Los cambios de hoy quiz¨¢ duren otros 100¡±.

D¨ªa 3?

La casa partida y el cham¨¢n

Es martes, quedan 30 d¨ªas para el Brexit y Google Maps asegura que en la carretera que hemos tomado desde Clones hay una vivienda atravesada por la frontera. Damos con un anciano ocup¨¢ndose de las plantas. Bingo. ¡°Tengo lo mejor de dos mundos¡±, responde con humor PJ Donohoe, que ha vivido sus 75 a?os en la casa. La l¨ªnea cruza su parcela de lado a lado m¨¢s o menos por donde el cobertizo, reban¨¢ndole un trozo al jard¨ªn. La electricidad y el agua las toma del sur. Paga la tasa de basuras en el norte. De all¨ª tambi¨¦n le llega la pensi¨®n. Es ciudadano brit¨¢nico. Vot¨® permanecer en la UE. Y dice: ¡°Van a volver los problemas¡±. De pronto nos damos cuenta de que est¨¢ de pie en el norte y nosotros en el sur. La conversaci¨®n sobrevuela una frontera internacional. Y, mientras explica de qu¨¦ ¨¢rbol a qu¨¦ seto discurre la linde, pasa una furgoneta. ¡°Es Marcus, el vecino. Hoy est¨¢ cosechando su c¨¢?amo¡±.

PJ Donohoe, el hombre de la casa partida.

Justo detr¨¢s del seto fronterizo se extiende una selva verde. Las plantas de c¨¢?amo llegan al pecho y desprenden un suave aroma. Uno de los cosechadores, con aspecto hippy, gu¨ªa hasta la casa de Marcus McCabe, el due?o, que al parecer es como un gur¨² o un cham¨¢n. Hace poco protagoniz¨® un sonado caso judicial en Irlanda por traer ayahuasca de Brasil. Se la incautaron en el aeropuerto. Trat¨® de recuperarla argumentando que la usaba para realizar el sacramento de su religi¨®n. Su casa es sorprendente: tiene la forma de una enorme seta. Nos cruzamos a otro de los cosechadores. Trae la barba verde por el roce de las plantas: ¡°?Hare krishna!¡±, exclama. ¡°?Los petirrojos cantan!¡±, y silba como un p¨¢jaro. ¡°Ha tomado demasiado jugo¡±, dice nuestro gu¨ªa. Jugo de c¨¢?amo, eso es lo que producen aqu¨ª.

McCabe tiene voz ¨¢spera y melena plateada. Subido a la furgoneta va enumerando las veces que atraviesa la frontera de camino a la granja de su socio en esto del c¨¢?amo, un negocio floreciente. M¨¢s que un jugo, explica, producen un polvo con el que puedes preparar un smoothie o ali?ar una ensalada. Tiene una baja concentraci¨®n de THC, pero alta en CBD, no genera efectos psicoactivos y lo comercializan como alimento. La cosecha se encuentra en las tierras fronterizas de su familia. El padre de Marcus, Eugene McCabe, nacido en 1930, es un reputado escritor. A¨²n vive en el caser¨ªo de la familia en la colina. La frontera y la violencia han sido temas que han atravesado su obra. Y mientras sigue al volante, Marcus se remonta a los tiempos de Oliver Cromwell y a los clanes surgidos en el siglo XVII para explicar el conflicto. ¡°Estas heridas son de hace cientos de a?os, pero siguen ah¨ª¡±. El Brexit las reabre. ¡°Es como si tuvieras un corte y hurgaras en su interior¡±.

Marcus McCabe, el agricultor del c¨¢?amo.

Finalmente, McCabe muestra en el campo la calidad de sus plantas. Desmenuza los cogollos mientras narra un episodio de infancia. ¡°Ten¨ªa 14 o 15 a?os, estaba dando vueltas con el tractor en la finca, que est¨¢ junto al puente Lacky¡±. El de Lacky era uno de esos pasos fronterizos que los brit¨¢nicos dinamitaban a menudo. ¡°Volaron el puente justo cuando yo estaba en el punto m¨¢s cercano¡±. Y mientras imita la explosi¨®n, ?bum!, McCabe lanza los cogollos de c¨¢?amo por los aires, pedacitos verdes volando bajo el sol de la tarde. Le llovieron las piedras. Sali¨® intacto. Se sigue preguntando por qu¨¦ el mando dio la orden cuando un cr¨ªo pasaba al lado.

D¨ªa 4?

Los asesinos de su hermano

?Es mi¨¦rcoles, quedan 29 d¨ªas para el Brexit, y las noticias de las nueve atronan en el coche: ¡°Downing Street ha indicado que el plan del Brexit, que Boris Johnson expondr¨¢ hoy en la conferencia del Partido Conservador en M¨¢nchester, ser¨¢ su ¨²ltima oferta negociadora, y que el Reino Unido no buscar¨¢ una pr¨®rroga al d¨ªa fijado para la salida de finales de octubre. El primer ministro brit¨¢nico contar¨¢ a los delegados tories que la propuesta para sustituir la cl¨¢usula de salvaguarda es un compromiso justo y razonable. El plan a¨²n no ha sido enviado a la UE, pero The Daily Telegraph ha publicado una versi¨®n detallada. Esencialmente crear¨ªa dos fronteras: una frontera reguladora a lo largo del mar de Irlanda, que podr¨ªa ser o no temporal; y una frontera aduanera en la isla de Irlanda, que ser¨ªa permanente¡±. El bolet¨ªn nos pilla enfilando Pettigo, un pueblo de Irlanda partido en dos, con la sensaci¨®n de que existe un abismo entre el ¨¢mbito pol¨ªtico y quienes viven la frontera a diario.

En Pettigo nos espera Ken Funston, exmarine brit¨¢nico y expolic¨ªa de Irlanda del Norte de 58 a?os. Nos sube a su todoterreno. Conduce a las afueras. Se mete entre fincas. Un conejo negro y dos caballos trotan por el barro. Cualquiera habr¨ªa perdido ya la noci¨®n del pa¨ªs. Pero Funston la tiene muy presente. Estamos en el sur, repitiendo el camino que siguieron los asesinos de su hermano. Detiene el veh¨ªculo. Dice: ¡°Aqu¨ª es donde aparcaron¡±. Trepa la cerca. Pisa un prado fangoso, deja atr¨¢s un roble. La ladera cae hacia un arroyo cuyo rumor se oye ah¨ª abajo. Todo es verde, con esa belleza detenida en la que de pronto se oyen disparos y vuelan los p¨¢jaros. El otro lado del r¨ªo ya es Irlanda del Norte. Ah¨ª se encontraba la granja de su familia. Eran las ocho de una ma?ana de 1984 cuando su hermano Ronald, que hab¨ªa formado parte del Regimiento de Defensa del Ulster, conduc¨ªa el tractor. Dos personas cruzaron el arroyo, emergieron de la maleza, le descerrajaron 18 tiros y huyeron al sur por el mismo camino.

Caseta abandonada cerca de la frontera entre el condado de Monaghan (Rep¨²blica de Irlanda) y el de Fermanagh (Irlanda del Norte).

Zona de granjas al borde de la frontera en el condado de Fermanagh (Irlanda del Norte).

Pettigo es un pueblo literalmente partido en dos: el r¨ªo Termon divide la localidad entre Irlanda del Norte y la Rep¨²blica de Irlanda.

Antiguo puesto de aduanas en Tully (Rep¨²blica de Irlanda), de la d¨¦cada de 1930. Una lugare?a lo mantiene casi intacto.

Restos de un antiguo puente de tren volado por la Gendarmer¨ªa Real del Ulster en 1976. El r¨ªo delimita la frontera entre Belcoo (Irlanda del Norte) y Blacklion (Rep¨²blica de Irlanda).

Funston, retirado del servicio en 2014, forma parte de la Fundaci¨®n del Sureste de Fermanagh (SEFF) de v¨ªctimas del terrorismo. Organizan rutas por la frontera para mostrar ¡°los hechos¡±. Las lindes tienen para este hombre un eco tr¨¢gico: ¡°En los setenta y ochenta, este lugar hubiera sido clasificado como un ¨¢rea hostil para m¨ª. El IRA era libre en la zona, y pod¨ªa cruzar la frontera sin obst¨¢culos¡±. Tras el asesinato, la familia emigr¨® al interior. Los pol¨ªticos unionistas hablaban entonces de ¡°genocidio¡± contra los protestantes en la frontera. Y este tipo de cosas, a?ade Funston, influyeron cuando la gente tuvo que decidir su papeleta en el refer¨¦ndum del Brexit. En Irlanda del Norte el voto mayoritario fue proeuropeo (un 56%). Pero una encuesta mostr¨® las grietas entre religiones: los cat¨®licos a favor de quedarse (un 85%); los protestantes a favor de irse (un 60%). En palabras de Funston: ¡°Vamos a diferentes iglesias, a diferentes colegios, tenemos diferentes eventos sociales y pubs distintos¡­¡±. El Brexit fue una muesca m¨¢s. ?l vot¨® irse. ¡°Europa huele a decadencia¡±. Pero se considera un ¡°brexitero blando¡±. No quiere ¡°ninguna infraestructura ni nada que pueda tener un parecido con el pasado. La paz es imperfecta, pero mucho mejor de lo que hab¨ªa¡±. Le cuesta imaginar un regreso de la violencia. ¡°?Van a matar vecinos porque abandonamos la UE? No lo creo¡±.

Ken Funston, el eco tr¨¢gico de la frontera.

Cuando nos devuelve a Pettigo, el exmarine (que rechaza hablar de sus a?os en activo) propone que charlemos con Mervyn Johnston, un mec¨¢nico de 80 a?os, nacido en el sur y habitante del norte, que surca la calle en un Mini de coleccionista. Ha sido cinco veces campe¨®n de rally de coches hist¨®ricos del Ulster y regenta un taller en el que se ven despanzurradas obras de arte del motor. El garaje tiene dos naves adheridas al puente que parte el pueblo en dos pa¨ªses. Mervyn atiende tras el escritorio, en el norte, pero con vistas al sur. Dos veces le volaron el taller. Uno de sus empleados fue herido de un balazo. ?El puesto de aduanas de ah¨ª enfrente? Tambi¨¦n lo reventaron. ¡°Ya vivimos un periodo con frontera¡±, dice. ¡°Si vuelve seremos capaces de sobrellevarlo¡±. Preferir¨ªa que no sucediera. ¡°Las cosas est¨¢n bien. No me gustar¨ªa volver al pasado. Fueron tiempos severos¡±.

¡ª?Qu¨¦ cree que pasar¨¢ el d¨ªa 31?

¡ªEs confuso. He dejado de escuchar las noticias.

Por la tarde, cruzamos innumerables veces la frontera y acabamos encontrando una garita de aduanas de los a?os treinta en Tully. La se?ora Mary McGee la mantiene como el primer d¨ªa. Prefiere no hablar de pol¨ªtica. ¡°Mira este lugar¡±, dice ¡ªse ve un lago, pastos tostados, se escucha el balido de las ovejas, una nube de mosquitos, se respira aire limpio¡ª. ¡°Me gustar¨ªa que se viera esto, centrarnos en la belleza, m¨¢s que en las fronteras¡±.

D¨ªa 5?

Los beb¨¦s del alto el fuego

Es jueves, quedan 28 d¨ªas para el Brexit y un manto metalizado cubre el cielo de Derry, la segunda urbe m¨¢s grande de Irlanda del Norte (tras Belfast) y la ¨²ltima parada de esta ruta. Ronda los 90.000 habitantes, acaba de golpe en la frontera, y en sus calles, en 1972, se produjo el Bloody Sunday: el Ej¨¦rcito brit¨¢nico dispar¨® contra civiles, matando a 13 personas e hiriendo a decenas. Fue el peor a?o de los troubles, con casi 500 muertos. Y en el Bogside, el barrio cat¨®lico marcado por aquel Domingo Sangriento, se ven hoy pintadas frescas que dicen: IRA. Tambi¨¦n pegatinas de apoyo a terroristas presos y carteles de otros grupos nacionalistas de siglas impronunciables. Se conserva el mural que anunciaba: ¡°Est¨¢s entrando en el Derry libre¡±. Otro muestra a un ni?o con m¨¢scara de gas y un c¨®ctel molotov en la mano. Parece como si se hubiera detenido el tiempo. Aunque tambi¨¦n hay publicidad tur¨ªstica: las visitas guiadas salen del Museo de Derry Libre, cuestan seis libras y ¡°han sido puntuadas como excelentes en TripAdvisor¡±. El conflicto, en cualquier caso, no ha sido a¨²n confinado a un museo. En abril muri¨® la periodista Lyra McKee durante unos altercados entre disidentes del IRA y la polic¨ªa. Recibi¨® en la cabeza el disparo de un enmascarado que iba dirigido a las fuerzas de seguridad.

Liv Hill y los "beb¨¦s del alto el fuego".

Creggan, el barrio perif¨¦rico donde ocurri¨®, desparramado en lo alto de una colina, es uno de los enclaves m¨¢s deprimidos del Reino Unido. La farola donde cay¨® McKee se encuentra en una calle gris¨¢cea y en cuesta, con hermosas vistas a la ciudad. Hay flores mustias a los pies. Y desde all¨ª se ven pintadas: ¡°?Fuera brit¨¢nicos!¡±; ¡°?nete al CIRA¡± (el IRA de la Continuidad). Joan Watson, una vecina de 35 a?os que pasea a un beb¨¦, lamenta: ¡°Es horrible lo que pas¨®. Pero esto no es una zona de guerra¡±. Y sobre el Brexit: ¡°?Nunca va a acabar esta historia de la frontera!¡±.

Lyra McKee ten¨ªa 29 a?os. Acababa de mudarse a Derry para vivir con su novia. Era una de las voces m¨¢s prometedoras del periodismo. ¡°No muri¨® por la causa de la libertad irlandesa. Ella era la libertad irlandesa¡±, escribir¨ªa su amiga y colega Susan McKay en The New Yorker. A Lyra le preocupaba su generaci¨®n y los traumas heredados. Uno de sus reportajes indagaba en la elevad¨ªsima tasa de suicidios entre los ¡°beb¨¦s del alto el fuego¡±. ¡°En Irlanda, m¨¢s personas se quitaron su propia vida en los 16 a?os posteriores al conflicto de las que murieron durante los troubles¡±, afirmaba.

Liv Hill, que naci¨® hace 19 a?os, ha vivido toda su vida en Belfast y acaba de mudarse a Derry para estudiar Cine, define as¨ª a esos beb¨¦s del alto el fuego: ¡°Alguien nacido a partir del a?o 2000, que no ha crecido con el conflicto entre cat¨®licos y protestantes. Se nos ha educado sin prejuicios, para que podamos crecer en paz, sin distinguir a la gente por su religi¨®n¡±.

En Derry, el r¨ªo Foyle a¨²n traza una especie de frontera religiosa. Los barrios cat¨®licos (en el oeste) y los protestantes (al este) fueron unidos en 2011 por el puente de la Paz, sufragado con fondos europeos. En la margen protestante, hay un viejo cuartel brit¨¢nico hoy reconvertido en destiler¨ªa. All¨ª encontramos una rareza: una pareja mixta. Ella, cat¨®lica; ¨¦l, protestante; ella, europe¨ªsta; ¨¦l, fan¨¢tico de ¡°Boris¡±; ¡°?Que levanten ya un muro!¡±, exclama ¨¦l. Ella razona: ¡°El Brexit podr¨ªa devolvernos a tiempos no tan pac¨ªficos. Espero que haya gente sensible. La situaci¨®n es complicada porque ni siquiera tenemos un Gobierno en el norte [el Ejecutivo que compart¨ªan entre el Sinn Fein y UDP, el partido unionista, lleva suspendido desde 2017]¡±.

Distintos murales y banderas en los barrios cat¨®licos y protestantes de Derry (Irlanda del Norte).
Distintos murales y banderas en los barrios cat¨®licos y protestantes de Derry (Irlanda del Norte).

Dejando atr¨¢s el cuartel, se llega a Bonds Street, zona cero de los unionistas. Aqu¨ª los murales reivindican victorias brit¨¢nicas, regimientos, soldados ca¨ªdos; se ven banderas de San Jorge y Union Jacks al viento, los bordes de las aceras han sido pintados de rojo, azul y blanco. Abundan los exmilitares. Y el voto pro Brexit. Hablamos con Tom Hurrell, de 58 a?os, que pasea a su perro y prefiere no revelar su profesi¨®n. Nacido en Kent (Inglaterra), se dice orgulloso de su acento, que a veces puede resultar ¡°pol¨ªticamente incorrecto¡± en esta tierra. Entre las causas que le hicieron querer abandonar la UE, cita: ¡°Inmigrantes y refugiados¡±.

En la tienda de recambios, los dependientes prefieren no identificarse: ¡°Aqu¨ª no puedes decir lo que sientes¡±. Creen que el Brexit est¨¢ tardando. En la peluquer¨ªa, un joven tatuado le recorta a otro el pelo. Dice el peluquero: ¡°La UE nos roba; los rumanos se quedan nuestros trabajos¡±. El cliente, cubierto con una toalla de camuflaje, matiza: ¡°Espero que sea una frontera blanda¡±. Otro peluquero aporta: ¡°Ni idea; no me importa; no soy nada pol¨ªtico¡±. Y los tres vuelven a mirar la tele. Juega la selecci¨®n irlandesa de rugby, de lo poco que une a la isla, con jugadores de la Rep¨²blica y del Reino Unido.

D¨ªa 6?

V¨ªctima y verdugo

Es viernes, quedan 27 d¨ªas para el Brexit, y Anne Walker, de 50 a?os, recuerda c¨®mo muri¨® su t¨ªo aquel Domingo Sangriento; c¨®mo ella se fue adentrando en la espiral yendo a manifestaciones y funerales, visitando presos; c¨®mo un d¨ªa le ofrecieron formar parte del IRA, hubo reuniones clandestinas, jur¨® sobre una Biblia, y pronto estaba al volante de veh¨ªculos, atravesando la frontera en busca de refugios donde esconder armas y personas. Siendo mujer, explica, era m¨¢s f¨¢cil cruzar de un lugar a otro.

Kathleen y Anne, las dos caras del conflicto irland¨¦s.

A su lado, escucha Kathleen Gillespie, que es quien nos ha reunido en el sal¨®n de su casa y ha preparado t¨¦ y caf¨¦ con pastas para digerir su historia. Gillespie tiene 70 a?os y vive en Derry, a unos tres kil¨®metros de la frontera. Visita la l¨ªnea al menos una vez por semana desde hace 29 a?os. All¨ª se encontraba el checkpoint donde muri¨® su marido, Patsy, en 1990. Era cocinero en unos cuarteles brit¨¢nicos. El IRA lo secuestr¨® en esta casa. Lo esposaron al volante de una furgoneta con 500 kilos de explosivo y lo lanzaron contra el control, mat¨¢ndole a ¨¦l y a otros cinco militares con la deflagraci¨®n . ¡°Dej¨® un gran cr¨¢ter en la carretera¡±, explicaba Gillespie un d¨ªa antes en el punto donde ocurri¨®, mientras la lluvia le mojaba el pelo. ¡°Aqu¨ª fueron recogidos los restos de Patsy¡±. De dos de los soldados, no qued¨® nada, ¡°se volatilizaron¡±. Los enterraron en ata¨²des vac¨ªos.

Aunque no perdona, nunca ha perdonado y nunca perdonar¨¢, tras el asesinato, Gillespie se involucr¨® en programas de reconciliaci¨®n. Comenz¨® a dialogar con exparamilitares. Coincidi¨® con Walker hace 10 a?os en los ensayos para una obra de teatro que juntaba a verdugos y v¨ªctimas de ambos bandos. Son amigas desde entonces. Cuentan su historia por toda Irlanda. ¡°Necesitamos mostrarle a la gente que esta uni¨®n es posible¡±.

Walker rompe a llorar al mencionar el Brexit. La exmiembro del IRA arranca un mon¨®logo pesimista: ¡°La gente me pregunta, ¡®?est¨¢s preocupada de que vuelva el conflicto?¡¯. El conflicto est¨¢ aqu¨ª, siempre ha estado aqu¨ª. Y lo mejor que podemos hacer es prepararnos y preparar a las generaciones futuras mostr¨¢ndoles lo que es posible, que Kathleen y yo podemos sentarnos juntas, y no solo ella y yo, tambi¨¦n exmilitares y exparamilitares de los otros. Superar diferencias. Conoci¨¦ndonos, d¨¢ndonos cuenta de que somos iguales (¡­) El Brexit va a ocurrir (¡­) No costar¨¢ mucho hacer que nos odiemos de nuevo. Me emociono porque supongo que s¨¦ demasiado (¡­) Con el proceso de paz, en lugar de derribar la pared y construir de nuevo, colocaron un bonito papel, cubrieron las grietas y dijeron: ¡®?Qu¨¦ os parece?¡¯. Las grietas crecen. As¨ª que estamos preparados para el Brexit porque todo el mundo est¨¢ jodidamente preparado para reventar (¡­) Una frontera nos coloca 30 a?os atr¨¢s. Nos preocupa volver al lugar en el que ella y yo nunca podr¨ªamos ser amigas¡±.

Tintinea la lluvia contra los cristales. Gillespie le acerca los pa?uelos a su amiga, le da la mano. Las pastas quedan casi intactas en la bandeja.

De regreso a Dubl¨ªn, la radio del coche prosigue: ¡°Documentos del Gobierno aseguran que se pedir¨¢ a la UE una pr¨®rroga del Brexit¡­¡±. Pero al terminar de escribir esta cr¨®nica se vislumbraba un principio de acuerdo que incluye la intenci¨®n de no crear ¡°infraestructuras f¨ªsicas¡± ni controles en la frontera¡­ Temporalmente.

Pintadas contra los brit¨¢nicos en el barrio de Creggan (Derry, Irlanda del Norte).

En las carreteras es habitual ver carteles en contra del regreso a una frontera dura.

Una calle en uno de los barrios cat¨®licos de Derry (Irlanda del Norte)

El ¡°caf¨¦ de la frontera¡±, un local en la localidad fronteriza de Muff.

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