A Trypina le dijeron que su hijo no pod¨ªa ir al colegio as¨ª que mont¨® uno
Cuando negaron el acceso a la escuela a Brighton por tener s¨ªndrome de Down, su madre decidi¨® rebelarse y crear un proyecto en su pueblo de Sud¨¢frica que ayudara a las personas con discapacidad
Emanuel Peterson tiene ocho a?os, no para quieto ni un momento y observa todo lo que le resulta extra?o con extrema curiosidad. Maraen, de 12 a?os, que hoy viste un alegre gorro con pomp¨®n, cuida de que sus compa?eras, sordas o con discapacidad intelectual, entiendan las lecciones en clase. Emanuel tiene el s¨ªndrome de Down y es mudo. A Maraen, los ataques epil¨¦pticos que sufre casi desde que naci¨® la han dejado secuelas visibles: problemas en la vista, al andar, y en el crecimiento. Ellos y otros 43 chavales estudian, trabajan y pasan los d¨ªas en el Tshemba Hosi Protective Project, un programa que lucha por la inclusi¨®n de personas con discapacidades en Sud¨¢frica.
En realidad, todo empez¨® en 2001 porque Tryphina Malchubela, una mujer menuda que se acerca ya a los setenta, se rebel¨® contra la injusticia. A su hijo Brighton no lo aceptaron en el colegio y nadie le daba una soluci¨®n satisfactoria. La raz¨®n: hab¨ªa nacido con s¨ªndrome de Down. ¡°No quer¨ªan ense?arle, as¨ª que comenc¨¦ este proyecto. Primero en una iglesia, nos ayudaban misioneros, aunque alg¨²n tiempo despu¨¦s tuvimos que buscar algo m¨¢s grande porque cada vez ¨¦ramos m¨¢s. Por eso construimos todo esto¡±, afirma en el interior de una de las cinco dependencias que ha conseguido levantar dentro de una parcela de unas tres hect¨¢reas en Lillydale, un peque?o pueblo en el este sudafricano, a pocos kil¨®metros del parque Kruger. Brighton, hoy un muchacho grand¨®n y risue?o al que sus compa?eros llaman Big Boy, asiente a su lado.
Si ya resulta complicado subsistir dignamente si perteneces a las clases m¨¢s pobres de Sud¨¢frica, el pa¨ªs con el ¨ªndice de desigualdad m¨¢s alto del mundo y donde una de cada cuatro personas tiene dificultades para comer una vez al d¨ªa, sobre todos en ¨¢reas rurales, todo se complica a¨²n m¨¢s para las personas que sufren alg¨²n tipo de discapacidad. El censo del 2011 recog¨ªa que el 7,5% de la poblaci¨®n sudafricana viv¨ªa con alguna. De ellos, alrededor de medio mill¨®n eran ni?os menores de 10 a?os, aunque probablemente la cifra ahora sea superior porque la poblaci¨®n de la naci¨®n, de algo menos de 59 millones de personas, ha crecido en casi tres millones durante la ¨²ltima d¨¦cada.
Ella y otros nueve voluntarios, mujeres en su mayor¨ªa, han conseguido crear un lugar con cinco grupos organizados en diferentes programas seg¨²n las discapacidades
El mismo texto dec¨ªa, adem¨¢s, que el 35% de los ni?os menores de seis a?os con discapacidades no hab¨ªan ido nunca al colegio, porcentaje que se disparaba hasta el 52% en zonas no urbanas y que afecta, sobre todo, a los sectores de poblaci¨®n m¨¢s castigados tradicionalmente por los rescoldos del Apartheid: negros y mestizos.
Nada de esto pasa en la casa de Tryphina. Ella y otros nueve voluntarios, mujeres en su mayor¨ªa, han conseguido crear un lugar con cinco grupos organizados en diferentes programas seg¨²n las discapacidades: uno para ense?ar el lenguaje de signos, otro para hacer ejercicios f¨ªsicos, otro para aprender a leer y escribir, otro para conocer oficios con vistas al futuro¡ ¡°Lo que m¨¢s me satisface hoy, que llevo aqu¨ª ya casi 20 a?os, es que los chavales que vienen se sienten como los dem¨¢s ni?os. Sienten que nadie los separa. Creo que eso es fundamental para que, poco a poco, sean capaces de superar sus problemas¡±, resume.
Un futuro m¨¢s complicado
Sikhulile Mabilane tiene 20 a?os y una leve discapacidad intelectual que hace que su aprendizaje sea m¨¢s lento que el de los dem¨¢s, algo que no le impide so?ar. Como a cualquier joven, le gusta ver a Messi, a Cristiano Ronaldo o a Pogba. Verlos e imitarlos cuando sale del Tshemba Hosi Protective Project y va directo al campo de f¨²tbol m¨¢s cercano. ¡°Tengo muchas habilidades. Cuando cojo el bal¨®n s¨¦ que voy a marcar gol¡±, afirma orgulloso. ¡°Pero si en el futuro no pudiera dedicarme al f¨²tbol, me gustar¨ªa ser polic¨ªa; quiero ayudar a mi familia y tambi¨¦n a toda mi comunidad¡±, dice.
Para Sikhulile y los dem¨¢s, incorporarse al mercado laboral en su pa¨ªs resultar¨¢ extremadamente complicado. Un informe del 2016 de la Comisi¨®n Sudafricana de Derechos Humanos, una instituci¨®n independiente cuyo poder emana de la Constituci¨®n de la naci¨®n, afirmaba que ocho de diez personas con discapacidad en el pa¨ªs no tiene empleo. El mismo texto, adem¨¢s, alertaba de que la discriminaci¨®n en oportunidades de trabajo digno es uno de los desaf¨ªos m¨¢s abrumadores que encaran las personas con discapacidad, desgranaba el retroceso en contrataci¨®n a este colectivo en los ¨²ltimos a?os, sobre todo en los trabajos socialmente mejor considerados y remunerados, y advert¨ªa de que las mujeres suelen tener m¨¢s problemas para encontrar un empleo que los hombres. ¡°Generalmente, son marginadas y excluidas para todo tipo de participaci¨®n en la sociedad y se ven obligadas a encarar m¨²ltiples formas de discriminaci¨®n en varias esferas que incluyen el acceso a sistemas de salud, trabajo o educaci¨®n¡±, concluye dicho escrito.
En este sentido, un White Paper del 2016 (un documento oficial que publican algunos gobiernos para aclarar a ciudadanos y ¨®rganos legislativos determinadas cuestiones y proponer soluciones) remarcaba la necesidad de aumentar el porcentaje de empleados con discapacidad: del 2% de 2016 a, al menos, el 7% para el 2030. Este documento recordaba, adem¨¢s, que el Plan de Desarrollo Nacional, aprobado por el Parlamento en 2012, apremia a los poderes p¨²blicos para que las personas con discapacidad, ¡°que en Sud¨¢frica suelen situarse en los m¨¢s pobres de entre los pobres¡±, sean integradas en todos los planes legales futuros de manera espec¨ªfica y no en un enfoque ¨²nico compartido con la generalidad de los ciudadanos.
Tryphina y sus voluntarias saben de sobra, por la experiencia de todos estos a?os, que los chavales de su proyecto, negros y en una zona rural, lo van a tener muy complicado para encontrar un empleo digno. Dicen que algunos ya lo han conseguido y ahora trabajan como dependientes en supermercados u otras grandes superficies comerciales de las ciudades m¨¢s importantes, sobre todo de Johannesburgo o Ciudad del Cabo. Pero son los menos. Por ello, uno de los edificios de su proyecto en Lillydale, el m¨¢s grande y espacioso, lo han dedicado al aprendizaje de costuras y manualidades para tener productos que vender y as¨ª financiarse.
Un taller de costura y otros proyectos esperanzadores
¡°Los servicios sociales del Gobierno nos pagan la comida diaria para los ni?os, pero aparte de eso nadie nos da nada. Ese es principal problema que tenemos aqu¨ª, la dificultad para encontrar fondos con los que sufragar todo¡±, afirma Tryphina, que habla mientras remacha la camisa de un pijama. ¡°Ahora hemos conseguido clientes nuevos, unos albergues a los que vendemos este tipo de cosas¡± explica se?al¨¢ndola. Frente a ella, una decena de hombres y mujeres, que anta?o pasaron por las clases del proyecto, manejan m¨¢quinas de coser, agujas, hilos y telas y varias decenas de batas, pijamas y s¨¢banas descansan apiladas en la alargada mesa de un taller de costuras que se ha convertido en la esperanza futura. ¡°Pero de momento conseguimos poco dinero. Necesitamos m¨¢s¡¡±, se?ala la mujer.
Tryphina afirma tambi¨¦n que no se piensa rendir. Si a Brighton y los dem¨¢s no los tratan bien fuera de las paredes del Tshemba Hosi Protective Project pues ella seguir¨¢ levantando talleres, creando oportunidades, integrando y buscando una igualdad que todav¨ªa se antoja una quimera. Lo pr¨®ximo, dice, va a ser empezar a vender muebles y armarios; ya ha conseguido el dinero para un edificio que convertir¨¢ en carpinter¨ªa, que avanza a pasos agigantados, y maquinaria y madera suficiente para comenzar a fabricarlos. ¡°Queremos poner ba?os y necesitamos m¨¢s agua, pero es un problema que nos encontramos siempre. Se la tenemos que pedir a un hotel cercano y no siempre quiere d¨¢rnosla¡¡±, concluye. Y despu¨¦s vuelve a perderse junto a su hijo Brighton entre telas, batas e hilos blancos.
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