Mo?os y barbas que cuentan la historia
Una exposici¨®n en el Museo del Romanticismo explica los avatares del siglo XIX a trav¨¦s de los peinados que estaban de moda
Se habla poco del cabello en las clases de Historia. Tampoco se escribe sobre los peinados en los libros de esta materia y, sin embargo, los adornos en el pelo y la manera de llevarlo dan pistas de lo que ocurr¨ªa en cada ¨¦poca o sit¨²an una imagen en un momento concreto. Basta con mirar las melenas y barbas de Los Beatles para saber si es una fotograf¨ªa de principios o finales de los sesenta. Ocurre igual con los emperadores romanos, del pelo corto y los mechones dispuestos sobre la frente de los primeros, al principio de nuestra era ¡ªAugusto, por ejemplo¡ª, a las barbas y los rizos de Adriano y los Antoninos ya en el siglo II.
Otro momento clave fue la Revoluci¨®n Francesa en la que rodaron las cabezas y las pelucas que las acompa?aban. Se cortan las cabezas y se corta el pelo. Es decir, la aristocracia abandon¨® los exagerados peinados que les caracterizaban, tanto a hombres como a mujeres. En el Museo del Romanticismo (Madrid) se pararon a pensar en esta circunstancia y decidieron contar el momento que les ocupa, la primera mitad del siglo XIX, de una manera que nunca se hab¨ªa hecho: a trav¨¦s de las melenas. As¨ª surge Teje el cabello una historia. El peinado en el Romanticismo que se puede visitar hasta el 12 de abril.
La comisaria de la muestra, Carolina Miguel Arroyo, confiesa que nunca hab¨ªa observado los retratos fij¨¢ndose casi exclusivamente en el peinado y en las barbas en el caso de los hombres. Un buen rom¨¢ntico, si ten¨ªa la categor¨ªa de quedar inmortalizado, ten¨ªa que presumir de pelazo y si no lo ten¨ªa,?siempre pod¨ªa recurrir a los postizos (de pelo natural, de crin de caballo, de seda o de lana). Estos generan un importante mercado en esta ¨¦poca, tanto para ellos como para ellas.
Se podr¨ªa afirmar: dime c¨®mo te peinas y te dir¨¦ qui¨¦n eres. A trav¨¦s del cabello se muestran ideales pol¨ªticos, si uno comulga o no con el Antiguo R¨¦gimen seg¨²n se vaya m¨¢s o menos a la moda, lo que se puede extrapolar a los bigotes. Un peinado u otro habla del momento del d¨ªa en que se lleva, las joyas, los lazos y las plumas de marab¨² (u otras aves) en los mo?os de las damas ¡ªque dejaban peque?os a los sombreros de Carmen Miranda¡ª eran adornos de baile, por tanto, de noche. Tampoco se debe olvidar lo que el cuidado del cabello cuenta sobre los h¨¢bitos de higiene personal de la ¨¦poca y una buena melena habla de un buen estado de salud. Es el momento en que los higienistas recomiendan que se lave el pelo una vez al mes, haci¨¦ndolo coincidir con el ba?o. Aunque otras corrientes consideraban un peligro mojarse la cabeza porque pod¨ªa causar enfermedades.
Todo esto se muestra a trav¨¦s de una serie de retratos que ilustran estas circunstancias. Las pinturas forman el n¨²cleo de Teje el cabello una historia. El peinado en el Romanticismo, pero adem¨¢s se exponen miniaturas, dibujos, abanicos, tenacillas, un rizador¡ un centenar de piezas que habitualmente no se muestran y que permiten releer la colecci¨®n de este museo de otra manera y mirar la ¨¦poca desde un punto diferente.
La galer¨ªa de retratos tanto femeninos como masculinos empieza con dos reyes: Mar¨ªa Luisa de Parma y Carlos IV, los ¨²ltimos espa?oles en llevar peluca. De ah¨ª se pasa al peinado a lo Tito (por el emperador romano), hombres y mujeres se cortan las cabelleras como corte con todo lo anterior. Ellas lo adornaban con diademas y ellos le dan un estudiado toque despeinado que llaman ¡°golpe de viento¡± con el pelo hacia el rostro: lo ejemplifica un dibujo de 1810 de Jos¨¦ de Madrazo en el que retrata a un caballero, un dandi o lechuguino, como se llamaba despectivamente a los hombres pegados al tocador.
Tras la Revoluci¨®n Francesa se puso de moda el pelo corto, tanto para hombres como para mujeres, como muestra de corte con el Antiguo R¨¦gimen
En los a?os veinte y treinta del siglo XIX se produce la eclosi¨®n del peinado rom¨¢ntico. Los femeninos crecen en altura y complejidad, tanto que algunos necesitan armazones. La moda es mantener el tono natural del cabello, evitando las canas que se te?¨ªan. Mo?os altos, algunos con forma de lazo o nudo, acompa?ados de bucles con volumen sobre las sienes y la caracter¨ªstica raya en medio. En la cr¨®nica social se rese?aba c¨®mo se vest¨ªan y peinaban cantantes y actrices, r¨¢pidamente las nobles y burguesas las copiaban (las clases populares no segu¨ªan las tendencias). As¨ª la cantante de ¨®pera Mar¨ªa Malibr¨¢n puso de moda el uso de una cadena con una joya sobre la frente, lo que se llam¨® el peinado ferronni¨¨re porque era similar al realizado por Leonardo da Vinci para La belle Ferronni¨¨re. A partir de los cuarenta todo se aplaca, los mo?os pierden volumen, quedan pegados a las sienes. Este ser¨¢ el peinado t¨ªpico de Isabel II. Nunca se representar¨¢ una dama con el pelo suelto, eso reflejar¨ªa una moral liviana. En pleno siglo XXI quedan reflejos de esto, ?o es que cuando se usa la frase ¡°su¨¦ltate el pelo¡± no se quiere decir: d¨¦jate lleva, lib¨¦rate?
En los hombres predominan cuidadas patillas que poco a poco se acaban uniendo bajo la barbilla y formando la sotabarba. Como en las mujeres es tendencia el volumen de los mechones junto a las sienes para lo que tambi¨¦n utilizan las tenacillas y papillotes (papeles para dar forma a los rizos). Los bigotes empiezan a crecer a partir de mitad de siglo, con Napole¨®n III se llega al extremo del bigote apuntado.
Finaliza la muestra con una serie de instant¨¢neas (algunas del famoso fot¨®grafo Juan Laurent) de pr¨®ceres del momento para demostrar que los estilismos y los tup¨¦s piramidales no se quedaban solo en los lienzos. Entre todos destaca, precisamente, el que no sigue la moda: Juan Montero Telinge, un pol¨ªtico reconocido, entre otras cosas, por su larga barba blanca, a la que hace alusi¨®n P¨¦rez Gald¨®s en los Episodios nacionales. Tambi¨¦n hoy hay alg¨²n pol¨ªtico del que se se?ala con frecuencia su peinado a pesar de no estar a la ¨²ltima, ?acaso lo est¨¢n las coletas?
Un mech¨®n de Larra
Se podr¨ªa clonar a Mariano Jos¨¦ de Larra. Una vitrina de la exposici¨®n contiene un mech¨®n junto con una nota de Josefa Wetoret, esposa del escritor, que dice: "Pelo de mi Mariano". En la parte dedicada al cabello como recuerdo (algo que ven¨ªa de atr¨¢s, pero que alcanza su esplendor en el siglo XIX) se exhiben pulseras, collares, anillos¡, joyas tejidas con pelo. Adem¨¢s, tambi¨¦n se muestran guardapelos ¡ªcajitas para portar mechones de los seres queridos¡ª y cuadros hechos con cabello imitando ramilletes. Si lo pillara Spielberg, podr¨ªa versionar su Parque Jur¨¢sico y hacer uno Rom¨¢ntico.
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