El rey Baltasar no es afroamericano
Los seres humanos nos inclinamos cada vez m¨¢s por cambiar las palabras en vez de arreglar la realidad
Los ni?os eligen su rey mago favorito. Y Baltasar gana generalmente a Melchor y Gaspar, sin que importe en absoluto que se trate del rey negro. Porque todav¨ªa lo llamamos negro, y no afroamericano.
Rosa Parks, que entonces ten¨ªa 42 a?os, pas¨® a la historia de la lucha contra el racismo en Estados Unidos y en el mundo cuando se neg¨® a sentarse en el lado del autob¨²s reservado a los negros y ocup¨® una plaza que correspond¨ªa a los blancos. Unos meses antes hab¨ªa hecho lo mismo la adolescente Claudette Colvin, pero la historia no fue generosa con ella sino con Parks.
Corr¨ªa el a?o 1955 en Alabama, y desde entonces ha mejorado mucho en todo el territorio estadounidense la situaci¨®n de los negros, si bien eso no ha mejorado a su vez la situaci¨®n de la palabra que los nombra.
Tener la piel negra ya no implica all¨ª discriminaci¨®n legal, aunque existan otras diferencias sociales, pero en el vocablo negro persiste para muchas personas influyentes alg¨²n matiz peyorativo, hasta el punto de evitarlo.
Quienes consideran que no se debe discriminar a los negros mantienen, sin embargo, la discriminaci¨®n del vocablo. Por ello han sustituido ¡°negros¡± por ¡°afroamericanos¡±. Y esto ha llegado incluso a la prensa de Espa?a. De vez en cuando se lee aqu¨ª el t¨¦rmino ¡°afroamericano¡± para referirse a un negro, ?aunque no sea americano!
Esta serie de absurdos lleva a ciertas incoherencias. Se supone que los negros de EE UU proceden de ?frica en ¨²ltima instancia, y de ah¨ª viene el t¨¦rmino ¡°afroamericano¡±; pero tambi¨¦n llegan a Am¨¦rica blancos nacidos en ?frica, y no se llama afroamericanos a los de esta raza, que, por cierto, tambi¨¦n lleg¨® desde all¨ª, hace m¨¢s de un mill¨®n de a?os. Por si fuera poco, en Europa nacen y viven negros a quienes no se denomina ¡°afroeuropeos¡±. Pero ?c¨®mo llamar entonces a un senegal¨¦s?: pues o bien le decimos ¡°afroafricano¡± o no tendr¨¢ m¨¢s remedio que ser un simple negro, mientras que un negro de EE UU es un afroamericano; es decir, supuestamente un negro de mayor categor¨ªa en cuanto negro.
A veces, la palabra ¡°negro¡± se evita mediante una soluci¨®n eufem¨ªstica diferente: persona ¡°de color¡±. Y con ello se incurre en una nueva discriminaci¨®n, porque de ese modo se considera ¡°de color¡± solamente a los negros, cuando todos tenemos alg¨²n color. As¨ª que los mal llamados ¡°cauc¨¢sicos¡± somos personas de color¡ blanco (si damos por bueno el blanco como color de nuestra piel).
Los seres humanos nos estamos inclinando cada vez m¨¢s por cambiar las palabras en lugar de arreglar la realidad que transmiten. Lo que logre mostrar un espejo manipulado nos atrae m¨¢s que aquello que se le pone delante. El lenguaje pol¨ªticamente correcto consigue as¨ª la satisfacci¨®n de sus promotores, que de ese modo se sienten progresistas, respetuosos¡, mientras a su alrededor contin¨²an los desmanes.
El color de la piel es un accidente como el del pelo o la talla del calzado. Si a una colectividad le diera por considerar inferiores a quienes calzan un 49, y se empezara a llamarlos ¡°zapatones¡±, no arreglar¨ªa el problema denominarlos eufem¨ªsticamente ¡°pies grandes¡±, porque con el simple hecho de resaltar el tama?o del pie se continuar¨ªa dando por relevante aquello que no lo es. Si un peri¨®dico destaca en un crimen la raza del autor, da lo mismo que diga ¡°negro¡± que ¡°afroamericano¡±.
Las razas existen, como las tallas. La lucha contra estas discriminaciones no se basa en negar las peculiaridades ni en cambiarles el nombre, sino en no presentar las diferencias como si fueran causas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.