Destino: fascismo
El ciudadano de a pie justifica la atrocidad y el horror se convierte en cosas que pasan
Hace unos meses le¨ª El pasajero, de Ulrich Alexander?Boschwitz (Sexto Piso; traducci¨®n de Jos¨¦ An¨ªbal Campos), un libro que me impact¨® y me caus¨® una profunda tristeza. Estos d¨ªas en los que el fascismo se normaliza en el debate pol¨ªtico y los medios de comunicaci¨®n, he revisitado sus p¨¢ginas que, ahora entiendo, podr¨ªan servir de ant¨ªdoto contra la indiferencia y la complicidad. Boschwitz escribi¨®?El pasajero con urgencia, en apenas unas semanas, tras ser testigo de los pogromos de noviembre de 1938 contra los jud¨ªos alemanes, comunidad a la que ¨¦l pertenec¨ªa. La obra se public¨® por primera vez en Inglaterra en 1939 y en 1940 en Estados Unidos. Boschwitz muri¨® en 1942 cuando un submarino alem¨¢n hundi¨® el barco ingl¨¦s en el que viajaba. La novela desapareci¨® hasta que el editor alem¨¢n Peter Graf la recuper¨® y public¨® en 2018 por primera vez en Alemania. No es casualidad que esta obra haya recuperado importancia y vigencia en la Europa actual ya que revela, con la inmediatez de la experiencia vivida, las atrocidades que se llegan a justificar en la defensa de los intereses de una supuesta mayor¨ªa frente a las minor¨ªas m¨¢s vulnerables (jud¨ªos, menores no acompa?ados, refugiados, elijan ustedes).
Boschwitz narra unos d¨ªas de la vida de Otto Silbermann, un jud¨ªo alem¨¢n que pasa de ser un respetado miembro de la sociedad (excombatiente de la Primera Guerra Mundial, casado con una mujer aria, socio en una empresa de un miembro del Partido Nazi) a ser un jud¨ªo m¨¢s, es decir, un hombre perseguido y en peligro de ser deportado a un campo de concentraci¨®n. En su huida sube a un tren y de ah¨ª a otro, y de ah¨ª a otro, movi¨¦ndose por una Alemania controlada por las omnipresentes SA y SS, intentando escapar de un destino que ¨¦l acaba entendiendo como inevitable porque no depende de lo que haga o deje de hacer, sino de qui¨¦n es y no puede dejar de ser: un jud¨ªo. De la absoluta perplejidad ante esa sociedad que no se inmuta ante su desgracia pasar¨¢ al total desamparo.
Cuando el mundo de su tranquilidad peque?oburguesa se desmorona, el miedo se apodera de ¨¦l. Tiene miedo a perderlo todo, miedo a la violencia f¨ªsica, a la deportaci¨®n. Lo m¨¢s terrible es el miedo enloquecedor que siente cuando entiende que nadie va a arriesgar su vida por ¨¦l. Cuando emprende su huida, un conocido le explica con frialdad por qu¨¦ no va a ayudarle: ¡°No amo a los jud¨ªos, pero tampoco los odio. Si se comete una injusticia con ellos, lo lamento, pero tampoco me asombra. El mundo funciona as¨ª. Unos, cuando les toca, pierden, mientras que los dem¨¢s salen ganando¡±. Esta afirmaci¨®n no sale de boca de un nazi desalmado y, tal vez por eso, es escalofriante y descorazonadora. El ciudadano de a pie justifica la atrocidad. El horror se convierte en cosas que pasan, como si el se?alamiento y la persecuci¨®n del chivo expiatorio del momento (l¨¦ase jud¨ªo, lesbiana, menor no acompa?ado, migrante, elijan ustedes) fuera una cat¨¢strofe natural, como si las acciones humanas dejaran de tener un sujeto que las ejecuta cuando se exponen con un art¨ªculo indefinido. La aceptaci¨®n de la ley del m¨¢s fuerte, de la mayor¨ªa que gana tomando impulso en el cuerpo del ca¨ªdo, es pura degradaci¨®n moral. Siempre ha habido quienes alientan la violencia de los m¨¢s radicales, la complicidad de los tibios y la indiferencia de los que preferir¨ªan no ver. Boschwitz lo vio claro en 1938 y lo ver¨ªa igual de claro hoy, en noviembre de 2019.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.