Ni patria, ni hogar, ni retrete: la crisis sin fin de los sirios en L¨ªbano
C¨®mo un problema con el alcantarillado y las aguas fecales condiciona la vida diaria de la refugiada Houriya Hamad. Miles de sirios se enfrentan a los contratiempos de una crisis humanitaria cronificada
A finales de verano, Netflix estrenaba una mini serie sobre el multimillonario fil¨¢ntropo Bill Gates y su batalla personal para dar acceso a retretes en condiciones a los 4.500 millones de personas que a¨²n carecen de uno. Casi al mismo tiempo, el cuarto de ba?o de Houriya Hamad se inundaba de aguas fecales. Para su familia y ella, refugiados, no es que su calidad de vida no mejore, es que empeora. "Estamos volviendo a hacer nuestras necesidades al aire libre", se queja la mujer. Ni en sus peores sue?os imagin¨® que un d¨ªa se iba a ver obligada a defecar entre los arbustos y de noche (por lo de ganar algo de intimidad). No en su vida anterior.
En 2019, la falta de acceso a un saneamiento adecuado es uno de los tantos con los que lidian d¨ªa a d¨ªa Houriya Hamad, sus vecinos y los cientos de miles de personas varadas en asentamientos informales desperdigados por L¨ªbano. Son sirios y se les llama refugiados desde que huyeron de su tierra por una guerra que comenz¨® en 2011 y ha causado cerca de medio mill¨®n de muertos. Lo que se crey¨® que ser¨ªa una emergencia humanitaria pasajera hoy se ha convertido en una crisis perenne que los ha convertido en personas empobrecidas y vulnerables en los pa¨ªses de acogida. L¨ªbano, pa¨ªs que ya desde antes arrastraba sus propios problemas, alberga a un 1,2 millones de desplazados por el conflicto sirio, un 20% de la poblaci¨®n.
"Quiero hablar en nombre de toda la comunidad por un problema que estamos teniendo con el sistema de alcantarillado", sentencia una Hamad muy seria. "Han cerrado la tuber¨ªa que da salida a las aguas residuales y los retretes de las casas se colapsan, se sale todo y se esparce por las viviendas", lamenta. "Cuando los ni?os vuelven del colegio a veces llegan con el barro por las rodillas", a?ade la mujer.
Este ejemplo ilustra la saturaci¨®n de los servicios p¨²blicos libaneses a causa de una demanda que excede las capacidades institucionales y las infraestructuras. Ya funcionaban regular con cinco millones de personas y ahora soportan a un mill¨®n m¨¢s. "El conflicto sirio ha tenido un impacto significativo, causando un ahondamiento de la pobreza y de las necesidades humanitarias. La crisis de refugiados ha costado a la econom¨ªa libanesa 18.000 millones de d¨®lares por la ralentizaci¨®n econ¨®mica, la p¨¦rdida en ingresos fiscales y la mayor presi¨®n sobre los servicios p¨²blicos", reza el ¨²ltimo plan de acci¨®n del Gobierno para asistir a la poblaci¨®n vulnerable. Alrededor de un mill¨®n de libaneses y 700.000 sirios viven por debajo del umbral de la pobreza, y cada vez les cuesta m¨¢s acceder a servicios b¨¢sicos en un pa¨ªs que tiene una deuda externa equivalente al 150% de su PIB.
La situaci¨®n en L¨ªbano es fr¨¢gil y los ¨²ltimos acontecimientos no hacen sino atestiguar que hacen falta soluciones urgentes y duraderas, no solo para los refugiados. Desde mediados de octubre, cientos de miles de ciudadanos han tomado las calles para reclamar reformas econ¨®micas de calado y un adelanto electoral. La dimisi¨®n del primer ministro, Saad Hariri, no ha calmado los ¨¢nimos. A todo ello hay que sumar la precaria situaci¨®n del mill¨®n de refugiados.
"El plan de respuesta para la crisis humanitaria se organiza desde el Gobierno con ayuda de distintas agencias de la ONU y no es solo para los refugiados, sino tambi¨¦n para las familias libanesas que se han hecho m¨¢s vulnerables durante estos a?os. La ¨²ltima actualizaci¨®n comprende el periodo 2017-2020, y sus autores advierten de que en 2018 se observ¨® un deterioro de la seguridad alimentaria y de los niveles de pobreza pese a que desde 2011 el pa¨ªs ha recibido m¨¢s de 6,7 millones de d¨®lares de ayuda. "La situaci¨®n sigue siendo enormemente precaria para muchas familias", especifica, y hace una petici¨®n de 2.600 millones de d¨®lares para dotar de asistencia humanitaria a 2,4 millones de personas.
En lo que respecta a cuestiones que podr¨ªan interesar a la comunidad de Houriya Hamad, como que les arreglen el alcantarillado, los ¨²ltimos datos no son muy optimistas: Los m¨¢s recientes de la Agencia de la ONU para los refugiados (Acnur), de junio de 2019, indica que de los 157 millones de d¨®lares requeridos para cubrir necesidades exclusivamente en materia de alojamiento, solo se hab¨ªa recibido un 5% y solo se hab¨ªa podido ayudar al 10% de las casi 700.000 personas que lo necesitan.
La charla con Hamad, rodeada de un par de vecinas y un pu?ado de ni?os, se desarrolla en la estancia principal de su vivienda: un espacio amplio a ras de suelo cubierto de alfombras, colchones y cojines. Las paredes son de chapa y madera, y est¨¢n forradas con gruesas mantas estampadas. El techo, abierto por alg¨²n resquicio desde el que entra un poco de luz que se suma a la de la ¨²nica bombilla encendida. Una puerta da a una cocina rudimentaria y otra m¨¢s lleva a un par de dormitorios. Hamad ha hecho de este su hogar desde hace unos seis a?os, cuando ella y su familia se marcharon de Siria, llegaron hasta?Haouch Er-Rafqa se instalaron en lo que hoy es uno de los miles de asentamientos temporales para refugiados que pueblan el valle de la Bekaa liban¨¦s. En el suyo habitan unas tres mil personas, pero el problema de alcantarillado afecta a 125 personas de 17 hogares temporales, describe la mujer.
El problema con las aguas fecales que tienen Hamad y su comunidad significa que corren un mayor riesgo de contraer enfermedades a causa de infecciones como diarreas, problemas de piel, etc¨¦tera. En el 55% de los asentamientos no existen servicios de eliminaci¨®n de residuos adecuados, lo que empeora la contaminaci¨®n de las fuentes de agua y el suelo. En estas condiciones de vida, las malas pr¨¢cticas de higiene, particularmente en relaci¨®n con el manejo de alimentos y agua, agravan el riesgo de enfermedades: las transmitidas por alimentos y agua sucia suponen hasta el 60% de las notificadas, seg¨²n datos del ministerio de Salud liban¨¦s. Desde Cruz Roja, que desarrolla labores humanitarias relacionadas con el saneamiento y la higiene que en 2018 alcanzaron a 109.000 beneficiarios, observan que este tipo de dolencias prevalece en entornos de insalubridad y precariedad.
Prohibido tener hogar
El problema del alcantarillado es puntual, no as¨ª el de las p¨¦simas condiciones de las viviendas en?Haouch Er-Rafqa y el resto de asentamientos temporales. Aunque la de Hamad est¨¢ limpia y arreglada, no es m¨¢s que una chabola grande que no cumple las condiciones m¨ªnimas para dar cobijo, y mucho menos durante todos los a?os que la familia lleva en ella. Pero es lo mejor que pueden tener dadas las circunstancias:?desde el pasado junio de 2019, varias ONG como Save the Children o Acci¨®n Contra el Hambre denuncian que el Gobierno liban¨¦s ha derribado miles de viviendas de sirios realizadas con materiales duraderos en un intento por promover el retorno de estos refugiados a su pa¨ªs. "La mayor¨ªa de las familias que tuvieron que desmantelar sus refugios fueron reubicadas o, en la mayor¨ªa de los casos, regresaron a otros hechos de l¨¢minas de pl¨¢stico y madera, en lugar de hormig¨®n y piedra", indica Ahmed Bayram, responsable de comunicaci¨®n de Save The Children.
Fueron demolidas hasta 2.496 en Aarsal, la localidad m¨¢s perjudicada, y otros 444 en Akkar. seg¨²n los ¨²ltimos datos de Save the Children, organizaci¨®n que afirma que esta pr¨¢ctica se ha detenido por un tiempo. "No hay novedades recientes en lo que respecta al Gobierno, principalmente porque los refugiados han cumplido con las ¨®rdenes y tambi¨¦n debido a la proximidad del invierno. En ¨¢reas como Arsal la temperatura ya se ha desplomado y los vecinos est¨¢n pensando en c¨®mo reforzar sus refugios", informa el representante de la ONG. Los derribos han ido acompa?ados de deportaciones forzosas: hasta mayo, m¨¢s de 300, seg¨²n un comunicado conjunto de varias organizaciones de ayuda humanitaria.
"Los campos de refugiados no existen aqu¨ª, se les llama ITS", aclara Marina Juan Mateu, delegada de Cruz Rojaespa?ola en L¨ªbano. ITS corresponde a las siglas en ingl¨¦s de "asentamientos informales temporales", y no est¨¢n regulados por el Estado porque L¨ªbano no es firmante de la Convenci¨®n de los Refugiados, que entre otras cosas garantiza una vivienda digna. El Gobierno no se ocupa porque nunca se comprometi¨® a ello. "Los ITS no son m¨¢s que una parcela que pertenece a una persona y decide alquilarla para que alguien se instale en ella. Es como un Estado privado", resume la cooperante. Alrededor de un 20% del mill¨®n de sirios en L¨ªbano vive en asentamientos informales, seg¨²n Acnur, y otro 11% m¨¢s en "refugios inadecuados".
Estas viviendas provisionales son las que el Ej¨¦rcito est¨¢ desmantelando desde el pasado mes de abril y han complicado las labores de asistencia humanitaria. "Las necesidades [financieras] de respuesta a emergencias se han visto muy incrementadas por la decisi¨®n del Gobierno de desmantelar los refugios en zonas informales", subraya Acnur en su ¨²ltima evaluaci¨®n.
Hoda Awad, de 35 a?os y cuatro hijas, vive en otro asentamiento temporal del valle de Bekaa desde hace ocho a?os, los mismos que ha cumplido el conflicto sirio. "Me he mudado siete veces; la ¨²ltima hace a?o y medio", asevera. Suele ocurrir que los due?os del terreno quieren destinarlo a otros usos y los refugiados deben moverse. Ahora paga 300 euros anuales por ocupar el espacio donde vive, as¨ª como electricidad y generador y no ve posibilidad de volver: "Yo pens¨¦ que vendr¨ªa por dos o tres meses, pero ahora no tenemos nada en Siria. Las casas est¨¢n destrozadas, todo ha sido quemado... No queda nada all¨ª", se resigna.
La familia Al Mahmoud, que lleg¨® hace seis a?os procedente de Alepo, reside a un par de kil¨®metros y se enfrenta al mismo problema. Sus 13 miembros viven en un chamizo erigido en la esquina de un terreno cultivable sin muchas posibilidades de prosperar. "Primero intentamos alquilar una casa, pero no era posible, no hab¨ªa nada; al final nos dieron un barrac¨®n que no estaba terminado, no ten¨ªa cristales en la ventana, ni puerta... De hecho, usamos una tela como tal durante un a?o y se nos colaba el fr¨ªo, el viento, la lluvia... Daba mucha sensaci¨®n de inseguridad". As¨ª describe Aysha Al Mahmoud, la matriarca, sus primeros tiempos como refugiados. Al cabo de un a?o construyeron la vivienda en la que ahora habitan con sus propias manos. Se dir¨ªa que est¨¢ muy bien hecha dentro de lo que se pueden permitir.
Los ni?os pasan miedo por las noches, por si entra alguien, o cuando escuchan ruidos fuera o perros ladrando
Aysha Al Mahmoud, mujer siria refugiada en L¨ªbano
Para evitar el derribo, las viviendas deben ser temporales: lonas, pal¨¦s, listones de madera... Precarios todos, nada de piedra o de cemento. Se permite ¨²nicamente que permanezcan construcciones de una altura no mayor de cinco hileras de ladrillo para proteger a las familias de las inundaciones y las fuertes nevadas que suelen darse en invierno. "Parece que est¨¢ muy bien, pero por ah¨ª nos entra agua cuando llueve", dice Aysha se?alando el techo del sal¨®n. "Los ni?os me preguntan cu¨¢ndo volveremos porque quieren una casa de verdad. Pasan miedo por las noches, por si entra alguien, o cuando escuchan ruidos fuera o perros ladrando... Pero no podemos regresar, nuestra zona todav¨ªa sufre ataques".
Dos meses han transcurrido desde Netflix lanzara todos los cap¨ªtulos del documental sobre Gates y su batalla personal casi en solitario por el saneamiento, pero a Houriya Hamad y sus vecinas no se les ha arreglado el problema de las aguas fecales. Mientras esperan una soluci¨®n, las mujeres siguen poniendo en pr¨¢ctica lo ¨²nico que pueden hacer por ahora: aguantarse las ganas de ir al ba?o durante el d¨ªa y aprovechar la oscuridad de la noche para salir a aliviarse a los descampados.?
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