Una guerra de 46 a?os para adue?arse de Franz Kafka
La batalla por los derechos de la obra del genio checo, convertida en asunto de Estado entre Alemania e Israel, arranc¨® en 1973 y se prolong¨® hasta el pasado mayo.
La inmortalidad es convertirse en un adjetivo. En unos tiempos donde se tiende a lo homologable, las actitudes quijotescas tienen poco margen de maniobra, pero la cantidad de situaciones dantescas o kafkianas que se producen en un mundo en el que se multiplican las guerras, el terrorismo, las di¨¢sporas y la burocracia les garantiza a los autores de la Divina comedia y El proceso una vigencia innegable. Carlos Gardel cada d¨ªa canta mejor, y ellos dos tambi¨¦n.
Nunca se ha sabido qui¨¦n era exactamente Franz Kafka, nada raro en alguien que se defini¨® a s¨ª mismo como ¡°un jinete que cabalga a la vez sobre dos caballos¡±. Sabemos que era un genio que no se lo cre¨ªa y por eso le pidi¨® a su amigo Max Brod que destruyera todos sus manuscritos; y lo consideramos un adivino que pronostic¨® en sus obras el Holocausto, que padecer¨ªan siete miembros de su familia asesinados en los campos de exterminio nazis, entre ellos sus tres hermanas, Elli, Valli y Ottla. Ahora, sin embargo, la pregunta sobre el autor de La metamorfosis no es c¨®mo era, sino de qui¨¦n es, suponiendo que alguien o algo pueda ser patrimonio de la humanidad y a la vez tener un due?o.
El investigador Benjamin Balint cuenta en El ¨²ltimo proceso de Kafka (Ariel) c¨®mo tras su muerte, en 1924, el legado del genio de Praga pas¨® a manos del propio Brod, que era su albacea; y despu¨¦s de fallecer este en Tel Aviv, en 1968, a las de su secretaria Esther Hoffe; y cuando ella falt¨®, a las de su hija Eva. Para entonces, los papeles del creador de El castillo no eran ya un asunto de familia, sino una cuesti¨®n de Estado que desencaden¨® una batalla judicial entre Alemania e Israel ¡ªdonde fue demandada Esther, en 1973¡ª que ha durado m¨¢s de 40 a?os. Quienes peleaban por los documentos de Kafka, que era checo, jud¨ªo y escrib¨ªa en el idioma de Goethe, eran la Biblioteca Nacional de Jerusal¨¦n y el Archivo de Literatura de Marbach, la ciudad donde naci¨® el poeta, dramaturgo y fil¨®sofo Friedrich Schiller. El combate inclu¨ªa a Brod, un autor menor pero f¨¦rtil, que public¨® casi 100 libros entre novelas, poes¨ªa, ensayos, dramas y biograf¨ªas, y que coprotagoniza esta historia porque fue ¨¦l quien percibi¨® el valor de Franz Kafka desde que este le ley¨® sus primeros textos, gracias a su buen ojo ¡°para reconocer lo extra?o, lo sublime y lo maravilloso en todas sus formas¡±, como dijo de ¨¦l su amigo Stefan Zweig.
La guerra lleg¨® hasta 2016, cuando gan¨® la tesis religiosa a la ling¨¹¨ªstica y un tribunal suizo mand¨® entregar a la Biblioteca Nacional de Jerusal¨¦n el tesoro, que estaba depositado en Z¨²rich. El ¨²ltimo cabo suelto de la intriga se ha atado en mayo de 2019, cuando la Oficina Federal de Investigaci¨®n Criminal alemana le dio al embajador israel¨ª 5.000 hojas aut¨®grafas de Max Brod que hab¨ªan sido robadas de la casa de los Hoffe en Tel Aviv.
El material ser¨¢ accesible cuando se acabe de digitalizar. Y la cuesti¨®n que ha vuelto a poner sobre la mesa esta trama casi policiaca es: ?los bienes culturales deben estar en manos privadas? En Espa?a estuvimos muchos a?os sin unas obras completas de Valle-Incl¨¢n porque sus herederos no se pon¨ªan de acuerdo para editarlas; no se publicaron hasta muy tarde los Sonetos del amor oscuro, de Lorca, o las cartas de Pedro Salinas a Katherine Whitmore a causa de las objeciones morales de sus descendientes; y siguen in¨¦ditos los versos del hermoso Amor en vilo, de Rafael Alberti, porque as¨ª lo quieren los propietarios de sus derechos. ¡°Solo merece la pena leer los libros que te hieren¡±, dec¨ªa Kafka. Todos los suyos son de esa clase
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